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La mirada de Jesús : El Amor con entrañas

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“Un importante estudio internacional de marcas e instituciones (BAV, The LaB Y&R) realizado cada dos años en Chile desde el año 2001, ha informado de un importante deterioro en la imagen de la Iglesia Católica chilena. En una escala que va de 1 a 100, la imagen de la Iglesia, en este estudio, ha descendido desde un valor de 91,8 en el 2001 hasta 48,6 en la medición de 2009.”

“En los numerosos y permanentes estudios de la imagen de la iglesia que existen en Chile, se puede observar que su percepción mejora cuando el discurso eclesial se orienta a los temas sociales (fue el caso del “salario ético” enunciado por el obispo Goic en los complejos conflictos laborales de 2007). De hecho, la “confianza” en la Iglesia mejoró significativamente en 2008, según un estudio de Adimark. También puede comprobarse que las instituciones más emblemáticas de ayuda social de la Iglesia, como el Hogar de Cristo y Un Techo para Chile, en el mismo estudio BAV, mantienen un altísimo nivel de aprecio popular.” Roberto Méndez, Blog El Mercurio

¿Qué significa esto?  Hay una constatación de que la Institución Eclesial, como Institución, no genera,  “carisma”, no saca grito, en términos chilensis.  Pero en cambio la labor social realizada por una corriente  católica que cree que el Reino de Dios se materializa en el prójimo, si tiene apoyo.

Esta percepción de los chilenos deja en claro, a mi entender, que en materia de cristianismo, lo fundamental sigue siendo la mirada de Jesús y no las miradas erráticas de las instituciones humanas que se crearon a partir de su evangelio.  Estas últimas  más bien reflejan los prejuicios culturales de los que miran sin la libertad y la misericordia que se puede percibir en el Jesús de los Evangelios y que aún es perceptible a pesar de las malas traducciones, de las interpretaciones fuera de contexto.

Yo reconozco que durante muchos años  he mirado de lejos a la Iglesia Católica,  habiendo estado inmersa en mi crianza dentro de esa cultura.  La miré de lejos, sin rencores, más bien con simpatía en algunas de sus actuaciones, con mucha crítica y escepticismo en otras, pero nunca como una vaca sagrada intocable e infalible.  Por casualidad del destino, y no hace tanto tiempo, me vinculé con personas del movimiento de la Teología de la Liberación y los comencé a leer.  Este  modo de leer la realidad, de leer a Jesús y sus enseñanzas me hizo sentido. Todo el sentido del mundo. Comencé a leer el Evangelio en otra clave y entendí por qué ha sobrevivido. Comencé a ver a Jesús de un modo que me llevó a percibir lo sobresaliente de su enseñanza, su inteligencia, su concepto de Dios como Padre Misericordioso que ama a sus creaciones y a la vez las deja libres para fabricar el mundo y adquirir mayor conciencia. Comencé a ver a un hombre valiente, con objetivos claros, dispuesto a llegar a las últimas consecuencias por sus ideas.  Alguien mucho más valioso para mí que un personaje milagrero, encaramado en una nube y alejado del mundo, segunda persona de algo tan inimaginable como la Divinidad Uno y Trino del Concilio de Nicea o Calcedonia, qué querrá decir mucho para los eruditos (quizás no quiere decir nada) pero que a mí no me ilumina en absoluto en cuanto a mi quehacer. Y para los que creen en la Hipostasis de Calcedonia, si les dice algo que les hace sentido, por mi está perfecto que crean.

Jesús fue capaz de salirse de su medio cultural, el judaísmo del siglo primero, pera mirar a la mujer y al hombre por encima de la ley y de la costumbre, con ojo misericordioso y compasivo como creaturas que sufren la marginación, la enfermedad, la opresión cultural y la muerte injusta. Su quehacer fue el de un sanador itinerante, y allí con sus gestos originales, con su palabra precisa, dejó muy en claro lo que le importaba.  Le importaban los seres humanos en su sufrimiento, en su autoestima, en su miseria del día a día.  Le importaban como sujetos de la violencia de otros seres humanos que andaban preocupados de las normas morales y el lucro y que se habían fabricado un Dios normativo y castigador. En cambio el Dios de Jesús era un “papá” cariñoso al que se dirigía con toda confianza y entrega.  Así se embarcó hasta las últimas consecuencias con sus ideas, hasta que el establishment tanto romano como judío, lo consideró una molestia y lo eliminó.

Leo la historia de Monseñor Romero en El Salvador, y veo como un hombre tímido del que nadie hubiera pensado tomara una actitud confrontacional, la tomó y defendió a su pueblo con amor, con entrañas, como decía Jesús y fue eliminado por las potencias  políticas y económicas de su país y de uno de los bandos que peleaba la Guerra Fría en América Latina.  Fue muerto por los mismos que hicieron la Matanza del Mozote, por los mismos que asesinaron a los jesuitas, y por la misma razón.  Por comprometerse con la ideología de Jesús y no por la del jefe del Vaticano del momento, que parece que lo trató bastante mal.

La Iglesia como institución en su parte cupular, ha perdido el espíritu de Jesús.  Pedofilia y obsesión con el sexo  y la reproducción como materia de su autoridad,  es decir la intimidad de los otros que no son castos y célibes de profesión, junto con machismo y desestimación y desconfianza hacia la mujer, maltrato a sus sacerdotes, monjas, teólogos y teólogas, comodidad, alineamiento  implícito con el Capitalismo y el Neo Liberalismo y no con sus víctimas, enredos con la ortodoxia y falta de ortopraxis, olvido del Concilio Vaticano II,  clericalismo y verticalidad, falta de respeto con otras corrientes cristianas negándoles su validez, todo esto pasa la cuenta como institución.

En resumen, olvido de la construcción del Reino de Dios, que fue el proyecto de Jesús.

El pueblo chileno, que no conoce mucho la historia y sus razones no son generalmente ilustradas, huele  que hay algo que no le cuadra.  No desdeña a Jesús, ni el culto Mariano, ni las obras sociales de la Iglesia a las que da su apoyo, pero no está “ni ahí” con la institución porque de algún modo siente que no lo protege, ni que solidariza en su postura con sus problemas diarios. No siente ese amor con entrañas del que hablaba Jesús, amor que debiera dominar todo el quehacer de la Iglesia, su actuación y su acercamiento al pueblo.

Lamentable, lo encuentro, pero pienso que este tipo de oportunidades críticas son las que hacen replantearse a los seres humanos, los hacen re-evaluar sus objetivos y sus organizaciones.

Mi impresión es que el Espíritu Santo no florece en la soberbia de la autocomplacencia del que se cree infalible blindado contra la historia y la realidad de las personas a quienes dice querer salvar.  ¿No será mejor amarlos primero?  Eso es lo que hacía Jesús.
Agosto 2009

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