Recuerdos del futuro: crónica de un terremoto anunciado en Chile
por Omar Villanueva Olmedo (Chile)
15 años atrás 19 min lectura
"No hay tiempo para llorar/
piden no pensar ni de evaluar
solo tiempo de ayudar.
Sin olvidar la soberbia y el desamar
de las construcciones humanas
ahí están las Martinas
para golpear con el gong
nuestras conciencias extraviadas”
Santiago Marzo 2018.
Han pasado ocho años desde el “Terramaremoto del 2010” en el Chile fines terrae, cuando el dolor y la muerte -producto de la falta de previsión- pasó la cuenta a la sociedad chilena. Los graves estragos, una vez más, fueron superados con la paciencia infinita de los más humildes, la sensibilidad y estoicismo del pueblo, sumado a las donaciones y solidaridad de otras naciones y el espíritu emprendedor de los macro y micro empresarios y sus trabajadores.
El trágico evento trajo a Chile el recuerdo del aniversario de su primer siglo de república independiente. Tristes avatares, incluida la muerte su presidente, se dejaron caer también entonces a pocos días de esas celebraciones.
Sobre el terremaremoto se escribieron miles de crónicas y reportajes. Algunos serios y de auténtico sentir, junto a otros burdos intentos de manipular del alma del televidente. Esos días emergieron largas discusiones políticas, técnicas, económicas –aunque escasas de autocrítica- tratando de explicar o acallar errores y aciertos cometidos en el manejo de la crisis sísmica y parafernalia comunicacional.
De todos era conocida la normal descarga de energía de la tierra. Sus señales y ciclos estaban predichos, anticipados y documentados, por diferentes expertos locales e internacionales, e incluso simulados por National Geographic. Solo faltaba saber la noche o el día… y llegó. Los sistemas satelitales y sondas submarinas dieron la alerta. De pronto todo se transformó en una mortal comedia de equivocaciones. Aún así ningún gobernante de la polis civil fue destituido o renunció a su cargo, pese a los evidentes errores de diagnóstico y respuestas inoportunas. Chile se levantó y como animal herido siguió adelante.
En la memoria colectiva y con el pasar de los años decantaron héroes y mártires. Es inolvidable la historia de una chica perspicaz de 12 años en la Isla Juan Fernández y de un carabinero intuitivo en un balneario del sur que dieron la alarma oportuna salvando muchas vidas. No se puede olvidar al empresario mártir que voló al infinito a buscar ayuda para sus compatriotas, ni al botero más valiente del Maule o al bombero loco. Miles de gestos de hermandad se vieron en medio de las réplicas, sin luz, sin alimentos y ni agua y el temor al asalto en el caos mefistofélico, que los antiguos habitantes del planeta habrían atribuido al enojo de los dioses.
En un tsunami de dudas la Presidenta, finalmente llamó a las Fuerzas Armadas para reponer el orden y abastecimientos que clamaban los damnificados en ciudades sin gobernanza. La medida fue aplaudida por un miembro del frente Manuel Rodríguez, un alcalde de izquierda y la mayoría de la gente y repudiada por otros -argumentando incomprensibles razones políticas- desde la seguridad del segundo piso de un palacio. Una decisión correcta -aunque retrasada- marcó quizás el inicio de la reconciliación final pendiente entre civiles y fuerzas armadas.
En el recuerdo del futuro -desde el 2018 al 2010-se acrecienta la labor de miles de personas anónimas e instituciones -con y sin hábitos o uniformes- ayudando a sus semejantes en la reconstrucción de ciudades, caletas y villorrios. Permanecía intacto el potencial de talentos solidarios del pueblo chileno, su enorme capacidad de entrega y grandeza para superar la malhomía impúdica de ciudadanos desquiciados en esos aciagos días. El evento pro fondos organizado por la nación para sus damnificados, duplicó sus metas originales. La televisión transmitió las muestras de afecto y donaciones para reconstruir viviendas, que fluían de manos de ricos y pobres.
