Cómo se ejecutó la orden de Nixon, Kissinger y la CIA: “Efectuar la remoción de Schneider”
por Peter Kornbluh (EE.UU.)
4 años atrás 14 min lectura
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Hace 50 años Chile entero se estremeció: era asesinado el comandante en jefe del Ejército, René Schneider. El comando terrorista de derecha que lo ejecutó inició así un grave periodo de confrontación que se digitó desde Washington. En 2001 el programa 60 Minutes de CBS publicó las pruebas del rol que cumplió Henry Kissinger en el crimen. El National Security Archive (NSA) reúne y difunde ahora todos los documentos desclasificados de EE.UU. que acreditan que la CIA conspiró contra Schneider para provocar un golpe de Estado que impidiera a Allende llegar a La Moneda. Esta conmemoración del asesinato coincide con el día en que los chilenos irán a las urnas a decidir si desean escribir una nueva Constitución para dejar atrás “una mancha en las páginas de la historia contemporánea”.
El 23 de octubre de 1970, un día después de que un grupo armado interceptara en Santiago el vehículo que conducía al comandante en jefe del Ejército chileno, el general René Schneider, y lo hiriera de muerte, el director de la CIA, Richard Helms, convocó a sus principales asesores para revisar las operaciones golpistas encubiertas que había planeado. “… se ha logrado un máximo esfuerzo”, y “se ha hecho un excelente trabajo guiando a los chilenos hasta un punto en que la solución militar es al menos una opción para ellos”, se lee en el cable secreto que se transmitió ese día a la Estación de la CIA en Chile. “Se felicita al COS (jefe de Estación, por sus siglas en inglés) … y a la estación por lograr esto en circunstancias extremadamente difíciles y delicadas” (vea aquí ese cable y su traducción).
En el Departamento de Estado los funcionarios no tenían idea de que la CIA y los niveles más altos de la Casa Blanca, ocupada entonces por el presidente Richard Nixon, habían respaldado el ataque al general Schneider —con presión, armas y dinero— como pretexto para un golpe militar que revocaría la elección democrática de Salvador Allende el 4 de septiembre de 1970. Incluso redactaron una carta de condolencias para ser enviada por el presidente Nixon al presidente de Chile (Eduardo Frei Montalva). En un memorando dirigido a Henry Kissinger, asesor de Seguridad Nacional de Nixon, quien supervisaba secretamente las operaciones golpistas de la CIA, el Departamento de Estado recomendó que Nixon transmitiera el siguiente mensaje a Frei Montalva: “Estimado señor presidente. El impactante atentado contra la vida del general Schneider es una mancha en las páginas de la historia contemporánea. Estoy muy apenado porque este repugnante evento haya ocurrido en su país…”.
Con motivo del aniversario número 50 del ataque apoyado por Estados Unidos contra el general Schneider, el Archivo de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés) publicó una colección de registros previamente desclasificados para recordar la trama de este «evento repugnante«. El NSA también publicó un segmento del programa 60 Minutes de CBS, titulado «Schneider vs. Kissinger«, que se basó en estos documentos al informar sobre una demanda de «muerte por negligencia» presentada en septiembre de 2001 por la familia Schneider contra Kissinger por el rol que cumplió en el asesinato. Ese segmento de 60 Minutes se emitió el 9 de septiembre de 2001 y no ha estado disponible públicamente desde entonces. Al cumplirse ahora 50 años del asesinato del comandante en jefe del Ejército de Chile, CBS News publicó el pasado 21 de octubre la transmisión bajo el nombre de «60 minutos Rebobinado» (vea acá ese programa).
Las operaciones encubiertas de la CIA para «efectuar la remoción de Schneider» -como sugirieron los funcionarios de la propia Agencia de Inteligencia-, fueron reveladas por primera vez en un informe del Senado de 1975: “Presuntos planes de asesinato que involucran a líderes extranjeros”. En ese momento, los investigadores del Comité Especial del Senado dirigido por el senador de Idaho, Frank Church, pudieron revisar los cables y memorandos de la CIA de alto secreto, relacionados con la «Operación FUBELT«, nombre en clave con el que denominó la CIA las maniobras -ordenadas por Nixon y supervisadas por Kissinger- para instigar un golpe militar en Chile que comenzaría con el secuestro del general Schneider. Sin embargo, cuando el comité presidido por el senador Church publicó su dramático informe, casi ninguno de los registros clasificados se hizo público.
