Patologías del poder y procesos de des-colonización global
por Leonel Reyes Fernández (Vizcaya, País Vasco-España)
5 años atrás 10 min lectura
La muerte de los mártires, semilla para tiempos nuevos.
Tres recientes y lamentables sucesos de homicidios públicos, en el contexto actual crisis sanitaria mundial, nos impactan una y otra vez. No son los únicos ni serán los últimos:
El asesinato de afroamericano George Floyd: de conocimiento público, a través de los medios informativos nacionales e internacionales. El móvil de fondo: racismo policial. Pero es más profundo. Es la punta de un iceberg que data del colonialismo europeo y que involucra al enigmático continente africano.
https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52838977
El asesinato del maya Domingo Choc: de poca cobertura nacional e internacional. Móvil de fondo: el fundamentalismo religioso. También profundo. Data de la conquista de Centroamérica y de la presencia de la cultura occidental cristiana –y en la actualidad- en sus más variadas expresiones confesionales que proliferan en Guatemala.
https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-52988801
El asesinato del mapuche Alejandro Treuquil: de poca cobertura nacional e internacional. Móvil de fondo: mercenarios desconocidos. Más profundo aún. Data de la conquista del sur americano y de la construcción de identidad criolla de la actual República de Chile.
https://www.theclinic.cl/2020/06/06/fiscalia-investiga-como-homicidio-la-muerte-del-werken-alejandro-treuquil/
En los tres casos, son personas de grupos étnicos, pertenecientes –históricamente- a sectores sociales excluidos y maltratados. Sus muertes, actos repugnables e indignantes desde todo punto de vista, nos dejan perplejos, causando rechazo, generando mucho dolor, pero a su vez, sus muertes nos dejan grandes desafíos sociales.
No basta con castigar a los criminales que están detrás de estos repulsivos crímenes. Todos ellos –sin menoscabar la responsabilidad delictual en los hechos- son parte de un macrosistema mucho mayor que tiene un origen: la vigencia de un apartheid post-colonial, heredado de los siglos XVI (monarquías Española y Portuguesa) hasta principios siglo XX (Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, Bélgica, Dinamarca, Países Bajos, Rusia, Portugal y España), de ideologías y etnocidios consentidos.
Han pasado siglos –y como si fuera anteayer- las consecuencias de invasiones territoriales, explotación de los recursos naturales, de masacres colectivas, de esclavitud humana, de abusos de poder, de violación de la espiritualidad y del patrimonio ancestral de los grupos étnicos y naciones-pueblos originarios, tienen irremediablemente repercusión hoy. Los ecos del silencio cómplice, de una verdad histórica imposible de negar, se hacen presente –más tarde que nunca- a través de la emergencia de la intrahistoria, de esa historia profunda, invisible y confinada por siglos. Las muertes de George, Domingo y Alejandro son la punta de un iceberg que esconde un pasado no grato para recordar, pero si para reconocer, liberar y evolucionar.
El fantasma de la colonización imperial del pasado, en la vida social del presente.
¿Qué tipo de poder y sociedad estamos construyendo, que deja pasar con indiferencia e indolencia -una y otra vez- asesinatos selectivos y abusos contra naciones-pueblos originarios?
El colonialismo en América -de conquistadores tanto españoles como portugueses- recién culminó en el siglo XIX, con la emancipación de los criollismos locales. En el caso de Africa y Asia, el colonialismo finalizó recién en el siglo XX. Sin embargo, esta es la paradoja: se fueron, pero quedaron. Los conquistadores se retiraron de aquellos territorios, pero su lógica cultural –estructuras del ser, saber y de poder- por ellos implementadas, quedaron y persisten hasta el día de hoy, en la figura del Estado y de las Constituciones modernas, sustentados en su mayoría por filosofías elitistas, abstractas, reduccionistas y segregacionistas.
Por tanto, el pensamiento postcolonial –consciente o inconsciente- aún está vigente con fuertes rasgos de eurocentrismo occidentalizador. La teología y la filosofía –en el plano de las ideas y de la fe- ayudaron a adoctrinar desde el siglo XVI hasta hoy con un pensamiento preferentemente etnocentrista, racional, ilustrado, determinista, conquistador, civilizador. Y quienes no calzan con estos paradigmas -ontología del No-Ser- son concebidos como semi-humanos, cuasi inteligentes, no civilizados, no occidentalizados.
