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Marta Lagos: «Piñera tiene que dejar de ser de derecha»

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“Para tener éxito, hay que cambiar la estructura de esta sociedad, hay que resolver el problema del rol de la Iglesia Católica en las políticas públicas. ¡Es simplecito!”, se explaya la analista y directora de la agencia Mori con una alta cuota de ironía. De su sarcasmo tampoco escapa la Concertación, a la que declara definitivamente desaparecida.

Es categórica e irónica, certera y clara en sus juicios. Y aunque es conocida y pública su cuna y vínculos DC, la directora de la consultora MORI-Chile, Marta Lagos, desmenuza con dureza las falencias tanto del gobierno como de la Concertación. Más de uno la criticó cuando, a cuatro días de la segunda vuelta presidencial, lanzó un sondeo en el que vaticinó casi matemáticamente el resultado del balotaje. Esta semana, el Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea (CERC), dirigido por su esposo, el abogado y cientista político Carlos Hunneus, le da a Piñera 54% de aprobación, la cifra más baja de un Mandatario durante su “luna de miel”. En la misma etapa de sus respectivos gobiernos, Patricio Aylwin obtuvo 85%, Eduardo Frei también, Ricardo Lagos 67% y Michelle Bachelet 65%. La socióloga explica por qué y da su receta: “Para tener éxito hay que cambiar la estructura de esta sociedad, hay que resolver el problema del rol de la Iglesia Católica en las políticas públicas. ¡Es simplecito!”, afirma riéndose con ironía. Con un café en la mesa para aplacar el frío e instalada en una sala del palacete que hace años acoge al equipo de MORI en Providencia, Marta Lagos precisa que lo que sucede con Piñera es que “todos los presidentes han tenido en su porcentaje de aprobación más que la votación que obtuvieron, gente que no votó por ellos pero que aprueba su gestión. Los votantes de derecha que votaron por Piñera en 2005 apoyaban a Bachelet. Hoy, de los votantes de la Concertación, ninguno apoya a Piñera”

-¿Ese rechazo es porque la base concertacionista aún no supera la derrota?
-No. Tiene que ver con esta cosa que no se dice, pero que se vive: este país sigue dividido en dos y nadie quiere reconocerlo. Piñera ha tratado de posicionarse fuera del ámbito de los que seguían a Pinochet. Pero obtiene sólo 54% porque está demasiado a la derecha para los votantes. Y el 47% que obtiene en las zonas terremoteadas habla de una expectativa relacionada no sólo con mediaguas y colegios. A pesar de que el gobierno cumple, y eso es lo interesante, a la gente no le basta. Él da bienes económicos, la escuela, la mediagua, el empleo sustituto, el bono, pero, claramente, en esas zonas hay una demanda de bienes políticos: las personas quieren ser de verdad el centro de los hechos. Se trata del gobierno de Piñera, no de la gente.

-¿Es un problema de empatía, no se esfuerza demasiado, está mal asesorado?
-No. Desde el punto de vista de la estrategia, lo que ha hecho es políticamente correcto. Lo que pasa es que hay una brecha de credibilidad. Él debería haber tenido mayor nivel de recompensa por lo que hizo, de alguna manera hay mezquindad en el número. Pero esto implica que la reconstrucción no es lo que parecía al principio. Aquí hay muchos proyectos, pero no un plan, y creo que la gente está echando de menos ver donde están ellos en ese plan.

-¿El gobierno no está comunicando bien lo que hace y quiere hacer?
-Está comunicando súper bien, lo que pasa es que no hay plan. La problemática de este gobierno es que no tiene plan maestro, el terremoto lo destruyó. En la campaña lo hubo, esa idea de sociedad, de país, pero ahora se está actuando sobre la marcha. Lo que falta es saber para dónde vamos. Piñera lo ha hecho bien del punto de vista de lo que sucedió. Tenemos una macroeconomía controlada, las zonas de catástrofe bajo control, se están haciendo las cosas que hay que hacer. Piñera es un alumno aplicado que no se saca el premio. ¿Qué es lo que le falta? Lo están castigando a él por la ausencia de “la” política, en el sentido más profundo.

-¿Influyen los problemas, desprolijidades y errores del gobierno en estos 100 días?
-¡No! El primer año de Ricardo Lagos fue tremendamente desordenado. No se sabía en qué consistía ese primer gobierno socialista, había temor. Eso, hasta que asume un estilo propio. Después llega la primera mujer, ¡que no tenía don de mando!, ¡que bailaba en la tarima! Hasta que Bachelet agarra su propio twist y empieza el éxito. Si hace 50 años que la derecha no gobernaba, la cantidad de errores que han cometido eran totalmente esperables. El problema es que ¡no tienen gente! La Alianza no tiene gente que quiera ir a trabajar por poca plata y muchas horas. Tienen un estilo de vida que no va con la gestión de gobierno.

