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Frío de amor

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"Dos nenes murieron al arder una casilla en Viedma.
Ocurrió en el Loteo Silvia, por la mañana, mientras la mamá había salido. Emanuel Alvano, de 4 años, y su hermanita menor Daiana fueron hallados abrazados. Es cierto. Habrá que pensar si no era posible, desde el ámbito gubernamental, hacer algo para evitar que ocurriera.”
Diario Río Negro, 16/6/08

(APe).- El veranito en este invierno puede ser la sonrisa de dios para aquellos que lo aman. El veranito en este invierno es una forma en que la naturaleza, no por sabia, pero al menos por piadosa, intenta compensar los crímenes de una cultura del exterminio.

Nos preocupa con razón la carrera armamentista, en la cual más allá que algunos grandes competidores del pasado no compiten más, otros campeones de occidente siguen entrenando. Pero para la cotidiana masacre de los más débiles (eufemismo para designar a los más atacados) no es necesario ni mira laser, ni ubicación satelital de telefonía celular, ni químicos que afectan ojos, boca y oídos, ni software espías, ni microchips implantados en el cerebro límbico, y mucho menos sofisticadas torturas, rebautizadas en la actualidad como “interrogatorios intensos”.

Para la escoria del tercer, cuarto y quinto mundo un poco de frío es suficiente. No hablamos de heladas de 20 grados abajo cero, dignas de un primer mundo. En nuestros pagos del capitalismo serio, que de tan serio ya pareciera que tiene un pésimo carácter, es suficiente algunos grados por debajo del cero. Por supuesto hay que agregar que tribus nómades siguen buscando una garrafa social, y que de encontrarla buscarían los cortes populares de carne. Sin embargo, como el hogar no siempre es dulce, y mucho menos térmicamente confortable, la salamandra, el brasero, y otras formas primarias de la calefacción ambiente siguen siendo utilizadas.

De losa radiante nadie muere, de calefacción central menos. Estos niños también han sido masacrados, aunque esta masacre no haya tenido la expansión mortal del incendio en la discoteca República Cromagnón. Estos niños han sido masacrados por los “pequeños cromagnones” en los cuales transcurre la vida y muerte cotidiana de millones de argentinos. La casilla se incendió, crónica de una brutalidad sostenida.

El Estado no solamente ha dejado de ser garante de derechos. También se ha convertido en gendarme de la injusticia. Niños abandonados no por el desamor, la desidia o la ignorancia de los padres. Estos padres son víctimas de mecanismos que desconocen, pero que los han sentenciado a muerte. No saben que si todavía están vivos, es porque la sentencia todavía no está firme. Pero lo estará, apenas el dólar siga bajando, las deudas que nunca contrajimos tengan que ser pagadas, las retenciones no alcancen para pagar el costo social de todos los ajustes, y otras calamidades por el estilo.

Daiana y Emanuel Alvano serán recordados al igual que los mártires de Chicago, o los obreros masacrados en la semana trágica, o Maximiliano y Darío. En la levedad del ser que propone el postmodernismo, podríamos cantar parodiando a Sabina que “el indec no hablaba de ti”. Será la militancia popular la que sostenga el recuerdo. Recuerdo que es memoria y es amor. Daiana y Emanuel: abrazados en el horror de no comprender el insoportable castigo para el delito de querer tener un poco más de calor. Solamente un poco. Pero así paga el dios de los designios inescrutables, “¿no aceptás el frío? ¡¡tendrás más calor del que puedas soportar!!”.

Murieron abrazados. No murieron por amor, murieron con más amor del que muchos de nosotros podremos dar alguna vez. Estos niños quemados vivos ni siquiera se enteraron de los memorables debates de la resolución 125. Tampoco resucitarán aunque las retenciones sean ley de la Nación. Para ellos, para muchos, para nosotros es tarde. Tarde para seguir confiando que hay vida después de la muerte capitalista. Que no es la muerte del capitalismo. Si al menos fuera posible seguir abrazando a Daiana y Emanuel.

Abrazarlos hasta que el frío de amor los salve de las llamas. No hay más horror que saber que hasta las lágrimas llegan tarde.