Ha llegado el radiante Verano del 2018, la reconstrucción ha concluido. Se logró algo superior a lo imaginado, se observan las defensas fluviales y hermosas costaneras defensivas, las modernizaciones y edificios con nuevas normas antisísmicas y ya están implementados los planes de acción preventivos junto a nuevos desarrollos, progresos y modernizaciones. Es el año del bicentenario verdadero y como recuerdos del futuro se pueden sacar algunas conclusiones sobre el desastre que el 2010 asoló la patria:
1.- Mucho de lo que se dijo y comentó con posterioridad al terremoto, quizás se debió haber dicho antes. De nada sirven las lágrimas presidenciales póstumas y los mea culpas de los responsables. Algunos profesionales de la Universidad de Chile y otros expertos lo habían predicho, pero no se le hizo caso a sus informes. Había mapas de riesgo para que no se edificase en ciertas zonas ahora siniestradas, que las autoridades, políticos, y personas imprudentemente desoyeron. De poco servían los progresos económicos y técnicos de un Chile 2010 lanzado en loca carrera hacia el futuro, que no tomaba en cuenta las variables medio ambientales, ni las recomendaciones de sus profesionales serios. Menos aún se trabajó con escenarios alternativos u otros eventos predecibles y previsibles a través de los "delfos" y metodologías rigurosas que provee la prospectiva estratégica, menospreciada por: la soberbia, ignorancia o el ímpetu de la rápida expansión y crecimiento económico al que todos nos sumábamos irreflexivamente.
2.- El sismo destructor dejó en claro que no se contaba con planes contingentes ni recursos de emergencia a nivel de gobiernos locales. Comprábamos aviones presidenciales, autos, tanques, inaugurábamos estadios pero carecíamos de teléfonos satelitales y desmantelamos los fieles equipos de radiocomunicaciones a favor de otras tecnologías de punta… que fallaron. Chile y sus autoridades no habían preparado los sistemas, a las personas ni a las comunidades para enfrentar este nivel de desastre. La publicidad y los spot todo lo resistían. Los más perjudicados una vez, más fueron los ancianos, niños y los más desvalidos. El desastre enrostró a los chilenos del 2010 que seguían siendo los reyes de la improvisación y campeones de la respuesta solidaria sentimental post desastre, a la que por cierto hay que sumarse para colaborar, pero ya es demasiado tarde para los que se han ido.
Miles de chilenos no tenían educación preventiva, desconocían los planes de contingencia y soluciones precautorias. No se contaba -de verdad- con herramientas mínimas para actuar frente a siniestros previsibles. ¡Como olvidarse que Chile era y sigue siendo un país volcánico, marítimo y sísmico! Esto ya era conocido antes de la colonia por los pueblos originarios. Chile nunca debió confundir, en sus ansias de progreso, el crecimiento de las ciudades y construcciones con desarrollo. En eso compartieron responsabilidades el sector público, privado, políticos y los mismos ciudadanos ansiosos de ello.
3.- La necesidad de investigar seriamente en diferentes ámbitos de las ciencias del mar, de la tierra y la construcción. (Geología, geografía, mecánica de suelos, oceanografía, vulcanología, sismografía, suelos, materiales, tecnología de la madera, etc.). Hubo que reinsistir en el trabajo inter e intra disciplinario, para no actuar -de nuevo- descoordinadamente cada profesional y autoridades por su lado. Se aprendió que investigar para prevenir es buen negocio como lo saben los países poderosos. Una conclusión de Perogrullo, pero tardía para muchos niños, jóvenes y ancianos que nunca debieron morir. La bella e indómita naturaleza chilena avisó sus golpes y nos dió señales. No quisimos investigarlas ni estar preparados, para cuando ella manifestó su energía infinita. Investigar hubiese permitido movernos al ritmo de sus inevitables pulsaciones.
