El movimiento cristiano de liberación
por Pedro Serrano (España)
15 años atrás 7 min lectura
Recuerdo de Jesús: Jesús tuvo un proyecto pacífico de fraternidad y solidaridad para su pueblo israelita, que había de expandirse por todas las naciones de la humanidad; ese ideal fue el Reino de Dios. Reino de paz, de vida y de amor; de justicia, de igualdad y de libertad. Reino que disolvería el dominio de los varones sobre las mujeres, la marginación de unas razas sobre otras, la explotación de las clases dominantes sobre las clases trabajadoras, la colonización de los Estados poderosos sobre las naciones débiles.
El proyecto humanitario del Reino, ni fue puramente espiritual, ni solamente social. Para Jesús, si Dios era Padre de todos los hombres y mujeres, nosotros debiéramos de ser hermanos; comportarnos fielmente con Dios y fraternamente con los seres humanos. Jesús realizó su misión de forma itinerante entre el campesinado empobrecido de las aldeas de Galilea y evitando a los explotadores de las ciudades, priorizando la justicia frente a la liturgia, la emancipación de los oprimidos y las mujeres frente a la sumisión al Templo y al Sanedrín, la misericordia con los enfermos y necesitados frente al puritanismo legal, la acogida de humildes y de niños frente al colaboracionismo sacerdotal con el Imperio opresor.
Para ello, Jesús fundó, no una religión ni una Iglesia, sino el ‘movimiento por el Reino’, (sin sacerdotes ni obispos, sin papa ni jefes, sin maestros ni señores), basado en el amor de: solidaridad a los pobres marginados para liberarlos, apertura a los pequeños propietarios para concienciarlos, perdón a los enemigos enriquecidos y poderosos para frenar sus afanes explotadores.
Memoria del movimiento de Jesús
- El cristianismo en sus orígenes. Se esforzó en vivir el seguimiento al Resucitado al mismo tiempo que practicaba la comunión con los hermanos, mediante la comunicación: de bienes económicos, de experiencias creyentes, de oraciones comunitarias, de enseñanzas evangélicas y de celebraciones de la Cena del Señor. Trató de evitar que hubiera pobres y clases sociales entre ellos.
- Expansión del Movimiento Cristiano. El cristianismo, nacido de entre los judíos, fue penetrando en los pueblos gentiles y se hizo grande Para atender las demandas de los innumerables nuevos cristianos, hubo que organizarlo. Por ello, de acuerdo con la cultura de la época, se crearon, entre otras, las figuras de diáconos (servidores), presbíteros (juiciosos) y obispos (vigilantes), no como jefes sino como servidores.
- Desviación del cristianismo. La Iglesia, desde Constantino en el siglo IV hasta el siglo XXI actual, se ha dejado seducir por el poder, la riqueza y el prestigio. En un proceso centralizador, se han ido transformado los servicios de obispos y sacerdotes en ‘casta clerical’ de varones que se imponen sobre el pueblo. La Iglesia, de perseguida pasó a ser perseguidora.
- Renovaciones constantes. Fueron surgieron desde la base a lo largo de los siglos, aunque hicieron mucho bien, no lograron modificar la estructura de poder y riqueza de la Iglesia.
UNA NUEVA IGLESIA ES POSIBLE
Por ello, el movimiento renovador surgido a finales del siglo XX en el interior de la Iglesia, llamado por algunos la ‘Iglesia de los pobres’ –según el Concilio Vaticano II y las Conferencias de Medellín y de Puebla–, al estar basado en una teología abierta, progresista, justiciera y liberadora, ve necesario una revolución estructural, esencial y fundamental de la Iglesia:
- Teniendo en cuenta la religiosidad de los profetas bíblicos, asumir el espíritu profético y salvífico de Jesús en nuestras relaciones con Dios y con los seres humanos.
- Favorecer la separación de Iglesia y Estado, así como la laicidad del Estado y la pluralidad de la sociedad, evitando acuerdos, concordatos y demás tratados internacionales de los poderes eclesiales con los gobiernos nacionales que supongan privilegios para la Iglesia. Hay que abolir el modelo eclesial de Cristiandad y de Nacional-catolicismo.
- La Iglesia ha de admitir la pluralidad democratizando todas sus estructuras, con cargos temporales y elecciones libres y, si fuese necesario, con revocaciones de los responsables, tanto de los organismos de base como de las congregaciones, parroquias, diócesis, y pontificado.
- Realizando una firme opción, compromiso, anuncio y acción por la liberación integral de los pobres y de las clases oprimidas, denunciando a los injustos y explotadores.
