Gobiernos del duopolio, abusadores del desodorante ambiental
por Arturo Alejandro Muñoz (Chile)
13 años atrás 5 min lectura
20 de mayo, 2013
Si los últimos cinco gobiernos hubiesen sido miembros del cuerpo de bomberos ya habrían sido expulsados de los cuarteles con viento fresco. Por inútiles. Más aún, por mentirosos.
En las actuales campañas sostenidas por candidatos a ocupar cargos en los poderes ejecutivo y legislativo, la totalidad de los postulantes pertenecientes a uno de los dos bloques de la sociedad comercial y bolichera conocida como “duopolio” (o ‘patrones y mayordomos’), ha insistido en apuntar el pitón de la manguera hacia lo alto, hacia las llamas y el humo, pero jamás ha habido siquiera un intento de lanzar el agua a la raíz del fuego. Malos bomberos. Peores ‘dirigentes’ y simples politicastros.
En esta secuencia de frescuras y mentirijillas públicas las banderas las lleva la actual administración derechista, sin duda alguna. A tal grado y nivel ha llegado ella en su frescura que no se comete error al presumir que -durante los últimos tres años- hemos estado bajo la férula gubernativa de mitómanos compulsivos. Confiado totalmente en la ostensible incapacidad que la mayoría de los chilenos tiene en materia de retención de declaraciones y cifras emanadas de los organismos públicos, y también de los políticos, el gobierno –mejor dicho, sus ministros y subsecretarios- lanza por vía de la prensa y la televisión mil y una falaces “argumentaciones” respecto de su incumplimiento de acuerdos y compromisos, y lo hace con descaro, como si mentir fuera parte activa del buen vivir.
No crea usted amigo lector que lo anterior muere en el punto aparte. No, por supuesto que no. Las mentiras alcanzan niveles de desmesura, especialmente aquellas con que pretenden embolarnos la perdiz, como por ejemplo: “este ha sido uno de los mejores gobiernos en la Historia de Chile” (¿la recuerda?, fue dicha por un ‘alto’ dirigente de la UDI, vetusto ‘coronel’ que en su juventud estuvo presente en Chacarillas). Esa frase se equipara (y quizás la supere) a aquella tan recurrente en labios de los concertacionistas: “hemos sacado al país de las garras de la dictadura y lo hemos llevado a los brazos de la plena democracia”. ¿Y qué tal esta otra perlita: ‘las instituciones funcionan’?
Si se lee nuevamente el título de este artículo, más de alguien se preguntará qué tiene que ver la política con el desodorante ambiental. La verdad es que…nada…no tiene nada que ver una cosa con la otra, y por ello es más grave el asunto que convoca estas líneas, ya que los cinco gobiernos del duopolio –desde Aylwin a Piñera– dedicaron sus principales esfuerzos a enmascarar la dictadura y sus propuestas totalitarias mediante aromáticas esencias de ‘democracia’, pero sólo democracia en spray, nunca en cemento armado.
Patrones y mayordomos, desde 1990 a la fecha, han embaucado a la sociedad civil chilena. Se negaron a gobernar para el bienestar de Chile y su gente, ya que todo lo realizado sirvió casi exclusivamente al incremento de la riqueza y posición social de escasas familias, las mismas que en gran medida fueron privilegiadas por Augusto Pinochet al término de su período totalitario, cuando dispendiosamente el dictador realizó una especie de tómbola regalándoles empresas fiscales a precios irrisorios y, en algunos casos, gratuitamente. Para muestra, un botón: La historia de INACAP.
Si estos cinco gobiernos hubiesen sido madres de niños enfermos, sufrientes de violenta diarrea, lo más seguro es que se hubiesen preocupado de enmascarar el olor a caca y no a atacar el problema central.
Eso mismo hicieron con la economía, los recursos naturales y el sistema político y la mismísima Constitución, impuesta a bayonetazos por una de las más sanguinarias dictaduras conocidas en América Latina. Los enmascararon mediante la dictación de leyes variopintas destinadas a repartir ‘aspirinas económicas’, pero jamás a dar solución a asuntos de fondo, vale decir, a aquellos que causan profundización de la brecha económica, clasismo, endeudamiento de la gente hasta la tercera generación, depredación de los recursos del país y aherrojamiento de la soberanía popular.
Las mentadas ‘aspirinas económicas’ no han sido destinadas específicamente al apaciguamiento de posibles malestares económicos ni a un mejoramiento real de las condiciones generales de la población, sino, realmente, a ocultar una verdad tan evidente como la deshonestidad de nuestros últimos gobernantes, cual es impedir que la sociedad chilena despierte, avive el seso y exija renacionalizar sus recursos minerales, hídricos y marítimos.
Los cinco gobiernos se esforzaron en cubrir con verborrea y aspirinas el negociado indecente, inmoral e incluso antipatriótico de las AFP’s. Para evitar el derrumbe de ese robo legalizado que inventara en plena dictadura el hermanito mayor del actual mandatario, Alianza y Concertación se disputan la autoría de “bonos” y regalías menores, con las que hasta hace algunos meses nada más habían tenido éxito en cuanto a asfixiar el grito de la calle.
Durante veintitrés años el duopolio logró triunfar en esa tarea antichilena, antipueblo. Millones de envases de desodorante ambiental fueron utilizados para ello. Sin embargo, el olor a putrefacción está superando la cantidad de aromatizantes usados por aliancistas y concertacionistas. Millones de chilenos se hartaron de engañifas y ladronzuelos. La gran mayoría de la sociedad nacional exige limpiar la porquería, atacar la raíz de nuestros problemas y avanzar en la construcción de una democracia participativa, honesta y con dominio absoluto de la soberanía popular.
Para ello, es condición sine qua non que aquellos que en su calidad de autoridades ‘representativas del mandato popular’ abusaron hasta el hartazgo del uso de desodorantes ambientales, queden fuera del nuevo escenario. Todo ellos, sin excepción alguna. En lo que respecta a cumplir con Chile y su pueblo tuvieron veintitrés años de oportunidades… pero los aprovecharon sólo para su propio capote y enriquecimiento. No más. Ni desodorantes ambientales, ni ellos. No más. Así de simple. Así de claro.
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