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Manifiesto Eco-Socialista (III Parte)

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III. La apropiación de la productividad humana: crecimiento con desigualdad
Al término del gobierno de Presidente Ricardo Lagos, su popularidad superaba el 60%. Fue uno de los mandatarios mejor evaluados por la opinión pública en la historia de Chile. Las encuestas lo situaron en la cúspide de los personajes públicos de la interminable transición política chilena. Curiosamente, y al mismo tiempo que esto ocurría, como si en Chile hubiésemos sido capaces de resolver la eterna restricción de recursos que separa, divide y confronta a las clases sociales, las utilidades y ganancias de las grandes empresas -relacionadas en su mayoría a los grupos económicos- experimentaban también un vigoroso crecimiento.

La situación no podía ser mejor, el ex Presidente alcanzaba un respeto nunca antes soñado por un socialista, al punto que Hernán Somerville, importante líder empresarial surgido en la era de Pinochet, que ha encabezado agrupaciones empresariales de la mayor importancia como son la Asociación de Bancos y la Confederación de la Producción y del Comercio, llegó a decir “mis empresarios aman a Lagos”[6 ]. Sin embargo, al mismo tiempo que durante el gobierno de Lagos los grupos económicos ganaron enormemente, también se produjo una gran concentración de la riqueza y una nunca antes vista desigualdad social.

Lo anterior se explica, porque en Chile aún no se ha consagrado una verdadera sociedad moderna, esa que se basa en los preceptos instaurados por el humanismo, a partir de la Revolución Francesa –sin escamotear sus profundas contradicciones e inconsistencias- y la consagración de los derechos del hombre y del ciudadano, que exige un proceso de transformación de la sociedad participativo e integrador, en el marco de un escenario de libertad y justicia. En el Chile de nuestro tiempo las llamadas oligarquías o elites han seguido férreamente dirigiendo los mecanismos de comando y control de la sociedad chilena.

Lamentable y contradictoriamente, el gobierno de Lagos no hizo sino consolidar la posición de esos grupos de poder y distanció aún más al país del desarrollo moderno y democrático. Lejos de ser un líder moderno y abierto al futuro, fue un hombre para, por y del pasado que limitó considerablemente el acceso del pueblo chileno a las decisiones del Estado. [7]

Curiosamente, una de las grandes críticas que hoy recibe la clase política es su constante entrar y salir desde el sector privado hacia el sector público y viceversa. Así, tenemos, por ejemplo, que el grupo Angelini, uno de los más poderosos del país, tiene como presidente ejecutivo de una de sus empresas a un ex ministro del gobierno de Patricio Aylwin y un hombre influyente de la Concertación, Alberto Etchegaray, quien es el máximo directivo de Celulosa Arauco y Constitución (CELCO), la misma planta responsable de la muerte de los cisnes de cuello negro en el Santuario de la Naturaleza, Carlos Andwanter en Valdivia.

También Angelini tiene como uno de los personeros más importantes de su consorcio pesquero, Corpesca, a Felipe Zaldívar Larraín, hermano de los senadores Andrés y Adolfo Zaldívar, quienes en 2002 propiciaron la aprobación de la Ley Corta de Pesca, que favoreció justamente a Angelini con más del 80% de las cuotas pesqueras.[8] Por su parte, el grupo Matte ha sido durante el gobierno de Lagos usuario y un gran optimizador de las regalías que su influencia política le permite. De hecho, como ya fuera señalado, en el conflicto con los comuneros mapuche en el sur de Chile, que reclaman el dominio de algunos predios donde alguna de las empresas de este grupo operan y explotan el bosque, han logrado que se aplique la Ley Antiterrorista contra los lonkos apresados, validando de esta manera una normativa utilizada durante la dictadura de Augusto Pinochet con evidentes características represivas. Esta situación ha sido criticada abiertamente por organizaciones internacionales de Derechos Humanos, incluso por Naciones Unidas. Sin embargo, el Estado chileno y sus administradores no han prestado atención a estas interpelaciones y han adoptado una actitud complaciente y cómplice frente a los poderes económicos.

Una situación similar se vivió en el 2005 en relación con el grupo Luksic en Perú. En ese conflicto, nuevamente los grupos económicos contaron con la abierta cooperación de la casta política, tanto de la derecha como de la Concertación, quienes solidarizaron con Andrónico Luksic en el caso por corrupción que la justicia peruana siguió en su contra[9].

