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Entre dos discursos: el de Barack Obama y el de Jon Sobrino

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El día 10 de Diciembre del presente año, el Presidente Barack Obama, cuyo nombre quiere decir “ Bendito” en árabe, Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, recibió en Oslo, Noruega, el Premio Nobel de la Paz.

Barack  Obama, primer presidente de color de este estado, ha sido considerado por gran cantidad de personas como una luz de esperanza en un mundo  desesperanzado, regido por grandes potencias y consorcios internacionales que han impuesto un estilo  de dominación y manipulación en gran escala, como nunca fuera visto antes, al que han denominado “Globalización”.  Nunca tanta gente ha poblado el planeta, nunca tantos han muerto de hambre habiendo tantos recursos.

La esperanza en la persona de Obama se debe a su origen mestizo, por lo que conoce en carne propia la discriminación racial y la búsqueda de la identidad dentro del espacio delimitado a las personas de color en USA.  El ocupó este espacio, ensanchó sus límites, y se convirtió en un líder inteligente e instruido con una mirada nueva.  Su llegada a la presidencia tiene más que ver con el momento histórico económico de una gran fisura en el sistema capitalista liderado por USA, que hacía necesaria una figura incontaminada, de gran inteligencia y flexibilidad, que con su carisma que es grande.  Los tiempos no estaban para líderes arrogantes ni mesiánicos de la religión del destino manifiesto de USA, sino que el mundo necesitaba ver lo opuesto.

La verdad es que Obama está encasillado en un sistema  y no tiene la libertad de cambiar las cosas en forma radical ni nada que se le parezca, pero hay que tener la esperanza en su flexibilidad que le permitió no sólo entrar en los sagrados recintos reservados para los WASP (White, Anglosaxon and Protestant) sino convertirse en el Presidente de la Nación más poderosa del mundo, sin olvidar que él es el Comandante en Jefe del Ejército más poderoso del mundo.

El Premio Nobel de la Paz que le otorgaron es algo así como un anticipo esperanzado que en honor obligue a Obama a ser fiel a la paz, por sobre el negocio de la guerra.  Alfred Nobel, el inventor sueco de la dinamita instauró este premio, cuando se dio cuenta de que su invento no sólo sería usado en la minería sino también en la guerra, de modo que dejó en su testamento estipulado que  de su fortuna invertida en valores seguros, todos los años se repartirían cinco premios para las personas que hubieran hecho la mayor contribución a la humanidad en los campos de la física, química, medicina, literatura idealista y una parte a la persona que haya trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción de procesos de paz. Obama recibió este premio con humildad y realismo y sólo Dios sabe cómo va a actuar.

Ese mismo día, la Universidad de Deusto en Bilbao, Euskadi, recinto jesuita, otorgaba la distinción de Doctor Honoris Causa al sacerdote jesuita Jon Sobrino, Teólogo de la Liberación que en el año 2007 fue amonestado por el Vaticano creando un escándalo mediático en círculos intelectuales católicos, donde quedaron en evidencia las diferentes corrientes dentro de la Iglesia Católica, no en detalles, sino en la interpretación del mensaje de Jesús y el cómo vivir este mensaje.

Sobrino, fiel a los compromisos tomados por la Compañía de Jesús en 1974, se volcó al tema de la Justicia y de la Solidaridad y el Amor entre los seres humanos a través de la  denuncia profética de las injusticias estructurales de los sistemas, injusticias que parten de la dominación del hombre por el hombre y que son aceptadas como parte del paisaje.  Su meta ha sido crear conciencia sobre este estado de cosas, de modo de abrir caminos para remediarlas a través del ejemplo de Jesús, que predicó el Amor, la Compasión y la Solidaridad entre los seres humanos, fustigando fuertemente a los amantes de la riqueza, a los injustos  y a las clases dominantes de su tiempo.

Por esta razón, por su defensa a los Derechos Humanos y su focalización en los más pobres y excluidos, poniendo todo su acerbo intelectual al servicio de esta misión, la Universidad de Deusto, que no es muy prolífica en este tipo de honores, le otorgó esta distinción.

