El atentado al tirano, un acto de dignidad y justa rebeldía
por Enrique Villanueva M. (Chile)
6 años atrás 7 min lectura
Cada año el mes de septiembre trae recuerdos, eso es innegable. Es cuando la democracia sucumbió ante la violencia del golpe cívico militar, planificado y ejecutado por quienes simplemente no aceptaron, ni permitieron, que un gobierno elegido democráticamente terminara su período y el mandato popular que lo había elegido. Un hecho histórico, que aún no siendo el único en nuestra historia, por su violencia extendida y permanente, cambió la vida y trajo consecuencias a varias generaciones de chilenos y chilenas, víctimas directas o indirectas de lo que, hasta hoy, se trata de encubrir; el genocidio cometido por el Estado terrorista.
Por largos 17 años los chilenos y chilenas vivimos gobernados por una dictadura que se había consumado mediante un golpe cívico militar, lo que significaba vivir con represión, persecución, asesinatos y desaparecidos. Entre 1973 y 1986 las cifras de detenidos y detenidas, torturados y torturadas por la dictadura de Pinochet, sobrepasada los 30 mil, y los asesinados en cámaras de tortura, en fusilamientos extrajudiciales los 3 mil.
Es necesario recordar que durante la dictadura, cientos de hombres y mujeres eran detenidas y detenidos a diario en la vía publica, en las universidades, en sus trabajos y en sus hogares, violentados y violentadas enfrente de sus hijos, hijas y familiares. Hoy parece haberse olvidado el temor de vivir en ese momento, en el cual decenas de mujeres fueron violentadas sexualmente por sus aprehensores y secuestradores, quienes abusaban de ellas en los calabozos militares y en centros de torturas.
Un capítulo que nadie quisiera recordar, pero que está escrito con los miles de testimonios entregados, por las victimas de la dictadura, a la comisión Valech, los que demuestran como los agentes de los aparatos represivos, algunos de los cuales están en Punta Peuco, utilizaron la violencia sexual contra mujeres (y hombres) usándolas sexualmente como divertimento de los oficiales y soldados en los lugares donde se les torturaba.
Pues bien si se quiere hablar de contexto, ese es el contexto en el cual nació el FPMR y en el cual se decidió atentar en contra del tirano, para aportar a terminar con el terrorismo de estado, utilizando todos los recursos disponibles y todas las formas de lucha posibles (cuando muchos de los que hoy reclaman haber levantado una voz antidictatorial permanecían callados u ocultos en sus casas).
En el primer manifiesto del FPMR (1984) se recoge la situación política que vivíamos en Chile en ese momento, que a pesar de la brutal represión existente, se venia manifestando una resistencia cada vez más generalizada en contra de la tiranía. Lo que ya, antes, había tenido su expresión con la presencia de las mujeres en las calles, reclamando por sus seres queridos asesinados o desaparecidos, en las posteriores jornadas de protesta y en el paro nacional de actividades.
El siete de septiembre de 1986 no fue una acción aislada o antojadiza, primero fue un acto en contra de un tirano y en momentos en que en Chile no había estado de derecho. Fue una decisión política que sumó a los chilenos y chilenas que resolvieron luchar para recuperar sus derechos, políticos, sociales y económicos, intentado así, terminar con un régimen de injusticia que nos oprimía. Organización y lucha de resistencia que fue creciendo y que permitió ponerle fin a la dictadura, oposición que se dio en las calles y abiertamente en contra del poder despótico, proceso que el FPMR acompañó con el atentado a Pinochet.
Hoy han transcurrido 32 años desde que se emboscó al tirano en el Cajón del Maipo y con claras intenciones de desvirtuar un acto justo de rebeldía ante la opresión. Se dice que éste sólo incentivó la violencia, que no se midieron las consecuencias, o que el atentado fue un fracaso, que no fue aporte a la lucha antidictatorial y de parte de los partidarios de Pinochet, que fue un acto terrorista.
Las respuestas a estas falsas interrogantes son claras, la primera es que la violencia no se inicia con la resistencia al régimen dictatorial, esta se instauró antes de 1973, como vía para derrocar al gobierno de Allende. Cuyo hito principal lo constituye el asesinato del Comandante en jefe del ejercito, General Rene Schneider[1], por un comando de extrema derecha en alianza con oficiales de las Fuerzas Armadas, con el objetivo de impedir que Salvador Allende asumiera la presidencia de la Republica.
