Palestina, laboratorio de un capitalismo de guerra: las multinacionales en el corazón de la ocupación
por Elena Rusca
2 meses atrás 6 min lectura
26 Septiembre de 2025
Mientras la guerra arrasa Gaza, un informe de Naciones Unidas revela cómo empresas transnacionales participan activamente en la colonización económica de Cisjordania, con total impunidad.
Detrás de los bombardeos, los desalojos y los bloqueos, en Palestina se libra otra guerra: la del capital. El último informe del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos confirma una realidad inquietante: multinacionales, a menudo occidentales, invierten en los asentamientos israelíes, prestan servicios a los colonos y explotan los recursos de los territorios ocupados. Una economía de apartheid que prospera sobre las ruinas del derecho internacional.
Una ocupación que se industrializa
Mientras los bombardeos sobre Gaza acaparan la atención internacional, otro frente, más silencioso, se intensifica en Cisjordania: el de la colonización económica. El informe del Alto Comisionado documenta una preocupante aceleración en la creación de zonas industriales israelíes sobre tierras palestinas, a menudo confiscadas sin compensación ni consulta. Presentadas como polos de desarrollo, estas zonas son en realidad enclaves coloniales, diseñadas para reforzar el control israelí sobre el territorio y marginar aún más a la población palestina.
Las tierras agrícolas palestinas se reconvierten para usos industriales o residenciales exclusivamente reservados a los colonos. El informe señala que estas confiscaciones se basan en mecanismos jurídicos israelíes que eluden el derecho internacional, declarando ciertas zonas como “tierras estatales” o “zonas militares cerradas”, para luego transferirlas a consejos de colonos o a empresas privadas. Este proceso no es puntual, sino parte de una estrategia sistemática de expropiación.
Multinacionales en primera línea
En este contexto, empresas extranjeras —activas en los sectores de la construcción, obras públicas, energía, tratamiento de aguas y telecomunicaciones— siguen invirtiendo en estos proyectos coloniales. El informe cita explícitamente 97 empresas transnacionales, entre ellas:
- Motorola Solutions, que proporciona sistemas de vigilancia y comunicación utilizados en los asentamientos y en los puestos de control.
- Caterpillar, cuyos bulldozers se emplean para demoler viviendas palestinas y construir infraestructuras coloniales.
- Airbnb, que ofrece alojamientos en asentamientos israelíes sin indicar claramente su estatus ilegal.
- Booking.com, que incluye establecimientos ubicados en colonias, contribuyendo a su normalización turística.
- General Mills, implicada a través de su filial Pillsbury en una zona industrial en Cisjordania.
- Heidelberg Materials (antes HeidelbergCement), que explota canteras en tierras palestinas confiscadas.
- Elbit Systems, empresa israelí de defensa cuyas tecnologías se utilizan para vigilar y controlar a la población palestina.
- DXC Technology, que presta servicios informáticos a instituciones israelíes que operan en los asentamientos.
- JCB, fabricante británico de maquinaria de construcción, cuyos equipos se utilizan en demoliciones y obras en territorios ocupados.
- Rafael Advanced Defense Systems, implicada en la seguridad de los asentamientos y en el desarrollo de sistemas militares utilizados en Gaza.
Estas inversiones, lejos de ser neutrales, contribuyen a la sostenibilidad económica de los asentamientos y a su expansión, legitimando de facto la ocupación. Permiten que las colonias funcionen como entidades autónomas, dotadas de infraestructuras modernas, servicios exclusivos y acceso privilegiado a los recursos naturales.
Las infraestructuras desarrolladas en estas zonas —carreteras, redes eléctricas, sistemas de riego— están diseñadas para servir exclusivamente a los colonos israelíes. Los palestinos están excluidos de estos servicios, e incluso físicamente impedidos de acceder a ellos. El informe menciona casos en los que aldeas palestinas cercanas sufren escasez de agua, mientras que los asentamientos disponen de abundantes recursos, gestionados por empresas privadas. Esta segregación infraestructural refuerza las desigualdades y cristaliza una lógica de apartheid económico.
