Exsoldados israelis: «Nuestras vidas se convirtieron en algo que nunca soñamos»
por Donald Mcintyre (The Independent)
14 años atrás 11 min lectura
La organización israelí "Rompiendo el Silencio" revela el
horror cotidiano y la lógica colonial de la ocupación sionista
Para cualquier persona que en los últimos años haya cubierto
[como periodista] Israel, Cisjordania y Gaza, la lectura de la obra "Ocupación de los territorios: testimonios
de soldados israelíes 2000-2010",
el nuevo libro publicado por la organización de ex soldados israelíes Rompiendo
el silencio (Breaking the Silence) puede constituir una experiencia
extrañamente evocadora.
Un recluta de la Brigada Givati, por ejemplo, describe cómo
soldados de la compañía que en 2008 operaba junto a la suya en el interior de
Gaza habían comentado un suceso ocurrido ese mismo día más temprano. Tras
llamar a la puerta de una casa palestina y no recibir respuesta inmediata, los
soldados israelíes habían colocado un "zorro" -en jerga militar,
explosivos para derribar puertas y paredes- en la parte exterior de la puerta
principal. En ese mismo instante la mujer de la casa llegó a la puerta para
abrirla. "La pared quedó embadurnada con sus extremidades y no fue a
propósito", recuerda el soldado. "Y luego llegaron los hijos de la
mujer y la vieron. Lo escuché comentar durante la cena, después de la
operación; alguien dijo que era divertido y estallaron en carcajadas recordando
la imagen de los niños viendo a su mamá esparcida sobre la pared…"
Una historia de segunda mano, por supuesto, sin nombres,
fechas o detalles de apoyo. Salvo que despertó en mí un recuerdo: yo mismo
había informado de la muerte de una maestra de escuela palestina de las
Naciones Unidas al este de Khan Younis. Wafer Shaker al-Daghma había muerto
cuando el ejército israelí invadió su casa durante una incursión realizada en
mayo del 2008. En aquel momento su marido se encontraba fuera del hogar. Cuando
llegamos a la casa cinco días más tarde los israelíes estaban realizando otra
incursión y pudimos oír, incómodamente próximos, los disparos que realizaban
desde vehículos militares blindados mientras Majdi al-Daghma nos describía la
muerte de su esposa de 34 años. Según Majdi, cuando su difunta esposa advirtió
la presencia de soldados israelíes en las inmediaciones de su casa ordenó a los
niños -Samira, de trece años, Roba, de cuatro, y Qusay, de dos- que se
retiraran al dormitorio, se puso un pañuelo en la cabeza y se dispuso a abrir
la puerta. "Samira oyó una fuerte explosión y todo se llenó de humo
", explicó. "Buscó a su mamá, pero no podía verla".
Sin duda se trata del mismo incidente. Uno está obligado a
suponer que las carcajadas mencionadas por el recluta fueron una reacción
nerviosa, una manifestación de impacto retardado de los soldados. Al fin y al
cabo, tuvieron la presencia de ánimo para cubrir con una alfombra el cuerpo
mutilado de la señora al-Daghma y para retener a los niños en su dormitorio
durante las cinco horas que permanecieron en la casa. Samira dijo que preguntó
a uno de los soldados: "¿Dónde está mi mamá?", pero que no comprendió
su respuesta en hebreo. Explicó que cuando los soldados finalmente abandonaron
la casa después del anochecer, "Todavía había tanques en el exterior de
nuestra casa (…) Traté de llamar a mi padre con el móvil de mi mamá, pero no
había línea. Levanté la alfombra y vi un trozo de ropa de mi mamá. No se movía.
No le ví la cabeza".
Lo interesante de esto no es solo lo chocante de la historia
del soldado, sino que el relato aparentemente esté tan corroborado.
Considerando sobre todo que el breve relato del recluta -a diferencia de otros
muchos recogidos en el libro, algunos de ellos tan estremecedores como éste- se
basa en rumores, la historia es altamente significativa con respecto a la
autenticidad de los testimonios como retrato de una ocupación que se prolonga
ya 43 años. Estos testimonios, revisados y cotejados, de jóvenes israelíes de
ambos sexos que luchan por asimilar su servicio militar en Cisjordania y Gaza
-a veces años después de haber ocurrido los sucesos- se suman a un relato
interno sin precedentes -así aparece caracterizado en la introducción del
libro- de "los principios y consecuencias de la política israelí en los
territorios [ocupados palestinos]".
