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Esos polvos trajeron estos lodos

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Hace ya algunos años, cuando nadie se atrevía a tocar el tema de las FFAA, escribí que toda estructura militar dedicada a tareas que no son las suyas –como la represión política, social y económica de su propio pueblo– termina por pervertirse y convertirse en una banda de rufianes armados.

En mi parida no había ninguna traza de animosidad hacia las FFAA. El título era “Salvando al soldado democrático”. Un puñado de malhechores que se encarama en el poder y le impone a la inmensa mayoría la odiosidad de sus desmanes no es eterno ni invencible. No otra cosa dice Étienne de la Boétie en su intemporal “Discurso de la servidumbre voluntaria” (1553).

Del mismo modo, una costra política que despreciando el interés general se dedica a la protección y a la reproducción de los intereses del puñado de privilegiados que posee todo, termina por convertirse en una banda de delincuentes de traje y corbata que se comporta como en país conquistado.

Si lo mío tuvo algún mérito, fue haberlo dicho cuando muchos aplaudían la “política de los consensos”, la “cocina” de los acuerdos, aquí no ha pasado, perdone la muerte del niño, borrón y cuenta nueva, organicemos el Carnaval de celebración porque en vez de la alegría acaba de llegar la “reconciliación”.

La costra política se impuso gracias a la Constitución espuria de la dictadura. Por eso la protegió y la reforzó. Esa misma costra maquilló el mamarracho para presentarlo como el resultado de una política razonable, ir más lejos era utopía e irresponsabilidad, y dado que las instituciones funcionan…

De ese nido no podía salir sino la corruptela, porque quienes concibieron esos huevos, y quienes los empollaron, abandonaron hasta la pretensión de actuar en nombre del pueblo, en representación del interés y la voluntad generales.

Conservar los frutos del pillaje del patrimonio público y de los latrocinios cometidos a vista y paciencia de todo un país fue posible mediante el sencillo expediente de tarifar a los portadores de la “reconciliación”. Incluir en la nómina a unos y a otros se transformó en un seguro contra la Justicia.

Lo que llamé el cogobierno de la Concertación y la Alianza fue posible porque todos comían en la misma cantina. La perversión del “modelo” estaba en su ADN ya en el origen.

Fueros esos polvos los que trajeron estos lodos, y no hacía falta llamarse Nostradamus para adivinar lo que ocurriría. Sólo que anunciar la crisis no la desataba, ni la hacía evidente. Pero finalmente, el dique que contenía los desechos de esa cloaca cedió, como tarde o temprano debía ocurrir.

De ahí que resulte patético el intento de resucitar a los padres putativos del desmadre. La moda de los zombis en el cine no valida el retorno de cadáveres políticos como Ricardo Lagos, José Miguel Insulza y aún otros que, en medio de este río revuelto, amenazan con el conocido discurso “O nosotros o el caos”.

Porque habida cuenta del estado de la situación, y de la situación del Estado, triunfaría por aclamación el mal menor, o sea el caos.

A lo largo de la Historia, siempre fue curioso constatar que lo que era juzgado imposible la víspera, apareció como inevitable al día siguiente. Esta costra política, esta mafia vernácula, no es ni eterna ni invencible.

En la Europa del siglo XIX se logró eliminar definitivamente las pestes y otras calamidades públicas mediante la construcción de sistemas de evacuación de las aguas servidas y de los desechos domésticos. Había que eliminar el caldo de cultivo de las plagas. Esa es la tarea que se alza ante nuestro país en estos días.

Sobre los hombros de Michelle Bachelet pesa la carga más insoportable. No porque piense que está mejor armada que otros para hacerle frente a la emergencia, sino exactamente por lo contrario. Pero Bachelet se prestó para ir de arroz en un proyecto en el que lo único que aportaba era su “empatía”. Ahora queda en evidencia que bailar cumbia no basta.

La mitología griega nos entregó el ejemplo de la limpieza de los establos de Augias. Para realizarla, Hércules no se anduvo con chicas, ni con consensos, ni acuerdos, ni contubernios, ni “cocinas”.

Dicho de otro modo, para salvar el cuerpo de la gangrena conviene practicar la ablación del órgano gangrenado. Como dicen mis amigos brasileños… Da para entender?

*Fuente: Politika

 

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