Nord Stream y la cada vez peor economía alemana
por Seymour Hersch (EE.UU.)
11 meses atrás 10 min lectura
Imagen superior: Presidente Biden y Canciller alemán Scholz (Febrero 2022, en visita en Washington, hasta donde voló sin equipo asesor, sin comitiva política, sin periodistas… solo!). Posteriormente no hubo conferencia de prensa, ni declaración firmada por ambos gobiernos. Como diría el Bombo Fica …..
25 de diciembre de 2023
¿Ha provocado el sabotaje del oleoducto de Biden el ascenso de la derecha alemana?
La economía alemana lleva más de un año privada de gas ruso barato, gracias en parte a Joe Biden y su decisión a principios del año pasado de destruir los gasoductos Nord Stream. Mientras tanto, la política alemana continúa su caída hacia la derecha. Puede arrastrar consigo a gran parte de Europa Occidental.
Alemania, el país desarrollado más importante con peores resultados del mundo, y tanto el Fondo Monetario Internacional como la Unión Europea esperan que se contraiga este año.
La semana pasada, Alternativa para Alemania (AfD), un rígido partido antiinmigración en una nación en la que los inmigrantes representan el 18% de la población total, por primera vez, que se formó hace una década, un candidato suyo, gana una elección para una alcaldía. The New York Times describió la victoria en Pirna, una pequeña ciudad de Sajonia, como un reflejo de la creciente popularidad del partido. Cuenta con el apoyo del 35% de los votantes en Sajonia y del 22% en todo el país, una cifra que se ha duplicado en los dos últimos años.
Alemania dominó en su día los mercados mundiales con sus coches de lujo y su maquinaria industrial, pero ahora se encuentra en un proceso de lo que algunos han denominado rápida desindustrialización. Hace tres meses, la cadena de televisión Euronews calificó a Alemania como «el país desarrollado más importante con peores resultados del mundo, y tanto el Fondo Monetario Internacional como la Unión Europea esperan que se contraiga este año«. Las ganancias políticas de AfD, me dijo Max Paul Friedman, un académico estadounidense que conoce bien Alemania, «asustan mucho a muchos alemanes» porque el pesimismo económico hace que otros partidos políticos en Alemania y en toda Europa, así como en Estados Unidos, adopten políticas antiinmigrantes.
«Si los oleoductos fluyeran, ¿sería todo esto diferente?«, preguntó Friedman, profesor de Historia y Relaciones Internacionales en la American University.
«Sí y no. Los precios de la energía son centrales, pero seguirían teniendo la burocracia esclerótica, el declive del mercado chino, la falta de mano de obra cualificada. Y teniendo en cuenta lo que está ocurriendo en todos los países del Atlántico Norte, de todos modos seguirían en un estado de ánimo islamófobo y antiinmigrante como sus vecinos.»
Dadas esas realidades, me dijo Friedman, él describiría «la cuestión del oleoducto como un catalizador o quizá la gota que colmó el vaso, más que como el único factor crítico que contribuye a los males de Alemania«.
Sarah Miller, que ha pasado cuatro décadas escribiendo y editando las mejores revistas estadounidenses sobre petróleo y gas -ahora escribe un blog en Medium- describe estos días como «tiempos desesperados, especialmente para las empresas alemanas y algunas europeas que se enfrentan a facturas energéticas infladas y a una inflación continua y posiblemente arraigada en su país».
Alemania corre el riesgo, me dijo esta semana en un correo electrónico, «de perder una gran parte de la base industrial que ha sido clave para mantener su fuerza industrial y su peso político en la UE durante las últimas décadas. Esta base industrial también es emocionalmente importante para los alemanes -especialmente en el caso de los automóviles y los productos químicos-, lo que la convierte en una cuestión política de enorme importancia».