4.- El recuerdo del futuro no puede olvidar el pillaje y los saqueos. El desquicio dejó a descubierto la decadencia moral del materialismo y consumismo avalórico que imperaba en muchos chilenos. Los anti valores de rapiña se introdujeron cuál meteoro en un país que crecía falto de espíritu. Fallaron los fundamentos sólidos de la ética. El materialismo y consumismo endiosado al extremo en las últimas décadas pasó la cuenta al estado nación de gente: soberbia, gallarda y valerosa. El país -junto a sus gobernantes- tropezó nuevamente en la piedra del improviso. Después superamos el desastre a punta de sentimientos y bellos esfuerzos solidarios, pero retrasamos una vez el esquivo desarrollo de la república. Se evidenció que la “inteligencia emocional” post modernista y los sentimientos no podían -per se- ser el eje del gobierno y desarrollo de una nación, subestimando la “inteligencia racional” y la objetividad que provee la investigación cientí
fica con sus estrictas y complejas reglas metodológicas.
5.- Después de la tragedia, muchos se preguntaron tardíamente: ¿Cómo fue posible?… que tantas personas estuviesen dispuestas a robar a otros ciudadanos en plena desgracia solo por tener un plasma, un electrodoméstico u otras tonteras de moda hoy obsoletas. ¿Cómo fue posible se construyera en zonas calificada de alto riesgo por los expertos? ¿Cómo se falló en controlar la aplicación de normas constructivas o en no proveer mapas de riesgos geológicos a las constructoras por parte de los gobiernos locales? ¿Cómo ciudadanos educados, que si sabían los atributos de un celular y una marca de ropa, no conocían los riesgos de su propia oficina, apartamento o vivienda? ¿Cómo personas educadas se guiaban solo por las apariencias y decidían bajo gruesos supuestos la inversión más importante de sus vidas, poniendo en riesgo a sus familias sin consultar las normas constructivas aplicadas a su futuro hogar? Si un simple auto o una computadora ya traían un catalogo con las calidades objetivas del producto en relación al precio y un manual de uso con precauciones en caso de emergencia, pero ellos no lo solicitaban sobre el edificio en donde estarían sus oficinas o departamento habitacional.
La resistencia antisísmica absoluta no existe y depende aunque moleste a muchos: de los costos. La información de las normas usadas en el “producto casa” debían haber sido tan pública como la tasa de interés del crédito que la financiaba. La banca y su superintendencia eran buen ejemplo de transparencia -digno de imitar- en aspectos como de clasificación publica de riesgos.
Curiosamente productos de valor nimio otorgaban en esos tiempos, mejor información que la de un activo fijo. Incomprensible: un condominio de lujo no contaba con un simple generador o carísimos apartamentos quedaban a oscuras o sin agua durante semanas existiendo soluciones disponibles. Eran los "problemas-oportunidades" del subdesarrollo para los emprendedores jóvenes, que salieron a la luz por aquel fatídico terremoto del 2010. Hoy estos problemas ya están superados. Conclusión unánime: había que hacer caso a los que saben, valorar los conocimientos y métodos científicos para anticiparse y minimizar el riesgo con mejor información y oportuna para la toma de tan importantes decisiones.
6.- La universidad -a raíz del desastre- debió aumentar su rigurosidad y exigencias de calidad a profesores y egresados. Se retornó a la base del conocimiento universitario que solo puede proveer la investigación y doctorados y que muchos gerentes universitarios desconocían o habían olvidado. Se aumentaron las exigencias a los alumnos y la vinculación de los estudios teóricos a organizaciones reales. Las escuelas de administración enseñaban planificación y no a planificar, enseñaban gestión y no a gestionar, se enseñaba control y no a controlar, se enseñaba desarrollo y no a desarrollar. Los buenos académicos y profesores exigentes eran molestos y dificultaban para cumplir las metas inmediatas del negocio universitario mal concebido. A partir de entonces fueron mejor considerados. Había que formar “universitarios profesionales” integrales de verdad y no “profesionales universitarios”. El orden de los factores si alteraba el producto en este caso. Hubo que ir más allá del marketing de ofertas profesionales de calidad sin contenido y formados sin muchas exigencias y con poco estudio.
