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Presidente Petro: A 50 años del 11 de septiembre de 1973, «Restablecer el pacto democrático»

Presidente Petro: A 50 años del 11 de septiembre de 1973, «Restablecer el pacto democrático»
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10 de enero de 2023

Extracto del Discurso del Presidente Gustavo Petro Urrego, en el Palacio de La Moneda:

Cuando aquí entraron disparando y acabaron con el primer presidente de izquierdas elegido popularmente en América del Sur en su historia, yo decidí la toma de las armas.

No había más. No respetaban el voto popular. No conocía esto.

Es más, no quise venir a Chile, ni a saber de la Casa Negra (NdR piensaChile: es indudable que se refiere a «Isla Negra»), ni de los lugares del mar del que tanto hablaba el poeta.

Y ahí se fue una adolescencia y una juventud. No la mía; la de millones de latinoamericanos. Mi generación joven.

Colombia quedó devorada por la violencia. Nos equivocamos o no. Pero creímos, esos jóvenes, que si ese era el camino lo tomábamos.

Treinta años después, después de dictaduras, desaparecidos, de torturas, de millones en el exilio, de nuestra propia lucha en nuestro país, Colombia –y quizás, de manera precursora en Colombia un 1989–, decidimos que ese no era el camino.

No nos obligaron, no llegó ningún norteamericano a asustarnos; nos convencimos nosotros mismos que no era el camino.

Unilateralmente le dijimos a toda la generación de combatientes jóvenes y soñadores, hombres y mujeres, de toda la América Latina, que el camino de una revolución armada no era necesario.

 

 

Para facilitar la lectura y la posterior consulta del texto, hemos introducido breves subtítulos, en negritas, al costado izquierdo.
Redacción de piensaChile

Declaración del Presidente Gustavo Petro al término de la reunión con el Presidente de Chile, Gabriel Boric

Neruda, García Márquez

Yo conocí la palabra Chile y la existencia de Chile a través de las palabras de un poeta, Pablo Neruda, que era mi poeta favorito, casi único, en mis últimos años de niñez y adolescencia.

Lo leía conjuntamente, poesía, con Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez.

Se me hace difícil encontrar la frontera literaria entre lo que sería la poesía y la novela si uno lee a Pablo Neruda y a Gabriel García Márquez.

Casi como aquellas personas que conocen muy bien diferentes idiomas y pasan del uno al otro sin darse cuenta, uno podría leer la poesía y pasar a la novela, y al revés, sin darse cuenta que pasó de un género literario al otro entre Pablo Neruda y García Márquez.

Pablo Neruda quiso ser presidente de Chile. Y a Gabriel García Márquez le dijimos muchísimos que fuera presidente de Colombia.

¿Qué hubiera sido de América Latina si Pablo Neruda y Gabriel García Márquez hubieran sido presidentes?

Hubiéramos tenido presidentes poetas, presidentes de las palabras hermosas.

Es difícil saber si hubiera sido mejor o peor. Yo creo que mejor, porque era mejor tener presidentes poetas que presidentes de fusiles o de violencias. Que no el atuendo es el que hace la paz o la guerra.

Indudablemente hubiera sido una América Latina diferente, que no pudo ser.

Nos corresponde a nosotros –fíjense los que de niños leíamos a Pablo Neruda y a García Márquez– asumir esa responsabilidad. Que es enorme, porque es la responsabilidad no solamente de quedarse en las palabras –casi todos los latinoamericanos y latinoamericanas somos expertos en hablar–, sino que tenemos que pasar de la retórica a los hechos, a lo concreto, a una pragmática que nos tiene que llevar necesariamente a unos resultados, como dicen los ingenieros, eficaces.

Integración latinoamericana y democracia

Y lo que está en cuestión es la integración latinoamericana, si es que eso es posible, y la democracia, si es que la democracia en tiempos de la crisis climática es posible. Tema para reflexionar mucho.

Y aquí estamos haciendo un intento de decirles sí a esas dos realidades que tienen que ser en América Latina: su propia integración y la democracia, que debe ser su espíritu y su alma.

Así lo entendían tanto Pablo Neruda como Gabriel García Márquez, indudablemente.

Aquí esas cosas concretas que nos unen y se pueden vestir de palabras, etcétera, de discursos, de tratados, de documentos que se firman, tienen que girar sobre unos temas en los cuales yo creo que podemos colaborar y construir comúnmente.

Colaboración aeroespacial

He hablado aquí de algo que quizás suena un poco extraño nuestros pueblos, sobre todo al colombiano. Bueno, y ¿por qué no hacemos una colaboración aeroespacial entre Colombia y Chile?

