Descolonizar la política en Chile. La campaña presidencial de Roxana Miranda
por Luis Martín-Cabrera (Rebelión)
11 años atrás 14 min lectura
Cualquiera que pasee estos días por las calles de Santiago y otras ciudades de la geografía de Chile se encontrara en las medianas que dividen las avenidas y las calles con un sinfín de imágenes de los distintos candidatos y candidatas a las elecciones que se celebran este 17 de noviembre. Si esa persona no bajara la mirada a pie de calle y se concentrara en la propaganda electoral, podría tener fácilmente la sensación de que las elecciones son en Oslo o en Copenhague, pues los candidatos de la mayoría de las dos grandes coaliciones son de tez pálida, guedejas rubias y apellidos en su mayoría españoles, franceses, alemanes o, en cualquier caso de raigambre Europea. Entre el pueblo y las fotos, entre representados y representantes hay una abismo que se sigue reproduciendo y que está, de hecho, naturalizado. Para evitar cualquier confusión, no estamos hablando de esencialismos ni de determinismos biológicos, sino de la configuración de poder de la élite política en Chile que sigue estando altamente concentrada en un puñado de familias que exigen sin ningún pudor en la propaganda electoral su pertenencia a estos clanes (Sabat, Ossandon, Alvear, Ruiz-Tagle, etc.).
Esta elite de poder neocolonial y criolla ha sufrido obviamente mutaciones e incorporaciones a lo largo de los siglos, pero en líneas generales también ha mantenido su poder fundamentalmente intacto desde la independencia. De hecho, cuando el oligopolio criollo ha visto su poder amenazado ha recurrido siempre a la violencia como en sucedió palmariamente en 1973, pero también en numerosas ocasiones antes. En Chile los que mandan son muy pocos y se apoyan en una matriz de poder que es patriarcal, racista, clasista y homofóbica, aunque acepte inclusiones y candidatos puntuales que rompan con la monótona y monocromática imagen de los carteles electorales. Estamos hablando de personas, pero sobre todo de una estructura que promueve que los dirigentes del país vayan a los mismos colegios, vivan en los mismos barrios, hablen igual, se vistan igual y piensen igual para asegurar la reproducción de un modelo capitalista neoliberal y estractivista que ha generado más desigualdad y pobreza que en ningún otro lugar del continente.
La campaña de Roxana Miranda, candidata del Partido Igualdad a la presidencia de la república, dirigente social y líder del movimiento Andha Chile Democrático (una organización de deudores habitacionales que luchan por el acceso a una vivienda digna) y de la FENAPO (Federación Nacional de Pobladores) ha venido a quebrar la hegemonía neocolonial del grupo que ostenta el poder en Chile de manera inalterada desde el golpe de estado de 1973. Como ella misma ha señalado, las otras candidatas, Evelyn Mathei y Michelle Bachelet, son las hijas rubias de los generales, ella es la hija de un obrero. En este sentido es meridianamente claro que Roxana Miranda es la única candidata que no pertenece al oligopolio hegemónico criollo y colonial que dirige el país y, por eso mismo, puede desplegar una serie de verdades encima de la mesa electoral que son suyas, pero son sobre todo las verdades del chile de los pobres, de los excluidos, de los sin casa, de los nadie, de los nunca, como ella misma insiste en autodenominar al Chile de las y los de abajo.
Hoy día ya pocos dudan, incluso en los sectores más acomodados del país, que la verdad de Roxana Miranda y sus iguales existe, que el Chile invisible del que ella habla lo padecen millones de personas, que su discurso toca la realidad material y la experiencia vivida de la mayoría de la población en Chile mucho más que el de los otros candidatos. En su lugar, ha aparecido una nueva racionalización, sobre todo entre las clases medias y ciertos sectores de la intelectualidad, que podría resumirse así: “Roxana Miranda tiene razón en todo lo que dice, pero no está preparada para gobernar porque es una pobladora y además no tiene programa electoral”. Estas “justificaciones” son, en realidad, producto de una mentalidad colonial que sigue siendo prisionera del prestigio social de la elite dirigente y que, por tanto, sigue, contra toda evidencia, negándole autonomía e inteligencia propia a todas y todos aquellos que representan el vasto movimiento social que encabeza Roxana Miranda. Por eso, en las líneas que siguen trataré de mostrar que descolonizar el imaginario político y votar por Roxana Miranda son una y la misma cosa, una condición necesaria para la emancipación de la parte de los y las que no tienen parte en Chile.