En el caso de América –en particularmente Chile- se independizó en 1818. El criollismo local chileno se separó de la denominada Madre Patria, España. Pero poco o nada cambió en la mentalidad criolla. Desde aquel histórico acontecer independentista hasta el día de hoy, la mayoría de la clase política dirigente que ha conducido al país en estos 202 años de vida republicana (profesionales, empresarios, políticos, militares, educados en grandes y prestigiosas Casas de Estudios Superiores) poseen un mismo modus vivendi que consiste en imitar el paradigma europeo y un mismo modus operandi de creerse únicos, distintos, superiores, imprescindibles, civilizadores y sutilmente racistas (primeros, los blancos y con apellidos descendientes de europeos; luego, los indígenas locales; finalmente los afroamericanos). Por tanto, quienes no entran en sus categorías sociales y de clase, son gente del lumpen, rotos chilenos, patipelaos y un sinnúmero de otros calificativos racistas y segregadores, adaptados lingüísticamente, según la época y los modismos del momento. Hoy, en pleno siglo XXI, el apartheid postcolonial chileno está más vigente que nunca.
Sin embargo, la memoria colectiva global por fin despertó y la historia oficial que ha sido escrita por los vencedores es contrastada valientemente por los supuestos vencidos –que como muertos resucitados- irrumpen en nuestros tiempos, reconstruyendo su identidad fragmentada y violentada por los imperios europeos, colonizadores de los siglos XVI hasta principios del siglo XX.
El contexto del poder post-colonizador en tiempos de pandemia global.
¿Qué poder gubernamental global –hoy- permite que la violencia institucionalizada, asesina no solo a personas con características particulares, sino también condena y excluye a colectivos étnicos bien definidos: afroamericanos, mayas y mapuches, entre otras étnias invisibilizadas?
Nada lo que sucede en la historia y en el mundo es casualidad, siempre hubo intervenciones humanas -que para bien o para mal- han incidido en el rumbo de las sociedades tanto occidentales como orientales. Y hoy, no es la excepción. Una mortal pandemia -que todavía merodea los contornos continentales- a través de una terapia de shock nos ha confinado forzosamente, favoreciendo a estructuras de gobiernos manipuladores, injustos y abusivos, con la justificación de la doctrina de la “guerra preventiva”. El miedo inducido, ha favorecido el acceso a nuestros espacios de libertad, dejando a merced de otros, el destino de nuestras vidas, mientras los operadores políticos de turno emiten el ritual diario de decesos y contagios esparcidos por el orbe; mientras tanto, el pueblo sufriente, vive sin empleo digno, ausencia de una salud pública efectiva y trasparente, vive en desesperado hacinamiento, con hambre y con impotencia contenida. Los más privilegiados pasan la cuarentena o confinamiento con Teletrabajo, comunicación virtual a través de móviles, compras en tiendas virtuales y de otras ventajas y beneficios que ofrece el sistema de vida moderna. La vida en sociedad no será la misma. Todo apunta a que se normalizará una vida virtual y tecnológica cada vez más des-humana, manipulada -y sobre todo- con grandes desigualdades sociales y con mayor control social a la población mundial.
En resumen, vivimos tiempos de crisis sistémica global del capitalismo económico neoliberal, una degradación ética del poder político de la mayoría de los líderes gubernamentales y una peligrosa red de desinformación digital premeditada, a través del conocido anglicismo “Fake news” (Noticias falsas) y del concepto “posverdad” -aludiendo a aseveraciones subjetivas y emocionales- ambas, distorsionando la realidad con falsos contenidos y discursos falaces, a favor de los grandes intereses corporativos, económicos y políticos, mientras la mayoría de la población mundial, consumiendo basuras ideológicas tóxicas para la vida familiar, social y ecológica.
Vientos de cambios: algunos signos de los tiempos.
- El racismo proliferante en el mundo moderno tiene su origen en los procesos colonizadores del siglo XVI hasta la primera década del siglo XX. Por tanto, es un proceso relativamente antiguo y que está en plena vigencia a través de un modo de pensar y actuar postcolonial. Las actuales leyes en contra del racismo no son suficientes para detener o abolir esta actitud anti-humana y anti-sociedad. Es necesario y urgente iniciar un proceso ciudadano de des-colonización, ya iniciados por académicos, filósofos, psicólogos, antropólogos, sociólogos- desde la década de los años 70 en Argentina –Dussel, Scannone, Cerutti, Kusch y otros- con una propuesta de Filosofía de la Liberación, ideario nacida desde américa, al clamor de los procesos de explotación y represión de dictaduras militares, bajo el amparo de EEUU de Norteamérica y en contexto de la guerra fría. Hoy, convocados en un movimiento global, la filosofía latinoamericana continúa re-elaborando un nuevo marco conceptual y una nueva praxis de liberación estructural.
