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Crónica de una mujer que no tenía zapatos

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La cotorra fue metiendo el alcohol sobre la falda manchada que encontró en un basural: falda roja y rajada que por chiripa no se rajó toíta sino no valía la pena limpiarla.

La cotorra, o la tizná, como la llamaban en la población la Victoria de Santiago,  tenía un hondo silencio en el corazón.

Estaba acachá de rezos negros y rezos blancos porque no había renegado que no rezara por ella.

Otros, los menos achunchados, no rezaban por la chola sino que la empapaban de churros. Era linda la cotorra y le habían cargado la belleza de la Virgen del Carmen. Ella achoclonaba todos los rezos o piropos en su sonrisa porque su alma ya  no sabía de amores o alientos de bocas de hombres.

Todos los de la población andaban al aguaite porque la cotorra se desnudaba en medio de la calle y la prole no debía ver, a tan temprana edad, el cuerpo empelota de una mujer de senos frescos y de carnes rosadas…

No había tarde que no se oyeran protestas agudas de algunas madres del barrio. Algunos comerciantes de papas y tomates gritaban: ¡ya caseros empezó el empeloteo!. De forma inmediata todos los padres de  familia salían a la calle. Las mujeres en sus casas  los hombres en su barrio para tocar el cuerpo de la cotorra. Mientras  ella enseñaba el cuerpo desnudo a los hombres apareció en unos de sus senos una  imagen blanca que mostraba, igualito que un programa de la tele,  un casamiento de dos pichones del barrio.  Eran  niños  y casados de blanco y una carroza de muertos, blanca y con caballos negros esperaba a la salida de una iglesia.

Es una maldición de la pobreza, como usted ve en mi seno, que los pobres se casen tan niños y de blanco… dijo la cotorra. Los padres habían  echado a  correr por el barrio en busca de sus hijos que jugaban en las calles. Miren la novia, vecinos es una estatua. Está dichosa haciéndonos señas desde el cielo. Prendan las velitas pa´que su matrimonio sea lleno de alegría. En medio de un tumulto de madres que lloraban la cotorra se vistió y caminó a copuchear por otras calles.

En medio de llantos y gritos se  identificó el cuerpo de dos adolescentes que se habían  suicidado, -al igual que en la historia de Romeo y Julieta-,  por amor.

Se los llevó la pelá y toda la culpa la tiene la conchesumadre de la cotorra… gritaban los padres de los dos adolescentes muertos. El cura dijo que sí que justamente la pelá anduvo por las calles del barrio buscando su carne para hacer su parrillada de pobres.

No aguantamos más, pairecito… la cotorra debemos quemarla en la cancha pa´que Dios la perdone de sus pecaos, amén…

…Padrecito si  dice no es porque ya usted le tocó las tetas a la cotorra, gritó el padre de unos de los adolescentes muertos.  Mirénle  la cara al pairecito… se puso rojo… el califa.

Olvídense de quemar a la cotorra en la cancha porque Dios les ha regalado  su profecía…

Será jetón el cura… cree que es cosa de Dios esa de empelotarse en las calles y luego hacer en las tetas de la cotorra un televisor en cual se ven nuestros cabros que se matan de amor y pobreza… dijo una vecina…

De la boca de los vecinos del barrio volaban  chuchadas a la iglesia y todos los santos.. Pero, al rato, volvió  la cotorra y se desnudó delante todos.  Piedras a montones le cayeron  en su cara y a la hora del crepúsculo se le dio por muerta.

Se tomó toda una semana. Unos lloraban los hijos muertos, otros buscaban en sus recuerdos el frenético cuerpo tan joven y bello de la cotorra.

Un día en un bar, un mozo, uno que vivía en la Victoria, llegó contando que había atendido a la cotorra y que ella se había tomado sesenta cervezas…

Llegó hasta el pairecito… a  copuchear. La cotorra me pagó con monedas de oro y cuando desapareció del bar el oro se volvió caca de caballo.

Mira cabrito, le dijo el cura, la próxima vez toma Pepsi y no  cervezas… andai contando puras mentira nomás porque tú mismo viste que la cotorra la sepultamos junto a los dos angelitos.

