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La Biblia: ¿Libro de la paz o Manual y programa para terroristas?

La Biblia: ¿Libro de la paz o Manual y programa para terroristas?
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19 de octubre de 2023

Artículo impreso publicado en la revista «Tricontinental», N°85, 1983 (Hace 40 años! pero aún así, no pierde vigencia)

Israel: La Tierra Prometida

*Las citas de la Sagrada Biblia, son tomados de la edición «Apostolado de la prensa», S.A. Madrid, 1950.

Profundamente sensibilizada con la causa palestina, nuestra directora tuvo la oportunidad de visitar a Líbano varias veces, en misiones de solidaridad de nuestra organización. En este artículo, además da analizar algunos antecedentes del conflicto, esclarece la naturaleza del mismo y su similitud con los procesos coloniales.

No es fácil comprender la llamada «cuestión palestina» actual, si no se conocen sus antecedentes, si no se analizan con profundidad la composición y objetivos de las dos partes beligerantes y si no se reconoce la similitud del proceso con una acción colonial y por supuesto racial y de clases.

El concepto Tierra Prometida, esgrimido por Israel a partir de los principios sentados en la Biblia, encierra desde entonces un marcado contenido de invasor expansionista.

«En las ciudades que se te darán en la tierra prometida no dejarás alma viviente, sino que a todos, sin distinción, los pasarás a cuchillo; es a saber al heteo y al amorreo, y al cananeo y -al fereceo, y al heveo y al jevuseo.»

La primera promesa, según la leyenda bíblica, fue hecha a Abram; (Según aparece en el Génesis 17, 5 Dios anunció a Abram (padre excelso) que desde ese momento su nombre sería Abraham (padre de excelsa muchedumbre).)

«A tu posteridad, daré esta tierra, desde el río de Egipto o Nilo hasta el grande Eufrates.»[1]

«Sal de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, y ven a la tierra que te mostraré, y yo te haré cabeza de una nación grande.»[2]

Y partieron para la tierra de Canaán. Venidos a ella atravesó Abram el país hasta el lugar de Siquem, hasta el famoso valle. El cananeo habitaba entonces aquella tierra. Y apareció el Señor a Abram y díjole: «Esta tierra la daré a tu descendencia.»[3]

«En las ciudades que se te darán en la tierra prometida no dejarás alma viviente, sino que a todos, sin distinción, los pasarás a cuchillo; es a saber al heteo y al amorreo, y al cananeo y -al fereceo, y al heveo y al jevuseo.»[4]

Este profeta Abraham se dice que procedía de Sumeria y se le atribuyen dos hijos: Ismael, el que tuvo con su esclava egipcia Agar, e Isaac,. el que tuvo con su mujer Sarah.

Este último se consideraba como el heredero de la tierra prometida a su padre Abraham y el antepasado directo de los judíos, cuya estirpe les da derecho a los israelitas a los territorios desde el Eufrates hasta el Nilo. El otro hijo, Ismael, no cuenta para nada en la tesis sionista.

Bajo el supuesto mandato de Dios los israelitas emprendieron la conquista de las tierras hacia las cuales pretendían extenderse, pero después de múltiples calamidades, tuvieron que ir a refugiarse en Egipto. Una vez en Egipto

«los hijos de Israel se aumentaron y multiplicaron como la hierba”[5].

‘Aborrecían los egipcios a los hijos de Israel y además de oprimirlos, los insultaban.”[6] Por temor a una revuelta israelí ordenó el faraón: «Todo varón que naciere entre los hebreos, echádle al río.»[7]

Así fue como surgió la leyenda de Moisés, el niño que fue echado al rio en una cestilla de juncos, para preservarle de la muerte y posteriormente encontrado por la hija del faraón, que le adoptó.

Cuando era niña, esta leyenda nos conmovía profundamente, pues era la madre salvando al hijo de la ferocidad faraónica. No reconocíamos en ella una parte de la maquinaria de comunicación imperialista, en la cual se pretenden manipular los sentimientos humanos en función de un objetivo. En este caso se buscaba justificar los crímenes cometidos posteriormente como una «defensa» ante agresores que en la realidad nunca han existido. Desde entonces, frente a cada agresión israelí se ha presentado como «excusa» alguna acción palestina. Pero ya este recurso no es válido. El propio desarrollo de los medios de comunicación, lo «chiquito» que se ha vuelto el mundo por la rapidez de estos medios, y lo mucho que contribuyen al desarrollo del pensamiento humano, el hecho de que exista hoy una concepción científica y materialista del mundo, ya no les permiten engañarnos con leyendas sentimentales. La realidad inmediata que llega rápidamente al mundo entero se encarga de desnudar las mentiras, por muy bien elaboradas que estén.