Esta espuria relación entre la política y los negocios no nos puede extrañar en los tiempos que corren a la luz de la información que es pública y que no ha sido desmentida hasta la fecha. En el diario La Nación Domingo, en un reportaje titulado “La casa más cara de Chile”, realizado por la periodista Paula Guerra, (5 de junio del 2005), se sostiene que de acuerdo a las opiniones recogidas tanto en la Alianza por Chile (coalición de derecha) como en la Concertación, los empresarios “mayores”, incluidos los que representan a las tres más grandes fortunas de Chile –Matte, Luksic y Angelini- definen con anticipación cuánto dinero le van a entregar a las diferentes candidaturas y que, una vez que las cifras están detalladas, a cada uno de los aspirantes le entregan el 40% del total que tienen contemplado “donar” mientras no estén inscritos como candidatos y el 60% restante a quienes sí lo hayan hecho.

En el discurso oficial abunda la reiterativa demanda de generar crecimiento económico, como si éste fuera la solución a todos los males y problemas de la economía chilena y frente a la demanda de mayor igualdad, mayor justicia, reducción de la pobreza, mejor educación, o mejores servicios de salud, inexorablemente la respuesta es la misma, tenemos un déficit de crecimiento económico, debemos apurar el tranco y, de hecho, todos los que aspiran al poder político postulan un aumento del Producto Interno Bruto por sobre el 6% como solución mágica a los problemas que enfrenta Chile.

A pesar de que en Chile el crecimiento económico en el período 2000/2005 fue más bien mediocre (4,4%), en términos de las pretensiones de los economistas de la plaza, las que siempre apuntan a retomar la senda por sobre el 7% anual, en términos del crecimiento mundial no es del todo despreciable, dado que, por ejemplo, según el Banco Mundial, en el período 1990-2003 la economía mundial creció en sólo un 2,8% y los países de América latina en sólo un 2,7%. No obstante, es muy importante preguntarse respecto al crecimiento económico chileno ¿Quién crece cuando Chile crece?, puesto que es público y notorio que las grandes empresas han experimentado una evolución sostenida de sus ventas en los últimos veinte años, lo que demuestra que el crecimiento económico bajo la Concertación no ha sido necesariamente un crecimiento con igualdad.

Como es posible apreciar en el gráfico 9, en el período 1978 y 1987, cuando aún gobernaba Pinochet, las ventas de estas grandes empresas promediaron más de 3 mil 800 millones de dólares. Durante el período 1988 y 1997, primera etapa de la Concertación, estas empresas obtienen 11.860 millones de dólares en ventas, multiplicando por tres sus ventas totales (Estrategia, octubre de 2004). Y con el gobierno de Lagos, se vuelven a triplicar sus ingresos por ventas, alcanzando en sólo seis años un promedio de 31.173 millones de dólares. Es en su último año de gobierno, donde las ventas de las diez grandes empresas se disparan superando los 49 mil 684 millones de dólares  (Estrategia, Ranking de Empresas, 2006). [10]

No es menor que los tres principales grupos económicos chilenos estén asociados a los sectores de recursos naturales: Angelini, con el sector pesquero y forestal; Luksic, con el sector minero y Matte, con el sector forestal. La gran expansión en las ventas de estas principales y grandes empresas, muchas de ellas ligadas a estos grupos económicos, se explica también porque están dentro del 1% de las empresas que, operando desde Chile, hacen más del 96% de las exportaciones totales y facturan más del 80% de las ventas anuales del país.
Gráfico 9: Evolución Histórica de las Ventas

 
Esta información es consistente con la importancia creciente de las empresas más grandes en el escenario de la economía chilena. Según el Banco Central, desde 1995, la participación dentro del PIB de las diez empresas más importantes ha ido en constante aumento, incrementándose asimismo la brecha con las empresas de menores ingresos.[11] Incluso, cuando el PIB tuvo fuertes caídas como en 1982 y la crisis asiática de 1998, las grandes empresas salieron más fortalecidas. En 1982, cuando el PIB cayó en un 13,6% y 882 empresas quebraron, los ingresos de las principales empresas crecieron en cerca de un 4%. Esto se explicaba, entre otras, cosas por los altos precios de los commodities, como la harina de pescado y la celulosa, donde se concentran las actividades de dos de los tres grupos económicos más importantes de Chile, como lo son Angelini y Matte, respectivamente.

