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La derecha busca el golpe y la Central Obrera le es funcional al abrir otro flanco

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El primer magistrado boliviano Evo Morales y su inmediato colaborador Juan Ramón Quintana, ministro de la Presidencia , denunciaron la preparación de un golpe de estado en el país por parte del poder económico, apoyándose en los partidos políticos de la derecha y un grupo de prefectos de las zonas más ricas del país. Hasta ahí todo era previsible teniendo en cuenta la evolución de los acontecimientos a la luz de los hechos que se venían sucediendo en los últimos meses. Pero que todos los mencionados, perjudicados por los cambios democráticos de la gestión del presidente aborigen, traten de mantener sus privilegios es explicable, aunque no justificable. Perder el absoluto control del manejo económico, político y social del país calladamente no era esperable para quienes manejaron el país más pobre de América del Sur durante tres siglos de ocupación colonial y otros dos de control oligárquico salvo durante unas pocas décadas.

Lo que aparece como verdaderamente irracional, aunque no sorpresivo, es la actitud de la Central Obrera Boliviana (COB) que, en el instante más álgido de la insurrección a las normas legales por parte del bloque del viejo estamento dominante, en lugar de estrechar filas con el poder político popular haya salido a jaquearlo con nuevos reclamos, que se centran en el mismo tema que arguyen los prefectos y las oligarquías locales, aunque en sentido adverso, pero que los une para salir a la calle a debilitar al gobierno de Evo Morales: la cuestión jubilatoria.

El establishment, blanco y racista además de detentar el poder económico, reclama por los recortes las rentas petroleras que manejaban los departamentos más ricos del país. Precisamente, el gobierno del aymara Morales, utiliza esos recortes para afrontarr el pago del “Bono Solidario” con el cual el estado boliviano ha salido en ayuda de los ciudadanos mayores víctimas la política previsional impuesta en su momento por Gonzalo Sánchez de Lozada. Una política previsional antisolidaria que se había expandido por buena parte de América Latina y cuyo paradigma era el Chile de Augusto Pinochet y cuya actual ruptura tiene como contratara la Argentina a partir de la gestión presidencial de Néstor Carlos Kirchner.

Está claro que en toda la región habrá que seguir avanzando en la materia. La propia Michelle Bachelet ha empezado, lentamente, a meter mano al sistema pinochetista y en el MERCOSUR se ha establecido un importante sistema de complementación de aportes, aunque aún falte mucho para llegar a lo óptimo esperable.

La cuestión es que esto último, en modo alguno, justifica salir a hacerle el juego a los mismos que crearon, con Sánchez de Lozada, el indigno sistema jubilatorio boliviano mejorado por la gestión del actual gobierno del Movimiento al Socialismo a partir de los fondos por los que reclaman los prefectos de Santa Cruz, Beni y demás departamentos de la llamada “Media Luna”, provocando enfrentamientos con las fuerzas policiales en los cuales, desgraciadamente, hubo víctimas entre los trabajadores mineros reclamantes.

Los antiguos romanos decían ‘historia magistra vita est’. No es, precisamente, la primera vez que gobiernos que llevaban adelante profundos cambios sociales, cayeron empujados en forma combinada por los que perdían con tales reformas y por aquellos que no aceptaron sostener el proceso revolucionario mediante sistemas de alianzas apropiados para esos tiempos. Los casos a encontrarse son abundantes si se los rastrea y por eso, recordar ese dicho romano que en otros términos también puede encontrarse en ese gran historiador que fuese Tucídides de Atenas, debiera servir hoy a los dirigentes de la COB para reflexionar sobre el rol que están jugando de cara al referendum revocatorio del próximo domingo en la inmediatez y frente a la batalla de fondo que se libra en la sociedad boliviana.

Sin necesidad de remontarse demasiado los dirigentes de cierta izquierda boliviana tienen en la cuadra de su casa el ejemplo del gobierno chileno de Salvador Allende. La Unidad Popular había ganado con el 36,3 por ciento, mucho menos que el largo más del 50 con el que arribó Evo Morales a la Presidencia. Allende pudo llegar en 1970 a la Casa de la Moneda con el apoyo parlamentario que le dio su derrotado candidato demócrata cristiano Radomiro Tomic. Pero estando en minoría en el Poder Legislativo tuvo muchas dificultades para llevar adelante sus planes, como el e la reforma agraria que impulsaba su ministro de Agricultura, Jacques Chonchol, mientras su propia coalición afrontaba serias contradicciones internas.

