Títulos póstumos en la U. de Chile: 101 cartones que vencieron a la dictadura
por Richard Sandoval (Chile)
7 años atrás 15 min lectura
U. de Chile entregó los primeros títulos póstumos y simbólicos a estudiantes desaparecidos y ejecutados por la dictadura
Familiares de 100 estudiantes de la U. de Chile detenidos(as) desaparecidos(as) y ejecutados(as) políticos(as) en dictadura recibieron este 11 de abril en la Casa Central de la institución las licenciaturas académicas simbólicas y títulos profesionales simbólicos adeudados. Esta corresponde a la primera ceremonia de entrega de un proceso que la Universidad ha declarado abierto y permanente.
Este 11 de abril del 2018 la U.d e Chile dio inicio a este proceso de reparación y memoria anhelado por la comunidad y el país.
El acto reparatorio contó con la presencia de la máxima autoridad de la Casa de Estudios, el Rector Ennio Vivaldi, quien hizo entrega de los reconocimientos y se dirigió a cada uno de los familiares y
La U. de Chile es la institución de educación superior más antigua de Chile y fue el alma mater de los 100 estudiantes que esta tarde recibieron su distinción póstuma.
El 11 de septiembre de este año la U. de Chile distinguirá a los nuevos nombres que arroje la investigación y el proceso continuará hasta reconocer a todas y todos los estudiantes.
La vicerrectora de Extensión y Comunicaciones, Faride Zeran, afirmó: «este no es sólo un acto de reparación sino además un gesto que honra y saluda la memoria rebelde y generosa de nuestros jóvenes».
Esta corresponde a la primera ceremonia de entrega de un proceso que la Universidad ha declarado abierto y permanente.
La ceremonia también contó con la presencia de la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos (AFEP) y la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos.
«Entiendo esta ceremonia como un acto de memoria y resistencia, de justicia para nuestros familiares, para nuestros detenidos desaparecidas y nuestros ejecutados políticos», señaló Pizarro.
Alicia Lira, presidenta de la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos, calificó la ceremonia como un gesto de amor y cariño.
En el edificio patrimonial de más de 150 años de la U. de Chile, declarado monumento histórico del país, y en su salón de máxima solemnidad, este miércoles 11 de abril se realizó la primera ceremonia de entrega de distinciones universitarias de título póstumo y simbólico y de grado académico póstumo y simbólico a estudiantes detenidos(as) desaparecidos(as) y ejecutados(as) políticos(as) de la U. de Chile. En un Salón de Honor colmado de familiares, académicos, estudiantes, funcionarios, autoridades, compañeros y representantes de organizaciones de derechos humanos, la Casa de Estudios dio inicio a este proceso de reparación y memoria anhelado por la comunidad y el país.
La U. de Chile es la institución de educación superior más antigua de Chile y fue el alma mater de los 100 estudiantes que esta tarde recibieron su distinción póstuma “por haber respondido al llamado ético y moral de hacer de nuestro país un lugar mejor”, como señaló la actriz Luz Croxatto, maestra de ceremonias junto al actor Alejandro Goic, al inicio de encuentro.
El acto reparatorio contó con la presencia de la máxima autoridad de la Casa de Estudios, el Rector Ennio Vivaldi, quien hizo entrega de los reconocimientos y se dirigió a cada uno de los familiares y asistentes. “La U. de Chile está haciendo hoy un gesto de demostración de autonomía moral. La dictadura militar nos dijo que habían muerto y hoy nosotros nos sentimos con el derecho de decir otra cosa y entregarles este diploma”, destacó la máxima autoridad universitaria.
Entendiendo la necesidad de mantener en Chile una reflexión ética sobre la vida y los derechos humanos, se creó un comité interdisciplinario desde la Vicerrectoría de Extensión y Comunicaciones, en conjunto con el Archivo Central Andrés Bello, la Cátedra de Derechos Humanos, la Dirección Jurídica y el Departamento de Pregrado de la Vicerrectoría de Asuntos Académicos de la U. de Chile. Este comité ha sido responsable de la investigación -aún en curso- que hoy se materializó en esta primera entrega.
Quien encabezó este comité, la vicerrectora de Extensión y Comunicaciones de la U. de Chile, Faride Zeran, afirmó: «todos hemos trabajado arduamente para estar aquí hoy y poder mirarlos de frente y decirles que finalmente estamos cumpliendo con este deber de memoria. Pero este no es sólo un acto de reparación sino que es además un gesto que honra y saluda la memoria rebelde y generosa de nuestros jóvenes. Una generación que amaba la vida, qué duda cabe. Todos hombres y mujeres que pisaron esta Universidad y se formaron en los valores republicanos y en el compromiso con la sociedad».
