Con apenas cuatro líneas la Embajada de Chile en
España pretende despachar la biografía de su titular, Sergio Romero, quien
presentó sus credenciales el 13 de mayo. La escueta referencia se limita a sus
dos décadas como senador tras el final de la dictadura militar en 1990.
Mucho más generoso es el perfil que ofrece la Biblioteca del Congreso
Nacional de Chile, que incluye un dato esencial que vincula al embajador con el
golpe de estado de 1973: entre 1968 y 1976 fue el secretario general de la
poderosa Sociedad Nacional de Agricultura (SNA), la cofradía de los grandes
latifundistas.
Desde su fundación en 1838, la SNA está íntimamente ligada a
la derecha y a los principales grupos económicos. Ya durante el mandato del
presidente Eduardo Frei Montalva (1964-1970) planteó una resistencia
intransigente a la ley de Reforma Agraria aprobada por la Democracia Cristiana
con el apoyo de la izquierda en 1967. Un año después Sergio Romero, que desde
1964 era el jefe de su departamento jurídico, se convirtió en el secretario
general de la SNA.
Su gestión contribuyó al crecimiento y la modernización de
la organización, que entre 1965 y 1969 aumentó sus socios de 1.834 a 4.500 (datos de un
trabajo clásico de Armand Mattelart titulado en su versión original en francés:
"La burguesía en la escuela de Lenin"), su apertura a los propietarios
medianos, su descentralización y su orientación hacia el gremialismo, un
movimiento social -entonces incipiente- caracterizado por la adhesión
irrestricta al capitalismo y la aspiración a una sociedad corporativista guiada
por el integrismo del Opus Dei.
La victoria de Salvador Allende en 1970 y la rápida
aplicación del programa de hondas transformaciones económicas, sociales y
democráticas de la
Unidad Popular radicalizaron la actuación de la Sociedad Nacional
de Agricultura, que, por una parte, se ocupó de dificultar la reforma agraria
(incluso con la formación de "guardia blancas") y, por otra, supo tejer, con el
resto de organizaciones patronales del gran capital, pero también con la clase
media, un potente movimiento social antiallendista de inspiración gremialista.
De este modo, la
Sociedad de Fomento Fabril, la Sociedad Nacional
de Minería, la Cámara
de la Construcción
y la SNA
confluyeron en el frente de la
Confederación del Comercio y la Producción y, aliados
con los medianos propietarios (camioneros, comerciantes…) y los colegios
profesionales, lanzaron el desafío del paro patronal de octubre de 1972. Aunque
fue derrotada por la gran movilización de la clase obrera, la insurrección de
la burguesía, que aspiraba a paralizar el país para forzar el golpe militar,
causó un gran daño económico al país.
Durante 1973 la Sociedad Nacional de Agricultura contribuyó a
acentuar el estado de parálisis económica y política, la polarización social y
las acciones conspirativas que allanaron el camino a la traición de las Fuerzas
Armadas. El 11 de septiembre de 1973 también tuvo sus "generales civiles", como
Agustín Edwards (propietario del diario El Mercurio, financiado por la CIA durante aquellos años),
Orlando Sáenz (presidente de la
Sociedad de Fomento Fabril), León Vilarín (líder de los
camioneros) o los principales dirigentes de la Sociedad Nacional
de Agricultura, entre ellos el hoy embajador Sergio Romero. Aquella mañana
precisamente la cadena de emisoras de la
SNA, Radio Agricultura, fue una de las encargadas de difundir
los bandos de la junta militar que anunciaban la destrucción de la democracia y
la cruenta persecución de los militantes de la izquierda.
La SNA
colaboró estrechamente con la dictadura, mientras que en lugares como Paine,
Lautaro o Lonquén los latifundistas participaban con las Fuerzas Armadas en la
denuncia y la detención de decenas de campesinos que habían luchado por la
reforma agraria y que fueron asesinados. Sergio Romero abandonó la secretaría
general de la
Sociedad Nacional de Agricultura en 1976 y aquel mismo año
fue designado subsecretario (viceministro) de Agricultura por la junta militar.
En aquel tiempo la represión, ordenada por su admirado general Pinochet y ejecutada
con mano de hierro por la
Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) y el Comando
Conjunto, se concentraba en la estructura clandestina del Partido Comunista
(tras haber masacrado al Movimiento de Izquierda Revolucionaria y al Partido
Socialista) y golpeaba también a ciudadanos españoles como Carmelo Soria o
Antonio Elizondo (desaparecido junto con su esposa, Elizabeth Rekas, embarazada
de cuatro meses).
En su currículum también figura otro hecho especialmente
repudiable: en 1991 se opuso en el Senado a la cancelación de la personalidad
jurídica del siniestro enclave conocido como Colonia Dignidad, utilizado por la DINA como centro clandestino
de detención y tortura. En 1998, criticó la detención de Pinochet en Londres a
petición de la justicia española y mantuvo su lealtad hacia el tirano hasta su
fallecimiento en diciembre de 2006, cuando destacó el legado económico de su
régimen. Un legado de represión política, hambre y destrucción de los derechos
sociales para el pueblo, pero que para la Sociedad Nacional
de Agricultura y personas como él significó la refundación del capitalismo
chileno, el fin del miedo a la revolución socialista.
En las últimas semanas Izquierda Unida, distintas
organizaciones de chilenos residentes en España y varias asociaciones de
defensa de los derechos humanos han solicitado al Gobierno que retire el
"plácet" al embajador Sergio Romero. Hace un año, durante la campaña electoral,
Sebastián Piñera (una de las escasas personalidades de la derecha que votó
contra Pinochet en el decisivo plebiscito de 1988) prometió que no incluiría a
ninguna persona estrechamente vinculada con la dictadura en su consejo de
ministros. Parece obvio que el Chile que aspira a seguir avanzando hacia la
democracia tampoco puede tener representantes en el exterior comprometidos con
algunos de los capítulos más negros de su historia.
lunes, 06 de diciembre de 2010
– Mario Amorós es doctor en Historia y periodista. Autor de "Compañero
Presidente. Salvador Allende, una vida por la democracia y el socialismo"
(PUV). Artículo aparecido en el diario Público el 4 de diciembre de 2010 en el
espacio de Opinión "Otras miradas".
*Fuente: El Clarin
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