La lógica del poder oculto a los ojos de la masa
por Olga Larrazabal S. (Chile)
7 años atrás 8 min lectura
30 de abril de 2019
Tanto los católicos fanáticos como los no fanáticos y los evangélicos han sentido remecer su mundo al descubrir que sus pastores eran hombrecitos bastante frescos e incluso malvados. Ellos han despertado de golpe de un sueño para caer en la pesadilla de la realidad.
Tantos chilenos que creían que tenían un país decente han descubierto que somos una república bananera camuflada de cierta seriedad, pero ahora desvestida mostrando su corrupción y bastante desposeída debido a muchas malas decisiones.
Muchos dicen haber perdido la fe en la Religión y también en las instituciones republicanas.
Pero, ¿es que alguna vez tuvieron Fe así con mayúscula? ¿ O es que confundieron la Fe con la creencia a rajatabla en cualquier cosa que les enseñaron, aunque fuera en contra de sus propias percepciones de la realidad?
¿Y nuestro patriotismo, donde proyectábamos la imagen de nosotros mismos, era real? Seguramente no, ya que a la menor provocación muchos patriotas saqueaban a la patria con descaro.
¿Cómo nos despertamos de nuestro sueño donde confundimos cualquier creencia con Fe, y cualquier fe y creencia con realidad?
¿No será que la Realidad tanto religiosa como en nuestra vida republicana hay que construirla penosamente día a día y no cae del cielo como ilusión?
El largo camino del ser humano que parte en la infancia de configurar un mundo que sea real, se ve generalmente perturbado por los adultos que les muestran mundos inexistentes, llenos de irrealidades. El hermoso mundo infantil donde el viejo Pascuero trae los regalos, la Cenicienta se casa con el Príncipe sólo porque sí, el dinero crece en los árboles, y “alguien” limpia la casa y me da de comer, no nos sirve de mucho porque no nos exige ningún esfuerzo.
Queriendo preservar la inocencia de los niños, hemos creado adultos infantilizados y por lo tanto posibles sujetos de cualquier abuso y posibles abusadores.
Queriendo preservar la Fe en Dios, las religiones le han dado categoría de sagrado e intocable y menos discutible, a cualquier texto y cualquier mito fundacional inexplicable.
Y además hemos creado adultos inconscientes de las consecuencias de sus actos, repartiendo perdones sin reparación a los afectados.
Por ejemplo la Historia que nos enseñaban en el Colegio es parte de la mitología laica que usaron nuestros gobernantes e ideólogos para mantenernos aglutinados.
Una Historia llena de nombres de Presidentes que inauguraban puentes, guerras y revoluciones de las cuales nunca recibimos una explicación en contexto. Nunca nos dieron a conocer quién pagó los ejércitos de nuestra pseudo independencia, y como cobraron la cuenta. Nunca nos dijeron como llegamos al siglo XX donde había personas que lo sabían y poseían todo y un montón que se quedó fuera de la repartija.
Nunca nos dijeron para que servían realmente los ejércitos y por qué se les paga tanto, ni quien los entrena, ni con qué fines.
Nunca tomamos consciencia de que nuestra República y nuestra Democracia son creaciones colectivas que nacen de practicar día a día sus virtudes y no los abusos que se pueden colar.
Seguramente porque nuestros padres y profesores tampoco lo sabían y tenían una visión simple de los temas.
Hasta nos cuchufletearon con las apariciones inexistentes de la Virgen durante la dictadura, y muchos conocidos adultos y se supone que con discernimiento, se suscribieron.
La generación del siglo XXI tiene bastantes más medios para abrir los ojos a la pesadilla de la realidad y aterrizar. Aunque no sé si todos tengan ganas, ya que es tanto más fácil la vida entre nubes.
Nuestro país debajo de su cotidianeidad, es un caos. Un caos que tiene su propia lógica. La lógica del poder oculto a los ojos de la masa.
Nuestra República y nuestra Democracia co-existen con esa lógica.
El problema es que la lógica del poder oculto se está comiendo a nuestra República y nuestra Democracia.
Y la única manera de cambiar la cosa, es haciendo conciencia de este caos y su lógica, para apelar a las nuevas generaciones que vivirán en el futuro en este país, las que me imagino que querrán vivir bien y no en un sistema decadente de esos que ya no tiene arreglo.
Y tenemos algunos ejemplos de estados fallidos en América del Sur en nuestros ojos.
Así se descubren desfalcos en Codelco no investigados, y eso que es una de las grandes fuentes de financiamiento del Estado.
