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Tortura, democracia y poder*

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La tortura es inconcebible, inimaginable, insufrible, inmoral y éticamente condenable.

Que en tiempos remotos unos seres humanos hayan establecido como algo moral el ser dueños de otros seres humanos; que toda la historia humana nos muestre, como algo moral, el que unos seres humanos sean los peores enemigos de otros seres humanos; que unos, para sobrevivir, deban trabajar para otros, con las reglas que estos otros hayan fijado; que en estos tiempos modernos se utilice la palabra democracia para designar la no participación en la vida social de las grandes mayorías; que el hambre y la pobreza sean un flagelo que azota a más de un tercio de la población humana; que las soluciones estén al alcance de la ciencia, pero la falta de voluntad, pues primero están los intereses de los pocos que controlan el comercio, impide su aplicación para todos, todo esto constituye una inmoralidad. El grave detalle es que en la forma en que está organizada la vida humana, los valores con que se actúa y el diario batallar por la vida hacen que en cada instante sea más fuerte el instinto de conservación que los valores morales.

La tortura se sufre una vez o muchas veces en un contexto de absoluto atropello a la dignidad del ser humano y a sus derechos elementales. En muchos casos la persona que es torturada muere en el acto de ser torturada o como consecuencia de esta al poco tiempo de haberla sufrido, quienes logran sobreviven sufrirán secuelas, como una marca invisible, que le acompañarán toda la vida. Un sufrimiento interior que no abandonará nunca a quien fue torturado.

Desde el punto de vista clínico, hay numerosos estudios acerca de las secuelas de esta nefasta práctica de dictaduras y democracias. A mi parecer los seres humanos son respetables por el simple hecho de ser humanos, en tal respeto no me corresponde argumentar acerca de la tortura en sus huellas en el alma de quien fue torturado y sobrevivió para contarlo. Hay algo en él que no logra sobrevivir. En mi caso, no he sufrido en carne propia ningún apremio físico que pueda parecerse o ser llamado como tortura, por lo mismo no puedo hablar en primera persona, en este caso me queda solamente el camino de la ética.

He tenido la suerte de haber sobrevivido al peor regimen que ha conocido la historia de Chile, con especialistas en hacerle a otros seres humanos, que no pensaban como ellos, que eran considerados un peligro, que eran tildados de traidores, las peores vejaciones que una mente enajenada pueda imaginar. En esta suerte incluyo nunca haber sido detenido y nunca haber dejado de luchar contra esa dictadura. Esto significa que no tengo las cicatrices en el alma que a muchos les ha dejado esta práctica, que ni siquiera los animales más sanguinarios conocen. En este sentido quienes hicieron de la tortura un trabajo regular, son más animales, más brutos, más sanguinarios que los más feroces de los animales. Y sin embargo muchos de estos tipos siguen, luego de ese condenable oficio, trabajando en otra cosa como si lo que le hicieron a otros seres humanos fuera algo moral.

Si estos seres con apariencia humana pero sin sentimientos humanos son condenables, más lo son quienes, con sólo dar una orden, hacen posible esta degradación y más lo es el sistema de valores que lo alienta y lo retribuye. No hablo de un régimen de dictadura, que será pasajero, hablo de como está organizada la vida de los seres humanos. Es el sistema de relaciones económico-sociales la base de la injusticia y la base de estos atropellos, que se comenten en aras de mantener el poder en manos de quienes lo detentan y sobre todo mantener las reglas del juego. Primero debemos entender que los seres humanos son capaces de hacer cualquier cosa por dinero, pero es por el poder o la gloria que los seres humanos comenten las peores acciones, pero esto se vuelve nada en comparación al sistema de valores de la sociedad en su conjunto, que es en definitiva la que moldea la conciencia de cada uno y le permite aceptar esta y otras prácticas inhumanas, bajo el falso escudo ideológico de que cada uno está solo frente al poder, de que ellos controlan todo, de que yo no me meto en nada, de que soy inocente o de que la cosa no es conmigo.

