Buscan infligirle dolor y miedo. Lo del dolor lo consiguen. Lo del miedo, no
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4 años atrás 5 min lectura
-Autora: Cristina Martínez Benítez de Lugo (España)
Yo no sé de qué pasta están hechas las mujeres saharauis. Salen a la calle a enfrentarse contra los paramilitares marroquíes con la única fuerza de la razón. Los esbirros las tiran al suelo, las patean, les quitan la ropa, las apalean, las arrastran hasta callejuelas donde les hacen lo que ellas no quieren repetir. No dan un paso atrás. Defienden a los suyos, a sus hijos, y defienden la causa saharaui, la autodeterminación y la independencia del Sahara Occidental ocupado por Marruecos.
Sultana Jaya se ha significado tanto y la han maltratado tanto que uno no puede entender cómo se puede tener la fuerza de resistir. El 21 de noviembre de 2020, nada más llegar de un viaje por Europa, Sultana fue arrestada en el control de policía al norte de Bojador donde fue maltratada y amenazada de muerte. Lleva 94 días encerrada en su casa por orden de las fuerzas de ocupación. No puede salir ni a la puerta. No puede recibir visitas. Vive con su madre y su hermana Ouaara. Día tras día, esa soledad, ese sentimiento de impotencia, esas palizas destruirían la moral de cualquiera. Pero no la de Sultana, la mejor combatiente porque no lleva armas y tiene en jaque al enemigo que necesita varios furgones y muchos números de las fuerzas de ocupación para mantenerla a raya.
A Sultana Jaya le arrancaron un ojo en 2007. Estaba en una manifestación. Un policía marroquí la golpeó con tal fuerza que le saltó el ojo. Cuando Sultana pidió ayuda, el policía le metió los dedos en la cuenca y tiró de los nervios que lo sujetaban.
2017. La arrastran en su calle; un paramilitar se cruza rápido caminando sobre ella. En un vídeo que refleja la escena, casi no se percibe porque es una melé muy rápida con varios policías sobre ella, pero una foto sacada de esa grabación muestra claramente cómo ese personajillo mezquino y cobarde le clava la bota sobre su tripa desprotegida, cruza y desaparece.

Hay mil momentos de Sultana que implican mucho sufrimiento. No es posible relatarlos todos. Lleva toda la vida en la lucha. Ha viajado lejos para dar a conocer la causa saharaui. Sólo en estos 94 días de confinamiento se han producido muchas noticias. Salvo en una ocasión en que pudieron atravesar el cerco policial Hmad Hmad y Mhamed Dadach, grandes defensores de los derechos humanos y activistas por la autodeterminación, que fueron a transmitirle su solidaridad, ella y su familia han permanecido aisladas del mundo exterior. Cuando los activistas Mohamed Manolo y El Mami Omar Salem salieron de Dajla el viernes para ir a visitarla, les detuvieron en el control de carretera y les hicieron dar media vuelta. Ya sabían a donde iban, pero no les preguntaron. También ocurrió lo mismo con compañeros de El Aaiún. Cada vez que Sultana ha intentado abrir la puerta a la calle de su casa, ha sido maltratada por la policía, apaleada, arrastrada para meterla en casa a la fuerza. El arresto domiciliario comenzó cuando ella regresaba de un viaje. La policía ya la había molestado. Salieron a recibirla a la puerta familia y amigos, y la policía empezó a desbarrar pegando a todos, a la madre, de 75 años, desmayada de un golpe; la hermana, Ouaara, caída, sangrando por la cabeza. Otro día, a Sultana le machacaron los dedos de la mano a golpes y en la misma acción a Ouaara le causaron lesiones en un brazo. La intentaron visitar unas amigas y la policía las apedreó. A Sultana le hicieron una brecha en la sien, cerca del único ojo, ahora morado; a su hermana Ouaara, en plena boca.
En las relaciones personales, Sultana es una persona prudente, muy sencilla, quizá tímida y suave. Frente a los paramilitares que la acosan y la apalean se vuelve como un basilisco. Les grita con una fuerza, una indignación y un desparpajo que se diría que no les tiene miedo. ¿Cómo puede ser, si sabe que va a pagar caro su atrevimiento? La destrozan, y ella renace con más fuerzas sacando la bandera saharaui por el balcón. “¡Venid aquí, cobardes, si os atrevéis!”.
En Bojador viven otros miembros de la saga Jaya. En una sala grande, vacía, reposa sobre un caballete la foto del joven Baba Jaya que murió el 1 de diciembre de 2008, víctima de un atropello intencionado ordenado por la policía. Murió otro chaval y varios quedaron heridos con secuelas hasta hoy. Eran estudiantes saharauis en Agadir que pedían un autobús para volver a su tierra. Hicieron una sentada y el autobús se lanzó contra ellos.
Lo terrible de las autoridades marroquíes es su crueldad. Pero a eso se añade su cinismo. En la cárcel de Tiflet 2 –Marruecos- el director dice no saber que Mohamed Lamin Haddi lleva 40 días en huelga de hambre. El CNDH, el Centro Nacional para los Derechos Humanos marroquí, asegura que ha ido a ver a Sultana y se ha interesado por ella. Sultana lo ha desmentido categóricamente por las redes sociales dando su teléfono y su e-mail por si alguien se quiere cerciorar con ella.
¿Será por eso que las fuerzas de ocupación le han robado el móvil? Cuando parecía que estaban levantando la mano y permitieron la visita de CODESA –Colectivo de defensores saharauis de los derechos humanos- la cosa acabó en represión. Las fuerzas de ocupación han vuelto a aislarla. Sultana inmediatamente se puso en huelga de hambre para protestar por el robo y horas después le devolvieron el teléfono pasándolo por debajo de la puerta. En ese momento dejó la huelga.
En declaraciones a la prensa argelina, Sultana denuncia cómo la represión es más feroz desde el reinicio de la guerra. Las casas son allanadas, registradas, destrozadas y saqueadas. Las personas son acosadas y maltratadas “para intimidarnos e intentar silenciarnos”. “El ocupante marroquí, con sus armas, sus torturas, su represión y sus cárceles, no nos asusta en absoluto. Esperamos todo, absolutamente todo, del ocupante marroquí. Ahora, hemos superado, y con decisión, nuestro miedo”
Sultana forma parte del colectivo ISACOM, Instancia Saharaui contra la Ocupación Marroquí, cuya presidenta, Aminatou Haidar, pide a la ONU protección para los civiles saharauis de la represión marroquí.
Sultana está amenazada de muerte por las fuerzas de ocupación marroquíes.
Buscan infligirle dolor y miedo. Lo del dolor lo consiguen. Lo del miedo, no.
*Fuente: Contramutis
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