«Y cuando el Señor Dios tuyo te introdujere en la tierra que prometió con juramento a tus padres Abraham, Isaac y Jacob y te diere ciudades grandes y suntuosas que tú no edificaste, casas llenas de toda suerte de bienes que tú no acumulaste; pozos que tú no cavaste, viñedos y olivares que no plantaste; y comieres y te saciares, cuida con gran diligencia que no te olvides del Señor.»

Este Moisés que tan sutilmente «nos vendieron» se convirtió posteriormente en ideólogo y guía de los hebreos y escribió cinco libros sobre el movimiento y expansión hacia las tierras en que vivían los árabes.

En su libro llamado Deuteronomio reitera el concepto de tierra prometida y de exterminio de la población autóctona:

«Dad la vuelta y marchad a las montañas de los amorreos y demás lugares vecinos extendiéndoos por los llanos y por los montes y valles que yacen al mediodía y a la costa del mar Mediterráneo, por la tierra más septentrional de los cananeos y del Líbano, hasta el gran río Eufrates. Mirad que os la tengo dada; entrad y tomad posesión de la tierra.»[8] «Mira ¡Oh Israel! la tierra que te da tu señor Dios; sube y ocúpala como Dios nuestro Señor lo prometió a tus padres.»[9]

Sigue narrando Moisés:

» … tomamos todas las ciudades, quitando la vida a sus habitantes, hombres, mujeres y niños, sin perdonar cosa alguna».[10]

Al mismo tiempo que exhortaba:

«Y cuando el Señor Dios tuyo te introdujere en la tierra que prometió con juramento a tus padres Abraham, Isaac y Jacob y te diere ciudades grandes y suntuosas que tú no edificaste, casas llenas de toda suerte de bienes que tú no acumulaste; pozos que tú no cavaste, viñedos y olivares que no plantaste; y comieres y te saciares, cuida con gran diligencia que no te olvides del Señor.»[11]

Esta promesa colonialista, este mandato de exterminio de las poblaciones, este saqueo criminal, fue reiterado en el mito bíblico y también reiterado en la vida real de los dirigentes sionistas israelitas contemporáneos.

Hemos recurrido a estas citas con el sólo ánimo de analizar la mentalidad israelita sionista; que se apoya en la gran propaganda mística que parte desde la Biblia, para señalar que la tierra les pertenece por «mandato del Señor», sin tener en cuenta a los legítimos habitantes árabes de esas tierras, en una franca actitud de colonizador y expansionista. Ellos por su parte pretenden demostrar que los pueblos árabes autóctonos, como los cananeos o los filisteos, de los cuales descienden los palestinos, no existen, pues fueron exterminados o dispersados mientras que un pequeño pueblo como el israelita ha permanecido puro y se ha conservado sin ningún tipo de mezcla. Lo que sí parece evidente es que han conservado la tesis sionista de conquista de la tierra prometida para una raza privilegiada, y la de exterminio de la población árabe nativa.

Es totalmente anticientífica la tesis de pureza de raza, especialmente en una población que ha sufrido migraciones de un lado a otro del mundo y en un pueblo que desde sus orígenes ha estado estrechamente mezclado con árabes, egipcios, griegos, persas, turcos y romanos.

Una larga y ensangrentada historia de guerras e invasiones han afligido a esa zona, la cual puede comprenderse claramente al analizar el status que ha tenido Jerusalén desde el año 586 antes de nuestra era, y hasta la resolución de la ONU en 1947, que creó el Estado de Israel a costa de la nación Palestina, y que concedía un status especial a dicha ciudad.