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Esos zapatos botados en la basura son flamantes. Con con ese cuero lustradito y  esos cordones largos pueden servir hasta para un run-run, pensó la cotorra mientras se probaba el par de calzados.  Deben haber sido de la finada Romelia de Buenas Peras porque esa vieja si que tenía plata pa´comprarse lo que quería.   A Romelia de Buenas Peras el gobierno de Lagos le  entregó unas platas en Chile porque estuvo hasta presa en los campos de concentración y hasta había perdido la pega.  Sufrió hartazo la vieja porque era presidenta de la junta de vecinos y más encima era de la UP. 

La cotorra  caminaba con zapatos nuevos… y no sabe porque cresta la Romelia nunca los había usado.. a lo mejor era porque eran con números americanos y ella, claro, era tan antiyanki que consumía solamente productos de los países pobres pero nunca una huevada de los gringos.  Me acuerdo que la gente de la población Victoria le regaló una bicicleta a la Romelia por haber muerto pollo en las torturas y no delató a los cabros del MIR que andaban asaltando bancos  y requisando camiones con alimentos para luego repartirlos a los pobres…

Ahora se ha muerto la Romelia y no sé que mierda han hecho con la bicicleta porque sino yo la podría usar y llevaría al cabezón Osvaldo a dar unas vueltas por la pobla porque el pobre -fuera de tener la cabeza tan grande- no tiene ojos… es ciego el cabezón y le gusta tocarme las tetas porque como no puede ver las imágines las toca en mi seno.

-¿No podí ponerle parlantes a tus tetas, compañera?-

No poh cabezón, yo no soy tu compañera porque vos te quedaste pegao en las juventudes comunistas y tení más años que la playa: otra cosa, cabezón, mis senos no son la tele del barrio. 

El cabezón Osvaldo… que  le pedía ojos de regalo al viejito pascuero. 

Un día , en navidad,  los vecinos, para hacerlo feliz, le metieron dos ojos de vaca en un calcetín y el cabezón gritaba de contento porque ahora si que podía decir que él también tenía ojos.

Quería ver con ellos y buscó por toda la población a la cotorra.

La encontró desnuda en una garita de las micros. El cabezón tocó las tetas de la cotorra y le pidió un milagro. Tan buena la cotorra porque el cabezón Osvaldo era el único ciego del mundo que podía ver las cosas con dos ojos de vaca en sus manos.

Veía todo lo que se le pedía.

Una tarde, por huevón,  lo mataron. Había puesto un ojo al servicio de los traficantes de pasta base y, por haber visto tanto, lo mandaron a mejor mundo… Ahi quedaron los ojos… en la población; pero se dice que otros ciegos han probado ver algo y nada… Los vecinos decían que las tetas de la cotorra no daban más de un milagro.

Al entierro del cabezón había llegado hasta la cotorra.  Ella lo sabía que viviría muy poco tiempo con los ojos porque su insolencia de desafiar su naturaleza y ponerse contra todas las leyes de Dios… lo mandaron al patio de los callaos.

La cotorra mató al cabezón, decían los del barrio.

Apurémonos en enterrarlo, gritó la cotorra, porque el cabezón explotará.  Antes que los del barrio terminaran de escuchar esas palabras cayó una lluvia de imágenes que el finado Osvaldo había fotografiado gracias a los ojos de vaca.

Ay, madre santificada, imágenes que llovían sobre los ojos de los presentes…  jóvenes que asaltaban hasta sus propios parientes y de día se hacen los huevones nomás… que vergüenza, la vieja del kiosco que le hace el amor a don Tenorio el capado… pero el viejo es tan avaro que reprime hasta su carne para economizar orgasmos… Otra imagen que cae sobre un paragua… chucha…  el cura…. qué pena… es pedófilo… qué pena…. y  cayeron cientos de imágenes que daban vuelta hasta el estómago de un buitre y toda la culpa era de la cotorra.

3

Ahora se dice que esta muerta y cantando tierra adentro…  Mentira.  Hoy la han visto repartiendo el pan por las calles más pobres de la población.  Dicen que la vieron en un triciclo y pedaleaba desnuda y sin zapatos. Nunca había tenido zapatos la cotorra. Ella misma contaba que cuando estaba en una escuela primaria las monjas regalaban zapatos a los más pobres pero nunca a los requete pobres.

