Las FF.AA. y Carabineros deben ser parte del país justo e inclusivo que queremos
por Enrique Villanueva M. (Chile)
3 años atrás 8 min lectura
14 de diciembre de 2021
Hace unas semanas entregamos una declaración a la opinión pública manifestando nuestra preocupación, por la intención de la ultraderecha de polarizar el pais lo que se ha agudizado en estas últimas semanas con el desarrollo de una campaña de guerra psicológica sin limitaciones, descalificando al candidato Gabriel Boric, esparciendo mentiras, fake news y anteponiendo como su caballito de batalla, un anticomunismo anticuado y enfermizo, el que a estas alturas, en las elites ligadas al poder, es antropológicamente cultural.
Vemos como la ultraderecha intenta presentarse como una fuerza política ridículamente desideologizada o con mala memoria, lo que es inaceptable, porque esta ultraderecha de hoy representa a la derecha que en su forma de pensar y en su práctica política es antidemocrática y es tributaria de tradiciones que fundamentan su rechazo al pluralismo político. Es la derecha que en el pasado fue la principal defensa del autoritarismo totalitario y que disfraza en un anticomunismo obsesivo, tal cual lo ha expresado el propio candidato ultraderechista, la persecución y el encarcelamiento de quienes son calificados de activistas de izquierda, lo que no es otra cosa que la persecución también obsesiva el enemigo interno, para lo cual utilizan a las FFAA y a carabineros.
Una ideología que también existe en las FFAA y Carabineros lo que representa un peligro para el futuro democrático de nuestro pais, en los últimos cincuenta años la doctrina de las FF. AA ha sido la Doctrina de la Seguridad Nacional, la que se ha reproducido ininterrumpidamente a través de la formación académica militar. Los Oficiales y suboficiales formados en las distintas escuelas matrices, son depositarios de un militarismo cuyo objetivo es político y que se proyecta como un superpoder entronizado en el Estado, aspirando a transformarse, llegado el momento, en un factor decisivo de control, mediante una metodología de guerra, de toda la vida nacional, como lo hicieron en dictadura.
Este militarismo que aísla ideológicamente a las FFAA de la sociedad, de sus intereses y preocupaciones, implica que, en un momento de conflicto social, como lo fue la rebelión social de 2019, se manifieste el desprecio del militarismo por las instituciones democráticas. Lo que quedo transparentemente en claro con las acciones y declaraciones de los mandos de carabineros, desautorizando a las autoridades del gobierno y, con las acciones represivas brutales que cometieron en contra de la población, violando los derechos democráticos y los derechos humanos de las personas.
La ultraderecha y como lo repite su candidato, estima que estos hechos no existieron, a pesar de las constataciones hechas por organismos internacionales y nacionales, quienes constataron la gravedad de lo sucedido, o, a pesar de los asesinatos y del daño físico y sicológico que causaron en cientos de jóvenes, incluyendo a quienes aún están en prisión sin acusaciones que justifiquen el encarcelamiento. Para la derecha la explicación es la misma que por años dieron a los crímenes cometidos por la dictadura, que eran “inventos de los comunistas” o que, y si existieron, solo fueron acciones aisladas e individuales de militares y carabineros.
Lo que se cierne sobre nuestra sociedad entonces, es el peligro de retrocesos en todos los logros sociales en los que se han avanzado y el retorno a los métodos dictatoriales violatorios de derechos y libertades, interpretando desde una óptica reduccionista los problemas y las realidades de la sociedad en su conjunto. Para la derecha en general, los conflictos y las contradicciones que emergen de las desigualdades sociales y económicas que son propias del modelo económico instalado a balazos en 1973, son amenazas que deben ser subsanadas por la fuerza militar, incluidas la intolerancia de la convivencia entre la política y el poder de la religión.[1]
Considerando estas premisas, es esperable, en un hipotético gobierno de ultraderecha, el nombramiento de exgenerales, de civiles militaristas, en cargos estratégicos de la administración del Estado, como sucede hoy en Brasil con el gobierno de ultraderecha de Bolsonaro, con lo que subyace el monitoreo por parte de las FFAA. hacia los actos del gobierno civil. Además de mantener y continuar fortaleciendo el militarismo, para reducir todos los actos de la vida social al lenguaje y a los mecanismos castrenses, el que se termina transformando, entre otros, en un ente que succiona los recursos económicos del erario público, como sucedió en dictadura con las ganancias del cobre, sin ninguna retribución a las arcas del Estado.