“Chasconear la política”: un experimento en comunicación política y pedagogía popular
Cuando le preguntamos a Roxana Miranda qué esperaban de las elecciones, nos contestó “Chasconearles la política” [1]. Chasconear para los que están afuera del dominio lingüístico del español de Chile y Bolivia, significa desordenar, revolver, Neruda Llamaba a Matilde Urrutia “La chascona” porque tenía el cabello revuelto. ¿Cómo chasconea la política electoralista la campaña de Roxana Miranda? En primer lugar dividiendo el campo político y su audiencia para construir su discurso político a partir de una serie de antagonismos que son lo opuesto del consenso que apuntaló la transición a la democracia: el retorno de la Política como desacuerdo y conflicto. En los debates televisados y en sus intervenciones en los medios es claro que Roxana Miranda no le está hablando a los otros políticos de la Concertación o de la Alianza. No tiene absolutamente nada que decirle ni a Michelle Bachelet ni a Evelyn Mathei que no sea señalarles con el dedo por ser responsables de la situación de miseria y exclusión que viven ella y los que son como ella. En uno de los primeros debates en CNN Chile Miranda pronunció un emotivo discurso en el que pedía que se fueran las cinco familias que dominan el país y todos los políticos lamebotas que les sirven, porque hoy los convocados a cambiar la situación son la gente como ella, la voz de los sin voz; “yo Roxana Miranda no represento al pueblo, yo soy pueblo, soy parte de ese sector pisoteado” afirmó [2].
En el programa electoral se puede leer de manera mucho más específica el fundamento teórico de esta ruptura y desbordamiento de la política como representación vertical: “Que el movimiento popular empiece a ser protagonista significa, entre otras cosas, que será sujeto de su propio proyecto y no objeto de la representación. Agradecemos a las vanguardias y a aventureros/as iluminados/as que han ofrecido sus servicios de conducción de este ponerse en pie de la sociedad. Pero estamos convencidos y convencidas de que el movimiento ha alcanzado suficiente madurez para conducirse a sí mismo a través de sus propios liderazgos”. Esto, entre otras cosas, es lo que separa la campaña de Roxana Miranda de las otras campañas de izquierdas que encabezan Marcel Claude, Afredo Sfeir y Marco Enriquez Ominami: Roxana Miranda viene de otra parte y habla desde otro sitio, es un sujeto popular empoderado, una mujer pobre que le habla a su pueblo de tú a tú.
En sus alocuciones Miranda utiliza el vocativo “vecinas y vecinos” tan común entre los miembros del movimiento de pobladores, repite “le quiero hablar a mi pueblo” y desde ahí empieza a mostrar algo que, en realidad, todos saben, pero que es preciso hacer visible, re-presentar: las múltiples formas de opresión, explotación y violencia a que está sometido el pueblo chileno. Estos gestos constituyen una pedagogía popular en el mejor sentido de la palabra. Roxana Miranda acude a los debates y muestra las tarjetas del Transantiago y de los servicios médicos y les pregunta a los otros candidatos si saben de qué color son, si saben cuánto hay que esperar para que te atiendan en un consultorio médico, si saben cuánto se tarda en ir desde una población al trabajo. Al preguntarles Miranda no busca que le respondan los otros candidatos, sino más bien mostrarle a su pueblo que los que les gobiernan no saben cómo viven y no les importa, que los únicos que pueden cambiar este estado de cosas son ellas y ellos.
En este sentido, el lenguaje de la campaña no está plagado de abstracciones teóricas, aunque sea más teórico y sofisticado que todos los demás, está expresado con el humor y el ingenio populares: Miranda llama a la Nueva Mayoría (la coalición que encabeza Bachelet) la “nueva pillería”, se dice magíster en economía porque cualquier mujer lo tiene que ser para llegar a fin de mes con los salarios de miseria que ganan, cuando Don Francisco le preguntó si no le daba miedo haberse ahogado en el Mapocho cuando lo ocuparon para protestar, Miranda contesta que “no le da miedo porque ya está ahogada por las deudas”. Roxana Miranda se divierte con su pueblo, les interpela, les muestra y ellas y ellos se identifican como no podrían identificarse con ningún otro candidato porque no hablan su idioma ni comparten su historia.
