Bernarda en las sombras: Te esperamos a ti y a todos los que nos faltan
por Felix Madariaga (Chile)
4 horas atrás 9 min lectura
30 de septiembre de 2025
Están en algún sitio / concertados
desconcertados / sordos
buscándose / buscándonos
bloqueados por los signos y las dudas
contemplando las verjas de las plazas
los timbres de las puertas / las viejas azoteas
ordenando sus sueños sus olvidos
quizá convalecientes de su muerte privada
nadie les ha explicado con certeza
si ya se fueron o si no
si son pancartas o temblores
sobrevivientes o responsos
ven pasar árboles y pájaros
e ignoran a qué sombra pertenecen
cuando empezaron a desaparecer
hace tres cinco siete ceremonias
a desaparecer como sin sangre
como sin rostro y sin motivo
vieron por la ventana de su ausencia
lo que quedaba atrás / ese andamiaje
de abrazos cielo y humo
cuando empezaron a desaparecer
como el oasis en los espejismos
a desaparecer sin últimas palabras
tenían en sus manos los trocitos
de cosas que querían
están en algún sitio / nube o tumba
están en algún sitio / estoy seguro
allá en el sur del alma
es posible que hayan extraviado la brújula
y hoy vaguen preguntando preguntando
dónde carajo queda el buen amor
porque vienen del odio

Así reza el poema del uruguayo Mario Benedetti, y en esos versos está todo el dolor y la incerteza del que ha desaparecido, mirando desde ese lugar desconocido donde arrojaron sus huesos, lo que fue, hasta ese día, su vida.
Después de ello, ¿quién podría atreverse a pedirle explicaciones a Bernarda Vera, hoy presuntamente detenida y desaparecida por militares el 10 de octubre de 1973 en la localidad de Trafún (Valdivia), y de quien se perdió todo rastro? Se van a cumplir 52 años desde que su vida cayó en manos de la dictadura, porque desaparecida o reaparecida, fue y será una víctima de la represión.
Cincuenta y dos años en que su vida fue lo que fue y sólo ella lo sabe. Sólo en sus recuerdos, sus miedos, en su desesperación, se podrían encontrar las respuestas de sus largos años errantes, sin nombre, sin domicilio conocido, lejana de su familia y de sus antiguos compañeros.
De los 1.092 detenidos y detenidas desaparecidas que hoy aún buscamos, me estremece el alma que una o uno haya aparecido, y vivo. Si quiere, nos contará qué fue de ella en estos largos años, dónde habitó su olvido y por qué su silencio la alejó de los suyos. Yo sólo puedo imaginar lo que el dolor, el miedo, la tortura en manos de agentes del Estado provocan en un ser humano. Cada respuesta es propia y personal: el más fuerte y el más cobarde lo vivirán desde su soledad.
Una vida truncada, miles de sueños truncados, un pueblo que en ese 11 de septiembre de 1973 abrió los ojos frente a un horror que nunca imaginó, y cuyos sueños de un país más justo fueron interrumpidos sin piedad por el intervencionismo descarado de Estados Unidos y el presidente Richard Nixon, que junto a civiles y militares vendieron nuestra patria por unos míseros dólares.
Y después de 52 años, Bernarda reaparece. Estaba convencido de que los mismos herederos de la derecha golpista y negacionista esperarían con ansias el reportaje exhibido por el canal chileno Chilevisión, haciendo pública la actual vida de Bernarda en Argentina. Me los imagino frotándose las manos ante la posibilidad de utilizarla para lanzar dudas y quizás —por qué no— hipotetizar acerca de la existencia de falsos detenidos y detenidas desaparecidas. Y así fue: en una mezquindad infinita, cuestionan la herida profunda de este país.
Así se relativiza y niega la tortura y el exterminio de chilenos y chilenas por la dictadura civil y militar de Pinochet; así se intenta alejar la verdad, la justicia y la reparación. Pero, ¿cuál sería la respuesta normal después de meses de torturas, de amenazas, después de pasar por centros clandestinos como el cuartel Terranova o Cuatro Álamos, y que mañana te suelten en una calle cualquiera? ¿Qué te dice tu cabeza? ¿Qué harías? Lo más lógico sería buscar dónde esconderte para no caer nuevamente en sus manos. ¿Cómo se puede vivir después de la tortura? ¿Cómo se vuelve a vivir?
Chile tiene miles de héroes y heroínas que, después de todo el horror que vivieron, siguieron luchando por derrocar a la dictadura. Muchos regresaron del exilio, muchos emprendieron campañas de solidaridad, muchos otros quizás no pudieron con tanto dolor y se volvieron invisibles por decisión propia.
Hace un par de meses, en la Biblioteca Nacional de Santiago, me reencontré con un viejo amigo que escapó de la cárcel. Salió volando, literalmente, y no supe nunca más de él. Era una persona que conocí con veintitantos y lo vuelvo a encontrar ya canoso con cincuenta y tantos… Esa misma alegría me produce que aparezca Bernarda, y ojalá aparecieran muchos más, pero también sé que eso es imposible. Muchos fueron lanzados al mar, a los ríos, a los volcanes. Muchos de los criminales, con sus pactos de silencio, se han llevado a la tumba el destino de las y los detenidos desaparecidos. Esos mismos criminales que hoy piden clemencia desde Punta Peuco son los que nunca han querido reconocer lo que hicieron con los que faltan, con los que tanto nos faltan.
