08/05/2018
Traducido del griego, eutanasia significa el bien morir. El padre del periodismo chileno, Camilo Henríquez, pertenecía a Orden religiosa de la Buena Muerte.
La derecha fascista española tenía una verdadera obsesión por la mala muerte: el manco Millan Astray, gritaba “viva la muerte “en Salamanca, y los legionarios españoles aún cantan el himno “novio de la muerte”. Estas expresiones demuestran cómo los fascistas de todos los tiempos le han rendido culto al causar la muerte del prójimo, sobre todo si no piensa como esta ideología.
En el mundo actual, regido por el dinero, se trata de olvidar la existencia de la muerte como si el amasar dinero pudiera asegurar la vida eterna, pero también es cierto que la muerte prematura siempre está presente en los más pobres de la sociedad.
A doscientos años del nacimiento de Carlos Marx sería oportuno señalar que su Tesis doctoral versó sobre las “diferencias de Filosofía en Demócrito y Epicuro”; este último filósofo nos enseñó a “no temer a los dioses, pues ellos no se ocupan de los hombres”, y “no temer a la muerte, pues es la no vida”.
El fascista José Antonio Kast, un admirador del asesino en serie, Augusto Pinochet, refiriéndose al proyecto presentado por el diputado Vlado Milosevic, se presenta como un gran cruzado en contra de la eutanasia, y como partidario a ultranza de la vida que ciudadanos de extrema derecha han despreciado tratando de minimizar los horrendos crímenes perpetrados a nombre del Estado por los esbirros de Pinochet.
El gremialista Jaime Guzmán Errázuriz, como buen “inquisidor”, era partidario de la pena de muerte que, según él, constituía una oportunidad valiosa para la conversión del criminal. Para la ex ministra de Justicia de la dictadura, Mónica Madariaga, la pena de muerte “era seguir el camino de Cristo”. En Estados Unidos, la pena máxima está destinada, sobre todo, a los latinos, negros y árabes.
A mi modo de ver, la eutanasia, es decir, la buena muerte, constituye un avance en la civilización y corresponde a un verdadero humanismo. Tenemos que distinguir varios aspectos: en primer lugar, el permitir al paciente y su familia de tomar la decisión de negarse a prolongar la vida, sobre la base de vida inconsciente y apoyada de aparatos médicos y ensañamiento terapéutico; en este primer aspecto hay un consenso en la sociedad. En segundo, se da cuando hay una enfermedad terminal y el paciente necesita auxilio para el bien morir; el tercero, que está contenido en el proyecto de ley presentado por el diputado liberal por Arica, en que el paciente, a raíz de intensos e insoportables dolores, pueda pedir la ayuda de un profesional para el bien morir.
El argumento de J. A. Kast, en el sentido de que el proyecto del diputado del Frente Amplio se basaría en la idea del “suicidio asistido” carece de validez por cuanto dicho proyecto excluye a los pacientes psiquiátricos que padecen depresión endógena.
Según Epicuro, el centro de la vida filosófica consiste en “buscar el placer y evitar el dolor”; muchos ignorantes confunden el placer epicuriano con el hedonismo, pues la es todo lo contrario: el filósofo explica que los placeres momentáneos, cuando son excesivos, traen consigo el dolor, por consiguiente, el hombre debe alejarse de la Polis y recluirse en el jardín, y privilegiar, como la máxima virtud, la amistad, la reflexión y la vida contemplativa, y alejarse de aquello que pueda producir sufrimiento, sea físico o moral.
El tratar de mantener a una persona con sufrimientos insoportables y que la medicina paliativa no sea capaz de aliviar al paciente, me parece cruel e inhumana.
Cada persona, a mi modo de ver, es dueña de su destino y, siguiendo esta lógica, si una persona tiene sólo vegetativa, la sociedad no puede criticar a la familia por las decisiones en pro de la persona afectada.
Más allá de la hipocresía de los supuestos defensores de la vida, que pretenden que al acompañar a la persona que está en una etapa terminal mitiga su sufrimiento, por una parte, hay que entender la vida como un paso hacia la muerte, por otra, cada uno puede tomar sus propias decisiones.
La eutanasia, mirada como la buena muerte, a mi modo de ver, es la expresión de un verdadero humanismo.
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