Desfalco en las Fuerzas Armadas que se nutren del 10% de las ventas del cobre de Codelco donde florece el tráfico de armas, desfalco, abuso de poder y mentira en Carabineros, que monta numeritos para condenar mapuches y le vende armas a los narcos, redes de poder y chantaje en el Poder Judicial, curas y obispos abusadores de menores, de mujeres y hombres maduritos, y ladrones por añadidura (ellos, no los abusados), parlamentarios que se dejan dictar leyes por las empresas que los financian y presidentes frescos que hacen y dicen lo que les da la gana con tal de hacer buenos negocios y ministros ídem.
La reacción ante este desastre para algunos es aferrarse al fanatismo y mirar con buenos ojos cualquier pariente de Hitler que ande dando vueltas. Eso les pasó a los brasileros. Los chilenos estamos despavoridos. Superados por una corrupción violenta, la cual no queremos pero vamos aceptando como real y profunda en nuestros estamentos, siempre tenemos a flor de boca una excusa o una comparación para poder diluir nuestra responsabilidad.
Los religiosos se aferran al fanatismo bíblico, incluso al pecado original y claman a Jehová.
Del fanatismo bíblico pasamos a buscar líderes que den la impresión de fuerza, y ahí viene la parte peligrosa porque podemos caer en lo que cayeron los pueblos europeos después de la 1ª Guerra Mundial, cuando su mundo y creencias se les hicieron trizas
Me refiero a los líderes que impulsan la fuerza y el fanatismo como única solución.
Esto es muy peligroso ya que donde hay fanatismo, no florece ni el amor, ni el respeto, ni siquiera la fidelidad a los seres amados.
Y el fanatismo se consigue cerrándose en un solo punto de vista, una sola visión de mundo simplista en la cual proyecto mis emociones conscientes o inconscientes y por ende mis sentimientos, y a la cual sacrifico como en un altar, el amor, la fidelidad y el respeto que debo a mi familia, mis vecinos y a mi prójimo en general.
El fanatismo es el último recurso del ser humano desconcertado y desalentado ante una realidad que no sabe cómo explicar y por lo tanto cómo hacerse cargo de ella.
La tendencia al fanatismo nos está llevando a un mundo polarizado, del cual se están aprovechando los que tienen el poder para manejarnos a través de los medios de comunicación ya que como se basa en emociones y creencias no revisadas, hacerlo es fácil.
Las radios denuncian todos los días los hechos de corrupción, y el Gobierno como quién oye llover lo que por supuesto nos llena de ira, emoción que nos puede llevar a buscar a un líder de la manada en forma irreflexiva.
Lo que queremos es volver a los valores republicanos y no ser la manada de nadie.
Aquí no se trata de volver al patrioterismo, sino de limpiar la casa rescatando nuestro espacio para vivir. Y esto hacerlo con firmeza practicando la honestidad y la democracia.
Honestidad, ¿Les suena la palabra? Nada de regalos, ni coimas, ni lobbies ni otras cuchufletas que deforman la lógica. Partiendo desde nuestra casa.
Democracia, exigiendo igualdad ante la ley en todo sentido, exigiendo que nuestros representantes nos representen y no se hagan millonarios a costa nuestra.
Me importa un pito que el nuevo presidente no sea graduado en Harvard, ni economista, ni bonito, ni que no ande twitteando el día entero lo que hace o no hace y base sus resoluciones en cosas tan pasajeras como las encuestas de opinión diarias.
Aspiro a alguien que todavía crea en la Democracia y en la República y sus valores en más largo plazo. Alguien que tenga muy claro que es el presidente de todos los chilenos y es una persona pública en un cargo. Que no confunda La Moneda con su casa. Y que fuera de tapar hoyos tenga algún plan para el futuro y proyectos de largo plazo.
Que se preocupe por la gente, por su día a día en que cuidan enfermos y tienen que ir a trabajar lejísimo y tienen niños que andan sueltos o que no tienen trabajo.
En que tienen que pagar cuentas a fin de mes, comer todos los días, ojalá sin glifosato, en que tienen que respirar aire puro, y necesitan beber agua limpia.
En que quieren tener un futuro aquí, en esta tierra.
Supongo que habrá un justo, por lo menos, para el cargo.
Lejos están los tiempos en que Jehová amenazaba con destrucción; ahora ya no se da ese trabajo y tenemos que rescatar lo que hemos dejado destruir.
Tenemos nosotros que fabricarnos y concretar a pulso nuestras ilusiones y nuestra historia.
La sociedad civil tiene que organizarse y exigir.
¿Alguna sugerencia?
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