En 1999, cuando el PIB cayó en un 0,8%, las grandes empresas tuvieron un aumento en las ventas del orden del 11%, alcanzando una cifra en torno a los 12 mil millones de dólares. En el 2001, cuando quebraron más de 700 empresas, las ventas de las empresas más poderosas marcaban cifras históricas, del orden de los 31 mil millones de dólares, lo que representaba más del 40% del PIB de ese año.
Algo que tampoco debemos perder de vista es que, dado que la economía chilena sigue dependiendo críticamente de sus exportaciones, en un 86% explicada por los sectores intensivos en recursos naturales, el rendimiento de nuestra economía depende críticamente de lo que suceda con la economía mundial. Entonces, si las principales economías destino de nuestras exportaciones crecen fuertemente, esto se traduce necesariamente en un importante crecimiento para la economía chilena.

Y efectivamente esto es lo que ha ocurrido. Como se desprende del gráfico 10, el crecimiento económico chileno sigue siempre la tendencia del crecimiento económico de las principales economías a las que Chile hace llegar sus exportaciones de recursos naturales, commodities y productos escasamente elaborados, como los salmones.
Gráfico 10: Evolución PIB Chile versus Países Destino Exportaciones

Tampoco debemos olvidar el nexo que existe entre la estructura productiva y la capacidad de generar empleo del modelo económico chileno. Si estamos dependiendo críticamente de la explotación de recursos naturales, que en conjunto no dan más del 15% del empleo (considerando la actividad agrícola), entonces, no debería sorprender que las tasas de desempleo se mantengan altas, en torno al 8%, cifra que alcanzaría más del 10% si agregamos a los contratados por los programas de empleo del Gobierno, que son básicamente empleos de emergencia muy mal remunerados.

Por lo tanto, seguir suponiendo que el problema del desempleo está relacionado con el ciclo económico o con la presencia de cierta rigidez en el mercado laboral es subestimar los problemas estructurales del crecimiento económico chileno, los que se relacionan con el enorme y espectacular desarrollo de un sector productivo que extrae rentas económicas que existen en los ecosistemas naturales y en el trabajo, al mismo tiempo que proveen un escaso nivel de empleo, en comparación al nivel de sus ventas y de la importancia que tienen en la economía chilena.

Lo anterior es consistente con la información acerca del desempleo y los empleos creados durante los diferentes gobiernos de la Concertación. Como es posible apreciar en el gráfico 11, el que da cuenta de un mayor volumen de desocupados y una reducción de la creación de empleos en el curso de los gobiernos de la concertación.
Gráfico 11: Desempleo y Creación de Empleo en los Gobiernos de la Concertación

 
Una de las consecuencias más desfavorables de la concentración del poder económico es que agudiza el proceso de una redistribución regresiva del ingreso nacional y esto es precisamente lo que se ha verificado en el curso de las últimas 3 décadas en nuestro país.
{mospagebreak title=Chile es uno de los paises mas desiguales del planeta}
Según el Banco Mundial, Chile es uno de los países más desiguales del planeta. De acuerdo con los Indicadores de Desarrollo Mundial 2005 del Banco Mundial, entre 124 naciones, Chile ocupa el lugar duodécimo entre los países más desiguales del mundo, compartiendo posiciones con Namibia y Swazilandia, y por debajo de países más pobres como Zimbabwe, Bolivia, Zambia, Nigeria y Malawi.

Según el mismo informe del Banco Mundial para el año 2005, el coeficiente de Gini[12] para Chile era de 57,5, superior a Argentina que mostraba un índice de 52,2, y muy lejos de las Estados Unidos con un 40,8 y Dinamarca con un 24,7. Lo realmente significativo de esta situación es que se agrava en el tiempo -5 años antes Chile presentaba un Gini de 56,5- acortando aún más la brecha con Brasil, la nación más desigual de América latina. De esta manera, mientras el 10% más pobre del país percibía el 1,4% del ingreso total del país, un lustro después sólo percibía el 1,2%. En cambio, el 10% más rico mejoró su situación, ya que de percibir el 46% pasó a capturar el 47%. Una observación similar se desprende del coeficiente de Gini calculado en el Informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo Humano (PNUD) para el 2003, según el cual, Chile se encuentra entre los 12 países con las peores distribuciones de la renta (tabla 2).
Tabla 2: Las Peores Distribuciones del Ingreso
PAÍS COEFICIENTE DE GINI