Jerusalén sufrió a lo largo de 1533 años las siguientes invasiones:

 

Bien veis que el pueblo de los hijos de Israel es muy numeroso y más fuerte ya que nosotros, Vamos, pues, a oprimirle con arte, no sea que prosiga multiplicándose más y más; y que sobreviniendo alguna guerra contra nosotros se agregue a nuestros enemigos. , , (Exodo 1, 9, 10)

Fácilmente puede comprenderse que la teoría de raza pura, de etnia única, no se concibe más que como elemento racista, totalmente anticientífico. Semejante idea fue tristemente célebre en la prédica y práctica de los fascistas alemanes contra los propios judíos o hebreos, algunos de los cuales hoy predican y practican el mismo principio con un nuevo nombre: sionismo.

«Pasado que hubieres el Jordán y entrados en la tierra de Canaán, exterminad a todos los moradores de ella (… ) Y si no quisiéreis matar a los moradores del país, los que quedaran serán para vosotros como punzones en los ojos y rejones en los costados, y combatirán contra vosotros en la tierra de vuestra morada…»

Aun el propio Hitler, que se preconizaba la tesis de raza aria pura y que en nombre de ella cometió una de las más vituperables masacres de judíos y que se refería a la toma del poder por los nazis como una revolución racial en Alemania, admitía:

«El concepto de nación ya no tiene sentido. Debemos desechar este falso concepto y cambiarlo por el concepto de raza. La Nueva Orden no puede ser concebida dentro de los límites nacionales de los pueblos con un pasado histórico, sino en términos que trasciendan estos límites… Sé muy bien que en el sentido científico no hay tal cosa llamada raza. Pero usted, como agricultor, no podrá tener una buena crianza sin el concepto de raza. Y yo, como político, necesito un concepto que permita abolir el orden que hasta ahora ha existido sobre una base histórica, y que surja un nuevo orden, totalmente antihistórico, y con bases intelectuales… Y para este pro­ pósito, el concepto de raza me sirve muy bien.»[12]

Pasado que hubieres el Jordán y entrados en la tierra de Canaán, exterminad a todos los moradores de ella (… ) Y si no quisiéreis matar a los moradores del país, los que quedaran serán para vosotros como punzones en los ojos y rejones en los costados, y combatirán contra vosotros en la tierra de vuestra morada… (Números 33, 51, 52, 55)

Es importante recalcar aquí que al igual que fascista no es sinónimo de alemán, aunque fue entre los alemanes que floreció esta ideología en la Segunda Guerra Mundial, sionista tampoco es sinónimo de hebreo judío, aunque sea entre ellos que hoy florece esta ideología racista.

El sionismo es eminentemente clasista. Así aparece dicho por los_ propios sionistas. Teodoro Herzl, en el libro El Estado judío, que se considera hoy la nueva Biblia del sionismo internacional, escribió: es » deber de los judíos intervenir contra los débiles y oprimidos, porque sólo los fuertes y todopoderosos son capaces de fundar el Estado judío» Estas palabras encierran un claro concepto de clase, analizadas desde el punto de vista capitalista, ajenas a la fuerza real que tienen los llamados débiles y oprimidos que han unido sus fuerzas para liberarse de aquel que los esquilma. También preconiza Herzl que los trabajadores judíos y los barones Rothschild (judíos multimillonarios) «tienen intereses comunes, intereses auténticamente judíos» y que los suyos son intereses contrarios a los de los trabajadores de otros países. He ahí también claramente expresado la teoría de raza única, pura y distinta y la confusión que entronizan en la mente de los trabajadores para ocultar sus intereses de clase. Con todas estas teorías niegan la verdad de las relaciones entre los explotadores y explotados, como niegan la verdad de la tierra palestina.

Todo lugar en que pusiéreis el pie, será vuestro. Extenderánse vuestros términos desde el desierto y desde el Líbano, desde el gran río Éufrates hasta el mar occidental o mediterráneo. Nadie podrá resistiros. El Señor Dios vuestro esparcirá el terror y espanto de vuestro nombre por cualquier país donde entrareis, según os ha prometido. (Deuteronomio 11, 24)

Los primeros y más primitivos habitantes de Palestina, los que han vivido continua e ininterrumpidamente desde los albores de la historia, durante por lo menos 40 siglos, son los palestinos de hoy que descienden de los filisteos y los cananeos y otras tribus primitivas, por supuesto con las naturales filtraciones de griegos, romanos, árabes, musulmanes y cruzados, producto de las distintas ocupaciones de esas tierras. Cuando hablamos de palestinos no pretendemos aplicar la fórmula racista de etnia pura, sino la de una población que desciende directamente de los legítimos habitantes de una tierra que han cultivado con sus manos, donde ha florecido su propia cultura y en la que por décadas han defendido su derecho a la vida.

Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que los judíos representaban una pequeña comunidad que en varias ocasiones intentó la ocupación de estas tierras, pero que prácticamente desde el siglo I de nuestra era hasta el siglo XX, dejó casi de existir en Palestina. En los tiempos de la declaración de Balfour (1917) los judíos representaban menos del 10 % de la población total de Palestina. Se encontraban diseminados por el mundo árabe, en Europa, en América. Es precisamente esta dispersión la que permitió que el fascismo alemán cebara su odio sobre los más modestos  representantes de este pueblo.

Y toma a Isaac, tu hijo único a quien tanto amas, y ve a la tierra de visión, y allí me lo ofrecerás en holocausto (..• ) llegaron al lugar que Dios le habla mostrado, .. y tomó el cuchillo para sacrificar a su hijo. Cuando he aquí que de repente el ángel del Señor gritó del cielo… No extiendas tu mano sobre el muchacho.•. ahora me doy por satisfecho de que temes a Dios… Y le prometió de nuevo: tu posteridad poseerá las ciudades de sus enemigos, .. (Génesis 22, 2, 9, 10, 11 y 17)

Y decimos los más modestos representantes, porque los que tenían dinero pudieron emigrar a otras tierras o pagar su rescate y recibieron un trato bien distinto de parte  de los fascistas. Otros se asentaron en Norteamérica, donde algunos llegaron a acumular riquezas al frente de compañías transnacionales como la Standard Oil, de fuerte incidencia en el mundo del petróleo, en la General Electric, la·Dupont y están presentes también en bancos como el Chase Manhattan o el First National City Bank of New York.        .

Nosotros consideramos que uno de los factores que determinó que la recién nacida Organización de Naciones Unidas votara en 1947 a favor de la creación del Estado de Israel, podemos encontrarlo en el grado de sensibilidad que tenían los hombres del mundo en relación con el crimen racista cometido contra los judíos. Es claro que hoy, a casi cuatro décadas de distancia, comprendemos como injusto el hecho de haber beneficiado a un pueblo a costa de otro, teniendo en cuenta que los dirigentes israelitas se han estado preparando siempre para saciar sus ansias expansionistas, así lo prueban todas sus acciones. Por sólo mencionar algunas, vemos esta prueba en la expansión de 1948, a sólo un año de los acuerdos de la ONU; la toma de los territorios árabes de Golán, Gáza y Cisjordania, en 1967; la instigación a Jordania en 1970, para librar su propia guerra de rapiña contra las tierras palestinas; la guerra en el sur de Líbano de 1978 y las muy recientes guerras de colonización y expansión de 1982 contra Líbano. En todos los casos, han querido encubrir su agresión, esgrimiendo la defensa de sus fronteras contra los ataques de los palestinos.

Hay que decir que en la mayoría de los casos, el pueblo palestino recibió a los judíos que emigraban sin ánimo de colonización, con el mismo sentido fraterno con que reciben a los visitantes y amigos, según admite el propio Moshé Dayan en su autobiografía. Muchos de ellos les vendieron tierras a los recién llegados y les ofrecieron su apoyo y ayuda.

Mientras así actuaban los palestinos, los sionistas, cuyo objetivo era el robo de la tierra palestina, comenzaron inmediatamente a organizar una fuerza de choque preparándose para la conquista.

En los territorios ocupados exacerban las divisiones religiosas y raciales, daban entrenamiento militar a sus adeptos, inculcándoles los conceptos de invulnerabilidad racial y de inspiración divina, frente a una raza inferior, que había que barrer como una peste de la faz de la tierra.

Díjole Dios: Yo estaré contigo… (Éxodo 3, 12)

A estos agresores los árabes palestinos ofrecieron desde el principio la más tenaz resistencia. En el exterior los sionistas lanzaron una gigantesca campaña de publicidad para que todos los judíos regresaran a la patria grande y a los que no regresaran, les inculcaban el concepto de Nación Judía Universal, lo que equivale a decir que un judío, donde quiera que viviera, no debía responder a los intereses nacionales de la patria en que nació o en la que vivía, sino debía responder a los intereses de su patria israelita. De esta forma, desvirtuaban o encubrían los intereses de clase, separando a todos los judíos de los habitantes de cualquier otra nación. Igualmente levantaron una ola de reclamo para la ayuda financiera del Estado (quizás si con el concepto del diezmo bíblico).

