Genocidio indígena en Colombia: tiempos de vida y muerte
por Óscar David Montero De La Rosa (Colombia)
5 años atrás 6 min lectura
En Colombia habitamos 102 Pueblos Indígenas. Somos los sobrevivientes victoriosos de un Genocidio que aún no termina; estamos aún en una «conquista» que no acaba. Nuestra memoria viva es un tejido largo de historias en donde aún se escribe a sangre y fuego nuestro proceso de lucha y resistencia.
Desde 1492, se empezó la larga noche de violencias que generó el genocidio más atroz de la humanidad. Desde aquel año se nos trató como salvajes, barbaros y sin piedad; se fueron exterminando todas las expresiones de vida existentes en lo que luego llamaron «América».
Estas violencias de la larga duración aún no terminan. En los tiempos se fueron perfeccionando las prácticas y formas de aniquilarnos. La Colonización, la Independencia, la República y ahora el discurso disfrazado de «Bicentenario» hacen parte de la «conquista» sin fin y de la homogenización de que somos una expresión mono-cultural de la nación colombiana; esto, a pesar de lograr que realmente somos multiétnicos y pluriculturales, llamado que sólo queda en la escritura imperfecta de la carta magna.
El genocidio que vivimos actualmente los Pueblos Indígenas en Colombia es una expresión más del racismo y la discriminación estructural que está heredado de la colonia, en donde matar indios no es un delito, sino una práctica naturalizada en donde se justifica el hecho; una práctica que ha sido continúa y sistemática hacia la gente de la tierra, del agua, del fuego y del aire.
Nuestros tiempos son en espiral; de día y de noche; positivos y negativos; de vida y de muerte; son los tiempos del agua, del sol, de la luna; son los tiempos que han marcado nuestra Ley de Origen. No sólo hay genocidio contra el ser humano, sino contra la cultura, la unidad, el territorio y la autonomía. Es decir, contra los principios de los Pueblos Indígenas.
Hoy, como ayer, en la radiografía del país indígena esto no cesa. La desnutrición y abandono contra el Pueblo Wayuu con más de 5000 mil niños muertos, el exterminio de más de 450 Kankuamos, el confinamiento contra el Pueblo Ette Enaka en su propio territorio son casos del ayer y de hoy. En la costa Caribe colombiana aún retumban los ecos de la violencia y del genocidio en el vivir diario de la gente.
En los Llanos Orientales las «guahibiadas» o el deporte de matar indios y el paternalismo ha llevado a los pueblos nómadas y semi nómadas a la drogadicción, prostitución y a la indigencia en departamentos como Arauca y Vichada. Pueblos Indígenas Sikuanis, Jiw, Amorua, Nukak, Betoy, Yamaleros y otros más agonizan en un callejón sin salida.
En el Amazonas donde las caucherías no lograron acabar con los Murui y demás pueblos, hoy el narcotráfico, la deforestación, la explotación maderera, el control de las fronteras y la contaminación de mercurio están llevando al exterminio y extensión a los más de 60 Pueblos Indígenas ubicados en el pulmón del mundo, a los hijos y guardianes de la selva.
El Caribe, los Llanos Orientales y el Amazonas son hoy el foco del capitalismo salvaje. Desiertos, selvas, llanos están en el ojo del proyecto político ‘Pacto por Colombia, Pacto por la Equidad’.
Finalmente, no podemos dejar de lado lo que pasa en los Andes, en el Pacífico y en el Centro; se cree que es coyuntural, pero NO. El asesinato de más de 158 líderes indígenas en departamentos como Nariño, Cauca y Chocó no es otra cosa más que los tiempos de la mala muerte contra la gente que defiende la vida, el territorio y el gobierno propio, de la gente que con bastón en mando y con la dignidad en alto defienden los derechos de nuestros pueblos. Así nos toque morir, como lo expresa claramente el himno de la Guardia Indígena, con bastones en tiempos de paz y en otros tiempos como los del conflicto que aún continua desarman a los armados, controlan el territorio de las desarmonías y se enfrentan a un país en donde ser indígena y líder es costarle la vida. Guardias, médicos tradicionales, gobernadores y autoridades indígenas son el tiro al blanco para los que piensan y creen que en Colombia pensar distinto es sinónimo de terrorismo, y por tanto es necesario aniquilarlo. Awá, Nasas y Emberas con toda seguridad seguirán dando la vida en la justa lucha y reivindicación de sus derechos.
Todos estos recorridos de las violencias han dejado un sinnúmero de alteraciones, interrupciones e intentos de administrar la vida indígena y la red vital de los Pueblos. Los asesinatos; los confinamientos; las amenazas; la militarización; la explotación y exploración; la contaminación y demás hechos violentos han dejado como resultado la extinción de 31 pueblos y en serias amenazas de exterminio físico y cultural a 39 pueblos, para un total de 70 de los 102 Pueblos Indígenas en Colombia. Esto representa la pérdida de 70 formas de ver, entender y concebir el mundo. Una pérdida irreparable a los ojos del Estado Social de Derecho, que ni las mismas leyes, decretos, autos y políticas públicas «diferenciales» han logrado parar el Genocidio.
Todos los Pueblos Indígenas en Colombia seguiremos alzando la voz en alto para defender nuestras vidas y nuestros territorios. A nosotros nos está matando todo el mundo por cuidar nuestro tejido vital, por los derechos ancestrales que nos dejaron nuestros padres y madres espirituales; nos matan a bala, pero también nos matan con las políticas asistencialistas del Estado y con la indiferencia y olvido de la misma sociedad colombiana en su conjunto, que le cuesta reconocer que lleva en sus genes sangre de los que hoy son asesinados por defender la Madre Tierra.
Que la Paz no nos cueste la Vida, démosle la oportunidad a que las Semillas de Vida puedan restablecer el equilibrio y la armonía de la humanidad…Sigan contando con nosotros para la Paz, nunca para la Guerra.
…Ojalá que no sea tarde cuándo ya no estemos, para que de verdad con nosotros y para nosotros sigamos celebrando la Vida en el amanecer y oscurecer…
*Fuente: El Espectador (Colombia)
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Publicado el 23 diciembre, 2018
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