-¡buenos días monjita!. -¡un par de zapatos número 35 por favor!-

-¡Tú no eres pobre, cotorra, eres requete pobre!-

¿Sabes, monjita, qué no me gusta que me digan requete pobre? Es  como si me dijeran requete rica. Me encanta andar por Chile a pies pelaos pero el invierno es requete frío hermanita..

Puedes caminar hasta en las brazas de carbón, cotorra, porque Dios te ha dado esa facultad.

 Hermanita, eso lo dijo, Pin Pin.

Esas eran las respuestas de las monjas cuando la cotorra pedía zapatos nuevos o viejos.

Mi mamá salió del vientre más pobre que la cresta y tampoco nunca tuvo zapatos.  Así es la vida, cotorrita, la aceptamos al llegar al mundo y la  convertimos en leyenda o  en especie de carne para el hueveo, le decía un viejo comerciante que amaba ver en los senos de la cotorra el tiempo, el resultado de las carreras de caballos  y las catástrofes naturales que llegarían al mundo

¿Sabes? Veo en tu seno que mañana llegan los soldados americanos a Chile. También habrá descontentos, gente sin zapatos, camiones de milicos chilenos, pacos y todo el servicio secreto de la CIA. Te invito a que hoy  por la noche, en una asamblea de la junta de vecinos muestres tus tetas para que el pueblo se entere que si viene Bush no es por causa de las empanadas sino para llevarse lo poco y nada que nos queda a los chilenos, inclusive hasta los juguetes de los cabros chicos.

Si voy a la asamblea me matarán de nuevo  los de la junta de vecinos. Yo te protejo, cotorrita, yo soy el que manda en la junta porque sin mi no se mueve una hoja en el barrio…

Oiga pero esa huevada la decía Pinochet en su junta poh. 

Cotorra yo soy de la sección de vendedores de cloro y no de la armada, respondía hombre. Si te portas bien y muestras tus tetas en la asamblea, te regalo unos litros de cloro. No se puede tomar el cloro, vecino. Un día tú me distes cinco litros de parafina y me dijiste que era buena como la papaya y yo me la tomé todita y por tu culpa me morí esa vez.

-¡Chucha!, estaba envenena la parafina.

-¡Cuentos, puros cuentos porque todos quieren que yo me muera de una vez por todas!.

Pon tu mano en el corazón, cotorra y perdona tus hermanos.

Perdona, perdona, si ya me han matado tantas veces.

En la casa del patecumbia me quemaron viva y luego para tapar el delito levantaron hasta una carnicería. Ahí repartían carne gratis para acallar los hambrientos.

Cotorra, aquí es usual matar la gente… no es nuevo. Anda a otras poblaciones… cogotean hasta los bomberos y más encima los muchachos son voluntarios y les pegan en patota por el hecho de no dejarse robar las mangueras con las cuales apagan los incendios.

Ellos perdonan y van a todas partes a enfrentarse a esa muerte misteriosa de los incendios…

Ven tomemos unas chelitas en el bar y olvida todos los crímenes contra tu persona….

¿Pueden olvidarse?

Pinochet los olvidó, cotorra. Se murió y nos dejó su escuela de olvidar las cosas, cotorra: así  se hace patria nueva… son los tiempos modernos… cachaí.

-¡mozo, ponga sesenta  pilsener -chelitas- sobre el mesón que nuestra milagrosa de las tetas con tele ha perdonado todo el mal que le hemos hecho.

La cotorra envenenada con espumas y aguas saladas del mar cayó a tierra dentro del bar. Todos los vecinos se reunieron y discutieron en que forma se le daría sepultura en el fondo del mar.

 Al l otro día en la mañana, se vio que todos los vecinos iban en un bus a cartagena y en la parrilla llevaban a la cotorra envuelta en frazadas y encadenada hasta los pies.

Ahi estaban los Chiripos, la familia de Nivho, los malditos del club de pasta base, los hermanos venenos junto a otros treinta malvados  y el cura.

Ese día se perdió el bus.  Desapareció. Nunca más lo encontraron y se cuenta por las calles de Santiago que una mujer que no tiene zapatos  anda escribiendo sus crónicas y aparece en las calles mostrando sus tetas al aire como si fuera un  televisor.

Una cordialidad de
Juan Godoy/Basel Suiza

e-mail: juan@godoy-art.de

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