La tortura, como forma de sometimiento perversa, intenta degradar al que la sufre y que este se transforme en colaborador para evitar seguir sufriéndola, pero también degrada a quien la práctica y refleja perfectamente a quienes recurren a ella como una forma de mantener el poder y contrarrestar la oposición. Son los miedos en los que nos hemos formado los que impiden actuar contra ella y desecharla como práctica. Miedo de unos hacia los poderes, sean estos de un Dios vengativo, como Jehová, de la policía, de perder el trabajo, de las decisiones del gobierno, etc y miedo de los menos a perder su poder.

Lo contradictorio es que en nombre de la libertad y la democracia que se dan todos estos atropellos a la libertad individual y esta ausencia absoluta de democracia. Podemos hacer campaña contra la tortura y hacer conciencia de cuanto se sufre o dar testimonio de quien la ha sufrido y nada impedirá que cuando el poder se sienta amenazado, nuevamente recurra a ella para mantener el control. Lo único que garantiza su total desaparición es la democracia plena y esta no es otra cosa que terminar con el actual modo de producción basado en el usufructo de unos pocos del trabajo de los muchos.

Decimos que vivimos en democracia por el sólo hecho de votar cada cierto tiempo, en realidad este supuesto derecho es una delegación de mis derechos a un perfecto desconocido, que tiene los contactos como para ser designado candidato y los recursos como para obtener el puesto en disputa por dos o tres iguales. Esta delegación me deja relegado al rincón de los sin poder.

El resto del tiempo no es considerada para nada la voz de las mayorías y en todo orden de cosas el poder actúa como si los desprovistos de poder fuéramos culpables. Decimos democracia como si fuera el mejor de los mundos posibles y a diario vemos como esta, lejos de ser real es solamente virtual. Hay democracia solamente a nivel de las pequeñas decisiones de pequeñas organizaciones o grupos de trabajo. No hay democracia en las relaciones de trabajo, habla de que mientras uno sea el patrón y muchos seamos sus esclavos a tiempo parcial, la democracia es un mito. No hay democracia en las instituciones armadas. No hay democracia en los foros internacionales, pues el imperio y otros grandes se las arreglan para imponer las reglas y resoluciones que a ellos les beneficien.

Sin auténtica democracia, sin participación real de todos en las decisiones que afectan a todos no será posible terminar con la tortura como práctica del poder. Una democracia en sus reales dimensiones solamente es posible cuando las mayorías, debidamente informadas y actuando en conciencia, sean las que decidan los destinos de la humanidad. Para terminar con la tortura no queda otro camino que profundizar la democracia y cambiar la sociedad toda. Por lo mismo una lucha parcial, es parte de la lucha mayor de transformación de la sociedad y que el poder este en manos de toda la gente y se use para beneficio de toda la gente, único camino para resolver los graves problemas que afectan a la humanidad toda y que hoy en día amenazan la supervivencia de la civilización y la vida misma.

Altamente significativo es que este acto contra la tortura sea realizado en el mismo día en que hace cien años nació Allende. El imperio, para mantener su poder y sus ganancias, recurrió las fuerzas armadas de Chile, mediante un brutal golpe de estado, impusieron una de las más feroces y sanguinarias dictaduras. Muchos de nuestros hermanos conocieron la tortura.

Allende reúne en si el intento más exitoso de cambiar la sociedad y se proyecta como un camino a seguir. Fue una profundización de la democracia. Hoy que conocemos la historia, es decir los hechos que la dictadura produjo, hoy que conocemos como el imperio se deshizo del dictador cuando vio nuevamente amenazados sus intereses, hoy que sabemos como los supuestos demócratas de ayer son simples continuadores, por otros medios, de las políticas trazadas en dictadura, Allende y su ejemplo y su legado están más vigentes que nunca. Puede que de momento no tengamos toda la fuerza ni todas las luces necesarias para terminar con el neoliberalismo, continuador de la dictadura, sin embargo las luchas estudiantiles, la de los subcontratados del cobre, la de los profesores, la de los deudores habitacionales muestran la certeza de las últimas palabras de Allende: Otros hombres abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre.

* Palabras leídas en el acto de Homenaje al Centenario de Allende y en conmemoración del día internacional de lucha contra la tortura, realizado en el Parlamento provincial de Manitoba, Canadá, el 26 de junio, 2008.

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