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Recordándote, Madre

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Te recuerdo VIEJITA, caminando por el pasillo de tu casa con tus pasitos inseguros, de quien ya no tiene a donde ir.

Habías nublado tu mente  con Altzeimer  para evitar el dolor; año y medio antes, tu hijo menor había concretado el suicidio que comenzara a gestarse en  la tortura.  El  mismo día de su  despedida, emprendiste tu propia despedida  y te fuiste marchitando  junto a los jazmines de tu jardín, que nunca mas regaste.

 Me recuerdo regresando temprano ese día  del trabajo, había estado festejando en el paseo Ahumada, Chile entero celebraba, miles de personas  reían, cantaban, se abrazaban jubilosos en las calles. Habían tomado preso al dictador en Londres.

Entré a la casa y te vi, creí que no me entenderías, como otras veces  cuando te hablaba de alguien, pero no pude evitar la alegría de contártelo, de compartirlo contigo aunque fuera a través del olvido.

!! MAMá ¡NO SABE LO QUE PASO!! Te grité eufórica, para mi asombro enderezaste tu cuerpo cansado, alzaste la cabeza, un rayo de luz cruzó  tus ojitos dormidos y  una sonrisa  mezcla de alegría e incredulidad cruzó tu rostro ¡MATARON A PINOCHET! Exclamaste con la voz clara y fuerte del anhelo.

¡ Cuanto daño te hizo, madre mía ,cuan profundamente enraizado en tu inconsciente estaba el  deseo de su muerte que lo rescataste  de entre las nubes que bloqueaban tu cerebro para manifestarlo una vez mas.

Te recuerdo, COMPAñERA de la Leonor Mascayano, de Talcahuano, con  tu casa siempre llena de gente, una mezcla extraña de tus amigas, los  amigos de los hijos, compañeros de los hijos, marinos amigos de los hijos, compañeros de distintos partidos de izquierda y con frecuencia algún niño que “pasó pidiendo”, al que bañabas con piedra pome, cortabas el cabello, vestías con las ropas de mis hermanos y sentabas a tu mesa como uno mas de tu familia.
Para todo el que llegara siempre  había  un plato de comida, café de trigo, te, mate, y tu típico pan  amasado (cuadrado) “A la suerte de la olla” decías alegremente. No eras muy demostrativa de afecto, excepto con los niños, por eso lo hacías por medio de la comida, te encantaba ver a las personas probando tus especialidades.

Te  recuerdo MADRE en medio de la represión, con tu amiga Bertita, paradas hasta tarde en la puerta de los leones, en Talcahuano, con tus panes cuadrados llenos de mensajes  esperando que alguien de buena voluntad los hiciera llegar a la isla Quiriquina, aguardando una seña, un recado, alguien que te informara  de tu hijo Juan, de Gonzalo, hijo de tu amiga y de los otros “chiquillos”. Y al próximo día hacer la fila temprano para entrar a ver a Carlos tu otro hijo preso en la cárcel de Concepción.

Pariste solo tres hijos, pero te recuerdo “MADRE” de tantos, como gallina con pollos, preocupada de todos, visitando los presos,  socorriendo a las familias con problemas, compartiendo lo poco que tenías y adoptando hijos, a los que protegías y amabas. Todo aquel que no contaba con una familia que lo apoyara, era inmediatamente tutelado por ti.

Te recuerdo AUTOEXILIADA tras el exilio de tus hijos en Alemania, contenta, llena de acciones de solidaridad, cuidando niños, jugando con tus nietos, atendiendo a todo exiliado, refugiado, o viajero político de toda nacionalidad que pasara por Bochum, al que cobijabas, llenabas de atenciones, preparabas los añorados platos chilenos, y además obviamente adoptabas. La lista  de hijos es interminable, y traspasa cualquier frontera.

Te recuerdo AMIGA, no eras de muchas amistades, pero de una lealtad  a toda prueba, solo la muerte te separó de ellos. A todos  profesabas cariño, respeto y agradecimiento.  Te paseabas visitando amigos entre países y ciudades europeas . Pero sobre todo pasabas largos períodos en Bélgica, donde tenías un montón de “hijos” y tu gran  amiga-hermana, Maruja.

Hoy 3 de Febrero, a 8 años de tu partida, he querido recordarte, madre, amiga, compañera, y compartir contigo la alegría de que por fin el tirano ha muerto, no fue una bala certera al centro de su corazón de villano, como tu lo deseaste, pero el escupo justiciero  de un valiente nos hizo  un poco mas felices y mas libre.

Te vi  esa tarde, Ester Mejias, con tu rostro radiante, alzando una bandera.
Estabas en la plaza  “MAMA ESTER” con tu amiga Bertita, cantando himnos de amor y de vida y junto a ti tu hijo, y los miles de hijos, de otras madres que el tirano les arrebató un día y que seguro tu ya has adoptado.

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