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Reconocimiento de Insulza de la farsa con gobierno británico para liberar a Pinochet

Reconocimiento de Insulza de la farsa con gobierno británico para liberar a Pinochet
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7 de octubre de 2025

En el libro publicado este año: «Calle Londres 38. Dos casos de impunidad: Pinochet en Inglaterra y un nazi en la Patagonia» (Anagrama, Barcelona) del destacado abogado británico Philippe Sands -contratado por Human Rights Watch para el juicio de Pinochet en Londres-; José Miguel Insulza y Cristián Toloza -estrecho asesor del presidente Frei Ruiz-Tagle en la época- ¡reconocen que los gobiernos chileno y británico orquestaron falsos diagnósticos médicos sobre la salud mental de Pinochet -con la colaboración de este último- para lograr su vuelta a Chile y su posterior impunidad!

Así, respecto de un «acuerdo» entre dichos gobiernos para tal efecto, Sands escribe que
«José Miguel Insulza, que había pasado de ministro de Relaciones Exteriores a la Secretaría General de la Presidencia del Gobierno de Frei en junio de 1999, confirmó las fechas. ‘En junio Frei adoptó un nuevo enfoque del caso y empezó a tratar directamente con la oficina del primer ministro británico’. Insulza no trataba personalmente con los británicos, pero veía a Frei todos los días y ‘sabía, pues, lo que se tramaba’. Todo lo llevaban el nuevo ministro de Relaciones Exteriores, Juan Gabriel Valdés, en estrecha colaboración con Izurieta (comandante en jefe del Ejército), y el ministro del Interior, Raúl Troncoso. La persona clave era Cristián Toloza» (p. 397).
» ‘Toloza era de fiar y la persona que iba a Londres a hablar con Jonathan Powell, jefe de gabinete de Tony Blair’, me dijo Insulza. En Santiago, las reuniones en que se trataba del caso Pinochet eran secretas. Se celebraban en un pequeño despacho cercano al del presidente, en el Palacio de la Moneda, al que se tenía acceso directo desde un aparcamiento subterráneo» (Ibid.).
«¿Fueron los británicos quienes tuvieron la idea de lo de la mala salud de Pinochet? ‘Sí, pero la parte chilena la aceptó inmediatamente’, dijo Insulza. ‘No creo que ningún psiquiatra ni médico británico hubiera examinado a Pinochet’. El proceso se verificó en dos etapas: Pinochet contrató a un médico y luego unos médicos independientes extendieron un informe. ‘Esto se acordó enseguida’ ¿Y España? ‘No creo que tuviera nada que ver’. Las negociaciones entre los Gobiernos británico y chileno se tuvieron al más alto nivel, empezando por una conversación entre los dos líderes. ‘El señor Blair llamó a Frei’ dijo Insulza. En sus memorias, Blair no habla de esto, ni de Pinochet ni de Chile» (Ibid.).
«Los contactos de alto nivel empezaron a mediados de 1999. ‘Toloza se encargó del asunto y viajó a Londres por primera vez en julio. En septiembre u octubre la cosa marchaba, pero yo ya apenas participaba’, recordaba Insulza. Pensaba que llegar a un acuerdo ayudaría a elegir a un candidato de centroizquierda que sucediera a Frei (quien, según la Constitución, no podía volver a presentarse), por lo que el regreso de Pinochet tenía ‘un valor político’. ¿Que regresara y fuera juzgado en Chile? Insulza asintió. ¿Había un quid pro quo? ‘Bueno, eso espero’, dijo Insulza con una sonrisa. ‘La idea era que, cuando regresara a Chile, Pinochet sería juzgado de alguna manera’ (Ibid.; pp. 397-8).
Luego Sands confirmó todo lo anterior en una entrevista con Cristián Toloza quien en cuatro viajes secretos a Londres fraguó los detalles de la farsa con el gobierno británico; y que le confesó a Sands: «No me enorgullezco del papel que tuve en traerlo de vuelta» (Ibid.; p. 473). Y respecto de la simulación que desarrollaría Pinochet para obtener los informes médicos sobre su «demencia», Sands agrega que «le pregunté (a Toloza) por otra cosa que había oído, a saber, que, en el marco de la cooperación entre el Gobierno y el Ejército chilenos, se había elaborado un documento en el que se decía a Pinochet cómo debía comportarse para maximizar sus posibilidades de volver a Chile. Toloza me confirmó el rumor. ‘Se elaboró un informe para el general Izurieta en el que se indicaba cómo debía fingir Pinochet que estaba deprimido’ me dijo. Constaba de unas diez páginas y describía cómo debía ‘actuar’ Pinochet: tenía que decir que había pensado suicidarse, que tenía problemas de memoria, cosas irracionales y absurdas. Toloza y yo nos miramos en silencio. Él sonrió burlonamente. ¿Le llegó el informe a Pinochet? ‘Supongo que sí. Izurieta fue a Londres y se vieron'» (Ibid.; p. 405).
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