Lo cierto es que los dólares comenzaron a fluir hacia Israel enviados por los judíos enriquecidos en los países capitalistas a costa de la explotación de obreros y campesinos. Y después que tuvieron bien claros los intereses y objetivos de los gobernantes israelitas, después de múltiples intercambios con los dirigentes norteamericanos, llegó la gran ayuda: la ayuda norteamericana, que vino a sustituir al colonialismo británico, con nuevos métodos, mayores recursos y un objetivo claro: incluir a Israel dentro de su estrategia global contra los pueblos, haciéndole actuar en el marco de su zona de influencia, es decir, el mundo árabe, y alentando sus sueños de grandeza.

Hay que decir que esta imagen de superfuerza la han elaborado cuidadosamente, partiendo de determinadas «victorias» obtenidas en la toma de territorios, en guerras relámpago como la de los seis días en 1967; en las matanzas de Deir Yassin en 1948 y la de Kafar Kassen en 1956, de las cuales fue artífice principal Menahem Begin. El mismo Begin que se repite a 34 años para ordenar las recientes masacres de Sabra y Chatila. Han tratado de dispersar o erradicar de la faz de la tierra a los palestinos en un genocidio extenso; y hay que decir que muchas de sus victorias se han debido a que los palestinos no se resignaban a creer que sus propios hermanos, sus vecinos, fueran capaces de asesinar a su familia; de esta forma sorprendidos, estuvieron desorganizados durante mucho tiempo. Aunque ofrecían siempre la más firme resistencia a los bandidos, no contaban con las fuerzas organizadas para enfrentarlos.

No es hasta 1964, con la creación de la OLP que se organizan las fuerzas, que se toma conciencia de la necesidad de defenderse unidos de un enemigo hipócrita y sanguinario. Esta organización ha tenido su más alto exponente en la heroica batalla de Beirut, donde resistieron con fuerzas infinitamente inferiores 76 días de constante agresión israelí.

No pretendemos analizar estos hechos que serán tratados en otras secciones de esta revista; pero sí queremos dejar claro que Israel no’ va a conformarse con lo alcanzado: ni con los territorios ocupados en 1948, ni con los de 1967, ni con los de 1982. Para Israel su meta no está cumplida. Para los norteamericanos, Israel es un fuerte peón que va a continuar moviendo como amenaza permanente del pueblo palestino y de los pueblos árabes en general, hasta alcanzar el Gran Israel. Y después de alcanzada esta meta ¿a dónde querrá llegar? No podemos llamarnos a engaño. No se trata de si son judíos o cristianos, de si son palestinos o hebreos. Se trata de que a los colonizadores que avanzan en busca de riquezas y que persiguen la explotación de los pueblos, hay que oponerles la fuerza invencible de los patriotas del mundo, que aman y construyen en bien de los pueblos. ¡Hay que detener a Israel!

¡Hay que unir todas las fuerzas y no dejarle avanzar pisoteando los derechos humanos! Hay que terminar con esa opresión a los niños sin infancia viviendo en campamentos de refugiados; jóvenes que mueren sin haber vivido; madres que sangran; ancianos que ven desaparecer su descendencia sin haber dado frutos. Hay que imponer la justicia como fue impuesta la injusticia en este, uno de los más grandes conflictos del siglo XX. Sí, señores ¡Hay que… !

*Fuente: Revista «Tricontinental», N°85, 1983, Pág. 8-18

Notas

[1] Génesis, 16: 18

[2] Ibíd. 12: 1

[3] Ibíd, 16: 6

[4] Deuteronomio 20: 16, 17

[5] Exodo 1: 7

[6] Ibid 1:13

[7] Ibid 1: 22

[8] Deuteronomio 1: 7

[9] lbíd. 1: 21

[10] Ibíd. 2: 34

[11] Ibid. 6, 10, 11, 12, 13

[12] Allan Bullock: Hitler: estudio de una tiranía, t. I, p.418. Biografías Gandesa, Editorial Grijalbo, Barcelona, 1964.

 

 

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