Esa triste ilusión de la Navidad en estas honduras
por Allan McDonald (Tlaxcala)
15 años atrás 4 min lectura
No he encontrado en esta vida mayor soledad que ver un árbol tirado al azar con luces artificiales e hipócritamente colgadas como muertos en medio de este Golpe de Estado.
He caminado esta mañana buscando una verdad que me diga que hay algo más importante que esta orgía mercantil de extorsionar a los pobres con villancicos fabricados por la mass media e impuestos por los buitres mercachifles de esa mentira que es la publicidad instantánea, esos mismo que días atrás nos vendieron esa basura disfrazada de prodigio occidental llamada democracia, la misma bisutería envuelta en oropeles brillantes adorna las calles de Tegucigalpa, con sus maniquíes desnudos de los pies, con esa mirada petrificada en el plástico, olor de la miseria que ilumina vitrinas y centros comerciales abarrotados de gentes tristes que se refugian en la paz inventada por los cristianos del Opus Dei, entre cánticos navideños para decirle a Dios, “mira viejo, acá pudo más la burguesía del imperio que el comunismo maldito de los ilusos”.
Así es nuestra Navidad, ésta en especial, porque pobres ya éramos hace 20 siglos de navidades, pero ahora somos pobres y fracasados.
En las casas de los pobres no habrá una mesa servida con vinos y quesos, con caviar y las doce uvas de la suerte, ni manzanas rojas exportadas para el hartazgo de los ricos. En las casas de los pobres de estas honduras hay resistencia hasta en los abrazos, en las sonrisas y en ese árbol que no se puso, en ese nacimiento con pesebre y santitos de barro que aguarda en una caja de cartón, porque acá no hay Navidad, acá las luces se apagaron en junio y los juguetes se esfumaron de la alegría de nuestros hijos, para sentarnos de frente al futuro y ver por la ventana del mundo todo lo que se perdió y decir que no bastaba la lucha ni la esperanza, porque nada está perdido, si vemos al hijo de frente y le decimos que la Navidad solo es una manera de estar más cerca de la revolución de las esperanzas y más lejos de esa utopía que nos venden envuelta en papel periódico, y que la lucha no cesa, aunque no haya comida y vinos, que eso es para los burgueses que celebran el nacimiento de Cristo, custodiado de policías con m-16 en mano para que no se acerquen ni María ni José, porque el niño Dios es propiedad privada de los capitalistas que sentados en la mesa se hartan del manjar de la república, mientras eructan en el inglés pacifista de la obamanía de gorilandia.
Feliz Navidad, dicen los hijos de puta. Con esa frase nos bombardean, año sí, año también, las grandes marcas comerciales, multinacionales y centros comerciales varios. Todo acompañado con un adobo de imágenes de productos, marcas, ofertas, descuentos y demás bazofia.
Es curioso que los neoliberales y capitalistas que defienden la religión sean los mismos que destruyen el significado de una fiesta que ellos crearon, inundándolo todo de materialismo, consumismo, despilfarro… etcétera.
Al menos, antes de que empezara esta orgía de consumo, la Navidad traía unos valores que, si bien estaban acompañados de una tradición cristiana en la que no creemos, no nos son ajenos. ¿Quién no disfruta de estar con su familia, en el calor del hogar? Incluso, a veces, la Navidad ha traído la paz en medio de la guerra, como ocurrió en la Navidad de 1916 a 1917, en el frente de la Primera Guerra Mundial, cuando los alemanes y los franceses e ingleses pararon los combates para celebrar la fiesta y echar un amistoso partido de futbol.
Pero ahora lo poco bueno que traía la Navidad se ha corrompido para dar paso a la fiesta de consumo más grande jamás inventada. Y lo peor es que nos salpica a todos. Todo el que tiene posibilidades intenta hacer regalos a todo Cristo: que si juguetes, ropa, videoconsolas, libros, películas, música, informática… como diciendo “Mirad cuánta pasta tengo”.
Más le valdría a la Iglesia hacer algo de provecho, por primera vez en dos mil años, e intentar devolverle a los valores que acompañan a esta fiesta la importancia que merecen sobre el materialismo puro y duro. Al fin y al cabo, si de Navidad se trata, van a prestar más atención a un Papa que a un marxista (por desgracia para la gente).
En fin, que con la eliminación del feudalismo, la libertad, la disminución de pobreza y todo eso, los capitalistas parecen haber ganado valor para corromper hasta las cosas más nobles.
Como diría el personaje de la postal, han convertido la Navidad al lado oscuro.
Feliz “Navidad”, camaradas.
* Fuente: Tlaxcala
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