La idea de libertad como aspiración de no interferencia sobre la vida y las elecciones individuales para lograr prosperar, es una mera ilusión frente a la jerarquización de las posiciones sociales en las sociedades de libremercado. No obstante, en situaciones de crisis y confusión es capaz de arrastrar a segmentos sociales significativos y en ciertos casos con altos grados de fanatismo.
La apelación a la libertad en la franja de Kast no es otra cosa que la libertad según el tamaño de la billetera o según la posición en la jerarquía social. Para los desposeídos, se trata de la libertad de “dormir bajo los puentes y de robar pan para poder comer”, como diría Anatole France. La ideología que está detrás es la libremercadista proempresarial sintetizada por Milton Friedman (New York Times, 13-9-1970), según la cual “la responsabilidad social de una empresa es incrementar sus ganancias”. Esta fue introducida en Chile con éxito por los Chicago Boys desde los años 1950 y complementada por el neoliberalismo de Friedrich Von Hayek, que llegó a declarar (El Mercurio, 12-4-1981) en apoyo a Pinochet que “mi preferencia personal se inclina a una dictadura liberal y no a un Gobierno democrático donde todo liberalismo esté ausente“.
La idea de libertad como aspiración de no interferencia sobre la vida y las elecciones individuales para lograr prosperar es una mera ilusión frente a la realidad implacable de la jerarquización de las posiciones sociales. No obstante, en situaciones de crisis y confusión es capaz de arrastrar a segmentos sociales significativos, en ciertos casos con altos grados de fanatismo. Suele acompañarse, y esto ya es más peligroso para las libertades públicas, de la apelación a un orden autoritario que preserve esa aspiración al individualismo negativo.
Este discurso choca frontalmente, en efecto, con la jerarquización estructural y la inmovilidad de las posiciones sociales que produce la sociedad de mercado y la concentración del capital material e inmaterial dominado por oligarquías. Esta tendencia a la concentración está abundantemente descrita por Thomas Piketty y colaboradores (ver https://wid.world/es) a escala global y es especialmente dura en Chile desde que se revirtieron a partir del golpe de 1973 los avances sociales acumulados desde los años veinte del siglo pasado (“no son 30 pesos, son 50 años”). En la sociedad de mercado, las posiciones asimétricas en la esfera económica, social y cultural determinan poderes y privilegios a los que solo accede una minoría, en nuestro caso prolongando el dominio oligárquico heredado de la colonia. La contra cara son las subordinaciones múltiples de las mayorías que solo poseen su capacidad de trabajar o de procurar obtener redistribuciones públicas para sobrevivir (fuente de los diversos populismos y clientelismos), lo que se prolonga en la estructura patriarcal del funcionamiento social y familiar.
La libertad real, en la tradición intelectual propiamente republicana, es aquella que impide la dominación de unos pocos sobre los demás. El proyecto histórico de lograr un régimen de libertad real es uno que incluye no solo la no-interferencia de los poderes sobre los individuos en sus derechos básicos sino la no-dominación, en la expresión de Philip Pettit. En ese proyecto, los individuos van construyendo en la interacción social condiciones materiales e institucionales suficientes y equitativas para desarrollar sus proyectos de vida y los de su comunidad. Se trata de la idea de la prosperidad compartida en un régimen democrático, en el que cada cual está defendido de los poderes arbitrarios. En esta formulación republicana de la idea de libertad, se expresa, además, la aspiración que nace con la modernidad de reemplazar la jerarquización social alrededor del capital por una asociación en la que el libre desarrollo de cada cual sea la condición del libre desarrollo de todos (y todas, insiste con razón el feminismo contemporáneo), en los límites de la resiliencia de los ecosistemas (insiste también con razón la visión ecológica).
Lograr esa libertad y esa emancipación asociativa, feminista y ecológica tiene sentido como proyecto de cambio social si se traduce en un Estado democrático y social de derecho que asegure una coordinación activa de agentes económicos plurales (públicos, asociativos y privados), asigne recursos para proveer bienes públicos suficientes y gobierne instituciones y mercados no monopólicos para inducir cooperación y dinamismo en la producción en condiciones de equidad social, territorial y de género, así como de sostenibilidad ambiental.
Todo esto contrasta profundamente con la libertad que Kast defiende, y la derecha en su conjunto en realidad, que es la ausencia de restricciones para concentrar el poder económico y político en una minoría oligárquica y patriarcal, depredar los recursos comunes en su beneficio y dominar autoritariamente al resto de la sociedad. Kast y la derecha ya no son un recurso de seguridad, sino una garantía de retroceso conservador en detrimento de la mayoría social y, por tanto, de inestabilidad y polarización prolongada.
*Fuente: LaMiradaSemanal
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