Según Miller, la escasez de gas en Alemania «se está estabilizando, con algunos acuerdos a diez años o más para comprar gas natural licuado, principalmente a Estados Unidos y Qatar y, más recientemente, gas por gasoducto a Noruega». Pero la cantidad de gas que consume Alemania se ha reducido drásticamente con respecto a los niveles de antes de la guerra, y las industrias de alto consumo energético son las más afectadas. Las legendarias industrias alemanas se han debilitado. El temor a que no se recuperen está muy extendido, al igual que la preocupación de que, si las empresas afectadas se recuperan, será con una mayor dependencia de China. Estas industrias son importantes para la sensación de seguridad y autoconfianza del país, y las consecuencias políticas podrían ser graves» para el gobierno de coalición del Canciller Olaf Scholz.
«Es interesante», dijo Miller, que
«lo que más teme todo el mundo -desde Alemania a China y muchos lugares entre medias- es que se repita la desindustrialización, financiarización y vaciamiento económico que Estados Unidos ha experimentado en las últimas décadas. Estados Unidos es un cuento con moraleja. Es bastante patético cuando lo piensas así».
Estados Unidos ha sido el factor más controvertido en los últimos tiempos difíciles de Alemania, tan controvertido que rara vez se menciona su papel. La decisión de Biden en otoño de 2022 de ordenar a un equipo dirigido por la CIA que trabajaba de incógnito en Noruega -con lo mejor de las fuerzas especiales noruegas, que han sido un activo estadounidense desde el final de la Segunda Guerra Mundial- que volara los gasoductos Nord Stream en el mar Báltico. Nord Stream 1 llevaba suministrando gas ruso barato a Alemania desde 2011. El recién construido Nord Stream 2 estaba en las últimas fases de finalización cuando fue cerrado, bajo presión estadounidense, por el canciller Scholz en febrero de 2022, justo antes de la invasión rusa de Ucrania.
Los líderes nacionales estadounidenses y occidentales han advertido desde los primeros días de la Guerra Fría sobre la capacidad de Rusia para convertir en armas políticas sus vastas reservas nacionales de gas y petróleo situadas en Siberia occidental, cerca del Círculo Polar Ártico. Un experto en energía, durante un reciente café mañanero en Nueva York, calificó a las naciones del mundo sin reservas de petróleo o gas de «zombis» que tienen la desesperada necesidad diaria de encontrar sangre que beber para mantener la vida.
Los estadounidenses asignados a la misión encubierta en el mar Báltico en las semanas previas a la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022 asumieron que el objetivo era persuadir al presidente ruso Vladimir Putin de que no invadiera. Cuando se produjo la invasión, a pesar de las anteriores amenazas públicas de destruir el oleoducto por parte de Biden y Victoria Nuland, ahora vicesecretaria de Estado en funciones, se ordenó al equipo estadounidense en Noruega que continuara su trabajo y encontrara la manera de llevar a cabo la misión.
Los agentes se habían preparado para la misión y estaban listos para partir a finales de mayo, pero el plan fue cancelado con poca antelación por Biden. No hubo ninguna explicación porque los presidentes, tanto si están profundamente implicados en la planificación de la misión como si, como en el caso que nos ocupa, saben muy poco sobre la planificación, no tienen necesidad de explicar su forma de pensar. El equipo de la CIA siguió profundamente implicado y entusiasmado porque suponía que Biden acabaría apretando el gatillo y luego le diría a Putin que autorizó la destrucción y por qué lo hizo, porque le había dicho públicamente a Putin lo que iba a hacer y lo hizo. El mensaje que los hombres y mujeres de la misión querían oír era: «No te metas conmigo«. El líder ruso necesitaba saber que cuando un presidente estadounidense amenaza, lo hace en serio.