El secreto sobre el contenido de esos documentos se mantuvo por 25 años, hasta que el presidente Bill Clinton ordenó la publicación de los registros de la CIA sobre la “Operación FUBELT”. Fue en el contexto de una desclasificación masiva de informes y documentos secretos relacionada con Chile, gatillada por el arresto del general Augusto Pinochet en Londres por crímenes de lesa humanidad.
¿Por qué había que asesinar al general Schneider?: por su defensa constitucional a la transición del poder en Chile en ese decisivo año 1970. Y se transformó en blanco cuando el 8 de mayo de ese año, el jefe del Ejército de Chile concedió a El Mercurio lo que la Agencia de Inteligencia de Defensa describió como una entrevista “abierta”, en la que afirmó que las Fuerzas Armadas no interferirían en las elecciones de septiembre de 1970 y respetarían su resultado. A esta posición se le conoció como “la Doctrina Schneider».
Como comandante en jefe del Ejército de Chile, y el oficial militar de más alto rango del país, la política de no intervención de Schneider se erigió como un gran obstáculo para la CIA y sus esfuerzos por ejecutar las órdenes de Nixon. El presidente de Estados Unidos estaba decidido a provocar un golpe de Estado para impedir que gobernara Salvador Allende, el candidato socialista recientemente electo.
Un punto «clave para el golpe«, como dijo el dueño de El Mercurio, Agustín Edwards, al director de la CIA el 15 de septiembre de 1970 en Washington, «implicaría neutralizar a Schneider» para que otros oficiales del Ejército pudieran actuar. «El general Schneider tendría que ser neutralizado, desplazándolo si fuera necesario«, señaló el embajador estadounidense Edward Korry en un cable fechado el 21 de septiembre de 1970.
“¿Algo que nosotros o la Estación podamos hacer para efectuar la destitución de Schneider?”, preguntaron los directores de la CIA de la “Operación FUBELT” a sus agentes en Santiago el 13 de octubre. Secuestrar a Schneider fue la respuesta.
A mediados de octubre, el agregado de Defensa, el coronel Paul Wimert, y agentes de la CIA conocidos como «banderas falsas» —agentes que venían desde el extranjero utilizando identidades falsas— habían mantenido reuniones con oficiales militares chilenos para discutir esta operación. Un complot golpista que se iniciaba con el secuestro de Schneider lograría múltiples objetivos: eliminar al oponente más poderoso de un golpe militar; reemplazarlo por un oficial que simpatice con la insurrección; culpar del secuestro a los adherentes de Allende; y crear lo que la CIA denominó “un clima golpista” de agitación para justificar una toma de poder militar.
BANDERAS FALSAS
Inicialmente, la CIA se enfocó en el general (R) Roberto Viaux como el oficial más dispuesto a actuar contra Schneider. Su fama se había acrecentado después de protagonizar en el gobierno de Frei Montalva una rebelión militar que se conoció como el “Tacnazo”. En reuniones secretas con «banderas falsas», Viaux exigió que se entregara armamento por paracaídas y pólizas de seguro para sus hombres. Sus «patrocinadores» de la CIA le prometieron US$250.000 para «mantener financieramente lubricado el movimiento de Viaux«, mientras la agencia de Inteligencia intentaba coordinar sus actividades con otros golpistas. Se necesitaban conspiradores en servicio activo, porque Viaux no comandaba tropas: era “un general sin ejército” con capacidad de precipitar un golpe, pero no de implementarlo con éxito.