Están en algún sitio,
nube o tumba.
Están en algún sitio,
estoy seguro.
Allá, en el sur del alma,
es posible que hayan extraviado la brújula
y hoy vaguen,
preguntando, preguntando
dónde carajo queda el buen amor,
porque vienen del odio…
Fuentes:
Bernarda nell’ombra: Aspettiamo te e tutti quelli che ci mancano
Di Félix Madariaga
Sono da qualche parte,
Impensieriti, sconcertati, sordi,
Cercandosi, cercandoci,
Bloccati dai segni e dai dubbi,
Contemplando le grate delle piazze,
I campanelli delle porte,
I vecchi tetti,
Ordinando i loro sogni, i loro oblii…
Così recita la poesia dell’uruguaiano Mario Benedetti, e in quei versi tutto il dolore e l’incertezza di chi è scomparso, guardando da quel luogo sconosciuto dove hanno gettato le sue ossa, quella che fino a quel giorno era stata la sua vita.
Dopo di ciò, chi osserebbe chiedere spiegazioni a Bernarda Vera? Sarebbe stata arrestata e fatta sparire per mano dei militari il 10 ottobre 1973, nella località di Trafún (Valdivia), e di Lei si perse ogni traccia. Saranno passati 52 anni da quando la sua vita cadde nelle mani della dittatura, perché, che sia scomparsa o riapparsa, fu e sarà una vittima della repressione.
Cinquantadue anni in cui la sua vita é stata quella che é stata, e solo Lei lo sa. Solo nei suoi ricordi, nelle sue paure, nella sua disperazione si potrebbero trovare le risposte ai suoi lunghi anni erranti, senza nome, senza domicilio conosciuto, lontana dalla sua famiglia e dai suoi antichi compagni.
Dei 1.092 detenuti e detenute scomparsi e che ancora oggi cerchiamo, mi scuote l’anima che uno o una sia ricomparsa, e viva. Se lo desidera, ci racconterà cosa ne è stato di Lei durante questi lunghi anni, dove ha dimorato il suo oblio, e perché il suo silenzio l’ha allontanata dai suoi cari. Io posso solo immaginare ciò che il dolore, la paura, la tortura per mano degli agenti dello Stato provocano in un essere umano. Ogni risposta è unica e personale: il più forte e il più codardo lo vivranno dalla loro solitudine.
Una vita spezzata, migliaia di sogni infranti, un popolo che in quell’11 settembre 1973 aprì gli occhi davanti a un orrore che non avrebbe mai immaginato, e i cui sogni di un Paese più giusto sono stati spietatamente interrotti dal palese interventismo degli Stati Uniti e del presidente Richard Nixon, che, insieme a civili e militari vendettero la nostra patria per pochi miseri dollari.
E dopo 52 anni, Bernarda riappare. Ero convinto che gli stessi eredi della destra golpista e negazionista avrebbero atteso con ansia il servizio trasmesso dal canale cileno Chilevisión, che avrebbe svelato la vita attuale di Bernarda in Argentina. Li immagino sfregarsi le mani davanti all’idea di usarla per seminare dubbi e forse, perché no, ipotizzare l’esistenza di falsi detenuti e detenute scomparsi. E così è stato, con infinita meschinità, hanno messo in discussione la ferita profonda di questo paese.
Così si relativizza e si nega la tortura e lo sterminio di cileni e cilene da parte della dittatura civile e militare di Pinochet; così si cerca di allontanare la verità, la giustizia e la riparazione. Ma quale sarebbe la risposta normale dopo mesi di torture, di minacce, dopo essere passati per centri clandestini come la caserma Terranova o Cuatro Álamos, e che ti rilasciano in una strada a caso? Cosa ti dice la testa? Cosa faresti? La cosa più logica sarebbe cercare un posto dove nasconderti per non cadere di nuovo nelle loro mani o fuggire. Come si può vivere dopo la tortura? Come si torna a vivere?#
Il Cile ha migliaia di eroi ed eroine che, nonostante tutto l’orrore sopportato, continuarono a lottare per rovesciare la dittatura. Molti sono tornati dall’esilio, molti intrapresero campagne di solidarietà, molti altri forse non hanno potuto sopportare tanto dolore e sono diventati invisibili per scelta.
Un paio di mesi fa, alla Biblioteca Nazionale di Santiago, ho incontrato un vecchio amico evaso dal carcere. E’ letteralmente volato via e non ho piú avuto sue notizie. L’avevo conosciuto quando avevo vent’anni, e lo ritrovo con i capelli grigi, a cinquanta e passa anni… La stessa gioia mi dà la ricomparsa di Bernarda, e vorrei che lo facessero molti altri, ma so anche che è impossibile. Molti furono gettati in mare, nei fiumi, nei vulcani. Molti dei criminali, con i loro patti di silenzio, si sono portati nella tomba il destino dei detenuti e delle detenute scomparsi. Gli stessi criminali che oggi chiedono clemenza da Punta Peuco sono quelli che non hanno mai voluto riconoscere ciò che fecero con coloro che mancano, con coloro che tanto ci mancano.
Sono da qualche parte,
Nuvola o tomba.
Sono da qualche parte,
Ne sono sicuro.
Là, nel sud dell’anima,
É possibile che abbiano perso la bussola
E oggi vagano,
Chiedendo, chiedendo
Dove diavolo sia il buon amore,
Perché vengono dall’odio…
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