Quizá por allá algún crítico dirá y Petro está pensando ir a Marte, donde algún día iremos.

Pero lo queremos es un poco aprovechar el mayor avance de Chile, relativo, respecto al colombiano. Por alguna razón los gobiernos de Colombia, a pesar de tener en su geografía la órbita ecuatorial pasando por nuestro territorio, no han aprovechado esa posición sideral.

Y yo quiero que Colombia adelante en materia satelital.

Reforma Agraria en Colombia

El desarrollo de las instituciones aeroespaciales nos permite un mayor conocimiento de nuestro país, quién lo dijera, nos permite avanzar en la paz de Colombia, porque ni más ni menos, si podemos tener la información catastral de la posesión de la tierra fértil en el país, podemos aplicar el primer punto del acuerdo de paz entre el Estado y las FARC, que versa sobre la reforma agraria.

Para hacer una reforma agraria en Colombia –tarea que ha sido tan esquiva en toda América Latina y que nos ha llevado precisamente a nuestros atrasos industriales–, no seguimos el camino ni de Corea del Sur, ni de China, ni de Japón, ni de Rusia, ni de Alemania, ni de la Francia, ni de la de Estados Unidos.

Nos quedamos, en el caso colombiano, con una estructura feudal de la posesión de la tierra que nos ha llevado hacia una de las mayores desigualdades y nos ha llevado indudablemente a la violencia y a los problemas que tenemos hoy.

Pues haber colocado el tema de la tierra, de la equidad frente a la tierra, como el primer punto de la paz acordada, nos lleva a que tenemos que medir esa tierra, verla, saber si es fértil, saber quién la posee y cuáles son sus límites de esas grandes extensiones hacendarias de tierras fértiles que no producen un gramo de comida, cuando el mundo tiene hoy hambre.

Y para ello el satélite es fundamental. Y este acuerdo que queremos hacer entre las dos naciones, entre las dos repúblicas, nos ayudaría –y en mucho, más que muchos discursos de países muy desarrollados a favor de la paz en Colombia–, si logramos este acuerdo concreto. Y los satélites –o el que existe hoy– puede aclararnos el panorama del catastro de las tierras colombianas, estaríamos a punto de cumplir el primer punto del acuerdo de paz entre el Estado colombiano y las FARC.

Y lo haríamos dos naciones relativamente modestas desde el punto de vista del producto interno bruto, PIB. Pero un gran avance en la integración latinoamericana, que ni más ni menos es la paz, porque sería Chile el que más nos ayudaría a resolver el de la reforma agraria, determinante de la violencia de Colombia.

Amazonas

Hemos hablado de otro tema más universal, menos nuestro, pero en donde nosotros podemos ayudar a la humanidad.

Ubiqué en el tema de la selva amazónica, de la cual Chile no hace parte, uno de los grandes temas universales, en donde países de Suramérica, si se ponen de acuerdo, pueden ayudar a la humanidad a vivir en el planeta, si cuadramos con eficacia esa selva.

Energías renovables y integración

Pero tenemos otro tema fundamental. América del Sur es la región del mundo con el mayor potencial de generación de energías limpias en nuestro planeta. Poco dicho, poco explorado, a veces se habla de Venezuela como la gran potencia petrolera, a veces de Colombia como la carbonera; petróleo y carbón pueden acabar, si se usan intensivamente, la vida misma.

Se habla de Chile, acerca del cobre, etcétera.

Pero resulta que hoy la mayor riqueza, fuera de su población y su diversidad cultural, está en nuestra naturaleza, está en nuestra biodiversidad, está en la enorme potencia de la vida, como decimos en Colombia, pero está también en su geografía, en sus montañas, en la abundancia de sus aguas, del sol y de los vientos.

Y esas palabras, que se encuentran rapidísimo en los poemas de Pablo Neruda repetidamente –agua, sol y vientos–, son hoy la base de las energías limpias que el mundo puede tener.

Incluso el famoso hidrógeno verde –esa sí es una palabra poco poética– no se puede hacer sin las aguas, sin el sol y sin el viento.

Y entonces las tenemos en abundancia per cápita como ninguna otra región del mundo, con una capacidad que podría generar tanta energía limpia que Europa nos envidiaría; que Estados Unidos necesita, porque al ser el mayor o segundo o mayor contaminante del mundo, es decir, responsable hoy a partir hoy de su estructura económica y su matriz energética, de la posible extinción de la humanidad, una alianza entre esa necesidad de los Estados Unidos por cambiar su matriz energética y nuestro potencial por generar energías limpia, podría ser fundamental, no solamente para las Américas, sino para la humanidad entera.