«Me gustaría declarar mi más sincera admiración. Hoy día, para quienes estamos en la Federación, muchas veces nos van a ver exigiendo educación pública, gratuita y de calidad, pero es tremendamente lejano tener que pensar qué hubiese sido vivir una época dura como les tocó a muchos y muchas de ustedes, y por supuesto a quienes se homenajea hoy. Esa admiración va desde la valentía y el coraje, por la defensa de cada una de las convicciones que tuvieron», afirmó Alfonso Mohor, presidente de la Federación de Estudiantes de la U. de Chile, Fech.
La ceremonia también contó con la presencia de la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos(AFEP) y la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, ambas organizaciones que han formado parte de la comisión asesora de este proceso.
“Estamos aquí, en la Casa Central de la U. de Chile, esta universidad que ha cobijado en sus aulas a lo largo de su larga historia a centenares de generaciones de hombres y mujeres que han luchado por construir un país más justo. Entiendo esta ceremonia como un acto de memoria y resistencia, de justicia para nuestros familiares, para nuestros detenidos y detenidas desaparecidas y nuestros ejecutados políticos. Estos son fundamentalmente actos que aportan al nunca más. Seguimos exigiendo verdad total y justicia plena. Nada más, pero nunca nada menos”, señaló Lorena Pizarro, presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos.
En la misma línea, Alicia Lira, presidenta de la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos, calificó la ceremonia como un gesto de amor y cariño, y aseguró que “la reivindicación de verdad y justicia tiene que ver con la lucha por una mejor sociedad. Por eso nos duele que exista un José Huenante, un José Vergara y jóvenes mapuche fallecidos. Todos ellos están aquí y esa es la gran derrota de la dictadura”.
El acto inició con una pieza musical a cargo de la pianista egresada de la U. de Chile, María Paz Santibáñez junto a un cuarteto de cuerdas, y finalizó con la interpretación del himno de la Universidad por parte de la estudiante de la Facultad de Artes, Pilar Garrido.
Participaron de esta ceremonia el prorrector Rafael Epstein; la vicerrectora de Asuntos Académicos, Rosa Devés; la vicerrectora de Extensión y Comunicaciones, Faride Zeran; el vicerrector de Investigación y Desarrollo, Flavio Salazar; el vicerrector de Asuntos Económicos y Gestión Institucional, Daniel Hojman; el vicerrector de Asuntos Estudiantiles y Comunitarios, Juan Cortés, junto al director Jurídico, Fernando Molina; la decana de la Facultad de Filosofía y Humanidades, María Eugenia Góngora; el decano de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, Patricio Aceituno; el decano de la Facultad de Ciencias Veterinarias y Pecuarias, Santiago Urcelay; la decana de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Marcela Pizzi; el decano de la Facultad de Ciencias Sociales, Roberto Aceituno; el decano de la Facultad de Ciencias Agronómicas, Roberto Neira; la decana de la Facultad de Ciencias Forestales y de la Conservación de la Naturaleza, Carmen Luz de la Maza (quien además recibió el título póstumo de su hermano); la directora del Instituto de la Comunicación e Imagen, María Olivia Mönckeberg; además del presidente de la Federación de Estudiantes de la U. de Chile, Alfonso Mohor, entre otros.
El 11 de septiembre de este año la U. de Chile distinguirá a los nuevos nombres que arroje la investigación y el proceso continuará hasta reconocer a todas y todos los estudiantes que fueron víctimas de violencia política durante la dictadura cívico militar.
María Jesús Ibáñez – Periodista VEXCOM
Francisca Palma – Prensa U. de Chile
Felipe Ramírez – Prensa de la U. de Chile
Fotografía Prensa U. de Chile
*Fuente: Diario UdeChile
Títulos póstumos en la U. de Chile: 101 cartones que vencieron a la dictadura
Dan los pasitos lentos. Los ojos vidriosos detrás de grandes anteojos dejan ver, antes que la emoción, el avance del tiempo. Era mi compañero de curso, íbamos en tercero, nos estábamos poniendo de acuerdo para decidir dónde haríamos la práctica, comentan algunos. Desde la universidad, desde Beauchef, nos íbamos juntos a tomar la micro para llegar a nuestro cordón industrial, recuerdan otros. Son cien. Ciento uno son los estudiantes asesinados por la dictadura que no pudieron hacer su práctica, que no alcanzaron a especializarse en sus pasiones. Ciento un títulos que jamás llegaron a decorar los livings sedientos de orgullo, cien pedazos de cartón cambiados por tortura y bala en una ciudad gris, sangrienta. Una centena de fotos de familias junto a un clavel de graduación que debieron esperar 45 años, fotos ahora sin protagonista en carne y hueso, sin verdad y sin justicia -en tantos casos-, sin madres y padres que dieron sus últimos suspiros deseando este momento. Hoy es la titulación póstuma de ciento un estudiantes de la Universidad de Chile avasallados por el poder. Y aquí, en el salón de honor de la Casa Central, están los que están, los que la maquinaria del tiempo y el amor por el prójimo ha permitido estar.
