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Michelle Bachelet: hacia un 2007 de vuelo libre

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Como en las mejores teleseries, en el último capítulo del primer año de gobierno, se descorchan botellas, todos parecen felices, dispuestos a seguir con los siguientes episodios. En el ritual periodístico de evaluación de este 2006, este primer año de Bachelet se resume como una dura brega para afiatar su equipo de trabajo. Lo cual le ha resultado difícil por el factor cuoteo y la pesada herencia recibida. Pero, en la vida todas las subidas en algún momento se convierten en bajadas y, por decirlo de manera más académica, todas las crisis implican oportunidades.

Partamos el análisis con esa imagen de un Presidente Lagos saliendo ovacionado del Congreso, luego de traspasar el mando a la primera mujer Presidente de la República. Una imagen que se quería colocar en el congelador para guardarla para el bicentenario. Sin embargo, al cerrar el año, las denuncias de hechos de corrupción que se produjeron en el gobierno saliente, o que vienen produciéndose desde el inicio de la transición –de acuerdo a las denuncias de Jorge Schaulsohn – han golpeado en diciembre el corazón de la coalición oficialista.

El PPD, partido instrumental que fundaron, entre otros, Ricardo Lagos Escobar, Sergio Bitar, Jorge Schaulsohn y Fernando Flores, ha sido el escenario principal de la crisis de corrupción. En paralelo, en la vía judicial, la tenaz Ministra Gloria Ana Chevesich ha continuado con sus cuadernos en los procesos judiciales del MOP GATE y MOP CIADE, generando sentencias que han impactado en el actual gobierno, por haber sido condenadas por fraude al fisco, personas que mantenían cargos de confianza en el gobierno actual, pese a su situación de procesados, como fue el caso de Guillermo Díaz en EFE, la Empresa Ferrocarriles del Estado.

Dentro de esta vorágine de denuncias por corrupción, que no es del caso enumerar, el costo político real lo están pagando los sectores más cercanos al ex Presidente Lagos y, en medio de la crisis se ha podido perfilar el liderazgo distinto, de bajo perfil, de la Presidente Bachelet, quien, pese a los amarres de su entorno político, ha logrado generar una masa crítica que la respalde, con nexos transversales y ciudadanos, para entrar en la titánica tarea de erradicar las malas prácticas del Estado.
Así es como ha empujado un paquete de medidas, que para algunos podrían parecer aún insuficientes, pero que apuntan medularmente al cambio de los estilos secretistas de la política, en pos de transparencia y probidad, sobre todo en materia de financiamiento de los partidos políticos y de sus campañas.

Es real que el gobierno ha sufrido traspiés en materia económica, el crecimiento ha caído. Pese al superávit record en el sector externo, han quedado recursos sin gastar por falta de gestión o problemas de probidad por los que se debió frenar proyectos que había dejado encaminado la administración anterior. En el ámbito de las Obras Públicas, la zona gris más cuestionable del gobierno anterior, comienzan a aplicarse, ahora con respaldo del Tribunal Constitucional los recargos a los deudores de los peajes de carreteras, que pueden alcanzar, de acuerdo a los contratos suscritos por la administración de Ricardo Lagos, hasta 40 veces el valor de la deuda. Este tipo de situaciones expropiatorias van reventando en un creciente descontento de la clase media, lo cual, de no corregirse con una ley urgente, podría ser la próxima crisis que deba enfrentar el gobierno de la Concertación en el 2007.

El año 2006 estuvo signado por el movimiento estudiantil que sorprendió al gobierno y costó la salida del Ministro de Educación, Martín Zilic. Ahora, luego del trabajo de siete meses de la voluminosa comisión ad hoc, quedan para el 2007 asignaturas pendientes. Los puentes de colaboración con el gobierno parecen interrumpidos, los pingüinos han anunciado próximas movilizaciones y la discusión de la reforma se trasladará al Congreso, lo cual deja un desafío adicional para la Ministra Yasna Provoste.

Cuando la derecha económica elogió al Presidente Lagos como “estadista” lo hizo consciente de que sus intereses profundos estuvieron perfectamente cautelados por su gobierno. Michelle Bachelet enfrenta la incomodidad de tener que probar nuevos pasos de baile, vistiendo una estrecha túnica que podría inmovilizarla.

“No se puede servir a dos señores” parece marcar una disyuntiva estratégica. O se afirma el gobierno en los intereses mayoritarios de la clase media, o simplemente continúa lo que marcó la gestión laguista, sin modificaciones sensibles al sistema imperante.
Hay situaciones a medio camino, que bien se podrían enmendar. En la reforma previsional, por ejemplo, no se incluyó para discusión parlamentaria la posibilidad de establecer una AFP estatal que indirectamente regulara el cobro de comisiones y la rentabilidad ofrecida por las demás Administradoras, lo cual ha sido un sentir manifiesto de los sectores medios e incluso una proyección para la continuidad del actual INP.

En materia de medidas anticorrupción, no se ha incluido hasta la fecha el proyecto de Defensor Ciudadano u Ombudsman. En materia de proyectos heredados, se ha dado respaldo a algunos que ameritarían una auditoría previa, como ha sido el caso del Proyecto de borde costero en Valparaíso, que tiene pendientes instancias judiciales por recursos que ha presentado la ciudadanía. Tal como se hizo con el puente de Chacao, donde el Ministro Bitrán rechazó un proyecto preaprobado que tendría una diferencia de 250 millones de dólares respecto a los nuevos cálculos, en el caso porteño, el gobierno si escuchara a las organizaciones ciudadanas podría reconsiderar la aprobación del proyecto inmobiliario y mall en la costanera, hasta que se resuelvan los recursos pendientes.

En la opinión pública se ha instalado un sentimiento extendido y transversal por medidas de limpieza del sistema político, con una aspiración de atacar a fondo las cajas negras del sistema, para terminar las exclusiones que implica el binominalismo, fortaleciendo la descentralización del Estado, exigiendo mejoramiento de la gestión de las regiones.

Para el gobierno, en términos políticos, ha sido un mal año, pero si se le mira en función de mediano plazo, todos los acontecimientos apuntan a la aparición de nuevos liderazgos, un corte de amarras y un distanciamiento necesario respecto de las formas caudillistas de la política. Una inflexión respecto a la relación rara o impropia que se ha dado entre las empresas y los partidos políticos, el término de la exclusión de sectores políticos minoritarios que provoca el binominalismo, lo que impide lamentablemente, contar en el parlamento con esa voz minoritaria, crítica y fiscalizadora que le haría muy bien a la democracia, favoreciendo que entre aire fresco y joven a la política.

En resumen, las crisis del primer año pueden así convertirse en una gran oportunidad: el corte de amarras para un vuelo más libre de la Presidente Bachelet y un gobierno de veras más ciudadano.
31 de diciembre de 2006.
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