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 “Todo está podrido en Chile”, (Vicente Huidobro)

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En 1925 Chile sufría una crisis de dominación plutocrática, muy similar a la actual, y lo viejo se negaba a morir y  lo nuevo aún apenas se asomaba. Vicente Huidobro, que acababa de llegar a Chile procedente de París, fundó un periódico, Acción, donde criticaba con vehemencia a los políticos corruptos de la época, incluso, publicó una lista que incluía a los más sinvergüenzas de ellos, lo cual le valió una paliza que, seguramente, tuvo incidencia en su prematura muerte. Su texto, Balance patriótico, contenía frases tan rotundas que parecía fueran escritas para la actualidad: “La historia financiera de Chile se resume en la biografía de unos cuantos señores que asaltan el erario nacional”, (hoy representados por los Luksic, los Délano-Lavín y los Ponce Lerou, entre otros). “Un Congreso que era feria sin pudicia de la imbecilidad. Un Congreso para hacer onces buenas y discursos malos”. “Las instituciones, las leyes, acaso no sean malas, pero nunca hemos tenido hombres, nunca hemos tenido un alma, nos ha faltado el hombre”.
La verdad es que Augusto Pinochet y sus esbirros – milicos y civiles derechistas – no sólo destruyeron nuestra democracia y persiguieron a sangre y fuego a sus opositores, sino que también envenenaron el alma de Chile, creando la podredumbre que hoy nos rodea. Chile está podrido hasta los tuétanos – siguiendo la idea del poeta Huidobro -, pues nos engañan al decirnos que “no habrá ningún arreglín” cuando sabemos que ya está tejido de antemano. Hay que ser sordo, ciego, ingenuo o analfabeto, o bien indiferente, para no entender que el propio director de Impuestos Internos manifestó que el Servicio está para recaudar, más que para propiciar causas penales contra políticos. Es sabido que, según la ley vigente, si el SII no inicia una denuncia o querella, las Fiscalía no puede actuar, como lo confirma el Fiscal Nacional, Sabas Chahuán.
En un comienzo, los políticos involucrados en presuntos delitos de cohecho, soborno y tributarios estaban aterrados ante el inminente riesgo de ser formalizados por la Fiscalía, pues al parecer, por primera vez en nuestra historia una justicia antes ciega, tuerta, torcida e inclinada hacia los ricos y servidora de tiranos, se había atrevido a meter a la cárcel a dos de los millonarios, defraudadores de impuestos y otros delitos, enriquecidos gracias a las privatizaciones llevadas a cabo por Pinochet y sus cómplices pasivos, política seguido con fidelidad y devoción por los traidores de la Concertación – cada día me convenzo más de que en el plebiscito de 1988 no gano el NO, sino Augusto Pinochet, convirtiéndose así en el neo pinochetismo, un poco más hipócrita, pero tan adoradora del dinero como la antigua derecha -.
Estos prohombres del duopolio, estos políticos gangrenados, una vez seguros de que el sistema plutocrático estaba salvado, gracias a los arreglos entre cuatro paredes, sacaron las garras: por ejemplo, Jovino Novoa se dispuso a imponer, como siempre, su estrategia en el sentido de que ningún miembro de la UDI podría ser castigado aun cuando fuese formalizado por el Ministerio Público respecto a presuntos delitos de fraude al fisco, cohecho y soborno. En la Democracia Cristiana, por ejemplo, el recién electo presidente de la colectividad, Jorge Pizarro, no tiene la mínima decencia de dar un paso al lado cuando sus hijos están implicados en boletas con Soquimich.
Es tal el número de políticos que de una manera u otra han prestado servicios lícitos e ilícitos a SQM que, incluso, cualquier ciudadano, por muy ingenuo que parezca, le cabe preguntarse si los dueños de la política chilena  eran los controladores de las grandes empresas y los parlamentarios y algunos miembros del Ejecutivo no eran más que yanaconas – indios de servicio – que votaban en el Parlamento según indicaciones de sus patrones, los empresarios.
Más allá de lo anecdótico, de las listas de implicados – hoy abarcaría gran parte de la clase política – es que la dictadura corrompió aquello que el cardenal Raúl Silva Enríquez denominaba “el alma de Chile”. Los hijos de los idealistas de la Falange se convirtieron en vasallos de los millonarios y sus jefes se convirtieron en “príncipes” del neoliberalismo. Por otra parte, los socialistas, antes partidarios de una república de trabajadores, trastocaron sus valores en amor al dinero y a las prebendas – basta seguir la historia para comprender que cuando los “socios-listos” se convierten en capitalistas, lo hacen mejor que los aristócratas de antaño en la rapiña y el culto a mamón.
Si se impone el arreglín en reemplazo de “caiga quien caiga”, que no es otra cosa que la igualdad ante la ley, vamos derecho a la salida italiana, venezolana, colombiana, brasilera, peruana, pues cuando se tapa la corrupción, lo que viene es el Estado inviable y, a unos ladrones los reemplazan otros peores. La única salida es poner fin a la monarquía plutocrática y fundar la república virtuosa, es decir, devolver la soberanía al pueblo, arrebatada por las castas políticas-empresariales.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
15 08/2015               

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1 Comentario

  1. olga larrazabal

    Para fundar una República virtuosa se necesita algo más que buenos deseos. Materia prima, valentía, devoción a la causa y todo esto por amor a la Patria. Es decir una Utopía irrealizable en nuestro país.

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