En segundo lugar, el golpe de Estado de 1973 es producto de una conspiración previa y que termina con una acción militar violenta, cuyo objetivo fue instalar por la fuerza un sistema político y económico. Un sistema que hasta el día de hoy, funciona en línea directa al desarrollo de las clases dominantes que motivaron y originaron el quiebre de la democracia en Chile.
Por lo tanto, la represión y la violencia desatada después del 11 de septiembre de 1973, cuya consecuencia son las brutales violaciones a los derechos humanos y los crímenes de lesa humanidad que se cometieron durante la dictadura, no son producto de una guerra. Ese es un invento que no tiene sustento, nunca han probado que existieran en Chile guerrillas armadas, armamento y “los miles” de agentes rusos que según los autores de esta teoría, intentaban imponernos el comunismo.
El supuesto de que las FFAA actuaron para salvar a Chile de caer en el marxismo y en el comunismo, o, en el caos y la anarquía, no es mas que una falacia, se construyó para encubrir las razones del golpe de estado y luego para justificar la represión. Ese es el argumento recurrente de los sectores interesados de la derecha y de la Democracia Cristiana, para eludir sus responsabilidades y su participación en toda la conspiración y derrocamiento de Salvador Allende.
En cuanto a que no se midieron las consecuencias, el FPMR reivindicó desde el primer momento el intento de ajusticiar al tirano, porque fue una inyección de moral grande para la lucha antidictatorial. Lo que si se sabía era que, si el resultado era exitoso o fallaba, de igual manera se harían escuchar voces en contra y que la represión, como lo fue durante todo el período de dictadura, recaería selectivamente sobre el FPMR y sus combatientes.
Fue el propio Raúl ( Pellegrin) quien haciendo una comparación con la respuesta fascista de las SS después del atentado que militares alemanes patriotas hicieron en contra de Hitler, alerto sobre la ofensiva represiva y el intento que harían para descabezar al FPMR. Pero nadie imaginó que la CNI, al mando del oficial de ejercito, el psicópata Álvaro Corbalán Castilla, actuara de manera tan cobarde, en contra de personas inocentes, secuestrándolos, asesinándoles y luego abandonándolos en distintos puntos de Santiago acribillados a balazos, como lo hicieron con José Carrasco, Felipe Rivera, Gastón Vidaurrazaga y Abraham Muskalbit
Respecto a que si el atentado fue o no un fracaso, es cierto que la acción militar falló, a eso contribuyeron ciertos imponderables y errores de planificación operativa, los que permitieron que el tirano saliera ileso. Las operaciones militares pueden ser exitosas o no, a veces se constituyen en una derrota táctica que de igual manera suma para una victoria estratégica, además que pocas son, en la historia, las operaciones militares que se realizaron sin un costo en bajas de combatientes e impactos colaterales.
La Operación Siglo XX, el atentado a Pinochet, tuvo un éxito, mas allá de la acción propiamente militar, quedó escrita en la memoria colectiva a perpetuidad, señalando que el pueblo tiene el derecho a organizarse para luchar y defenderse de sus opresores. Fue la materialización del reclamo al justo derecho a la rebelión, en contra de un tirano y del terrorismo de estado. Una acción político militar que, enmarcada en varias otras, puso en disputa la hegemonía de las armas que durante años las FFAA usaron para atormentar a los chilenos y chilenas.
El ataque al tirano realizado por un grupo de combatientes del FPMR, bajo el mando del Comandante Ernesto, José Valenzuela Levi, simboliza también, el tremendo ejemplo de moral y consecuencia de Salvador Allende, fue un homenaje a la defensa valiente que éste hizo, junto a un pequeño grupo de sus seguidores, del mandato popular que lo había elegido como su Presidente y de la democracia, que en ese momento sucumbía ante la traición, la ambición y la cobardía.
Ese ejemplo inmortal, fue tambien inspiración del siete de septiembre de 1986.
Honor a los héroes. Ni perdón ni olvido. Si a la Justicia.
En la rebeldía de la juventud y de su pueblo vuelve a sonar con fuerza el legado de Manuel Rodríguez:
“La patria está tan mal,
Manuel la pondrá en pie
doblegando la noche sin gloria,
elevando al hombre hasta su historia,
ayudando al pueblo en la victoria
con la urgencia de su dignidad”.
Nota:
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