Está Juan. Juan Moya Cuevas. Juan viene a buscar el título de su hermano Carlos, dos años menor. Carlos estudiaba Ingeniería Civil, tenía todos sus ramos aprobados para pasar al cuarto año, en Beauchef, y ya tenía listo su futuro especializándose en Geología. Pero para el pesar de su destino se le ocurrió militar en las Juventudes Comunistas, cuando ser militante de una idea en esta tierra se podía castigar con lo que se le castigó a él. Un día su madre fue testigo de lo que más temía. Lo secuestraron, lo arrancaron de la casa, en San Miguel, en San Francisco con Carlos Valdovinos, y se lo llevaron a Londres 38. Pasaron dos dias de búsqueda frenética, desesperada, en shock constante. Dos días después, un sábado, Carlos junto a otros cuatro militantes de izquierda era presentado al país por el gobierno, por la prensa, como extremistas dinamitando una torre de alta tensión en Cerro Navia. Carlos y su madre pudieron enterrar a ese estudiante de Ingeniería, pero sin velarlo, esa condición les puso el instituto médico legal. Al vestirlo, la verdad fue irrefutable: marcas de tortura en las manos, en los pies. Lo mismo en sus compañeros de tortura: ojos menos, hoyos de pernos en la cabeza. Llegó 1991 y la madre de Carlos se fue. Murió. La misma que nunca dejó de pensar en su hijo que iba a ser geólogo, la misma que no pudo ser testigo de la condena que recibió Manuel Contreras por este montaje conocido como Plan Leopardo. La misma que hoy desde algún rincón donde vive la memoria observa a su otro hijo, a Juan, llevando a casa el cartón que ella merecía. Y lo lleva soberbio, mostrándolo a quien quiera mirarlo, firme como vino.
“Este es un reconocimiento de la universidad a sus estudiantes que fueron fisurados en su desarrollo y ayuda a mitigar en parte hacia la sociedad lo que fue el quiebre institucional del año ’73. Debe ser un camino al nunca más. Estas son señales de que lo que ocurrió en el periodo de la dictadura fue concreto y real, con consecuencias que permanecen hasta hoy. Ahora debemos buscar un lugar en la familia para poner este cartón, entendiendo que es un símbolo de lo que pudo haber sido, de los hijos que no tuvo, de los sueños que no cumplió, del proyecto que tenía mi hermano”, dice Juan, flor en mano, rostro en pecho. Dice Juan y se va con su diploma a seguir haciendo clases a sus alumnos, enterados de este hito en la vida de un profesor de matemáticas de Recoleta. Los hermanos, alguna madre, vecinos del barrio y profesores, se confunden con algunos niños. Jóvenes, adolescentes que visten diferente. Usan aros y no boinas revolucionarias. Llevan zapatillas y no lustrados zapatos de caballero. Chicas juegan con el celular mientras al lado dos sesentones conversan sobre cómo era su compañera de curso en la sala de clases, si era buena para la talla, si era estricta y seria, en los primeros meses del extraño e inolvidable ’73.
Enrique era un estudiante apasionado, le gustaba de verdad la ingeniería, cuenta Rafael Kries. Enrique es Enrique Massa Carvajal, estudiaba Ingeniería Eléctrica y militaba en la Juventud Socialista. Enrique estaba metido fuerte en cordón Vicuña Mackenna y para allá se fue a defender a su gobierno el 11 de septiembre, el día del golpe de la derecha civil y militar. Enrique tenía rasgos afro, parecía cubano, todos lo conocíamos así, recuerda un amigo que vino desde Venezuela a esta ceremonia, un amigo que estudiaba Química y que militaba junto a él. Como parecía cubano, a él lo eligieron como víctima ese día en la fábrica Tisol, detrás de Luchetti, dice Rafael. “Este no sólo fue un crimen político, fue un crimen racista”. Cerca de doscientos trabajadores vieron cómo mataron al estudiante, a Enrique, quien estaba haciendo la práctica en una fábrica, quien no pudo recibir su nota, quien no pudo defender ninguna tesis, quien quedó inmortalizado en el recuerdo de las aulas que hoy le rinden el respeto que su ímpetu socialista aún aquí reclama. Enrique, el que estaba en cuarto año, ahora tiene título, hay felicidad en sus cercanos, pero aún no llega un fallo que le entregue la paz de la justicia. No está solo en eso.