La semana pasada fui con un grupo de estudiantes de la Universidad de California a una reunión del Andha Chile. Allí no había cámaras ni periodistas. Roxana Miranda llegó como hacia las 10 de la noche después de un día entero de campaña para participar en una reunión donde se discutían casos específicos de deudores habitacionales, estrategias del movimiento, campañas de apoyo a quienes lo están pasando peor. Roxana Miranda conoce con nombre y apellido a sus vecinos, sabe de qué comunas vienen, en qué estado se encuentra su vivienda, si está a punto de rematarse, tiene, en una palabra, los pies puestos en la calle incluso en campaña electoral. Se me hace muy difícil imaginarme a ningún otro candidato presidencial con esa capacidad de entrega y de amor a su pueblo. No puede sorprender, por eso, que nada más entrar en la sala las personas que participaban en la reunión se identificaran con ella. Le contaban que se habían conmovido con esto u otro que había dicho en la televisión. Ana María Cepeda, una de las pobladoras de Villa Francia que están entrevistando las estudiantes de la Universidad de California que trabajan conmigo, siempre nos dice, “yo soy como la Roxana” por fin alguien le cuenta a Chile y al mundo lo que nos pasa de verdad.
Violencia simbólica y programa político
En el debate de ANATEL (Asociación Nacional de Televisión) los periodistas no dejaban de preguntarle a la candidata del Partido Igualdad si estaba a favor de los encapuchados si no pasaban directamente a acusarla de usar tácticas violentas en las ocupaciones de bancos y las “funas” de políticos emblemáticos cono Bachelet y Piñera que hizo el Andha. Miranda contestaba siempre dándole la vuelta a la tortilla al modo Bertold Brectch –“Qué es robar un banco comparado con fundarlo”– y mostrando que los que sufren la violencia son la gente como ella que tiene que lidiar con las consecuencias del sistema neoliberal implantado en Chile por la dictadura. Sin embargo, además de darle la vuelta a la pregunta, cabe señalar, como han mostrado Nicolás Angelcos y Miguel Pérez, que la presencia de Roxana Miranda en los medios ha generado también grandes dosis de violencia simbólica dirigida contra ella por lo que representa como mujer pobre de Chile [3]. De partida, es frecuente que los periodistas se dirijan a ella como “la Roxana” o “Roxana”, mientras que las dos candidatas de los grandes partidos son “la sra Bachelet” y la “sra Mathei”. Como la propia Miranda ha señalado, para los otros candidatos yo soy simplemente “la nana”.
En parte la violencia simbólica se ejerce contra ella por su discurso, pero también porque una mujer pobre de piel cobriza con voluntad de poder genera en la elite colonial de detenta el poder reacciones agresivas veladas y no tan veladas. Por ejemplo, casi todas las historias de vida que han hecho los canales de televisión mayoritarios (CNN, Chilevisión, Canal 13) preguntan obsesivamente a la candidata Igualdad por su vida sentimental. Roxana Miranda es madre de cuatro hijos, pero está separada del padre de éstos. Un modo de tapar el discurso y la agencia colectiva del Partido Igualdad consiste en centrarse obsesivamente en la sexualidad de la candidata. Los periodistas, casi todos varones, le preguntan obsesivamente a Roxana Miranda si tiene pareja, si la piensa tener, si le gusta bailar pegado… ¿Le hacen estas preguntas a los candidatos varones? ¿Qué tipo de miedos genera en la clase dominante una mujer que se asume sin pareja pero empoderada y con capacidad para alzar la voz? Estas contradicciones llegaron al paroxismo en el programa “Las caras de la Moneda” dirigido por Don Francisco, ese siniestro personaje del entretenimiento popular en América Latina [4]. En su entrevista con Roxana Miranda Don Francisco le pregunta a Roxana: “¿qué se siente durmiendo sin un hombre al lado? Obviamente, una mujer sin la tutela de un hombre sólo puede estar triste y desamparada, pero si esto ni fuera poco don Francisco también pregunta si ha pasado hambre y cuando la candidata del Partido Igualdad responde afirmativamente, Don Francisco no tiene reparos en preguntarle, ¿Qué se siente cuando uno tiene hambre?