Fuente: Informe sobre desarrollo Humano PNUD, 2003

El problema de la desigualdad en Chile -que se constata con la información antes mencionada- se muestra mucho más grave aún si consideramos los extremos más críticos en la escala de ingresos, como es la comparación entre el 5% más rico versus el 5% más pobre. Esto es interesante debido a que dentro del 10% más rico hay por lo menos un 50% de población que, en Chile, bajo ninguna circunstancia, debería considerarse como un sector acaudalado. Ahora bien, según el Informe del PNUD de 2000, en el año 1990, el 5% más rico de la población chilena recibía ingresos 110 veces mayores al que percibía el 5% más pobre.

Diez años después, en el 2000, esta diferencia casi se duplicó, pasando a 220 veces. Esto demuestra que la famosa transición a la democracia es otro de los tantos mitos urbanos, dado que lo obvio y lo más esperable, como producto del ejercicio de la democracia, es que una de sus consecuencias favorables sea una mayor igualdad en la repartición de los bienes, lo cual no es en nada la experiencia chilena en el curso de esta larga y ya tediosa transición democrática.

Es más, en esta materia Chile está muy lejos de acercase medianamente a la situación de países que muchas veces constituyen un referente para nuestra elite política y empresarial, los países desarrollados, quienes, como se muestra en el gráfico 12, muestran diferencias entre el segmento de mayores ingresos y el más pobre muy por debajo de los que exhibe nuestro país, que llega a más de cuarenta (40) veces, lo que es claramente un indicador de una sociedad con escaso desarrollo social y político.
 Gráfico 12: Brecha de desigualdad, Países selectos
 
Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Informe Desarrollo Humano PNUD, 2003

Por otra parte, es importante notar que la desigualdad no sólo se expresa en términos del ingreso, conlleva también otras variables que refuerzan las diferencias sociales. Evidente es el caso del acceso a la educación, de la calidad y de la posibilidad de continuar con estudios superiores. Existen otras brechas tal como las podemos apreciar en el gráfico 13, donde se indican diez importantes diferencias entre el 20% más rico y el 20% más pobre. Téngase presente que dentro del 20% más rico de la población chilena hay cerca de un 75% que exhibe grandes dificultades para enfrentar sus necesidades materiales, por lo que las conclusiones del gráfico 13 deben considerarse una aproximación por debajo, o menor a las desigualdades cualitativas que se expresan en la sociedad chilena.

Por ejemplo, el 20% de mayor ingreso tiene un rendimiento 31,2% mejor en la prueba de educación SIMCE y una presencia en la educación superior de 601,1% más que el 20% más pobre. Mientras tanto, este sector más pobre tiene una tasa de mortalidad de 104,5% mayor y una tasa de suicidios 120,8% más grande, así como una tasa de analfabetismo de 1.200% superior al 20% de ingresos más alto.
Gráfico 13: Diez Diferencias entre el 20% más Rico y el 20% más Pobre de los chilenos

Fuente: Revista lat.33 número 48 de junio 2004, sobre la base de información de Mideplan, Ministerio de Salud y Ministerio de Educación.

Asimismo, las muertes por agresión por cada mil habitantes era de 178,7% mayor en el 20% más pobre versus el sector de mayores ingresos, mientras en el acceso a libros e Internet, el 20% de ingresos más alto muestra una diferencia equivalente a 1.600% sobre el sector más pobre.

Esto último es particularmente relevante si se considera que un recurso discursivo reiterativo durante el gobierno de Ricardo Lagos fue la revolución tecnológica y la reducción de la llamada brecha informática.

Desde el punto de vista ético, corresponde preguntarse acerca de la justicia de las diferencias de ingreso que hoy existen en Chile. Como se sabe, Rawls desde la publicación en 1971 de su libro “Teoría de la Justicia” se convirtió rápidamente en lectura obligatoria por excelencia en la enseñanza de la filosofía moral y social, así como en las ciencias sociales, incluyendo la economía y su trabajo responde nítidamente a una interrogante fundamental ¿qué es una sociedad justa?

