En una carta, una frase puede decir mucho más de lo que se lee
por Manuel Cortez (Chile)
17 años atrás 4 min lectura
Estoy seguro de que monseñor Goic actúa honestamente, pero su misión, en este caso, resulta extraña, difícil de comprender, imposible de aceptar.
Leer lo que escribe monseñor Goic (Ver: Carta a Patricia Troncoso), a nombre de la iglesia católica resulta interesante, pues, respecto de los problemas contra los que lucha Patricia, el dice que se trabaja tras soluciones e incluso afirma que "La Iglesia Católica a la que pertenece compromete su palabra y su acción." De aquí se puede deducir que la iglesia está mediando con el gobierno y sabe lo que ocurre en su interior.
El problema para nosotros, el pueblo, es que siempre que exigimos que se respeten nuestros derechos, se nos cita la ley, la mayoría de las cuales provienen de la dictadura y las cuales los gobiernos de la concertación, traicionando las promesas hechas antes del 90 del modo más burdo, no ha hecho nada por cambiar. Quizás si fuera monseñor Goic el presidente de Chile, tendríamos una situación diferente, al menos habría diálogo. Pero Bachelet, la del “gobierno ciudadano”, se esconde, calla y miente, mientras trama soluciones en interés de las minorías privilegiadas. Incluso aprovecha de no comprometerse y trata de empujar a Patricia a deponer su lucha convirtiendo a monseñor Goic en su vocero, haciéndole transmitir un mensaje:
“He sido informado, de manera no oficial, que algunos de los beneficios que usted solicita le serían otorgados después de su total recuperación”.
¿Que se puede leer en estas 23 palabras?
Lo primero que uno se pregunta al leerlas es ¿Por qué no declaran esto Viera Gallo o el ministro Perez Yoma? Por la simple razón de que no quieren que después se les exija cumplimiento. Sabemos que la palabra del gobierno vale CERO y ellos ya se dieron cuenta de que “se les cerró el crédito” con las organizaciones populares. Ya casi nadie les cree.
Además monseñor dice en su frase que fue informado “de manera no oficial”. Lo que nosotros hemos aprendido, es que cuando se nos dice algo “de manera no oficial”, mañana puede ser desconocido y negado por la autoridad.
La carta también dice que se “le otorgarían algunos beneficios”. Pero si lo que pide Patricia es el ¡reconocimiento de derechos, no beneficios!. Los 3 asesinos de Tucapel Jímenez, fueron condenados a 8 años. Y todos sabemos lo brutal que fue ese asesinato; fue ejecutado haciendo uso de todos los poderes y respaldos que les daba el ser agentes del estado en acción. Pues bien, uno de ellos fue amnistiado (¡!!) por el presidente Lagos, el segundo ya salió en libertad y el tercero termina luego esta condena. Patricia, sin embargo, por un supuesto incendio, se le aplicó la “ley contra el terrorismo” y fue condenada a 10 años y al pago de una multa de 500 millones de pesos (1 millón de dólares). ¿Se dan cuenta? No hay comparación posible entre las causas y mucho menos entre las penas y el trato que se les dio: ellos estuvieron cárceles VIP, mientras Patricia está amarrada de pies y manos a una cama en la cual yace desde hace ya casi 4 meses en huelga de hambre.
Por último monseñor Goic dice que estos supuestos “beneficios” le serían otorgados una vez que haya logrado “su total recuperación”. En otras palabras le dice que deponga su huelga, que acepte que ha sido derrotada, que ese no es el camino para luchar por lo que ella considera sus derechos, y sólo entonces será digna de recibir algunos “beneficios”. Ni siquiera se sabe cuáles. Es el mismo garrote de los poderosos de siempre.
Para el 95% de los chilenos, lo que Patricia pide es nada, para la ínfima minoría privilegiada del país, es demasiado. Es peligroso para sus intereses si Patricia logra lo que se ha propuesto.
Mientras el gobierno calla y al parecer trata de usar a la iglesia para sus propósitos, la ola de solidaridad con Patricia crece en el mundo. Desde distintos países latinoamericanos llegan noticias de actos de solidaridad, declaraciones, cartas. La cantidad de intelectuales, políticos, personalidad que van reaccionando frente a lo que hace la “justicia” chilena con los lideres del movimiento mapuche, crece y complica al gobierno de la concertación.
Independientemente del desenlace que tenga la huelga de hambre de Patricia Troncoso, una cosa está clara: Chile y la causa del Pueblo Mapuche no será los mismos que eran el 10 de octubre cuando arrancó la huelga, de esta pequeña gran mujer.
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