Sin embargo, la Casa Blanca ordenó que la CIA encontrara la forma de darle la opción de volar el oleoducto en el momento que Biden eligiera. Las bombas ya estaban colocadas. Organizar esa opción, con la seguridad o el éxito necesarios, fue mucho más difícil de lo que el presidente y sus asesores llegarían a saber. Fue posible gracias a la ayuda de expertos técnicos académicos externos. La orden presidencial llegó a finales de septiembre y tres de los cuatro oleoductos fueron destruidos después de que los explosivos fueran activados por un dispositivo de sonar de baja frecuencia especialmente montado. (No se colocaron bombas en el cuarto oleoducto porque los dos buzos de la Marina que habían practicado durante meses tenían un plazo estricto y fueron devueltos a un lugar seguro antes de que pudieran terminar su misión).
La sincronización de Biden parecía dirigida al canciller Scholz. Algunos en la CIA creían que el temor del presidente era que Scholz, cuyos electores eran tibios en su apoyo a Ucrania, pudiera vacilar con la llegada del invierno y llegar a la conclusión de que mantener a su pueblo caliente y a sus industrias prósperas era más importante que apoyar a Ucrania frente a Rusia. Podría decidir dejar fluir el gas. Una vez más, como han temido los presidentes estadounidenses desde Kennedy, el gas ruso sería un factor estratégico.
Esta semana saltó la noticia, como señaló Miller, de que Sefe, una empresa energética estatal alemana, llegó a un acuerdo energético de 55.000 millones de dólares con la noruega Equinor que, según Reuters, suministrará a Alemania un tercio de sus necesidades industriales de gas durante diez años, con opción a una prórroga de cinco años. Reuters hizo todo lo posible por reescribir la historia e informó a sus lectores de que el acuerdo era, para Alemania, «un hito en los esfuerzos de Berlín por sustituir al anterior proveedor a largo plazo, Rusia, que primero recortó y después suspendió el suministro en 2022, avivando los temores de frío en los hogares alemanes«. Los gasoductos Nord Stream destruidos ya no eran relevantes.
En los diez meses transcurridos desde que publiqué mi primer relato sobre el sabotaje del Nord Stream, el Gobierno alemán y los medios de comunicación, al igual que en Estados Unidos, han ignorado o proporcionado relatos alternativos sobre el cómo y el por qué se destruyeron los gasoductos. La idea de que un presidente estadounidense en ejercicio destruyera deliberadamente una fuente vital de energía y de un aliado cercano ha sido, como diría Freud, tabú.
Un funcionario estadounidense, conocedor del uso político de la energía, calificó el acuerdo noruego, con cierto sarcasmo, de «sorprendente golpe de buena suerte para Scholz, justo cuando su base se enfrentaba a otro invierno sin gas«. De la nada, los noruegos encontraron un cliente para casi exactamente el mismo porcentaje de gas perdido por el cierre de Nord Stream».
«Mágicamente«, añadió, «el acuerdo coincide con el cierre anterior por parte de Rusia de yacimientos de gas y petróleo que -de no ser por la destrucción de los gasoductos Nord Stream- habrían sido la fuente de gas para los dos gasoductos«. Putin respondió a la anterior decisión de Scholz de rechazar la entrega del gas ruso en Nord Stream 2 anunciando que pondría fin al suministro.
De esta forma, según el funcionario, Scholz pudo haber entendido que el gas ruso para Nord Stream 2 ya no estaría disponible si «él y Biden estuvieran hombro con hombro» en la Casa Blanca el 7 de febrero de 2022, unas semanas antes de que Rusia invadiera Ucrania, y Biden anunciara que si Rusia invadía Ucrania no habría Nord Stream 2.
«En cuanto a los noruegos«, me dijo el funcionario, «la mejor manera de ampliar la cuota de mercado siempre ha sido eliminar a la competencia«.
«¿No es grandiosa la historia?«, concluyó.
-Traducción para piensaChile desde el inglés al castellano: Martin Fischer
*Fuente: Seymour Hersh
Más sobre el tema:
Escenario final: el plan de Rusia para el curso ulterior del conflicto de Ucrania en 2024
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