El Canciller Teodoro Ribera, un Poncio Pilatos de pacotilla
por Rafael Luis Gumucio Rivas, El Viejo (Chile)
6 años atrás 4 min lectura
13/09/2019
Históricamente el lavado de manos es sólo una metáfora: Pilatos odiaba a los judíos y gozaba con su crucifixión. Luego la iglesia, para postular a la herencia de Constantino, inventó que Jesús había sido sentenciado a muerte de cruz por los mismos judíos, cuando este pueblo subyugado a los romanos no tenía ningún poder para hacerlo. El costo, a través del tiempo, ha sido la persecución de los judíos como pueblo deicida.
En la Asamblea de la OEA, que tuvo lugar recientemente, Chile votó a favor de la aplicación del TIAR, (Tratado Interamericano de Ayuda Recíproca), contra Venezuela.
El TIAR es un viejo resabio de la guerra fría y de la doctrina Monroe, Tratado que fue firmado en Río de Janeiro en 1948, con el fin de implementar el principio de “América para los Americanos”, pero nunca se había llevado a efecto. En el caso de las Islas Malvinas Estados Unidos se pronunció a favor de Inglaterra, imposibilitando la aplicación del TIAR.
El Presidente Sebastián Piñera, el hombre camaleón, pretende quedar bien con todo el mundo y, para lograrlo, en primer lugar votó con los mozos de Estados Unidos, Iván Duque y Jair Bolsonaro, a favor de la aplicación del TIAR; por otro lado, con los países democráticos – Costa Rica y Perú – propuso una cláusula que impedía el uso de la fuerza militar.
En la sesión de la OEA para tratar sobre la aplicación del TIAR sólo votan los firmantes del Tratado, que suman 19 países, (anteriormente se habían retirado los miembros del ALBA). Para aprobar su puesta en marcha es necesario el voto conforme de la mitad más uno, es decir, 10 países, y para llevarlo a cabo se requiere la aprobación por dos tercios de los miembros.
El autoproclamado presidente de Venezuela, Juan Guaidó, cada vez más vendido a los Estados Unidos, logró que Venezuela fuera reincorporado al TIAR, (antes, durante el gobierno de Hugo Chávez, se había aprobado su salida).
En este Continente de Presidentes vendidos al “tío Sam” sólo mantienen la dignidad los de México, Uruguay, Cuba, Bolivia, Costa Rica, Nicaragua, Perú y Cuba.
El voto de Chile, (“ni chicha ni limonada”), en favor del TIAR contra Venezuela obliga a Chile como país a apoyar la invasión norteamericana, sin embargo, lo exime del envío de tropas.
El Art. 8 del TIAR plantea una serie de medidas que van desde la ruptura de relaciones hasta la invasión militar, y la OEA, ministerio de colonias norteamericano, siempre ha avalado las invasiones de Estados Unidos a los países del Continente, (las más recientes Granada y Panamá).
El Art.6 de este Tratado exige la agresión de un país a otro para la actuación del conjunto de los países firmantes. En el caso actual de Venezuela esta condición no se da, por consiguiente, el Presidente de Colombia, Iván Duque, un émulo del delincuente asesino narco paramilitar, Álvaro Uribe Vélez, busca cualquier justificación para agredir a Venezuela. Actualmente utiliza el viejo argumento de que Venezuela protege a descolgados de las FARC y a miembros activos del ELN, (baste recordar que el ex Presidente Uribe atropelló el territorio ecuatoriano para masacrar a la dirección de las FARC). Este pretexto no tiene ninguna validez para dar curso a la aplicación del Art.6.
Es tiempo de que la oposición chilena despierte de su letargo e inicie un libelo de acusación constitucional en contra del ministro de Relaciones Exteriores, Teodoro Ribera, con el cargo de poner en peligro la seguridad nacional. El Presidente Piñera, en su afán de convertirse en el líder de la ultraderecha latinoamericana no sólo hace el ridículo, sino que también destruye el supuesto acuerdo de que la política exterior forma parte de la unidad nacional de Chile, (a mi modo de ver, es una estulticia, pues los asuntos internacionales también forman parte del debate político a nivel nacional, por ejemplo, las polémicas en la Prensa durante la guerra del Pacífico fueron muy importantes).
Según mi parecer, una guerra o bien, una invasión, traería consigo una catástrofe en América Latina, y para superar sus secuelas se harían necesarios muchos años en el cierre de las heridas.
Por tradición, doctrina y convicciones personales siempre he sido, soy y seré antimilitarista y sí muy partidario de la resistencia civil. En este plano, me repugnan por igual los militares de derecha como los de izquierda.
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