El Diario Vasco Deia, publicó una editorial de interés en que se ve la diferencia entre los caminos para lograr la paz propuestos por ambos personajes. Hay que tener en consideración que la voz de Obama es una voz desde el poder, es la actual voz que representa al Cesar de la antigüedad, y la voz de Sobrino es la de un cura  que vive modestamente en El Salvador, que rehuye las entrevistas, que no abandona la iglesia a pesar de los bofetones, tiene mala salud y anda en micro, pero  su espíritu es inquebrantable porque tiene un objetivo claro: hacer que el mensaje de Jesús sea un modo de vida.  Por esto no se pierde en eufemismos si se trata de denunciar de donde se exportan las guerras, quienes son los dominantes y quienes los dominados, que guerras económicas se están efectuando en el planeta con masacre de la población civil, y otras cosillas que nos ponen muy nerviositos  a los que vivimos en una suave autocomplacencia pensando que el mundo es romántico, ya que nos abre los ojos cuando nosotros intentamos cerrarlos o mirar para otro lado y nos hace real una topografía de la realidad de la que no teníamos idea.

Pero también es muy dulce y yo diría casi poético, cuando habla de la aceptación del amor  y de la misericordia infinita de Jesús, regalándonos una imagen maravillosa del Maestro, cosa que se ve en sus escritos teológicos, esos que tan mal le caen a algunos sectores de católicos, sobre todo aquellos que prefieren un Dios castigador.
Diciembre, 2009 


Entre dos discursos

La paz a través de la guerra ha sido anunciada innumerables veces antes de que Obama retomara la idea ayer en Oslo y sólo ha servido para impedir la paz de la igualdad y los derechos que, al tiempo, predicaba ayer Jon Sobrino en Deusto

El presidente de EE.UU., Barack Obama, recogió ayer el Nobel de la Paz en Oslo con el aparente contrasentido de su defensa de la guerra como mal necesario, "a veces inevitable". Jon Sobrino, teólogo jesuita, en su investidura como Doctor Honoris Causa de la Universidad de Deusto en Bilbao, denunciaba exactamente al mismo tiempo "un mundo inhumano" y reivindicaba los derechos de lo que denominó "pueblos crucificados". Dos distinciones, dos discursos. La distinción entre dos discursos, en realidad. La teoría de la paz como justificación de la violencia de los poderosos, tenga ésta o no soporte legal, frente a la teoría de la paz como único camino a la paz de los oprimidos, que se refleja en Aminatu Haidar y su pacífica protesta y cuenta con el irrebatible soporte ético de los principios que deberían ser, pese a la historia, los principios humanos. En el día de los Derechos Humanos, precisamente. "Algunos matarán, otros serán matados", expuso Obama en Oslo en una dramática admisión explícita de la tragedia que él, como "comandante de una nación en dos guerras", provocará con su teoría: "el concepto de que la paz es deseable no suele alcanzar para lograrla". Otros serán matados… El recuerdo de Sobrino en Bilbao a sus compañeros jesuitas asesinados en El Salvador en 1989 por militares que también creían que la guerra, la violencia, era necesaria; el recuerdo a las dos mujeres que murieron con ellos y "con la inocencia de quienes no han hecho nada para merecer la muerte". Como tantos otros que han sido, que serán, matados porque hay, sigue habiendo, quien como Obama al recoger el Nobel de la Paz, de la paz de los cementerios, considera que "decir que la fuerza es a veces necesaria no es un llamamiento al cinismo, es reconocer la historia". Cinismo, historia, todo uno. A eso se refería precisamente Sobrino al pedir "superar la actual civilización de la riqueza" en la que situó "la raíz de la injusticia" antes de apuntar a los Estados Unidos de Obama como exportador "del egoísmo" y acuñador de un falso concepto de globalización equidistante "cuando el mundo se divide en opresores y oprimidos". Ahí está la prueba de Haidar. Dos versiones de la paz. Una histórica, la que pese a anunciarla siempre no la ha logrado nunca; y otra, quizás con "la utopía de la civilización de la pobreza" que reivindica el teólogo, a la que no se ha dado aún la oportunidad de lograr la paz sin más armas. Sin armas. Obama, al recoger el Nobel, citó a Martin Luther King y a Mahatma Gandhi, para declarar, desde el cinismo, sí; insuficiente su respuesta no violenta. Sobrino citó a Ignacio Ellacuría, víctima de "victimarios entre los que había cristianos y demócratas", títulos sí insuficientes, inmerecidos en cualquier caso. Obama y Sobrino. La humanidad debe elegir. Y hacerlo sin desdecir aquella frase -"me gustaría ayudar a soñadores que tienen difícil imponerse en la vida"- que pronunció Alfred Nobel hace cien años.

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