En este 2018 ahora somos conscientes que en la toma decisiones humanas operan tanto “la inteligencia y la estupidez emocional” conjuntamente. La post modernidad se batió en retirada con su relativismo y formas de gobierno ambiguas, que en las últimas décadas menosprecio la formación profesional rigurosa y los estudios científicos para tomar decisiones. Lo cual nos hubiesen permitido anticipar y minimizar la tragedia.
Hubo falta de aplicación técnico-científica, mala formación profesional en institutos y universidades -públicas y privadas- abandono del sano ejercicio de experimentar, simular, calcular y pensar. El sismo cuestionó las bases mismas de la educación superior chilena, que debió dar explicaciones -al igual que las acreditadoras- sobre la falta de coraje de muchos profesionales, para exigir el trabajo bien hecho a sus proveedores, jefes y subordinados. De las mejores mentes, de sus egresados, de su débil formación profesional valórica y sus decisiones erróneas surgieron: los malos puentes y caminos, construcciones mal hechas o instalaciones en zonas inadecuadas y la improvisación e ingeniería poco rigurosa. De las soluciones a la rápida los malos sistemas de comunicaciones, el protagonismo excesivo del ego y la parafernalia de los planes de emergencia a la virulí llego nació la destrucción y llegó la muerte de la obsecuencia a la decisión políticamente correcta, entre muchas otras debilidades, que fueron abordadas en estrategias correctivas de cambio organizacional y mejora de las universidades y acreditadoras cuestionadas.
No se puede no mencionar que una universidad advirtió anticipadamente los peligros y pidió recursos para investigar y contar con una red de control y monitoreo de eventos sísmicos en el Congreso Nacional. Este hecho aumenta la responsabilidad del sistema político y de todos los partidos en el desastre.
7.- La sociedad también aplaudió a los profesionales y empresarios de excelencia en sus soluciones casi perfectas que soportaron estoicas los sismos. Se reconoció el trabajo riguroso y el uso de nuevos materiales con soluciones constructivas ingeniosas e innovaciones, implementadas muchas de ellas en conjunto con las autoridades responsables, para dar seguridad de sus connacionales.
Los comentarios y análisis críticos -en esos tiempos de realities- parecían malas palabras y recriminaciones injustas e inoportunas que algunos querían callar, pero permitieron aprender y sacar lecciones para no repetir el ritual histórico de: improvisación, desastre, lágrimas, reconstrucción y nuevos desastres.
El 2010 dejó lecciones inolvidables y aprendizajes valiosos. A partir de entonces se puso atención en “no reconstruir lo mal construido”, y construir en lugares de menos riesgo. Alto fue el costo de no oír la voz de los especialistas por las autoridades, congresales, alcaldes, concejales, empresarios y habitantes porfiados. Se aprendió que había que actuar bien, aunque fuese políticamente incorrecto. Así llegaron los tiempos de mejorar, de hacer cambios, de erradicar desde zonas peligrosas e invertir recursos para defensas fluviales, sistemas de alarmas, monitoreo sísmico y métodos constructivos que tomaran en cuenta las investigaciones y estudios geológicos de riesgo en micro zonas, que antes no se valoraban ni financiaban.
8.- Chile del 2010 vivía al día, manejando con la vista en el retrovisor. Planificar estratégicamente, con acciones alternativas detalladas seguía siendo en aquellos años una debilidad endémica de los chilenos. Siempre nos había costado anticipar para ver diferentes futuros con planes ad-hoc. Se especulaba con los talentos de buenos improvisadores para enfrentar las contingencias basados en la garra el corazón y el ñeque. Con planificación ciertamente era posible estar mejor preparados para enfrentar lo incierto y hacer mejores negocios, pero lo menospreciamos. Eliminamos el Ministerio de la Planificación, antes Odeplan, dedicándolo a cuestiones sociales y otras materias más taquilleras. La frase recurrente después del terremoto para justificar los desaguisados fue: “esto no se pudo prever por nadie”. Frente a las poderosas fuerzas de la naturaleza desatadas no bastaba con reaccionar, había que saber como hacerlo. Eso requería competencias concretas para
estar preparados y simular muchas veces antes que las cosas sucedieran. Simular y simular para anticipar hubiese permitido reaccionar y ganar un tiempo valioso, que a muchos costó la vida. Simular proactivamente: la fórmula infalible de Bielsa.