Gaza como cortina, Cisjordania como obra
El concepto de “distracción estratégica” es central en el informe. Mientras la atención mediática y diplomática mundial se concentra en las operaciones militares en Gaza —con imágenes de devastación, crisis humanitaria y bombardeos incesantes— en Cisjordania se desarrolla un proceso paralelo, menos visible pero igual de sistemático: la expansión infraestructural de los asentamientos israelíes. Este proceso no es accidental ni reactivo, sino planificado. El informe muestra cómo, durante las fases de escalada militar, las autoridades israelíes aceleran la aprobación de proyectos de construcción, la creación de carreteras reservadas para colonos, la ampliación de zonas industriales y la instalación de sistemas de vigilancia.
Estas operaciones son posibles gracias al apoyo de actores privados, en particular empresas transnacionales que proporcionan tecnología, materiales y servicios. El contexto bélico, según el informe, crea una “ventana de oportunidad” para consolidar el control territorial sin atraer atención ni condena internacional. En otras palabras, la guerra en Gaza se convierte en un escudo mediático y diplomático tras el cual se intensifica la colonización económica de Cisjordania.
El resultado es una creciente dualización del territorio. Por un lado, los asentamientos israelíes se desarrollan como enclaves modernos, dotados de infraestructuras avanzadas, acceso privilegiado al agua, electricidad, red vial y servicios digitales. Estas zonas están diseñadas para ser autosuficientes e interconectadas, a menudo con el apoyo de empresas como Motorola Solutions (comunicaciones), DXC Technology (informática) y Elbit Systems (seguridad y vigilancia). Por otro lado, las comunidades palestinas viven en condiciones de aislamiento, con acceso limitado a los recursos, movilidad fuertemente controlada e infraestructuras deterioradas o inexistentes.
El informe califica esta configuración como “segregación económica institucionalizada”. No se trata solo de una separación física, sino de un sistema económico que distribuye oportunidades y recursos según la identidad étnica y nacional. Los palestinos están sistemáticamente excluidos de los beneficios del desarrollo, mientras que los colonos —a menudo ciudadanos israelíes o inversores extranjeros— gozan de ventajas estructurales. Esta segregación se refuerza mediante políticas fiscales, normativas urbanísticas y prácticas de expropiación que favorecen la expansión colonial.
En resumen, el informe muestra que la guerra no es solo un evento militar, sino también un dispositivo político-económico. Sirve para desviar la atención, legitimar medidas excepcionales y crear las condiciones para una expansión territorial disfrazada de desarrollo. Es en este contexto donde las multinacionales encuentran espacio para operar, invertir y obtener beneficios, contribuyendo activamente a una arquitectura colonial que se reproduce día tras día bajo el velo de la impunidad.
El negocio de la ocupación: silencios, beneficios y complicidad
Lo que revela este informe es la arquitectura de un sistema en el que la economía colonial no solo acompaña la ocupación: la estructura, la alimenta, la perpetúa. Las multinacionales no son espectadoras pasivas del conflicto israelí-palestino —son sus beneficiarias, a veces instigadoras indirectas. Al proporcionar tecnologías de vigilancia, construir en los asentamientos y explotar los recursos de los territorios ocupados, transforman la guerra en mercado, la represión en oportunidad.
Aún más grave es el silencio cómplice de los Estados y las instituciones internacionales. Mientras las bombas caen sobre Gaza, las familias son desplazadas en Cisjordania, los defensores de los derechos humanos son silenciados, y las cancillerías occidentales siguen firmando contratos, abriendo mercados y protegiendo sus intereses. El derecho internacional se invoca en los foros oficiales, pero se pisotea en los pasillos de las negociaciones.
Y los medios de comunicación dominantes, por su parte, reproducen narrativas de seguridad, ocultan las dimensiones económicas y evitan cuidadosamente nombrar a las empresas implicadas. El conflicto se presenta como una fatalidad, nunca como un sistema. Sin embargo, este sistema tiene arquitectos, beneficiarios, cómplices.
Es hora de romper esta cadena de impunidad. De nombrar a las empresas, de interpelar a los Estados, de apoyar las campañas de boicot y desinversión, de devolver la voz al pueblo palestino. Porque detrás de cada muro construido, cada dron vendido, cada hectárea confiscada, hay una lógica de beneficio. Y detrás de esa lógica, hay decisiones políticas. El silencio ya no es una opción: es una forma de complicidad.
*Fuente: ElClarin
Más sobre el tema:
Informe ONU Gaza: Muchas empresas se benefician con la destrucción de la vida palestina
Global: Confrontar la economía política global que facilita el genocidio, la ocupación y el apartheid de Israel
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