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Un par de palabras a Sergio Villalobos

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No es verdad que a las palabras se las lleve el viento o que se pierdan en el mar a golpes de huracán. Ellas nacieron para nombrar, incluso en las más oscuras de las noches de invierno, a amores y desamores. Saben de orgasmos y funerales, elegías y combates de titanes, de cantos y poesía, de vida y de muerte. Saben tanto, que se les ha incrustado en piedras, pintado en papiros y grabado en libros. La historia se ha contado en palabras y en millares de páginas ámbar y grises que se desperdigaron por primaveras y otoños para quedarse. La palabra mapuche es particularmente resiliente, perdurable, desplazándose en horizontes de futuro, porque lleva el pasado a lomo de caballo. No es cualquier palabra, pues está llena de memoria, de gritos, de violaciones, de despojo, de ira, de vergüenza y, también, de coraje y felicidad.  No es la palabra maldita de tu racismo ario, Villalobos. Quizás no es la palabra perfecta, tal vez ni siquiera la más hermosa y certera, pero no es tu palabra fascista Villalobos. No lo sé, probablemente desciendas de una villa de lobos o eres un lobo de villa; sea como fuere, pareces ser como aquellos cánidos que demarcan su territorio mediante la hedienta orina. Es decir, eres profundamente territorial y, por lo mismo,  en tu comarca no se aceptan indios, menos aún si estos son supuestamente flojos y borrachos como has iterado hasta la saciedad. Es tu palabra etnocéntrica y colonial que nutre a las clases dominantes, ofende a los mapuche e incentiva a la represión. Por eso aullas, tal como tus pares, que “a nadie agrada el desorden y la blandura en la aplicación de la ley. El estado está deteriorado, las normas legales y los preceptos constitucionales no se cumplen, no solamente en la Araucanía, sino también hasta en la capital, que con una periodicidad alarmante queda a merced de encapuchados y terroristas, que reciben el estímulo de movimientos estudiantiles”. Así, con extraordinaria liviandad, tildas de terroristas a todos los que luchan por sus derechos colectivos. La demanda social por una educación gratuita y de calidad es terrorismo; la demanda social del pueblo mapuche por tierra y territorio es terrorismo. Por extensión lógica del argumento, no queda más que suponer que la demanda por la igualdad de género, por el derecho al aborto, por la protección al medio ambiente, por una constitución democrática, es también terrorismo, porque –como dices entre murmullos  de historiador sin historia– todo esto ha deteriorado al Estado.

¿Te refieres al mismo Estado que ha asesinado a mapuche, que los ha encarcelado, que aterroriza a los niños en las comunidades mediante la acción indiscriminada de Fuerzas Especiales de Carabineros? Sí es así, este Estado no me parece particularmente debilitado, sino que, por el contrario, activo y represivo. ¿Te refieres al suboficial Luis Sepúlveda de Fuerzas Especiales quien en Padre Las Casas disparó en el rostro al anciano mapuche Ernesto Chureo, fracturándole la mandíbula? ¿O aludes a los testigos secretos pagados por el Ministerio Público para testificar en juicios contra mapuche? ¿Quizás al niño de la comunidad de Chequenco baleado por carabineros? ¿Es esta la blandura en la aplicación de la ley a la cual apuntas?

Ni a las palabras se las lleva el viento ni menos aún a tus destemples histéricos que reflejan un racismo tan transparente que hiere la mirada, aunque –al menos– sirve para conocer a los de tu raza esteparia o de villa, da lo mismo. Porque tu arrogancia de historiador sin memoria te lleva a afirmar que “la incorporación de La Araucanía fue un éxito, no obstante la existencia de bolsones atrasados, debido a defectos ancestrales y a pesar de toda la tarea educacional y material efectuada por el Estado desde hace siglo y medio”. El éxito del cual hablas significó la usurpación del territorio mapuche. Fue la violenta ocupación militar de un país extranjero: el País Mapuche.

Tu mirada colonial,  lacera e irrita, encandece la razón y asalta la sensatez, porque ¿Cómo es posible que impunemente hables de “defectos ancestrales”? Fascismo puro, cristalino y oscuro al mismo tiempo. Peligroso y etnofágico, pues pretendes devorar a un pueblo, porque –acorde a tu sesgada visión– carece de la perfección del Estado chileno, autoerigido portador de la modernidad civilizada. El nacismo diseñó e intentó implementar procesos de eugenismo, es decir, el perfeccionamiento de una raza y, para ello, se elevaron al status de dioses de un parnaso inventado por ellos mismos. Tú, desde tu propio olimpo, proclamas la optimización de las bondades del blanco, y maximizar la eficiencia del aparato represivo para que ningún indio ose penetrar en tu comarca, en tu lobezno territorio. En suma: acabar de una vez por todas con los molestos defectos ancestrales que tanto te perturban.

Lo que no podrás entender jamás, es que aquellos ancestrales, aquellos antiguos, aquellos defectuosos –para tu eterno pesar– conocen muy bien la historia que tu desconoces. Porque la escondieron en susurros de luna, en los rincones de la noche la ocultaron, para que sus hijos y los hijos de sus hijos supieran que siempre habrá lobos de villa que tratarán de exterminarlos. Pero que no importa, pues el mapuche tiene su propia palabra: libertad.

– El autor, Dr. Tito Tricot, es Sociólogo y Director del Centro de Estudios de América Latina y el Caribe-CEALC, Chile

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