El actor Alejandro Goic es el maestro de ceremonia. Su tono disgustado que despotrica contra los culpables de que esta ceremonia sea póstuma se detiene unos segundos. La emoción se torna amable cuando nombra a su amigo Carlos. “Carlos Lorca, joven valiente, ejemplar estudiante de medicina, detenido desaparecido”. Aplausos y miles de recuerdos invaden a los otros tantos que también lo conocieron. Carlos Lorca era el jefe de los jóvenes socialistas, muchos de los cuales hoy se titulan, y bien lo conoció también la señora Angela Jeria, madre de la ex presidenta Bachelet, aquí también presente. “Mientras me linchaba el alma evocada los hermosos espíritus de quienes homenajeamos hoy”, añade Goic, junto a Luz Croxatto. La emoción se desborda también en Faride Zerán, vicerrectora de Comunicaciones, quien habla de este acto como un acto de justicia. Habla sobre los antecedentes de esta entrega póstuma, sobre el retiro de las sanciones contra los estudiantes exonerados en 1991, sobre los títulos póstumos que también han entregado desde 2011 las universidades de la frontera, de Santiago y Católica. Sobre el trabajo de Alicia Lira y Lorena Pizarro, quienes atentas en el público asienten al escuchar nombres, historias, sus luchas, victorias y derrotas. “En su ausencia está plasmado el ethos, el alma, lo mejor de esta universidad”, termina Faride.
“Nuestro agradecimiento a quienes no están va a ser eterno, porque los que no están aquí nos entregaron la posibilidad de estudiar sin el miedo a ser asesinados por nuestras ideas”, comenta el presidente de la Fech, Alfonso Mohor, quien da paso a Lorena Pizarro. “A quienes estuvieron dispuestos a dar la vida no les podemos olvidar, pero no es recordar por recordar, este es un acto de memoria y resistencia, porque no se puede borrar la resistencia. Hoy, 2018, los mismos rostros que justificaron estos crímenes, se han vuelto a ubicar a no más de dos cuadras de aquí, en el palacio de la moneda, son los mismos que anunciaron un proyecto de ley que busca perdonar a los asesinos de quienes aquí homenajeamos. Les quiero conminar a que resistamos la llegada de esta derecha que trae solo autoritarismo e impunidad”.
¡Presente. Presente. Presente! Pasan los familiares a recibir los cartones blancos, con engalanadas letras negras, y los gritos de garra y heroísmo, muchas veces de furia, se confunden con ternura, con la más ingenua ternura. En el escenario, el hermano de Alvaro Barrios, Germán, despliega un lienzo exigiendo verdad y justicia tras dar la mano a las mujeres que se van sumando. Se conocen casi todos, se han visto en centenas de marchas, en los onces más solitarios afuera del estadio nacional, onces húmedos y acosados por guanacos, en las caminatas de los viernes contra punta peuco y su burlesca persistencia. En los desiertos atrapando esperanzas. Una mujer muy mayor recibe el título de Sergio Reyes Navarrete, ingeniero comercial, y los aplausos no dan abasto para honrar su coraje sujetado en un bastón. ¡Pueblo, conciencia, fusil, Mir, Mir! ¡Jota, Jota, Ce, ce! El salón se ha convertido en una marcha, en un espacio político cruzando humanidad. Profesora de Música, asistente social y magister en dirección teatral. Tres títulos recibe una familiar de Jacqueline. Antes, otro joven idealista se graduó con dos títulos en las manos de los herederos de su pasión. Por momentos, ellos están aquí. Esta Lumi Videla, en la gallardía de su hijo, activista y tantas veces denunciante de lo que hicieron a su msdre, estudiante de sociología lanzada muerta a la embajada de Italia. Lumi, desde hoy oficialmente socióloga. Las barreras del tiempo y espacio se han borrado ya. Los sueños están intactos, el honor no se mancilla en el salón de honor. En casa espera un almuerzo de celebración, seguramente, y a Mario Peña Solari, a Carlos Salcedo Morales, a Lumi Videla, no se les echará de menos; por qué hoy los titulados, 45 años después, en este cartón firmado en 2018, están vivos y aquí. No se han extinguido. Cómo tantas veces han vencido con la fortaleza del legado, con las rebeldes armas de la alegría. Aquí, hoy, perdió la dictadura. O por lo menos ha comenzado a perder.
*Fuente: El Desconcierto
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