Rompiendo el Silencio es una organización única. En ningún
otro país -incluyendo a aquellos con historias militares problemáticas
recientes como EEUU y Gran Bretaña- existe nada comparable. Desde sus inicios
en 2004, el grupo ha recogido 700 testimonios de reclutas y reservistas [del
ejército israelí] que abarcan el decenio transcurrido desde el comienzo de la
segunda intifada hasta hoy. En julio del año pasado el grupo consiguió su mayor
impacto con la publicación de los relatos de cerca de 30 soldados de primera
línea que apenas seis meses antes habían participado en el ataque israelí
contra Gaza, controlada por Hamas, y que con sus testimonios pusieron en
entredicho la afirmación de [los mandos castrenses israelíes en el sentido de]
que habían hecho "todo lo posible para evitar daños a civiles
inocentes".
Desde entonces Rompiendo el silencio ha dado dos pasos
decisivos. Durante mucho tiempo el ejército israelí se ha quejado del anonimato
de los testigos del grupo. En julio el ejército israelí cuestionó incluso la
autenticidad de todos los testimonios. El anonimato era comprensible: los
soldados se exponían a ser marginados y a recibir fuertes críticas por parte de
sus propias comunidades, así como por parte del propio Estado, por no mencionar
la posibilidad de ser enjuiciados por tribunales militares. Ahora, por primera vez,
27 de los que había testificado han permitido que el fotógrafo Quique
Kierszenbaum, con base en Jerusalén, les fotografíe, y que se hagan públicos
sus nombres junto con el resumen de lo que declararon y por qué lo hicieron.
La segunda novedad con respecto a la política anterior del
grupo de dejar que los testimonios de los soldados hablaran por sí solos,
consiste en que, en vista del gran número de testimonios recogidos, Rompiendo
el Silencio se ha animado a ofrecer un análisis más amplio de lo que en su
opinión revelan: en parte porque, aunque las tropas israelíes efectivamente
tenían que lidiar con "amenazas concretas en la última década, incluidos
ataques terroristas contra ciudadanos israelíes", sus operaciones,
especialmente en Cisjordania, van más allá de lo meramente defensivo y se
orientan "sistemáticamente" a la "anexión de facto" de los
territorios ocupados "a través de la desposesión de los habitantes
palestinos".
Al argumentar que Israel ejerce sobre los palestinos un
grado de control que excede sus necesidades de seguridad, el libro (publicado
en hebreo el 21 de diciembre y que saldrá en inglés el año que viene) se
detiene a analizar cuatro expresiones técnicas frecuentemente empleadas por los
militares israelíes y trata de mostrar en su introducción a los testimonios [de
los soldados] cuál es, en opinión de Rompiendo el Silencio, el significado real
de las mismas por contraposición con su significado aparente
El primero de esos términos es "prevención"
[‘sikkul’ en hebreo]. Según el libro, este término se ha convertido en una
"palabra clave" que permite prácticamente cualquier tipo de acción
militar, ofensiva y defensiva, automáticamente clasificada como
"prevención de actividades terroristas". El principio, enunciado por
primera vez por el ex jefe de personal del ejército israelí Moshe Ya’alon,
consiste en "imprimir a fuego en la conciencia" de los palestinos que
la violencia no es rentable, y se traduce en práctica en "la intimidación
y el castigo (…) indiscriminado de la población palestina". Los ejemplos
aportados incluyen las siguientes prácticas: enviar un camión militar a la
aldea de Tubas a las 3 de la madrugada en 2003 "con granadas de
aturdimiento que [los soldados israelíes] fueron lanzado por las calles sin
razón alguna y que despertaron a la gente [como una forma de decir:] ‘Estamos
aquí. El ejército israelí está aquí’"; disparar a un hombre visiblemente
desarmado que caminaba sobre un techo en Nablus en 2002 ("El comandante de
la compañía lo catalogó como observador, lo que significa que el tipo no
suponía ninguna amenaza, y dio la orden de matarlo"); y poner fin a un
lanzamiento de piedras en Tekoa utilizando un "escudo humano móvil",
es decir, a un palestino atado a la parte delantera de un vehículo, antes de conducir
alrededor de la aldea.
El segundo término analizado es "separación"
[‘hafradah’], es decir, la separación de los palestinos no sólo de los
israelíes, sino de otros palestinos (dentro de Cisjordania y entre Gaza y
Cisjordania) y de su propia tierra mediante el uso de puestos de control,
barreras de separación, carreteras para uso exclusivo de los colonos judíos de
Cisjordania y mediante un estricto régimen de permisos que supone el
"aislamiento" de muchas comunidades. Si bien gran parte de esta
"separación" -incluyendo la pérdida de la tierra- es permanente, en
los últimos dos años, después de la
Intifada, algunos obstáculos se han aliviado. No obstante,
Rompiendo el Silencio insiste en que el "paradigma" no se ha
modificado. "Es obvio que Israel relaja su control cuando las cosas son
más fáciles", dice Mikhael Manekin, miembro de la organización. "Pero
siempre retiene el control. Puede suavizarlo o endurecerlo a su antojo."