-¿Es un problema sólo de remuneración o de visión de país, de Estado?
-Las dos cosas. La izquierda tiene un bagaje enorme de gente que tiene su vida dedicada a lo público, estén o no en el Estado. Ese es un gran contraste, si uno mira la derecha del siglo XIX y XX, porque este país lo construyó la derecha, sus pensadores que se dedicaron y gastaron su fortuna en el bien público. Y esa derecha tradicional ya no existe. El último pensador, intelectual, fue Jaime Guzmán. No hay nadie más después.

-El Presidente ya cumplió 100 días en La Moneda, ¿cuál ha sido su mejor minuto?
-Hay que ver el 68% al que le gustaría que Bachelet fuera de nuevo Presidenta. Hay alternancia en el poder, llega un grupo que hace 50 años no gobernaba Chile, y ese 68% y el 54% de Piñera es un reflejo que los 100 días no fueron lo esperado. Tenemos un Presidente que hace la tarea, un tipo súper aplicado, que llega a la meta, hace las mediaguas y, sin embargo, ¡nada! Es paradojal, porque Frei perdió, la Concertación perdió y resulta que la autora de la derrota, Bachelet, sale fortalecida, ¿cómo se explica eso? ¡Es una contradicción en sí! Da la sensación que el cambio que iba a venir no viene con Piñera. El cambio del cual él hablaba no es el cambio que esperaba la gente.

-¿Bachelet será una sombra permanente para Piñera o se irá diluyendo?
-Eso depende en gran medida no sólo de Piñera. Él cumple la tarea correctamente, pero no logra convencer, no logra romper esa incredulidad que hay sobre la derecha, que es en realidad lo que expresa Miguel Otero, es lo que dice José Piñera. No es que la gente se lo esté imaginando, ¡está sucediendo! Otero borra con el codo el trabajo de varios años de Piñera de tratar de convencer a la gente que la dictadura no tiene nada que ver con él. En la reunión con la agrupación de familiares, también. Él dice que está por los derechos humanos, pero cuando llega el momento, las cosas cambian. Ese es el problema. No es que no tenga credibilidad, es que los hechos lo desmienten.

-¿Cuál es el desafío de Piñera, entonces?
-Desmantelar los miedos sobre la derecha. Él dijo que quería ser el mejor Presidente de todos los tiempos, ¿medido cómo? ¿Por la aprobación de gobierno o por cómo va a entregar el país?

-¿Está muy empeñado en querer pasar a la historia?
-¡De todas maneras! Ese fue siempre su objetivo, y eso no es una debilidad. Pero sí tiene una debilidad fuerte: su gobierno viene del mundo de hacer cosas, no del de las ideas. Ningún gobierno sobrevive solamente sobre las políticas públicas. Si a todos los chilenos les da todos los bienes que quieren tener, casa, auto, lavadora, igual no van a estar contentos, porque faltan los bienes políticos, la parte intangible, ser parte de un país, tener identidad, esos es lo que la Alianza no maneja. Lo que se requiere es el que cambie la estructura de la sociedad y, para eso, tiene que dejar de ser de derecha. Es un acertijo sin solución. ¿Por qué la gente dice que los gobiernos de Lagos y Bachelet no fueron socialistas? Porque fueron del statu quo, cambiaron muchas cosas, pero no la estructura social.

-El debate sobre las uniones de hecho, por ejemplo, ¿será otra muestra de un Presidente que quiere ir más al centro y de sus aliados que lo tiran hacia la derecha?
-Si uno mira la derecha que gobierna hoy Suecia, que llegó al poder después de 70 años de socialdemócratas, uno podría decir que el proyecto de (Andrés) Allamand apunta a una derecha de esas características, muy cosista, pero tremendamente liberal en lo valórico. Hay un elemento de la sociedad chilena que interfiere en esta lucha ideológica de la nueva derecha y es qué pasa con el catolicismo.

-En Chile, la Iglesia se separó del Estado en 1925…
-Pero no importa, porque la Iglesia todavía gobierna. La discusión de la píldora del día después fue la mayor demostración de cogobierno que ha tenido la Iglesia en el país en los últimos 100 años, porque con ese tema logra liderar transversalmente a los católicos en la política. El tema de los homosexuales, en el fondo, a lo que apunta, no es a una discusión entre la derecha y la izquierda, es a una discusión entre un Estado laico y uno que no. Ese elemento de una derecha laica es osado, intuye que por ahí va la cosa. El problema es qué hace con el catolicismo. ¡Es una pelota caliente! Y le pasan la posta a Piñera. Uno pensaría que Lagos y Bachelet podrían haberlo resuelto como agnósticos, pero no se atrevieron.

