La nación mapuche, la olvidada del conflicto del Pacífico
por Raúl Prada Alcoreza (Bolivia)
4 años atrás 4 min lectura

Ahora, cuando se trata en La Haya la demanda boliviana, antes cuando se trató en el tribunal el tema limítrofe marítimo entre Perú y Chile, todos, estados, gobiernos, tribunales, organismos internacionales, derechas e izquierdas, se olvidan de los derechos de las naciones y pueblos indígenas. En este caso, en el del tema de las causas y consecuencias de la guerra del Pacífico, se olvidan, como siempre lo han hecho, en una actitud colonial, de la nación Mapuche, involucrada, desde un principio, incluso desde antes, en la antesala de la guerra y en la guerra misma. ¿Por qué lo hacen? Simplemente porque en su imaginario nacionalista las naciones y pueblos indígenas no existen; si aparecen es porque son resabios del pasado; si aparecen insistentemente es porque son “terroristas”. Esas son las respuestas de estos estados y de este mundo moderno, de este orden mundial, que pretende conformar una malla institucional democrática mundial.
Se puede decir, hasta cierto punto, que la guerra del Pacífico comenzó con la guerra contra los mapuches, la llamada estrategia de pacificación, que no era otra cosa que etnocidio, en el extremo, genocidio estatal. ¿No es esto colonialismo, supuestamente excluido del mundo moderno, sobre todo el reciente? Sin embargo, la nación Mapuche no está atendida en el tribunal internacional, no se le reconoce el derecho a la palabra, no se la considera víctima de la violencia estatal y de la guerra de conquista, no se incorpora, ni siquiera como dato decodificable, que sus tierras han sido expropiadas, sus pueblos arrinconados, llevados a la miseria, sus lenguas y cultura desconocidas, en este proceso de acumulación de capital, que incluye expropiación de tierras comunales, geopolítica regional, despojo de recursos naturales, entre otros, recursos como el guano y el salitre.
¿Cómo se puede hablar de resolver los problemas pendientes si no están los pueblos, si no se consulta a los pueblos, sobre todo, en este caso, si no se consulta a los pueblos indígenas? Obviamente no hay resolución efectiva de los problemas pendientes, acumulados en la historia efectiva, no en la historia oficial, en la historia de los estados, incluso en la historia de los imaginarios modernos, supuestamente progresistas y hasta “revolucionarios”. Lo único que hay es lo de siempre, el despliegue de las narrativas nacionales, donde no entran las naciones y pueblos indígenas; si entran lo hacen como telón de fondo de los escenarios históricos, donde se efectúa el canto a las glorias nacionales. En la base de todo esto, es parte de la comedia imperial, donde los Estado-nación subalternos tienen cabida, como segundos o terceros, y son atendidos para dirimir en pleitos menores, en el contexto de las estrategias de la geopolítica del sistema-mundo capitalista.
Llama la atención que un gobierno que se reclama ser gobierno indígena y de los movimientos sociales no defienda los derechos de la nación y pueblos mapuches. Más aún cuando las naciones y pueblos indígenas de Abya Yala nombraron a Evo Morales Ayma presidente de todos los pueblos indígenas del continente. En este caso las embajadas bolivianas deberían haberse convertido en embajadas de los pueblos indígenas, iniciando así el reclamo efectivo contra la conquista y el colonialismo, la lucha por la emancipación y liberación de los pueblos indígenas y de los pueblos del mundo. En cambio, el gobierno popular boliviano se afincó en la estructura colonial del Estado-nación, cambió las etiquetas y los nombres, creyendo que con esto el Estado-nación se convertía en Estado Plurinacional Comunitario y Autonómico, por arte de magia de las palabras. Siguió el mismo decurso de la diplomacia colonial, sin adentrarse nunca a los códigos y ritos de la diplomacia indígena, proponiendo, mas bien, la diplomacia de los pueblos, que tampoco llevó a la práctica, salvo como amague.
El colonialismo, la colonialidad, sus estructuras institucionales, sus estructuras imaginarias, campean en el mundo contemporáneo, en los Estado-nación, sean dominantes o subalternos, en los organismos internacionales, aunque pretendan garantizar los derechos humanos y democráticos. Esto sólo es una puesta en escena, que legitima, de todas maneras, las dominaciones polimorfas del imperio.
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