9.- In-comunicación en el Chile del Siglo 21: ¿Ex-tructuras? El mareterremoto dejó a descubierto otro mal de los chilenos: sus malas comunicaciones profesionales, políticas y humanas. Con el drama, las barreras entre las personas cayeron y las comunicaciones verdaderas se desplegaron con una fluidez nunca vista antes. Las estructuras comunicacionales -incluida celulares- fallaron. De haber sido mejores se podrían haber evitado muchas pérdidas de vidas. Edificios mal construidos -los menos- con débiles bases y graves problemas "estructurales" – palabra de moda de esos tiempos- dejaron en evidencia otra falla, la falta de investigación micro geológica y sismográfica local y la carencia de mapas sísmicos de riesgo en cada región, comuna y subsectores específicos de ella.
Se concordó que había que llevar –a partir de entonces- los registros sistemáticos de los sismos e investigar sus efectos locales, para prever los impactos de los futuros fenómeno telúricos. Según los expertos no fue un terremoto sino decenas de ellos los que enfrentamos los chilenos entonces, diferenciados según cada lugar en que uno se encontrase. El terremaremoto de marras cambiaba su devastador comportamiento -no solo en grados de región en región- sino también de micro zona a micro zona, pero no había entonces sensores para medirlo y guardar la historia clínica. Esos registros debieron estar siempre a disposición de arquitectos, constructores, investigadores, ingenieros, calculistas, periodistas y autoridades para la toma de decisiones y comunicar efectivamente.
10.- Los fallos estructurales en el edificio sociomoral de un pueblo ensimismado.
Quizás el desafío más difícil que enfrentaron los chilenos a partir del 2010 fue descubrir y solucionar las fallas estructurales de su edificio humano, dominado de pronto por la delincuencia, el lumpen, una clase media sobre exigida por el consumo y la solución fácil. ¿Cómo combatir la anarquía avalórica de una delincuencia organizada y la drogadicción que afloró en las calles a robar con sus vehículos último modelo? ¿Qué hacer con la insaciable hambre y codicia de bienes de consumo sin importarles el para qué ni el cómo? Los más viejos no comprendían. Estaban pidiendo -a las nuevas generaciones- comportamiento intachables, que nunca antes les habían sido entregados por la educación post moderna. Faltaba el adoctrinamiento en principios y valores básicos y obvios para los más viejos. El agnostismo sin valores, el catolicismo decorativo, el individualismo extremo, la orientación a resultados rápidos, el éxito a cualquier costo, los hijos cada vez más separados de sus padres por diferentes razones, el materialismo y el consumo irreflexivo pasaban su cuenta transversalmente a las clases “abc de” Chile.
Como consultores hemos vivido muchos desastres y acompañando a las empresas y al país en momentos muy duros en nuestra carrera profesional desde 1972. Por eso sabemos que las soluciones a problemas complejos, sin estudios sistemáticos y métodos que no apunten a las verdaderas causas, nunca serán bien resueltos. No basta sondeos a rápidos a causas aparentes.
11.- En tiempos que siguieron al gran temblor muchos miraron al cielo. Otros volvieron su atención los milenarios mandamientos.