En 2003 se implementó la "separación" de Nablus de
los pueblos de su entorno: "Debe entender la [cuestión de la]
proporcionalidad. Una persona de entre 16 y 35 años que vive en Nablús no ha
salido de Nablús en los últimos cuatro años, ni siquiera para ir a un pueblo
cercano". Otro ejemplo fue la zona de Qalqilya en 2002: "Una persona
a la que los israelíes habían arrancado de raíz su huerto de higueras llegó
llorando hasta mí y me dijo: ‘He trabajado durante 30 años para comprar esta
tierra, he trabajado este huerto durante 10 años, he esperado 10 años a que
[los árboles] den fruto, lo he disfrutado un año y ellos [el ejército israelí]
me lo están arrancando de raíz’".
El siguiente concepto analizado es "la fábrica de la
vida" [‘mirkam hayyim’], el término utilizado por el ejército israelí para
subrayar que hace todo lo posible para garantizar a los palestinos una vida lo
más normal posible, una alegación fuertemente impugnada en el libro, donde se
afirma que Israel controla el paso de civiles y bienes a Israel y en el
interior de Cisjordania, la apertura de empresas privadas, el transporte de
escolares y estudiantes universitarios, y los casos médicos. "[La propiedad]
pueden ser arrebatada discrecionalmente por un comandante regional o por un
soldado sobre el terreno… los soldados irrumpirán violentamente en un hogar
en plena noche y arrestarán a uno de sus moradores sólo para dejarlo en
libertad más tarde, siempre para practicar los procedimientos de
detención".
Entre otros ejemplos está la historia de un conductor de
camiones palestino que trataba de llevar a Hebrón containers de leche desde
Yatta durante el toque de queda en el año 2002 y al que los israelíes
detuvieron, esposaron y vendaron los ojos una tórrida mañana de verano. El
camionero transportaba unos 2.000 litros de leche y todos se echaron a
perder mientras que el camionero permaneció sentado todo el día, con
prohibición de moverse. "Cuando [ahora] pienso en ello", dice un ex
soldado israelí, "me siento avergonzado (…) ¿Contribuyó aquello a la
seguridad del Estado? No".
Otro ejemplo se refiere a los trabajadores ilegales y a sus
familias que trataban de entrar desde Cisjordania en Wadi Ara, al norte de
Israel. Un ex soldado recuerda haber "arrojado al suelo el contenido de
las bolsas de los niños y haber jugado con sus juguetes (…) Los niños
lloraban y tenían miedo". ¿Los adultos también lloraban? "Por supuesto.
Uno de los objetivos siempre fue: tengo que hacer que llore delante de sus
hijos, tengo que hacer que se cague en los pantalones… mayormente a fuerza de
palizas".
Por último, al examinar el término "aplicación de la
ley" [‘akhifat hak’], el libro pone en evidencia la existencia en
Cisjordania de un doble régimen jurídico en virtud del cual los palestinos
están sometidos a un régimen y a unos tribunales militares mientras que los
colonos israelíes solo son responsables ante los tribunales civiles. Al mismo
tiempo, argumenta el libro, los colonos israelíes son de hecho aliados de los
militares y ambos tienen un enemigo común.
La dura -e, inevitablemente, muy política- conclusión del
libro contradice la opinión de que "Israel se está retirando de los
territorios [ocupados] palestinos lentamente y con la debida precaución y
seguridad". Los soldados israelíes citados "describen un denodado
empeño para reforzar el control israelí sobre los territorios [ocupados palestinos],
así como sobre la población palestina".
Probablemente no nos sorprenda que Manekin reconozca que
aquellos que -por decirlo con sus propias palabras- han "salido del
armario" autorizando la publicación de sus nombres y fotografías, sean los
más activistas de las 500 personas que han dado testimonio a la organización.
No es casual que este proyecto paralelo se produzca en un momento en el que
Rompiendo el Silencio ha decidido impulsar su propio análisis de la última
década de ocupación. Manekin dice que no fue fácil ser fotografiado. "No
hicimos esto para ser héroes", dice. "En realidad, el significado
político es la única razón para hacerlo."
– Traducido para
Rebelión por LB
Publicación original: Independent
http://www.independent.co.uk/news/world/middle-east/our-lives-became-something-wed-never-dreamt-the-former-israeli-soldiers-who-have-testified-against-army-abuses-2154663.html
*Fuente para piensaChile: Rebelión
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