- Reformando las estructuras sociales y religiosas opresoras; y, actualizando la liturgia en el marco de la diversidad, la inculturación, la pluralidad de ritos y la participación popular.
- Dando participación a las mujeres y a los laicos en todos los cargos eclesiales, incluidos los de párrocos, obispos y papa. De esta forma, acabaremos con las estructuras del patriarcado.
- Actualizándose conforme a la cultura ilustrada, democrática, humanista, igualitaria y moderna, que evitaría la errónea defensa a ultranza de criterios anticientíficos y trasnochados. En esta línea de inculturación y renovación, hay que revisar y reformular críticamente el credo, los dogmas y la doctrina de la Iglesia; promover la nueva enseñanza teológica conforme a la exégesis crítica.
- Renovación del clero, para que el papa, los obispos, los párrocos y todos los presbíteros conviertan el poder del cargo en servicio. Asimismo, puedan acceder libremente al sacerdocio todos los cristianos y cristianas, casados o célibes. Hay que reformular el concepto de sacerdote, que ha de ser menos sacral y más laical, encarnado en el pueblo y optando por los pobres.
- En la evangelización, ha de evitarse el proselitismo; la Iglesia ha de ser más profética y liberadora, que litúrgica y dominante; debe abandonar la teología del pecado y la condenación y asumir la teología de la misericordia y la salvación. Dios es Padre bondadoso que ama a buenos y malos, no juez dominante que castiga a los pecadores y premia a los puros.
- Todo el estamento clerical, ha de renunciar al poder y la alianza con los Estados, a la riqueza y los donativos de los ricos, al prestigio y las reverencias de los honorables. La Iglesia, si quiere promover un sincero discipulado de Cristo, ha de vivir en la humildad, la sencillez y la sinceridad en comunión con los marginados, conforme a Jesús histórico.
- La Iglesia debe constantemente desprenderse de sus inmensas propiedades; asimismo, ha de renunciar a la figura del papa como Jefe del Estado Vaticano, al mismo tiempo que suprime el propio Estado Vaticano y la Curia romana, pues son estructuras incapaces de mostrar la verdadera bondad de Jesucristo.
- La Iglesia pueblo de Dios y cuerpo místico de Cristo, debe organizarse como comunidad de comunidades, asumir la diversidad en la unidad, y aceptar la pluralidad de concepciones religiosas y teológicas con fe, esperanza y caridad.
- Ha de renovarse el Catecismo de la Iglesia y el Código de Derecho Canónico, conforme al espíritu profético de Jesús, el Concilio Vaticano II y los signos de los tiempos. Ha de transformar su servilismo a la ley (que esclaviza), en aceptación de la gracia (que libera).
- Los responsables de la Iglesia, deben denunciar el capitalismo por ser ‘intrínsecamente perverso’ y un sistema escandaloso de empobrecimiento de los pueblos, al mismo tiempo que colabora desde su autonomía –críticamente y sin privilegios–, con los movimientos de liberación socio-política, principalmente con los de base, para hacer un mundo más justo.
- Aunque de menor importancia, la Iglesia ha de desprenderse de la tradición en sus vestiduras de ministros, príncipes y reyes de la antigüedad; los responsables eclesiales han de vestirse, incluso en las ceremonias litúrgicas, con humildad y de acuerdo con la usanza social de los pueblos. Ha de renunciar, asimismo, a los tratamientos de pontífice, santo padre, monseñor, excelentísimo, ilustrísimo, reverendo, padre, doctor y otros.
- La Iglesia ha de reconocer que la Revelación de Dios (misterio insondable), se da, con mayor o menor medida, en todas las religiones según sus propias culturas, y no solamente en la Católica. Ha de estar abierta a un ecumenismo y a una interreligiosidad en igualdad de condiciones y al servicio de los pueblos, especialmente de los más oprimidos. La Iglesia, con sencillez pero con seguridad, ha de ofrecer el Evangelio de Jesús a la humanidad y a las religiones evitando imposiciones, comunicando los testimonios de sus profetas y mártires, al mismo tiempo que asume las buenas aportaciones de las diversas religiones.
- Entre el clero conservador (y progresista), hay innumerables religiosos fieles a Dios. Pero no es justificable mantener un modelo de Iglesia totalitaria, verticalista y sin separación de poderes que, además de privilegiar a movimientos espiritualistas y silenciar corporativamente delitos como el de la pederastia y la corrupción, margina a creyentes aperturistas, comunidades de base, presbíteros reformadores y teólogos de la liberación.
Por una Iglesia renovada que, desde una nueva cosmovisión y un actualizado paradigma, haga felices a los pobres porque de ellos es el Reino de Dios.
* Fuente: Redes Cristianas
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