Estas preguntas son cualquier cosa menos inocentes son agresiones dirigidas contra el cuerpo de la candidata por lo que es y lo que representa. Una mujer del pueblo no puede osar quebrar la jerarquía neocolonial de poder y, sin embargo, Roxana Miranda y todas y todos los candidatos/as del Partido Igualdad se han atrevido a hacerlo sin dejarse victimizar. A pesar de las preguntas insquisitoriales Miranda todavía consigue hacer llegar su discurso que, de todas maneras, podría escucharse mucho más sin las múltiples distracciones y agresiones que la han salpicado en sus alocuciones públicas. Sorprende la acusación recurrente de que el Partido Igualdad tiene una buena crítica del sistema neoliberal pero no tiene propuestas cuando el programa tiene 125 páginas y contiene las propuestas más innovadoras y detalladas que yo haya podido leer sobre el futuro de la sociedad chilena [4]. Por ejemplo, el Partido Igualdad propone un nuevo modelo productivo autogestionado, respetuoso de los pueblos, anti-estractivista y en armonía con la naturaleza, una salida progresiva del modelo neoliberal capitalista mediante medidas específicas que van desde un nuevo modelo impositivo, a la reindustrialización pasando por la reforma del sistema político a través de una asamblea constituyente y social. En materia social la propuesta toma como eje el modelo indigenista del “buen vivir” como filosofía para la felicidad sustentable de los pueblos, defienden el aborto y el matrimonio igualitario y muchas, muchas más cosas. Pero esto no puede salir en los medios porque a Don Francisco le interesa mucho más saber si a Roxana Miranda le gusta bailar cumbia.
Electoralismo y frentepopulismo
Llegados a este punto muchas personas se preguntaran cuántos votos pueden obtener los candidatos del Partido Igualdad y/o por qué no formaron una coalición con el movimiento “Todos a la Moneda” de Marcel Claude o con los ecologistas de Sfeir. Sobre la posibilidad de formar una coalición cabe decir que el comando de Marcel Claude es cuando menos desleal, porque lo que no se puede hacer, como sucedió la semana pasada, es llamar a formar una coalición a una semana de las elecciones a través de los medios. Eso no es más que un intento de acaparar votos, pero lo más grave es que Marcel Claude no se dé cuenta de todo lo que he tratado de exponer aquí: que es la hora de los pueblos y que a los intelectuales orgánicos de la clase media nos toca sumarnos a ese proceso de emancipación colectiva con humildad y con determinación, renunciando a nuestros privilegios y poniendo nuestro capital cultural y simbólico al servicio de un pueblo que ha decidido ser sujeto de su propia historia. Ser iguales y libres o no ser nada, esa es la cuestión.
En cuanto al electoralismo, es impredecible lo que pueda pasar, pero creo que es un error pensar en términos cuantitativos el éxito o el fracaso de la campaña del Partido Igualdad. Creo firmemente que por de pronto Roxana Miranda le ha dado un ejemplo de dignidad a Chile y al mundo, ha puesto encima de la mesa un “secreto abierto” (la explotación, la desigualdad, la miseria) sobre el que después seguir creando poder popular y formas de emancipación colectiva.
El tiempo revolucionario mapuche se expresa con la palabra “Marichiweu”, literalmente “diez veces venceremos” o “venceremos siempre”. No puedo votar en las elecciones porque no soy chileno pero si pudiera votaría 10 veces por todas y todos los candidatos del Partido Igualdad, porque estoy seguro de que con ellas y ellos el pueblo chileno y el pueblo mapuche vencerán y serán por fin libres . ¡Qué el pueblo mande!
*Fuente: Rebelión
NOTAS
[1] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=175648
[2] http://www.youtube.com/watch?v=rsOOtgKxOIU
[3] http://www.elmostrador.cl/opinion/2013/11/09/roxana-la-presidenta-cuatro-claves-para-entender-un-proyecto-de-transgresion/
[4] http://partidoigualdad.cl/nuevaWeb/wp-content/uploads/2013/11/Programa-Roxana-Miranda.pdf
[5] http://www.13.cl/programa/las-caras-de-la-moneda/videos/roxana-miranda-recibio-en-su-casa-a-don-francisco
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