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Para Marina Silva: «política sin teología es puro negocio»

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La salida de Marina Silva del Ministerio de Medio Ambiente representa una enorme pérdida de calidad política del gobierno Lula. Por calidad política entiendo la competencia del gobernante de mantener la unidad de los contrarios, esos contrarios inherentes a toda convivencia social y democrática, que confiere dinamismo y vida a la sociedad. Marina Silva representaba en el gobierno un polo decisivo y fundamental para una política responsable por el futuro de la vida y de la integridad del Planeta: el cuidado del medio ambiente global y de las condiciones ecológicas que garantizan la vida en toda su inmensa diversidad.

En el otro polo están otros, en mayor número, que persiguen un proyecto que nos remite al siglo XIX, de crecimiento material acelerado y a cualquier precio, sin considerar la mutación de las conciencias ocurrida en Brasil y en el mundo principalmente ante las peligrosas transformaciones negativas del estado de la Tierra, ocasionadas en gran parte por dicho proyecto. Misión del gobernante es ser un hombre de síntesis, capaz de articular los polos y tener la sabiduría suficiente para tomar decisiones estratégicas, incluso difíciles, que garanticen el futuro de nuestra existencia en este pequeño Planeta.

El actual presidente había demostrado esa capacidad de síntesis. Pero esta vez, nos parece que se ha producido un desastroso desequilibrio. Con la ausencia de Marina Silva existe el peligro del pensamiento único y de la obsesión furiosa por el crecimiento, haciendo crecer nuestra deuda con la naturaleza y con las generaciones futuras.

La ex-ministra Marina Silva mantenía una tenaz coherencia con la misión que se propuso, de introducir a partir de su Ministerio la transversalidad del cuidado ecológico en todas las instancias del poder, en el esfuerzo de conferir una dirección innovadora, y a la altura de los desafíos contemporáneos, al desarrollo socio-ambiental sostenible. Fue vista como obstáculo al crecimiento y como impedimento a la modernización. Y efectivamente lo era y tenía que serlo. Lo que sabemos de la historia y de la experiencia reciente hace imposible continuar con el tipo de crecimiento retrógrado que se propone la acumulación a costa de devastar la naturaleza y de profundizar las desigualdades sociales.

Hay que estigmatizar esa modernización conservadora y socialmente generadora de tantas víctimas, en el campo y en las ciudades. Las presiones contra la ministra venidas desde el interior del propio gobierno y del exterior, de grupos poderosos ligados a lo pecuario y al agronegocio, minaron la sustentación política y la viabilidad de su trabajo, especialmente en lo que se refiere a la conservación de la selva amazónica. Se retiró del ministerio por la puerta de delante, con elevado espíritu público y ético, manifestando lealtad y fidelidad al presidente.

Marina Silva era una de las reservas éticas del gobierno, una referencia de credibilidad para Brasil y para el mundo. Pero la ética era poco para ella. La movía una inspiración espiritual, de servicio a la vida y de protección de todo lo creado. Ella me hace recordar la frase de un gran pensador de la escuela de Frankfurt que fue un riguroso marxista y materialista: Max Horkheimer. Al final de su vida escribió un sugestivo libro: El anhelo del totalmente Otro. En él, como marxista y no como cristiano, dice: «una política, sin teología, es puro negocio». Y explicaba: «teología significa aquí, la conciencia de que el mundo no es la verdad absoluta, que no es el fin; teología es la esperanza de que todo no acabe en la injusticia que tanto marca el mundo, que la injusticia no tenga la última palabra».

Considero que Marina Silva mostró en su vida y práctica la verdad de esta sentencia. Por eso le estamos todos agradecidos y en deuda.
2008-05-23

* Fuente: Servicios Koinonia

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