Sin lugar para los débiles
por Jaime Luis Huenún (Panguipulli, Chile)
3 años atrás 2 min lectura
Para todos mis queridos amigos payasos, artistas callejeros y malabaristas de la sobrevivencia, les comparto esta reflexión.
Angeles Nuño
“Nunca salí del horroroso Chile”, escribió el poeta santiaguino Enrique Lihn en uno de sus poemas más conocidos. Hoy, como en un cuento de nunca acabar, ese horror se evidencia nuevamente en el asesinato a quemarropa de Francisco Martínez Romero, un malabarista del 25 años ultimado a plena luz del día por al menos 4 balazos policiales en la sureña ciudad de Panguipulli.
Los videos que muestran el hecho circulan profusamente en las RRSS y Francisco, un “don nadie” que se ganaba el sustento ejerciendo como artista callejero, artesano y mocito informal de un supermercado, hoy es noticia en los más importantes medios del mundo. New York Times, BBC de Londres, El País de España, Página 12 de Argentina, RT de Rusia, El Universal de México, entre otros, dan cuenta del homicidio de un muchacho que, de golpe y porrazo, alcanza triste fama planetaria, transformando a Chile en el epicentro de la ignominia institucionalizada.
Al igual que luego de la muerte de George Floyd en Minneapolis, Panguipulli ardió anoche por sus cuatro costados, mientras carabineros se parapetaba en la 5ta Comisaria tratando de proteger el cuartel del asedio ciudadano. Y lo mismo que en caso de Floyd, ahora se escarba profusamente en la biografía de Martínez, ya sea para mostrarlo como un mártir víctima de la ingente brutalidad policial o como un voluble delincuente en situación de calle. Por su parte artistas, escritores y trabajadores culturales, incluido el premio nacional Raúl Zurita, manifiestan su repudio y desazón, toda vez que el occiso se ha convertido con el correr de las horas en un símbolo del arte alternativo criminalizado por el Estado.
Lo cierto es que la muerte de Francisco Martínez Romero, hasta ayer un oscuro e invisible personaje pueblerino, vuelve a encender la chispa de la protesta social chilena, apagada durante meses por la pandemia, la crisis económica y el continuo y burdo tejemaneje de la prensa oficial y la llamada “clase política”.
Corriendo con pies desnudos – ¿coraje, insumisión, locura? – vemos al malabarista, poniendo enardecido el cuerpo a las balas -pagadas por nuestros impuestos- que le quitarán la vida. Y como en una lograda secuencia de cine negro – la realidad nuevamente superando la ficción-, sus machetes de hojalata caen a la calle antes que su cuerpo, golpeando el recalentado pavimento de una patria sin lugar para los débiles, los locos y los eternos y rebeldes perdedores.
-Autor: Jaime Luis Huenún
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