Rawls define los principios de una sociedad justa, los cuales son, en primer lugar, la plena igualdad de derechos humanos para todos, y un conjunto bien especificado de libertades fundamentales aseguradas para todos de forma equitativa. En segundo lugar, una sociedad justa es aquella que ha borrado toda forma de discriminación. Pero, además, y esto es muy importante a la hora de evaluar la situación chilena, según los postulados de Rawls, las desigualdades socioeconómicas sólo tendrán justificación en una sociedad moderna y bien ordenada, en la medida en que estas desigualdades beneficien al grupo de personas más vulnerables de la sociedad. Esta concepción de justicia no implica el rechazo del mercado como sistema. Tampoco viene a justificar el Estado benefactor. Es perfectamente compatible con un “socialismo liberal”, como el que podríamos suponer inspira a coaliciones políticas como la Concertación, en donde coexista la propiedad pública y privada de los medios de producción, así como la libertad de elección. Nada en la teoría de Rawls excluye al sistema democrático ni menos aún al mercado. Es una nueva concepción de la justicia social basada en la razón, que reformula la visión del contrato social y centra su base en el acuerdo de la sociedad.

Ciertamente, nadie osaría asegurar que las desigualdades existentes en Chile se explican por y para el beneficio de los más desfavorecidos. En general, quien quiera revisar la escala de sueldos existente en Chile podrá verificar que los sueldos más altos están relacionados con la posición que se ocupe en la banca, los holdings empresariales, grupos económicos, que como ya hemos visto están orientados a la acumulación de capital sobre la base de extraer rentas económicas que se encuentran en los ecosistemas naturales y cuya sobre explotación afecta directa y negativamente –como en el caso de los pescadores artesanales, por ejemplo- a los miembros más desfavorecidos de la sociedad.

En otras palabras, las desigualdades se explican en Chile, debido a que se está vinculado al servicio de los miembros más favorecidos de la sociedad, en este caso, los grupos económicos. Lo mismo cabe decir de los altos funcionarios públicos, quienes desde su posición de poder han contribuido a fortalecer a los grupos más favorecidos de la sociedad, contradiciendo abiertamente y sin ambigüedad alguna, los principios básicos de justicia aportados por John Rawls. Los profesores de escuelas públicas o los profesionales vinculados a la atención de salud en hospitales públicos, quienes trabajan directamente al servicio de los más desfavorecidos, no son precisamente quienes se encuentran en la parte superior de la escala de ingresos en la sociedad chilena.

En consecuencia, tomando como aceptables los principios de justicia de Rawls, podemos aseverar que en Chile el crecimiento de la desigualdad es moralmente inaceptable, desde el punto de vista de una sociedad bien ordenada y justa.

Lo anterior, puesto que en Chile no sólo la desigualdad se explica por estar al servicio de los miembros más favorecidos de la sociedad -los grupos económicos- sino también el crecimiento de tal desigualdad tiene el mismo origen y explicación.

Por otra parte, no es posible sostener que en Chile estaría ocurriendo una reducción de la pobreza. No es consistente con la forma en que opera el modelo, a no ser que tengamos una definición de pobreza o una manera de medirla tan elemental que la superación de la pobreza no constituya una tarea muy complicada o difícil de alcanzar. Bastaría con definir una línea de pobreza lo suficientemente baja, como para permitir que por la inercia propia del crecimiento económico o del ingreso global del país, muchos pobres crucen la menguada barrera de la pobreza, para que estadísticamente hablando, dejen de ser considerados pobres, al mismo tiempo que continúan siéndolo.

Según la información oficial que se aprecia en el gráfico 14, la pobreza y la indigencia vienen disminuyendo sistemáticamente en los últimos años. Sin embargo, esto no es porque las políticas impulsadas hayan sido muy eficaces, sino porque la metodología de la línea de pobreza que utiliza el Gobierno para medir esta variable claramente subestima este flagelo. Oficialmente, la última línea de pobreza se define en torno a los 49.099 pesos mensuales por persona. Es decir, si alguien gana 45 mil pesos mensuales entonces se le considera pobre, pero si gana 50 mil pesos mensuales ya no se contabiliza dentro de los pobres.