El 15 de octubre de 1970, el máximo funcionario de la CIA a cargo de las operaciones encubiertas, Thomas Karamessines, se reunió con Henry Kissinger y su asistente militar, Alexander Haig, para actualizarlos sobre el estado de la conspiración golpista en Chile. Estuvieron de acuerdo en que un golpe fallido tendría “repercusiones desafortunadas, en Chile e internacionalmente” y en que “la Agencia debe enviar un mensaje a Viaux advirtiéndole que cualquier acción precipitada” socavaría las posibilidades de un golpe exitoso en el futuro. Según el acta de la reunión, Kissinger instruyó a la CIA a que «continúe manteniendo la presión sobre cada punto débil de Allende a la vista…»
Al día siguiente, la sede de la CIA transmitió las conclusiones de la reunión con Kissinger a la Estación de Santiago, «que serán su guía operativa«. “Es una política firme y continua que Allende sea derrocado por un golpe de Estado”, decía el cable, preferiblemente antes del 24 de octubre, cuando el Congreso chileno debía ratificar la victoria electoral de Allende. «Debemos seguir generando la máxima presión hacia este fin utilizando todos los recursos apropiados«. El cable instruía al jefe de la Estación CIA en Chile, Henry Hecksher, a enviar un mensaje a Viaux para «disuadirlo de actuar solo» y «alentarlo a unir fuerzas con otros golpistas para que puedan actuar de forma concertada antes o después del 24 de octubre«.
El mensaje fue entregado y Viaux hizo lo que se le indicó. Se reunió con el general golpista Camilo Valenzuela, y coordinaron un plan para secuestrar a Schneider el 19 de octubre, cuando saliera de una “despedida de soltero”. Sería el detonante del golpe cuyo plan estaba ya diseñado: Schneider volaría en secreto a Argentina; los militares anunciarían que había «desaparecido«, culpando a los partidarios de Allende que luego serían arrestados; el presidente Eduardo Frei se vería obligado a exiliarse, el Congreso se disolvería y una nueva junta militar se instalaría en el poder.
EL ASESINATO
La CIA no solo estaba al tanto de este plan, sino que se atribuía el mérito de su desarrollo. «En las últimas semanas, los oficiales de bandera falsa de la Estación han hecho un esfuerzo vigoroso para contactar, asesorar e influenciar a miembros clave del Ejército en un intento por reunir apoyo para un golpe«, se lee un memorando de alta reserva del 20 de octubre de 1970 sobre el progreso de “Track II”, como se llamó al complot golpista. «El anuncio de Valenzuela de que los militares ahora están preparados para actuar puede ser una indicación de la efectividad de este esfuerzo«.
La CIA, además, apoyó activamente las maniobras del general Camilo Valenzuela. Utilizando al coronel Wimert como el interlocutor principal con Valenzuela y sus cercanos, los agentes de la CIA se las arreglaron para proporcionarles pistolas de engrase imposibles de rastrear, granadas de gas lacrimógeno, municiones y US$50.000 en efectivo para financiar la operación de secuestro. Cuando fracasó el primer intento de secuestrar a Schneider el 19 de octubre, así como un segundo intento al día siguiente, los codirectores del grupo de trabajo de FUBELT, David Atlee Phillips y William Broe, le ordenaron al jefe de Estación que “asegurara a Valenzuela y a otros con quien ha estado en contacto que el apoyo del Gobierno de los Estados Unidos para la acción anti-Allende continúa”.
En la mañana del 22 de octubre de 1970, el automóvil conducido por un chofer en el que se dirigía Schneider al cuartel general militar fue bloqueado con violencia por un jeep. Un equipo de asalto rodeó el coche. Cuando un miembro del comando terrorista rompió la ventana trasera con un mazo, Schneider tomó su pistola y recibió un disparo a quemarropa. Murió a causa de sus heridas tres días después en el Hospital Militar de Santiago.
Aunque los funcionarios de la CIA habían discutido la posibilidad de que el secuestro se convirtiera en un episodio violento, asesinar a Schneider no era parte del plan. Sin embargo, los análisis de la CIA sobre la operación no mostraron remordimiento. Por el contrario, los funcionarios de la Agencia creían firmemente que «la suerte está echada» para el avance de un golpe de Estado.
En su primer informe a Langley, el jefe de la Estación, Henry Hecksher, escribió: «Todo lo que podemos decir es que el intento contra Schneider está brindando a las fuerzas armadas una última oportunidad para evitar la elección de Allende …» (vea aquí ese cable y su traducción). En la sede de Langley, Richard Helms y sus ayudantes felicitaron a la estación por su «excelente trabajo«.