- Hoy es la oportunidad para la mayoría de los gobiernos europeos involucrados –que ayer invadieron y conquistaron en los continentes de América, Asia, Africa y Australia- debieran reconocer y expresar públicamente su perdón por las estructuras monárquicas y legales que permitieron dichos actos abominables contra la naturaleza humana y contra los grupos étnicos y naciones-pueblos originarios. Es claro que estos hechos no cambiarán la historia del pasado, pero es muy cierto también que estos signos de los tiempos permitirían hoy reivindicar y dignificar a todas las etnias y naciones-pueblos originarios, tan olvidados, invisibilizados, excluidos y maltratados por el poder político actual. Tomar consciencia de esta historicidad compartida, es necesaria y saludable para estos tiempos de convulsión social y cambio de era. Solo así, es posible proyectar un futuro global con mayor probabilidad de sanación, reparación, equidad, desarrollo y liberación deseada.
- En los últimos días, se han vistos actitudes de auténtica iconoclastía ciudadana por parte de grupos, movimientos ciudadanos y colectivos políticos, que cuestionan y derriban estatuas de ciertos personajes históricos que han estado involucrados en situación de discriminación, esclavitud y promotores de la desigualdad. Todo cae por su propio peso específico y la ley de la gravedad se encarna en los hechos sociales. Escuchar con atención estas demandas ciudadanas, es una invitación para no seguir encubriendo un pasado colonizador -que con el pasar de los años- puede convertirse en un mundo polarizado de actitudes tóxicas y peligrosas.
- En el caso chileno, tenemos la irrenunciable necesidad de autocuidarnos, de fomentar la solidaridad y reciprocidad, de trabajar por el bien común –y sobre todo- de promover todas las formas de organizaciones posibles para transformar y liberarnos de este paradigma postcolonizador machista, dominante y políticamente despótico. Por ningún motivo, pese a la emergencia sanitaria todavía en curso, no perder de vista dos grandes desafíos: el apoyo al legítimo derecho a la autodeterminación territorial y política de la nación mapuche, y por otra, la lucha colectiva de la única posibilidad de cambios reales para los próximos decenios: la elaboración de una Nueva Constitución Política, Social, Económica y Cultural, des-colonizada, hecha a la medida de la gran mayoría y a la altura de los nuevos tiempos.
- La muerte de George Floyd, Domingo Choc y Alejandro Treuquil –entre otras centenas y miles de vidas apagadas injustamente por esta sociedad racista, excluyente y totalizadora- no quedarán impune ni en el olvido. Se suman a la extensa nómina de mártires que interpelan el encubrimiento sistémico de nuestros tiempos, clamando verdad y justicia.
- Para los próximos días, el 21 junio 2020, se iniciará el Año Nuevo cosmológico (llamado We Tripantu / Inti Raymi / Machaq Mara / Willka Kuti) en la mayoría de naciones-pueblos originarios del Abya Yala –Centro y Sudamérica- al ritmo de los ciclos agrarios que la Madre naturaleza les otorga gratuitamente. Es de esperar que las autoridades escuchen y valoren estas sabias cosmovisiones –mapuches, aymaras, quechuas, entre otros- que contienen mensajes de vida, fraternidad y convicciones de que “Otro mundo es Posible”.
Jallalla, Año Nuevo naciones-pueblos originarios!!!
Jallalla, valiente y sufrido pueblo chileno!!!
Han pasado siglos –y como si fuera anteayer- las consecuencias de invasiones territoriales, explotación de los recursos naturales, de masacres colectivas, de esclavitud humana, de abusos de poder, de violación de la espiritualidad y del patrimonio ancestral de los grupos étnicos y naciones-pueblos originarios, tienen irremediablemente repercusión hoy. Las muertes de George, Domingo y Alejandro son la punta de un iceberg que esconde un pasado no grato para recordar, pero si para reconocer, liberar y evolucionar.
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