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Sinergia en el Bicentenario.

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En esto de mejorar los tiempos, reflexionando sobre como se han
producido los grandes cambios en la Humanidad, llego a la conclusión que
se produce una especie de “contagio” cuando alguno(a) o algunos son
capaces de transmitir sueños, entusiasmo, energía y proyectos de los que
un grupo tiene necesidad profunda.  Cuando esta necesidad es para algo
bueno y nos remece las emociones y el espíritu, se crea una energía que
nos empuja a un mismo fin.  El término de la física “sinergia” (del
griego, “syn”: simultaneidad y “ergon”: obra)  es la integración de
elementos que da como resultado algo más grande que la simple suma de
éstos. En la unión sinérgica de dos o más elementos se crea un resultado
que aprovecha y maximiza las cualidades de cada uno de ellos, es la
acción coordinada de dos o más partes o elementos cuyo efecto es
superior a la suma de efectos individuales. Se crea un nuevo objeto con
nuevas propiedades que emergen de la cooperación de varios entes para
lograr algo mayor.

Se pone como ejemplo al reloj, sus piezas por separado no aportan nada,
pero correctamente ensambladas, crean un mecanismo capaz de dar la hora.
Otro ejemplo lo da Stephan Covey al estudiar el vuelo migratorio en V
de las aves.  Esta formación les permite, según los que han estudiado
este fenómeno, aumentar la rapidez del vuelo en más de un 70% con menos
esfuerzo gracias a las corrientes de aire que producen sus alas. Ellas
van reemplazando a la que vuela en el vértice de la V, que es la que
hace más fuerza y cada cierto tiempo el ave que va más atrás toma el
lugar de la primera.  Han desarrollado la sinergia.  “Aprender a
sinergizar es aprender a hacer formaciones en V en vez de tratar de
volar solo por la vida.”

Recordando, también los aportes de Martin Buber  que habla del encuentro
del Yo con el Tú entre los que se crea una esfera, un espacio mayor de
amor que es posible percibir, podemos entender mejor aún esto de
sinergia.  Habiendo sentido este espacio “entre” del amor,  ese ambiente
indescriptible que se produce cuando dos o más personas buscan y 
comparten valores y sueños, ideales claros y comunes, creándose un clima
de emociones y afectividad positiva, se logra entender lo que es una
verdadera relación humana.  Los que participamos en la gesta del NO lo
sentimos y vivimos. ¡Pareciera que ya lo hemos olvidado!

Se han conmemorando y celebrando los 20 años de la caída del Muro de
Berlin. En este hecho histórico, un pueblo utilizó todos sus recursos y
energías culturales, espirituales y religiosas para lograr la
unificación. Se produjo la “sinergia” necesaria para llegar a un bien
mayor. En el muro había un graffiti con un proverbio africano: “Cuando
muchas pequeñas gentes, en muchos pequeños lugares, hacen muchas
pequeñas cosas, puede cambiar el rostro del mundo”.

La nueva espiritualidad que está naciendo es la unidad con el Todo.  La
competencia no es lo que mueve al Universo y a la Vida,  es la
cooperación de todos con todos. Por  esto es que quisiera que la
solidaridad despertada después del terremoto de febrero pasado, siguiera
siendo parte de nuestro diario vivir, de nuestra idiosincracia.

Quisiera que la conmoción que estamos experimentando al ver la fuerza,
disciplina, inteligencia y voluntad de vivir de los 33 mineros hundidos a
más de 700 metros bajo la montaña, produzca en todos nosotros una gran
mutación. Que no seamos meros espectadores emocionados, sino sujetos de
un cambio profundo que logre aquello que necesitamos para, a 200 años de
la Independencia, levantarnos como un pueblo de ideales comunes.

Quisiera que no nos importe en qué posición de la V volamos, en cualquiera estaremos colaborando a volar más rápido.

Quisiera que nuestra memoria no sea tan frágil, nuestras emociones no sean tan pasajeras.

Quisiera que no hubiera tantos cambios de autos o casas, de televisores,
de computadores o electrodomésticos, que vivamos la austeridad.

Quisiera que miremos nuestra realidad completa, la veamos y actuemos en consecuencia.

Quisiera que podamos, todos juntos, erradicar la injusticia y la pobreza.

Quisiera que en estos días de Fiestas Patrias, éstas del Bicentenario,
no estemos tan ocupados en tener más o menos días feriados; que nos
ocupemos preferentemente de hacer lo necesario para sentirnos hermanos
de una misma patria.

Quisiera que nuestro sentido de pertenencia esté basado más en el esfuerzo por los otros que en lo que puedo obtener regalado.

Quisiera, en fin, que las celebraciones familiares pudieran hacerse en
las calles, con parrilladas, chicha y vino, con música de tonadas y
baile de cuecas compartidas con los vecinos.

Quisiera que el que tiene más se ponga con más y el que no tiene no se
avergüence de participar de la fiesta. ¿Es mucho querer para gritar, con
razón, “¡Viva Chile!”?

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