-¿Por qué Allamand pone a su Presidente en este entredicho?
-Allamand cree de verdad que ese es el futuro de la derecha, esa es la derecha a la que él adhiere.

-Una derecha que es minoría en la Alianza…
-Es minoría entre las cuatro manzanas de Santiago, en las editoriales de El Mercurio y La Tercera. Pero ¿esa es la minoría del país? Yo no sé. Es interesante la postura de Allamand, efectivamente está buscando una nueva derecha, el problema es si lo van a dejar. Piñera no quiere ser el gobierno de los empresarios, pero el royalty le pone la etiqueta. Es el Presidente con más plata en la historia y sabe usarla, pero están licitando la política comunicacional del gobierno en 200 millones de dólares y ahí se produce una tensión. ¡Puede ser un experimento que le puede costar enormemente caro a este gobierno! Este país se mueve por sutilezas, Bachelet es una artista de la sutileza y ¡van a contratar una empresa para que maneje las sutilezas del país! Ninguna empresa es capaz de manejar las sutilezas del pueblo chileno. //LND

“No hay Concertación, lo que hay son votos”

-La disputa entre Francisco Vidal y Andrés Velasco. ¿Obedece a un asunto mediático o a un debate de fondo en la Concertación entre tecnócratas versus políticos?
-Tengo una opinión excesivamente negativa. La Concertación se deshizo después de la elección. La Concertación era un grupo de hombres y mujeres que tenían una meta común y hoy no, así que para mí no existe. Cuando Vidal se pone a pelear con Velasco, pobre, ¡por qué le contestó! No debería haberlo hecho, Velasco ya entró a los libros de historia y Vidal no existe. Es una discusión espuria, no dice nada, los que dan el veredicto de lo que es la Concertación son los electores y éstos ya lo dieron: señores, no lo hicieron lo suficientemente bien para seguir gobernando.

-Más de uno ha planteado privilegiar la discusión de un proyecto antes que nombres y liderazgos…
-¡Pero hasta cuándo lo siguen diciendo! Por qué alguien no da una idea. Hubo un artículo de Claudio Orrego, ¡de nuevo! ¡Llevamos dos años leyendo lo mismo! Porque no dicen para dónde quieren que vaya el país. Por eso, con las falencias que me parece que hay en el gobierno de Piñera, la derecha tiene más posibilidades de quedarse en el poder que la Concertación de volver. En esta matriz de políticas públicas, vamos a tener cosas que no se han hecho antes, entonces nos vamos a deslumbrar con novedades, pero ahí no hay un Chile, no existe una idea país. Pero si la competencia, la Concertación, tampoco la tiene, entonces ganan los que supieron hacer las novedades. ¡Si en el país de los ciegos el tuerto es rey!

-Una vez que terminen los procesos de renovación de directivas en la Concertación ¿eso no servirá de impulso?
-Está (Ricardo) Lagos Weber, Carolina Tohá, que son las promesas, los delfines, pero ¡de qué me sirve si no tengo un plan! Un ejemplo, el royalty de las mineras. La Concertación no logra transmitir el asunto esencial, que es que Chile tiene que subir sus impuestos, que si el país quiere ser desarrollado, tiene que pagar más impuestos, punto. Esa discusión no está en la mesa. Su primer acto de oposición fue la votación (royalty) en el Senado, cuando le señala al país que el Presidente no tiene mayoría, que necesita de los votos de los otros, que al Presidente lo para el Senado, la oposición. El mensaje es súper duro. El problema de la Concertación es que no logra articular un discurso que explique qué fue lo que hizo. No hay una idea y, por tanto, no hay Concertación, lo que hay son votos.

-¿Es una falencia de estas “promesas” no crear un plan maestro?
-En este momento tenemos personas, entonces la renovación consiste en eso y mientras sea sólo eso, no hay renovación. Sí, hay nuevas caras, correcto, pero ¿dónde está el contenido? La falencia no es de las nuevas generaciones, es del conglomerado. Obvio que a uno le encantaría tener un John Kennedy, una persona joven, con ideas nuevas, pero eso ya no existe. ¿Qué está diciendo la Concertación hoy? ¿Cuál es su plan? Decirle al Presidente que tiene que hacer una reforma tributaria para cambiar a este país. Uno puede preguntar ¿y por qué no lo hizo la señora Bachelet, el señor Lagos, Frei o Aylwin? Ahora, la Concertación no tiene nada que perder, es imposible que esté más abajo de donde está.

*Fuente: La Nación Domingo

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