Allende buscaba un cierto acuerdo con los demócratas cristianos que, a su vez, también estaban diferenciados entre sus facciones de derecha e izquierda. Algunos sectores internos de la Unidad Popular tampoco la aceptaban e iban por más, tal lo sucedido con las ocupaciones de tierras que causaron hechos sangrientos, como los recientes de Bolivia. Ya desde fines de la gestión del antecesor de Allende, el democristiano Eduardo Frei Montalva, se habían producido ocupaciones de fundos. La más famosa fue una en Puerto Montt, en el extremo sur, por parte de 80 familias vinculadas con el diputado socialista Luis Espinosa. Los ocupantes fueron masacrados por las fuerzas de seguridad chilena el 4 de marzo de 1969 lo que dio lugar, entre otras cosas, a que el músico Víctor Jara popularizara su canción “Recuerdos de Puerto Montt”.

La derecha económica, apoyándose en la derecha política, jaqueaban al gobierno de izquierda. No se sabe que hubiese pasado con las negociaciones que se buscaban con la democracia cristiana, pero lo cierto es que a ellas las cortó de cuajo un pequeño grupo que había estado vinculado con la Unidad Popular, la Vanguardia Organizada del Pueblo (VOP), dirigida por el provocador Ronald Rivera Calderón, un violento que ya había sido expulsado, sucesivamente, del Partido Comunista, del Partido Socialista y del Movimiento de Izquierda Revolucionario.

El 8 de junio de 1971 la VOP se encargó de ejecutar al ministro del Interior del gobierno de Frei Montalva, Eduardo Pérez Zujovic, el responsable de la masacre de Puerto Montt. La derecha rápidamente responsabilizó al gobierno por el hecho y la chance, si es que la había, de acordar con Tomic y su gente, se esfumó, a pesar de que Allende y su ministro del Interior, José Toha, impulsaron rápidamente la búsqueda de los integrantes de la VOP.

Este tenía un extraño criterio. Ronald afirmaba que "La subversión debe hacerse con delincuentes, porque son los únicos no comprometidos con el sistema: los obreros luchan solamente por aumentos de sueldo, y los estudiantes son pequeños burgueses jugando a la política; en el hampa está la cuna de la revolución".

La orden de Allende y Toha había sido detenerlos vivos. Los encargados de hacerlo llegaron al refugio donde estaban Ronald, su hermano Arturo Rivera Calderón y Heriberto Salazar Bello y, sin más, los masacraron. En el gobierno se aceptó la tesis de que había sido un error de los uniformados pero nunca se pudo averiguar cual era el plan del grupo el cual, según muchos, tenía relaciones con la Central de Inteligencia Americana, la fatal CIA que tanto tuvo que ver con el golpe de 1973. Un golpe que se aceleró, seguramente, cuando con su victoria de marzo de ese mismo 1973, con algo más del 40% de los votos, Allende mostró que, a pesar de todas sus dificultades, cada vez contaba con mayor apoyo popular y ampliaba su peso en el parlamento.

Un golpe que se dio en un marco de sucesivos conflictos como el famoso paro de los camioneros y en el que Allende solo contó, incondicionalmente, con el Partido Comunista, ya que también los debates internos se daban en su propia fuerza, el Partido Socialista. La COB, que tuviese como jefe histórico al minero Juan Lechín Oquendo, ex vicepresidente de la Nación, y que fuese su sede donde la dictadura de Luis García Meza asesinó en 1980 nada menos que al gran intelectual y fundador del Partido Socialista de Bolivia, Marcelo Quiroga Santa Cruz, artífice, durante el gobierno de Alfredo Ovando Candía, de la nacionalización de los hidrocarburos en el país. Algo que también lo acerca, en el tiempo, a Evo Morales, más allá de los errores en los que éste haya incurrido o de los que cometa en el futuro.
08/08/08

(*) El autor es periodista, historiador, docente en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.

* Fuente: Rebanadas de Realidad

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