Ayudar a cambiar a Estados Unidos su matriz energética es ayudar a que la humanidad pueda vivir en el planeta.

Y tenemos ese potencial. Luego ¿cómo se logra juntar ambas necesidades y propósitos?

Red eléctrica Patagonia-Alaska

Pues hace tiempo se inventó, muy modestamente, es mucho más viejo el invento que el internet, más modesto; es un simple cable de energía eléctrica.

Si hubiese una red eléctrica poderosa entre la Patagonia y Alaska, América Latina podría lograr que todo su potencial energético limpio pudiera desarrollarse para alimentar esa red y propiciar entonces unas Américas con energías limpias, incluido el pedazo de las Américas que les corresponde a los Estados Unidos y Canadá.

La OLADE, que es la instancia latinoamericana de energía, sabe que no nos quedan sino pocos espacios geográficos para lograr la interconexión, que tenemos que homogenizar normas, regulaciones, etcétera; normas técnicas, de las cuales yo no soy un experto, pero que esta posibilidad podría construirse como un gran acuerdo de los pueblos que habitan estas Américas, tan diversos; unos más antiguos y ancestrales otros más nuevos, otros recién llegados, pero todos pueblos de las Américas.

La democracia en peligro

Y, finalmente, porque yo tengo el defecto, Gabriel (Boric), de hablar bastante –eso es por ponerme a leer Pablo Neruda y Gabriel García Márquez– indudablemente, hay un tema que está también en cuestión en nuestro continente entre varios, pero que hoy asoma, como asoman los lobos las orejas.

Y en este sitio, sí que es bueno decirlo.

Está en peligro la democracia. Está en peligro el pacto democrático de las Américas porque no es un problema exclusivamente suramericano.

Lo mismo qué pasó en Brasilia, pasó en Washington. Un poquito más blanquitos los de Washington, pero fue lo mismo.

Es un golpe de extremas derechas para, o contra algo que no quieren: la democracia. Y no quieren la democracia porque la democracia permite que la diversidad de nuestras poblaciones; que el negro y la negra, y que el indígena y la comunidad; el campesino y el pobre, y la señora de los tintos, puedan ser dueños de sus propios países. La democracia.

Estamos ante un peligro. En estos recintos –no sé si este mismo– se olía en aquel 1973 indudablemente el miedo. Aquí mismo, el miedo.

Hoy también. Hoy también.

Hoy también quisieran algunos que aquí cayeran las bombas, y allá y acullá.

Nosotros en Colombia estamos un poco acostumbrados, lamentablemente, a que los ríos de sangre sean, en vez de la democracia y la justicia.

Nosotros –en el caso mío, Gabriel, porque usted es más joven que yo–, nosotros, asumimos el reto de cambiar el mundo con las armas.

Septiembre de 1973, Golpe de estado en Chile, lucha armada en Colombia

Cuando aquí entraron disparando y acabaron con el primer presidente de izquierdas elegido popularmente en América del Sur en su historia, yo decidí la toma de las armas.

No había más. No respetaban el voto popular. No conocía esto.

Es más, no quise venir a Chile, ni a saber de la Casa Negra (NdR piensaChile: es indudable que se refiere a «Isla Negra»), ni de los lugares del mar del que tanto hablaba el poeta.

Y ahí se fue una adolescencia y una juventud. No la mía; la de millones de latinoamericanos. Mi generación joven.

Colombia quedó devorada por la violencia. Nos equivocamos o no. Pero creímos, esos jóvenes, que si ese era el camino lo tomábamos.

Treinta años después, después de dictaduras, desaparecidos, de torturas, de millones en el exilio, de nuestra propia lucha en nuestro país, Colombia –y quizás, de manera precursora en Colombia un 1989–, decidimos que ese no era el camino.

No nos obligaron, no llegó ningún norteamericano a asustarnos; nos convencimos nosotros mismos que no era el camino.

Unilateralmente le dijimos a toda la generación de combatientes jóvenes y soñadores, hombres y mujeres, de toda la América Latina, que el camino de una revolución armada no era necesario.

Las palabras de Allende

Y repetimos las palabras de (Salvador) Allende.

Ingenuos, nos dijeron, románticos. Va a pasarles lo mismo que a Allende.

Y terminamos ganando las elecciones de 1991 y haciendo la Asamblea Nacional Constituyente de Colombia. Como fuerza mayoritaria hicimos la Constitución.

Y después llegaron sobre nosotros más muertos, más violencia, más torrentes de sangre. 200 mil muertos en la violencia paramilitar de la década de los 90.

La Constitución se volvió letra muerta, no se aplicó. La democracia para nosotros no era.

