
Una de las voces más irónicas e incisivas surgidas en el contexto de la Nueva Canción Chilena fue la de Gonzalo Grondona, el Payo. Nacido en Playa Ancha y fogueado al calor de las transformaciones sociales de los años ’60, Grondona se convirtió tempranamente en una figura ineludible para hablar del movimiento artístico del puerto, gracias a canciones llenas de humor, solidaridad y sutil denuncia, muchas de las cuales han resultado de una vigencia imbatible.
Tras el Golpe de Estado, Grondona vivió su exilio en la R.D.A., se integró a su regreso al movimiento de Canto Nuevo, y ha mantenido en estos años una actividad musical intermitente desde su voluntario retiro, en la costa. «El Bosco», «La Nelly y el Nelsón» y «La conversada» son títulos reconocibles de su discografía, ampliada por su colaboración con conjuntos y en la composición para otros proyectos, como la famosa «La muerte de mi hermano» que terminaron popularizando Los Mac’s y que tuvo una difundida reversión a varias voces en una grabación especial de 1991.
En un reportaje de revista Araucaria, así quedó autodefinido Payo Grondona:
«Soy playanchino de nacimiento, educación provinciana, formación capitalina y desarrollo internacional. Mis canciones son anécdotas de la vida cotidiana en la ciudad, y sus temas centrales son: la pareja, la familia, los amigos. En las canciones circula el humor, un tipo de humor que puede ser calificado de diversas maneras según sea el auditor. Algunos dicen que es humor negro, otro que es pura ironía, sarcasmo, saetas punzantes; lo único que yo no creo es que se trate de algo simplemente “divertido”, porque la di-versión tiende a des-unir los sentimientos».
De banda a solista
A comienzos de los años 60, Grondona dio a conocer su inquietud musical a través de dos grupos: Los de Quintil y el Conjunto Folklórico Universitario. Había aprendido guitarra de modo autodidacta, escuchando a Los Chalchaleros, Cuncumén y Violeta Parra. Su ingenio atento lo llevó al poco tiempo a zafarse de las rigideces de géneros y a interesarse en el rocanrol. «La muerte de mi hermano», una canción compuesta en 1965 a dúo con Orlando Muñoz, terminaría convirtiéndose en el primer hit del grupo Los Mac’s, también de la Quinta Región.
Mucho antes de que la industria musical siquiera acuñara la palabra crossover, Grondona recogía influencias diversas que fraguaban en canciones sorprendentes y poco convencionales, deudoras tanto del rock como de la Nueva Canción Chilena. Debe sumársele la mirada inequívoca de reportero que había agudizado en sus años de estudio de Periodismo. Sus recitales podían acogerse tan bien en la capitalina Peña de los Parra como en los espacios más rudos del puerto (fue parte del grupo fundador de la Peña de Valparaíso). Varias de sus mejores composiciones terminaron en las voces de músicos cercanos: Osvaldo Gitano Rodríguez, Tiemponuevo, Los Ponchos Rojos y Homero Caro, entre otros. Antes de grabar su primer disco, un amigo estadounidense lo puso frente al banjo, instrumento típico de cierto folclore norteamericano y que el chileno abrazó de entonces en adelante como parte característica de su poco ortodoxa forma de trova urbana.
Video con el Concierto en homeneje al Payo Grondona – 2013
«Yo partí como folclorista. Pero con el [cantautor uruguayo y amigo] Daniel Viglietti nos dimos cuenta de que el folclore era rural, y qué podía hacer yo de folclorista, cantándole al arroyito y la manta de tres colores, viviendo en Playa Ancha y vistiéndome de terno con corbata. Entonces dijimos: Para que el país se pare en dos pies, si existe el folclor rural tiene que existir el folclore urbano. Te decían: ¿Pero cómo, si eso no existe?. Y ya ves que el tiempo terminó consagrándolo», contaba hace un tiempo en entrevista con el diario La Nación.
Precisamente un banjo fue la imagen protagónica de la carátula de su primer álbum, El Payo(1970), aparecido cuando el músico ya había difundido su trabajo a través de dos singles previos («La conversada» y «Yo no sé decir adiós, amor») y un tema finalista en el Segundo Festival de la Nueva Canción Chilena, en 1970. «Il Bosco» es la canción más famosa de ese disco, el gracioso relato de una pareja apurada por encontrar un motel, muy lejana a la composición militante en boga.
En tal sentido, Grondona fue un miembro atípico de la Nueva Canción, si bien su crónica aparentemente apolítica era un enfoque también reflexivo: «Mi mensaje era el siguiente: «Okey, estamos planeando la revolución, estamos en la protesta universitaria, estamos en todo este cambio, pero también estamos viviendo». Y a partir de eso se abre esa ventana para que entre ese otro aire, ese otro halo, esa otra versión de la vida».
Sus siguientes ediciones de esa década fueron Lo que son las cosas, ¿no? (1971) y las dos canciones que aportó al compilado Se cumple un año, y se cumple (1971). Durante la Unidad Popular, temas suyos como «La Nelly y el Nelson», «La conversada» o «Sindicato de esperadores de micro» eran de difusión popular y cálida acogida, y Grondona se involucraba activamente en el proceso socialista, con labores incluso para Televisión Nacional y la editorial Quimantú. Poco antes del Golpe de Estado, el músico alcanzó a realizar una gira de presentaciones por Europa Oriental. Regresó tres días antes del bombardeo a La Moneda.
Su tercer álbum, Payo en serio (sello La Semilla), no alcanzó a ser editado. El golpe militar marcó para el cantautor también el comienzo de diez años de destierro. Tras un breve paso por Argentina (donde grabó el disco Por Chile, en 1974), Grondona vivió sucesivamente en Alemania Democrática y luego en Italia, combinando estudios de posgrado y trabajos diversos.
De regreso en Chile
Tras su experiencia en Europa, Grondona volvió a la composición de canciones, pero esta vez con guitarra. Regresa a Chile en 1983 y se suma a la escena musical de oposición a Pinochet como artista del sello Alerce. Al año siguiente aparece su cassette Canto de nuevo, con nuevas versiones para sus canciones más conocidas, algunos temas inéditos y cuatro títulos para la película Nemesio, de Cristián Lorca. Cultura de vida (1987) fue el segundo álbum de su regreso (de aquí son «Cuando era guailón», «La circunvalación Américo Vespucio» y «Llévate la llave») y el primero con el invento de los «cancionemas», musicalizaciones suyas para poemas de gente como Mauricio Redolés, Teresa Calderón y Eric Polhammer.
Cuarento’n (1992) fue su último cassette para Alerce. Chile funcionaba ya de otro modo, los escasos cantautores velaban individualmente por su subsistencia, y la difusión de la trova y reflexiones de Grondona avanzaban a contracorriente del entusiasmo del llamado «milagro económico» chileno. El cantautor fijó desde entonces residencia en la Quinta Región, donde ha seguido trabajando en ediciones y presentaciones totalmente autogestionadas, incluyendo el disco Playa Ancha, 1945 (2001) y la compilación Cancionero político (2007), donde se reúnen composiciones descritas en la carátula —no sin humor— como «revolucionarias, comprometidas, paritarias, demagógicas, inclusias y voluntaristas», entre otras cosas. Incluso en las más simples definiciones, Grondona no puede evitar ser agudo.
*Fuente: Música Popular
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