Creemos por lo tanto que terminar con el militarismo es hoy una necesidad urgente y un desafío para el próximo gobierno democrático, militarismo que no es solo patrimonio de los militares, este concierne también a los civiles, representado y cuidadosamente oculto por el actual candidato de la ultraderecha, quienes piensan que las soluciones a los problemas, y en general toda la vida social, se debe regir por el orden y la disciplina castrense.
El militarismo en las FFAA continua vigente, los gobiernos y los Ministros de defensa en los últimos años, aportaron bien poco a terminar con este flagelo atentatorio a la democracia, razón por la cual los intentos que se hicieron para vincular a las instituciones militares a los desafíos de la democracia fueron bien escuálidos. Por años vimos como Ministros de defensa fueron personajes políticos anodinos y bien afinados con los intereses de los mandos militares que terminaron corrompiendo a las FF.AA. y carabineros.
Quienes fuimos militares y nos opusimos al golpe de estado de 1973, afirmamos que el cambio fundamental en las FFAA hoy es uno doctrinario, para que los militares asuman como propios los desafíos democráticos, sociales y económicos que el pais requiere iniciar y mas aun con una nueva Constitución, que será representativa de los intereses de todos y todas las chilenas y chilenos, un hecho contradictorio de principio a fin con la candidatura presidencial de la derecha y de sus valores retrógrados.
La disyuntiva que enfrentamos los chilenos no es entre libertad y comunismo, como lo quiere caricaturizar la derecha, el dilema es entre el cambio y el estancamiento, entre un futuro para nuestras futuras generaciones o mantenernos sometidos al abuso, a las desigualdades sociales y económicas, a la corrupción, es entre la libertad, la democracia y el autoritarismo militar.
Esa es la disyuntiva, ante la cual es un imperativo ético ratificar nuestro apoyo al futuro gobierno de Gabriel Boric, uniendo voluntades, más allá de legitimas diferencias, para concentrar fuerzas que permitan derrotar a la ultraderecha e impedir el retorno al oscurantismo dictatorial, el que con valentía y esfuerzos superamos hace varias décadas atrás.
Hoy creemos que la democracia no es solo y como ha sido interpretada hasta ahora, como una alternativa del poder, esta vez no se trata de que unos ocupen el cargo de presidente y los cargos de gobierno. Hoy y ante las actuales circunstancias se trata de un cambio de estructura económica y social, un estado que garantice los derechos de las personas, ubicando los derechos humanos como eje transversal de la construcción económica y social, un cambio por el cual los chilenos y chilenas se levantaron el 2019, permitiendo el diseño de una nueva constitución.
Esta vez no hay un dogma que proteger, el modelo económico diseñado y que nos impusieron a balazos en 1973, no es el dogma que debemos acatar por encima de todo, esta vez no se puede repetir el esquema en el cual, los impulsores de estos dogmas y de las elites, son los que esperaban ocupar cargos para profitar de ellos y luego entregarlos a otros en los próximos periodos de elecciones.
Esta vez el futuro gobierno de Boric tiene el desafío y el deber de respetar al pueblo que le llevara a la presidencia, porque ya no se trata de solo elegir un presidente, sino que, de cambiar el modelo de pais que ya no queremos, respetando la voluntad popular concretando las promesas que se le han hecho a los chilenos y chilenas, con la verdad y sin tratar de imponerles nada.
Tal como hace cincuenta años una esperanza nos invita a soñar a todos y todas, involucrándonos en el sueño de conquistas que hagan de nuestras vidas una mejor y más plena. Hoy tenemos una nueva oportunidad para concretar estos sueños, y sobre todo, lograr la necesaria unidad para evitar que la ultraderecha llegue a la cumbre del poder y que, una vez instalada en él, repita y lleve a cabo las mayores crueldades ya conocidas por la historia.
-El autor, Enrique Villanueva M., es ex-militar
Notas:
[1] La DSN no concibe una Iglesia comprometida con los grandes problemas estructurales y coyunturales del pueblo chileno, sino que, se declaró defensora de principios tutelares del orden, la autoridad, la defensa de la propiedad privada y, en general, con los postulados del conservadurismo. Cabe señalar que durante la dictadura la DSN promovió la llegada de otras confesiones religiosas, las cuales se convirtieron a la postre en importante base social de la derecha, con el propósito exclusivo de penetrar en aquellos sectores sociales más vulnerables económica y políticamente maleables y neutralizar su capacidad de organización por unas mejores condiciones de vida.
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