Los jefes de la Gestapo chilena a la “Peni”
por Rafael Luis Gumucio Rivas (Chile)
11 años atrás 3 min lectura
No se puede sino estar de acuerdo con el cierre de la “colonia-hotel” de vacaciones permanentes del Cordillera. Es repugnante que, en este país de hipócritas, los jefes de la Gestapo chilena, durante tres gobiernos sucesivos – de Ricardo Lagos, Michel Bachelet y de Sebastián Piñera – hayan gozado de privilegios inaceptables en un país que pretende llamarse civilizado y que se supone existe la igualdad ante la ley, una utopía inalcanzable hoy por hoy. En Chile, los Presidentes de la república son irresponsables ante la ciudadanía: Ricardo Lagos, el Presidente que envió a los diez máximos líderes de la Gestapo al “hotel” Cordillera, se justifica diciendo que el decreto original fue mal aplicado; Michelle Bachelet, para variar, “pasó”; Sebastián Piñera, durante sus tres primeros años de mandato, se hizo el bobo – al menos, este Mandatario terminó, sin miedo, con la Colonia Cordillera. Los presidentes de la Concertación se hacen “pipí” ante el asomo de cualquier milico.
Trasladarlos a Punta Peuco, en Til Til, no soluciona el problema de fondo: la supuesta cárcel creada por Eduardo Frei Ruiz-Tagle, uno de los peores Presidentes de Chile en el tratamiento de los derechos humanos y de los crímenes de lesa humanidad es, igual que el Cordillera, un recinto privilegiado si se compara con las distintas cárceles chilenas – que deberían tener un letrero, en el pórtico, con la frase del poeta fiorentino, Dante Alighieri: “Oh, vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza”, (en La Divina Comedia) -. Lo lógico sería recluir a todos estos genocidas en la Cárcel de Alta Seguridad, o en la ex Penitenciaría; otra posibilidad sería ampliar los cupos en Punta Peuco y llevar reos comunes, de alta peligrosidad, a Til Til. La solución de fondo sería la construcción de cárceles que respeten la dignidad del ser humano y que permitan rehabilitar y reinsertar en la sociedad a quienes han sido condenados.
En este país “de gobernantes dignos y timoratos”, los jefes nazis han mantenido sus grados militares sin ser degradados, como sería lo normal – según uno de los gendarmes del Cordillera, al criminal Manuel Contreras se le rinde homenaje diario, correspondiente a su rango de general, incluso, este engendro humano se atreve a reírse de los gendarmes “a su servicio” haciendo que le lleven el bastón o le alcancen un vaso de agua, como hacían los “mocitos” en la antigua DINA -, pero nada nos puede extrañar de la doble moral de estos personajes del duopolio, en el fondo, por miedo, interés o traición, se han convertido en cómplices del nazismo.
Si hubiera verdadera voluntad para castigar a los genocidas bastaría que el Presidente de la república ordenara al comandante en jefe del ejército que degradara a los oficiales de la DINA y de la CNI, ascendidos sólo por el mérito de sus asesinatos, tratos crueles y degradantes, desapariciones, y otros. Basta una simple orden del director de gendarmería, personaje de confianza del Presidente de la república, para cambiarlos a la Cárcel de Alta Seguridad. Los parlamentarios, aun cuando carecen de poderes políticos podrían, al menos, oficiar al Presidente de la república o a la ministra de Justicia para que lleve a cabo estas dos acciones de mínimo justicia. Por último la ciudadanía, que en contadas ocasiones es escuchada, al menos podría reunir un gran número de firmas que, usando su derecho de petición, ¿Existirá esta figura legal?, solicite respetuosamente, a su Excelencia, la degradación de los genocidas y su traslado a cárceles comunes. ¿Tendrán poder los candidatos actuales para proponer medidas justas en el mismo sentido de justicia?.
Mucho me temo que seguiremos en el mismo marasmo, pues en este país lo único que reina es el peso de la noche, la eterna siesta colonial y el miedo, el miedo, el miedo.
27/09/2013
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