Obviamente, con la inercia de la expansión económica de los últimos años –con un crecimiento promedio del 4,4% anual- muchos pobres deben haber logrado cruzar esa línea de pobreza, sin que por ello hayan logrado superar ni medianamente bien las enormes dificultades y limitaciones que sus ingresos mensuales les imponen.
Gráfico 14: Evolución Oficial de la Pobreza e Indigencia

Fuente: Mideplan

Si se considera una cifra más realista para medir la pobreza[13], en base a un umbral mínimo de satisfacción de necesidades básicas, de 160 mil pesos por persona al mes , tal como se aprecia en el gráfico 15, el porcentaje de personas que no logra cubrir adecuadamente sus necesidades ascendería a cerca del 75/80% de la población del país.
Gráfico 15: Umbral Mínimo de Satisfacción
 
Fuente: Elaboración propia

Hemos demostrado que en Chile, a lo largo de las últimas décadas, se ha producido un gigantesco proceso de acumulación de riqueza, el que se ha sustentado en la sobre explotación del trabajo y de la productividad de los ecosistemas naturales, sin que por ello tengamos un mejoramiento cualitativo de las condiciones de vida. Muy por el contrario, se han agudizado las desigualdades y las condiciones reales de pobreza.

Notas
[6]Hernán Somerville señaló en octubre de 2005 que a Lagos “mis empresarios todos lo aman… porque realmente le tienen una tremenda admiración por su nivel intelectual superior y porque además se ve ampliamente favorecido por un país al que todo el mundo percibe como modelo” (La Segunda, 14-10-2005).
[7] Resulta paradójico –y todo un contrasentido- que Lagos hace 45 años haya observado las nefastas consecuencias que genera la concentración del poder económico para la consolidación de un orden republicano, mientras que bajo su mandato se haya consolidado esta suerte de “democracia” privada –un peso, un voto- de los grandes conglomerados financieros que por la preponderancia y concentración de los votos-pesos que acumulan orientan y conducen el desarrollo de la sociedad chilena. Como se dijo anteriormente, Lagos advertía en su tesis de 1960 que la relación que se produce entre el poder económico y el poder político es un fenómeno que se agudiza a medida que la concentración económica aumenta, lo que amenaza la supervivencia del régimen democrático. En consecuencia, siguiendo las mismas aseveraciones de Lagos, la mayor concentración de la riqueza en manos de estos grupos económicos que hemos heredado del su gobierno, nos deja como una adicional y bastarda herencia, una enorme regresión democrática. Si Lagos estaba en lo correcto hace 45 años, entonces debemos concluir que su gobierno, al acrecentar la concentración del ingreso y la desigualdad social, también contribuyó a debilitar y menoscabar el proceso de democratización y la transición a la democracia que Chile intenta operar desde el primer gobierno de la Concertación.
[8] Es conocido, además, que la Administradora de Fondos de Pensiones AFP PROVIDA, tiene entre sus directores a la ex intendenta de Santiago bajo la administración de Lagos, Ximena Rincón y también tuvo al ex senador socialista y actual Ministro Secretario General de la Presidencia José Antonio Viera-Gallo, quien acompañó a Lagos desde el Parlamento. Éstos son sólo algunos ejemplos de una larga lista que aún falta confeccionar.
[9] Según la prensa peruana, Luksic entregó a Vladimiro Montesinos, estrecho colaborador del gobierno de Alberto Fujimori, en el año 2000, tres cajas de cartón: una con vinos chilenos, otra con medio millón de dólares y una tercera con un millón y medio de dólares (Revista Caretas de Perú, 13 de octubre de 2005). Frente a la orden de captura internacional que pesaba sobre Luksic, cabeza de uno de los principales conglomerados financieros del país, el gobierno de Lagos optó por desatender la petición de extradición y le otorgó a Luksic la defensa del Estado y de las labores de la Cancillería para resguardar sus intereses particulares. Luksic cuenta con la especial simpatía del ex Presidente, quien incluso lo ha aplaudido de pie, invitándolo reiteradamente a las giras presidenciales. Además, fue nominado por Lagos como la figura empresarial central en la Cumbre de la APEC, realizada en Chile en 2004.
[10] Para llevar las cifras de pesos a dólares se consideró el tipo de cambio de $512,5 por dólar para los años 2005 y 2004. Para el año 2003, el valor del dólar fue de $557,4. Los años 2002 y 2001 el valor del dólar fue de $718,61. Para el año 2000 fue de $573,65.
[11] ESTRATEGIA, “Concentrando 35% del PIB Grandes Empresas han sido Inmune a Crisis”, 6 de diciembre 2004, Santiago de Chile.
[12] El coeficiente de Gini es un indicador de desigualdad en donde el valor 0 equivale a igualdad total y el valor 100 refleja desigualdad absoluta.
[13] Véase Claude, Marcel y Gutiérrez Cristián. Determinación del nuevo umbral de la pobreza en Chile. Terram, junio, 2002

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