Los analistas de la CIA del grupo de trabajo FUBELT predijeron que el golpe se llevaría a cabo próximamente, ya que los asesinos temían ser procesados después de que Allende asumiera el mando. Los conspiradores «intentarían obligar a Frei a dimitir o podrían intentar asesinar a Allende«, afirmaba un informe especial sobre el «Asalto con ametralladora al general Schneider«. «Por lo tanto, no tienen otra alternativa que seguir adelante«, sugirió otro informe del grupo de trabajo. «El estado de emergencia y el establecimiento de la ley marcial han mejorado significativamente la posición de los conspiradores: ahora reina un clima golpista en Chile«.
Sin embargo, sucedía todo lo contrario. Conmocionados por un acto de terrorismo político inédito en las calles de Santiago, el pueblo chileno y su élite se unieron para proteger los procesos constitucionales que había defendido Schneider. Hubo una oposición abrumadora a un golpe de Estado; los conspiradores respaldados por la CIA no tenían opciones para implementar el plan golpista. El 24 de octubre Allende fue ratificado por el Congreso chileno. El 3 de noviembre fue investido como el primer líder socialista elegido libre y democráticamente en el mundo.
ENCUBRIMIENTO Y BÚSQUEDA DE JUSTICIA
A raíz del asesinato, la CIA hizo todo lo posible para encubrir la evidencia de su participación en la trama organizada con el general Valenzuela y para comprar el silencio del general Viaux y sus cómplices. El coronel Wimert recuperó las armas que le habían enviado —se desecharon en el océano— y los US$50.000 que se le habían entregado a Valenzuela.
Aunque los funcionarios de la CIA testificaron ante el comité del senador Church que no tuvieron más contacto con Viaux y su equipo después del 18 de octubre de 1970, la verdad es que tuvieron múltiples comunicaciones. Y ello, porque en los meses siguientes representantes de Viaux buscaron US$250.000 para mantener a las familias de los hombres involucrado en la trama. Eventualmente, la CIA pagó US$35.000 en efectivo a los representantes del equipo del asesinato, según un informe posterior de la CIA presentado al Comité de Inteligencia de la Cámara, “en un esfuerzo por mantener en secreto el contacto previo, mantener la buena voluntad del grupo y para fines humanitarios«.
Por su parte, Henry Kissinger testificó ante el Comité de Church que había «apagado» la conspiración golpista durante la reunión con la CIA el 15 de octubre de 1970 y que nunca se le informó que implicaba el secuestro del general Schneider. Cuando los registros de la CIA que parecían contradecir la dudosa versión de Kissinger fueron desclasificados durante la administración Clinton, este analista de Chile del Archivo de Seguridad Nacional (Peter Kornbluh, autor de este reportaje), se los proporcionó a la familia Schneider. Y fueron utilizados como evidencia en una demanda civil por «muerte por negligencia» contra Kissinger.
La demanda fue presentada en el Tribunal de Distrito en Washington D.C., el 10 de septiembre de 2001. Finalmente, los tribunales desestimaron el caso porque los actos oficiales de Kissinger como asesor de seguridad nacional del presidente estaban protegidos de responsabilidad legal.
El asesinato del general René Schneider y la demanda de su familia se convirtieron en el centro de una importante investigación del programa 60 Minutes de CBS, que se transmitió el 9 de septiembre de 2001. Producido por Michael Gavshon y Solly Granatstein y conducido por el difunto Bob Simon, el programa examinó el registro desclasificado que expuso la complicidad de la Casa Blanca y la CIA en el asesinato de Schneider.
En una entrevista con el hijo del general, René Schneider, Simon preguntó: «¿Tiene algún sentido perseguir a Kissinger, más de tres décadas después de que su padre fuera asesinado?”. Esta fue su respuesta: “La verdad es que siempre quise dejar esto atrás. Pero tenemos el deber con la humanidad de hablar sobre esto. Sería irresponsable permanecer en silencio”.
*Fuente: CiperChile
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