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La Papisa Evelyn Matthei quiere excomulgar al Obispo Alejandro Goic

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Nada nuevo bajo el frío invernal santiaguino. A la derecha política le gusta la iglesia católica cuando está al servicio de sus intereses; la iglesia está muy bien si Benedicto XVI condena la Teología de la Liberación, mejor aún cuando quiere volver a la misa, cantada con latín de perros y sigue condenando a las parejas separadas y el uso de los preservativos. Un cura puede ser, perfectamente para la derecha, un psicólogo, un obstetra, un biólogo, un neurólogo, pero nunca un sociólogo o un economista: jamás un Obispo puede tocar a los empresarios, especie de Cristos Crucificados, según el teólogo neoliberal Michael Novak.

Los empresarios nunca han matado peces en el ríos Calle Calle, Bío y Bío y Licantén; son seres generosos para  acrecentar el salario de sus obreros; si el cura se limita a ser un misionero de los ricos, como lo hacen los Legionarios de Cristo y los Opus Dei, será considerado un apóstol, pero si se atreve a denunciar las injusticia sociales, se convertirá en un compañero de ruta de los comunistas, como ocurrió en el pasado con el hoy San Alberto Hurtado, transformado en patrono del país donde existen más diferencias entre ricos y pobres.

Ya ha transcurrido un siglo en que el Diario Ilustrado prefiriera los avisos económicos de fajas y sostenes franceses a publicar la Encíclica Rerum Novarum, de León XIII, que sólo tenía de novedoso exigir un salario justo y denunciar el tratamiento, casi de esclavo, que se daba a los obreros modernos. Hoy, un demócrata cristiano, presidente de CODELCO prologó, innecesariamente un conflicto laboral por más de 35 días, que costó pérdidas al Estado por casi 100 millones de dólares – nada más tonto que creer que este es dinero de todos los chilenos – . Los tecnócratas de Expansiva y de la Democracia Cristiana le salen más caro a Chile que cualquiera de los oligarcas que dilapidaban fundos, a comienzos del siglo XX.

Evelyn Matthei es bastante pretenciosa y un tanto prepotente al creer que es la única que sabe de economía en Chile, razón por la cual se atreve a dictar un “bula” de excomunión, por ignorancia de esta esotérica ciencia, en contra del Obispo Alejandro Goic, cuyo único pecado fue pedir a los empresarios un sueldo ético de $250.000 para cada trabajador idea que, por lo demás, se le había ocurrido al Cristo de Palo Pablo Longueira en sus afanes populistas. El texto de nuestra esclarecida Papisa – que nada tiene ver con la Papisa Juana, de la Edad Media – comienza diciendo que don Alejandro tiene cosas que explicar al país –a lo mejor, el país de Evelyn está compuesto por los Matte y otros dueños de empresas, que cotizan en el Ipsa – “yo creo que el Obispo no tiene idea de economía y se está metiendo en cosas muy difíciles “. Según Matthei, el sueldo mínimo ético condenaría a los trabajadores a la cesantía, destruyendo las pequeñas y medianas empresas. O la economía es una ciencia, sirvienta de los ricos, o sirve para conocer, entre otras materias, cómo se reproduce la vida material. Cuántas veces hemos escuchado los mismos argumentos que amenazan con el caos cuando se quiere acortar la brecha entre ricos y pobres; siempre, ante cada posibilidad de aumento de salarios, la derecha amenaza con el caos.

Hace tiempo que los Obispos vienen denunciando que no es posible vivir con un salario mínimo de $140.000, que es necesario propiciar un cambio que acorte la brecha entre el rico Epulón y el pobre Lázaro. Poco han avanzado los gobiernos de la Concertación por el pago de la deuda social, pues sigue sin mayores cambios. ¿Le tienen miedo a la derecha y a los empresarios, que se han convertido en sus predilectos? Provoca una indignación moral que Chile tenga en sus arcas cerca de 30 billones de dólares, administrados por el Banco Mundial, mientras un millón de chilenos viven en la pobreza. Por lo demás, quienes padecen los efectos de la inflación son siempre los pobres – se calcula que un 50% de su magro presupuesto se gasta en alimentos, que por estos días han subido 100% o más. Es que los tecnócratas  y los que dicen estar en la primera línea de los economistas no se les ocurre que invertir el superávit fiscal en hospitales, escuelas, viviendas y salarios dignos para los trabajadores, es la mejor manera de lograr una mejor calidad de vida y menos riesgo de un grave quiebre social que, mucho me temo, sea similar al del primer Centenario de la República.

Pienso que no hay mucho que esperar de parte de los empresarios: la mayoría de ellos son los mismos avaros del período oligárquico que, seguramente, querrán recurrir al Estado para reprimir las justas demandas de los trabajadores, que están despertando de un largo letargo. Cómo Lúcullus Piñera no tiene un pelo de tonto, abandonó rápidamente a la economista Evelyn y se puso del lado del Obispo Goic y, como no tiene ningún reparo en distribuir el dinero fiscal, y no el suyo, ha ofrecido un sueldo mínimo ético de $290.000. Es como en el cacho, basta con “pedir por abajo”.
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