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¡Y ahora le toca al vecino!

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Quienes dirigen nuestra política exterior ignoran o no quieren rememorar la larga historia con nuestros vecinos del norte, lo cual los lleva a seguir cometiendo errores en los tribunales internacionales de justicia. Si hacemos un recorrido histórico por el siglo XIX comprobaremos que tuvimos dos guerras, en las cuales Chile resultó vencedor: la primera, contra la Confederación Perú-Boliviana, en los años 30, y, la segunda, la Guerra del Nitrato, en los años 70. Si nos remontamos más atrás, a la época de la Conquista, los almagristas – seguidores del español Diego de Almagro, llamados “los rotos” – al regreso al Perú, desde Chile, provocaron una guerra civil contra los hermanos Pizarro, incluso, la Armada, creada por O´Higgins, llegó al puerto del Callao anticipando, así, el derrumbe del virreinato. Quizás, el único momento latinoamericanista por parte de Chile respecto al Perú fue la guerra contra España, en que Chile tuvo que sufrir el bombardeo de Valparaíso por parte de la Marina española. Si leemos con atención a Francisco Antonio Encina cuando describe este episodio en su Historia de Chile, comprobaremos el desprecio con que este historiador analiza el latino americanismo, que él considera “quijotesco” por la acogida que los liberales dieron al Perú al ser invadido por los españoles en las Islas Chinchas.

Si ignoramos que la ocupación de Lima por parte de los chilenos, a finales de la guerra del nitrato, fue equivalente, en el tiempo y no menos genocida a la ocupación de los nazis en París  en la Segunda Guerra Mundial, y si agregamos, además que Chile se quedó con las provincias de Tarapacá y Antofagasta – la primera de Perú y, la segunda, de Bolivia, en ese entonces y hasta ahora las zonas que más han aportado riquezas al Chile, antes con el salitre y, ahora, con el cobre – se comprende que estos dos vecinos países del norte quieran recuperar parte del territorio perdido, así sea en una mínima proporción – sería bueno recordar siempre que en el centenario de la Guerra del Nitrato, (1979), estuvimos a punto de un conflicto bélico con el Perú -.

Es posible que Bolivia haya salido desfavorecida con el reciente fallo de la Corte Internacional de La Haya respecto al diferendo marítimo entre Chile y Perú, pero sería, una vez más, una insensatez mirar con desprecio y arrogancia la tesis boliviana respecto de los derechos expectaticios. Si alguna enseñanza podemos deducir del este fallo es que los jueces no se limitan a considerar elementos jurídicos, sino que analizan el conjunto de las relaciones entre los países litigantes, razón por la cual, aun cuando nos parecen inexplicables las razones que los magistrados de La Haya tuvieron para cortar  en la milla 80 aplicando, posteriormente, la bisectriz que favoreció a Perú, que si bien no corresponde a la letra del Tratado Perú-Chile, sí responde a razones de equidad y de reivindicaciones de un país que perdió parte de su territorio en la guerra.

En el escenario post-fallo de La Haya no parece tan estrafalario la consideración de los derechos expectaticios, que fundamenta la demanda actual de Bolivia ante el Tribunal Internacional de La Haya. Debemos considerar que los distintos gobiernos chilenos han tenido la voluntad de solucionar el tema de la mediterraneidad de Bolivia: en primer lugar, previo al plebiscito que debía resolver la pertenencia de las provincias de Tacna y Arica, Chile ofreció a Bolivia la de Arica, con la condición de que el gobierno del altiplano apoyara la pretensión de nuestro país, en el sentido de triunfar en ese plebiscito, que nunca se llevó a cabo, pues se decidió, de común acuerdo, repartir Arica para Chile y Tacna para Perú, en el Tratado de Lima. En este caso, para entregar cualquiera de los territorios antiguamente peruanos a Bolivia, se hacía necesario el visto bueno de ambos países; en segundo lugar, Chile también ofrecía la Caleta Víctor, al sur de Arica, en subsidio de fracasar la entrega de la provincia de Arica; en tercer lugar, durante el gobierno de Gabriel González Videla, su ministro de Relaciones Exteriores, Horacio Walker, ofreció una salida del mar a Bolivia, compensada con una serie de aportes bolivianos respecto a la energía hidroeléctrica; en cuarto lugar, durante los gobiernos de los dictadores  Augusto Pinochet y Hugo Bánzer, Chile ofreció una franja de tierra, al norte de Arica, hasta la Línea de la Concordia, que no fue aceptada por Perú, en razón del Tratado de Lima y que planteaba, alternativamente, la internacionalización de Arica, lo que tampoco era aceptable para Chile; en quinto lugar, los gobiernos de Bachelet y Morales estudiaron los famosos “trece puntos”, que no excluían ningún tema bilateral, es decir, incluido la salida del mar a Bolivia.

Bolivia también puede argumentar que el Tratado de 1906, por el cual cedía el territorio de Antofagasta a cambio de compensaciones económicas y de infraestructura – como el ferrocarril Arica-La Paz – no ha sido cumplido, en su integridad por parte de Chile. Se puede agregar, además, que al rechazar la calidad de árbitro por parte de Kaiser Guillermo de Alemania, el arbitraje correspondería a la Corte Internacional de La  Haya.

Considerando los antecedentes descritos anteriormente, pienso que sería un grave error mirar despectivamente y aduciendo tener la razón y la intangibilidad de los Tratados.

29/01/2014

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1 Comentario

  1. Ronel

    Chile debe considerar grandemente una politica de acercamiento franca y sincera que sea evidente y sin medias tintas a sus tres vecinos. El derrotero que siguió nuestra historia de vecindad ha sido, por obra del destino, muy favorable a Chile en lo geo-economico. Pero a cambio debe lidiar con la desconfianza y los problemas que generaron la guerra del ’79 en sus dos vecinos del norte. La riqueza que Chile obtiene de estos territorios usurpados sobre todo a Bolivia exigen una actitud mas comprensiva y aun de renuncia y sacrificio del estado chileno para con el pueblo boliviano. Como peruano me uno al sentir expresado por el Pdte de Ecuador de q la causa de Bolivia por una salida al mar es una causa q debe apoyar toda America Latina. La injusticia generada por una guerra no se cura con ningun tratado por muy «legal» que este sea. Los pueblos se encargan de derrumbar las injusticias y se que el pueblo chileno considera la mediterreneidad de Bolivia una injusticia.

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