¿Dónde buscar explicación a las incomprensibles conductas humanas observadas esos tristes días en paralelo a maravillarse de ejemplares actos de entrega y amor al prójimo? Era difícil descifrar el mensaje implícito en el sacrificio de tantos niños, jóvenes y ancianos inocentes y el dolor de los más carenciados. El impacto del terremoto en el alma de las personas, fue más duro que el terremoto físico y revalidó para muchos la importancia de “amar a Dios y al prójimo sobre todas las cosas” y “no hacer a otros lo que no quieres que hagan contigo”. Lo ocurrido recordó a muchos vergonzosamente que no había que codiciar los bienes ajenos: plasmas, electrodomésticos, ropas, auto, etc. todos finitos y perecederos. Que se debía honrar y cuidar a los padres e hijos -antes de las catástrofes- pues durante y después de ellas podía ser demasiado tarde.
Se observó que las familias unidas soportaron mejor el cataclismo. El mensaje de “construir y gobernar para el prójimo como si fuera para uno mismo” se hizo carne y se transformó en un derecho. Una parte de la cultura del corto plazo e improviso aún perdura en este 2018. Pese a todo lo dicho sobre calentamiento global del planeta, aún no tenemos planes alternativos y migraciones alternativas posibles para las regiones y comunas que puedan ser afectadas, ni siquiera hacemos suficiente uso de la bicicleta. ¿Acaso estamos esperando que las señales se acrecienten? Seguimos contribuyendo poco para frenar estos males, provocados por los seres humanos contra el clima de la tierra que nos afecta.
El mandato de no matar ni agredir al prójimo se consideró tan repudiable, como las conductas profesionales indolentes y los saqueos. Había que prevenir antes que reprimir, para evitar el derrumbe desde sus bases del edificio moral y social de la patria fuertemente dañado.
En el 2010 también recobró su valor el no dar falso testimonio ni mentir o entregar información equivocada o profesionalmente dudosa o inducir a conductas erróneas como la depredación de los bienes del prójimo poniendo en riesgo la salud mental y física y la seguridad de los otros habitantes. El motor de la codicia tras la ganancia fácil sin esfuerzo quedó invalidado. Diversas empresas grandes y pequeñas demostraron, que era posible ganar dinero, hacer buenos negocios y conjuntamente minimizar los riesgos ambientales. Se podía ganar sin pasar a llevar a los demás, como ordenaban los milenarios mandamientos.
12.- La catástrofe que al inicio parecía obstáculo insalvable para se transformó en oportunidad para metas superiores. Del caos y desgobierno inicial se dió paso a nuevos emprendimientos, como la mejor contribución para sacar adelante a los damnificados. Pero no todo estaba mal hecho, edificios y torres como el Titanium -entre otros -con sus placas pretensadas- resistieron incólumes la enorme descarga de energía de la tierra. Empresas dedicadas a la eficiencia energética también hicieron grandes aportes a la continuidad productiva y al restauro energético. El Mercado Mayorista Santiago con su cablería -sin postes- bajo tierra y modernos pabellones de amplios accesos se convirtió en una excelente solución, para una ciudad logísticamente herida. La madera provista por las empresas forestales mostró ser un material noble, que debía ser revalorizado e investigado, como parte de las soluciones constructivas por su resistencia flexible en una tierra tan sísmica.
La visión retrospectiva desde el futuro 2018 refrendó que:
– no había que culpar a los otros de nuestras irresponsabilidades e imprevisiones y asumir nuestros desatinos.
– debíamos hacer lo que es correcto y aceptar nuestra convivencia con la más bella e indómita naturaleza del planeta y sus fuerzas telúricas que se manifestarán siempre mientras vivamos junto a ella.
– la primera reconstrucción necesaria era: la reedificación del espíritu, la solidaridad y dar a los demás -como dijo el Santo Hurtado- hasta que duela.
Todo lo anterior sin obviar el principio de responsabilidad indelegable del mando: “cuando falla el subordinado es la jefatura la que yerra”, independientemente de los afectos, el marketing y de la popularidad de las encuestas. Se perdieron muchas vidas valiosas de que pudieron y debieron ser evitadas.
– El autor es Director de OLIBAR Consultores Int´l
Santiago Marzo 2018.
e-mail: villanuevaconsul@gmail.com
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