Pero América Latina oyó. Y apareció una primavera. Y de pronto los progresismos dejaron de vestirse de verde oliva y de andar las montañas y de cargar mochilas.

Y no hubo más fusiles. Se derritieron y se volvieron monumentos y arte.

Y uno tras otro los países fueron triunfando, en aventuras políticas diferentes, en búsquedas. Que la búsqueda es el sinónimo de la Libertad.

Se ganó, se perdió, se hizo bien, se hizo mal; se empezó a escribir la historia. 30 años de dictaduras y guerras, de armas en manos de la izquierda y uniformes en manos de la derecha se acabaron.

La democracia latinoamericana

Y dejamos que la gente decidiera. Que votaran como quisieran. Y eligieron allá izquierdas y por allá derechas y por allá indígenas y por acá campesinos y maestros de escuela.

Y a veces no les gustaba porque no hablaban bien el español, o porque se ponían sombreros raros, o porque las parlamentarias iban con atuendos que las señoras de la sociedad nunca habían visto.

Pero fue la democracia latinoamericana la que se creó y se empezó a construir, y va en su camino.

quieren usar la violencia

Hoy quisieran volvernos a los tiempos de Allende.  Hoy quisieran, otra vez, bombardear esas ilusiones.  Hoy quisieran, porque no aguantan la democracia, la pérdida de privilegios, que como dice la canción de antaño: “el niño vaya sano a la escuela”.

Que no les gusta, que no les gusta que se pueda afrontar las nuevas realidades y problemas del mundo.  Que no les gusta que la gente débil pueda decidir, que la mujer pueda decidir, que la diversidad pueda ser.

Entonces quieren usar la violencia.

Lo acabamos de ver en Brasil, pero no solamente en Brasil.

Pues es hora de decir que eso que pasó hace 50 años en este mismo lugar no va a volver a pasar. Que el camino de América Latina es irreversiblemente democrático. Que los jóvenes de esta generación no se van a dejar quitar en su existencia la paz. Que son momentos de amores, de búsquedas, de poetas, de literatos, que quizás asuman estas curules y hablen por nosotros. Mujeres, ojalá.

Por eso hay que detener lo que sucedió en Brasil. Por eso hay que anunciar y gritar que no es posible repetir la historia, porque se pierde América latina definitivamente dentro de la humanidad.

somos faro del progresismo y posiblemente del futuro

Que es un momento latinoamericano. Que somos un faro que hoy alumbra. Que nosotros ya no estamos buscando qué dice Francia, que dicen sus libros y sus filósofos, traduciéndolos con un diccionario, como hacían los jóvenes republicanos de 21 años hace 200 años.

Que nosotros somos hoy a los que nos miran como pueblos, como experiencia. Que somos faro del progresismo y posiblemente del futuro. Y que por eso no podemos dejar perder la oportunidad democrática y pacífica de América Latina.

A 50 años del 11 de septiembre de 1973:  Restablecer el pacto democrático

El pacto democrático tiene que restablecerse en este territorio.

Derechas o izquierdas tienen que saber que, gane quien gane, por decisión de sus pueblos, no habrá exilio, ni persecución, ni cárceles por sus ideas. Que nadie debe morir por lo que piensa. Que se puede ser en América Latina.

Y ese pacto democrático que está hoy en simientes, balbuciente, en el Sistema Interamericano de Derechos humanos, en la tal convención de derechos liberales, que debe ampliarse a los derechos de la mujer, del medioambiente, de los derechos colectivos de la cuarta generación, como dicen los juristas; ese pacto debería ser ampliado, repotenciado, acatado por todas las formaciones del enorme espectro multicolor de la política, de las ideas, en este recinto, cuando se cumplan 50 años de lo que nunca debió ser, de cuando decidieron cegar la palabra paz, democracia e ilusión.

Así que, Presidente Gabriel, me disculpa que me haya alargado. Tiene cierta fuerza energética el lugar –y por eso quería hablar de eso– que dentro de 50 años no vuelva aquí sino una generación de artistas, de mujeres poetas y literatos como Gabriel García Márquez, o mejores, y científicos, e ingenieros.

Y que, para ello, este mes de septiembre aquí podamos invitar a los juristas de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, de la Comisión, a quienes aún vivan de ese episodio, a los sobrevivientes de la lucha por la democracia, de todos los colores de todos los países, para que hagamos un nuevo juramento, como Bolívar.

El juramento de un gran pacto democrático para toda América Latina: que se perpetúen las generaciones de Cien años de soledad.

Gracias.

Texto oficial de las palabras del Presidente Petro. *Fuente: Presidencia de Colombia

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