Sobre naufragios y banquetes

Por Oscar Taffetani

(APe).- El cable dice que 34 emigrantes subsaharianos fueron rescatados de una "patera" que naufragó a 40 kilómetros de la costa de Almería. Entre los 34 náufragos había "19 hombres, 14 mujeres y un bebé". Claro que al momento del rescate -de madrugada- ya las mujeres eran trece, porque una de ellas había muerto de frío.
De esas trece mujeres, una que estaba embarazada perdió su bebé en el hospital Torrecárdenas de Almería, pocas horas después del rescate.

Cuatro de los náufragos seguían el viernes 11 en terapia intensiva, incluyendo el único niño sobreviviente.

Cuando el precario bote inflable que los futuros náufragos abordaron partió desde algún lugar de la costa africana (lugar que nunca se identifica, puesto que ciertos gobiernos subsaharianos no reconocen que expulsan de esa manera a sus ciudadanos), eran cuarenta y ocho.

En la travesía, por exposición al sol y por falta de agua potable, murieron catorce. De esos catorce, nueve eran niños.

"Los supervivientes dijeron al servicio marítimo que habían arrojado por la borda los cuerpos de los niños muertos, que tenían entre nueve meses y cuatro años", leemos en el cable.

"El lunes 7 de julio -completa el despacho de una agencia internacional- murieron 14 inmigrantes nigerianos cerca de las costas de Granada, después de que volcara la embarcación en la que pretendían llegar a España…"

Un mundo noticiable
Los náufragos que aparecen en la TV y los diarios son los que recoge la Guardia Civil española, en situación desesperada. Puestos bajo la custodia de las autoridades de Migración y de la Cruz Roja, envasados, etiquetados y vueltos a su lugar de origen (perdón por estas crueles palabras), esos seres humanos dejan de ser náufragos y dejan de estar en las noticias.

Dicho de otro modo: a la prensa y a los poderes políticos y económicos que mueven a la prensa, sólo les interesa un tramo de la sucesión de naufragios que padecen ciertas personas.

Hubo primero un naufragio en el propio país (Chad, Sudán, Guinea, Costa de Marfil, Liberia o Nigeria, por caso), un país que no los provee de lo indispensable para la vida. Pero ese naufragio no es noticiable.

Hubo después un naufragio en el mar, con precarios botes a merced de las corrientes y del clima. Ése sí es un naufragio noticiable: la conocida saga de los subsaharianos, apetecida por lectores críticos y por lectores complacientes, en una Europa siempre satisfecha.

Finalmente, hubo un naufragio burocrático, con funcionarios de ésos que tocan a los sobrevivientes con guantes de látex (por las enfermedades que les podrían trasmitir) y con elásticos reglamentos que determinan quién se queda y quién no; quién puede trabajar como siervo en algún castillo (perdón por el anacronismo) y quién no; quién puede ser "facturado" al gobierno remitente (maldito sea este lenguaje) y quién no; quién será devuelto con sus crías y sueños al infierno de origen y quién no, etcétera.

Naufragios noticiables y de los otros. Así está el mundo. Así está el siglo. De palabras mentirosas y silencios verdaderos, de menciones involuntarias y omisiones deliberadas, se va construyendo la realidad "global" que venden a diario los medios de masas.

El G8 irrita a algunos
"El Grupo de los Ocho integrado por los EEUU, Japón, Canadá, Francia, Alemania, Reino Unido, Italia y Rusia -leemos en otra noticia- manifestó su preocupación por la subida de los precios de los alimentos que amenaza la seguridad alimentaria global, lo que llevaría a la pobreza a millones de personas. En una declaración en su cumbre de Toyako (Japón), los siete países más industrializados y Rusia se declararon dispuestos a hacer todo lo posible para garantizar la seguridad de alimentos a corto y largo plazo".

Tras firmar la declaración -se lee en la misma noticia- los líderes de esas ocho potencias capitalistas se sentaron a una mesa de honor y brindaron con sake ritual servido en tazas de madera laqueada con las iniciales de cada presidente (sólo ese souvenir tuvo un costo de mil dólares por taza). Después del brindis, se les ofreció una degustación de 19 platos orientales titulada por el chef Katushiro Namakurauno "Bendiciones de la Tierra y el Mar".

Dominic Nutt, de la organización Save the Children, dijo que era “hipócrita” que el G8 hablara de la crisis alimentaria y derrochara semejante lujo en su cumbre. José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del gobierno español, declaró a la prensa, cuando lo consultaron: "no he visto el menú, pero creo que con dos platos se come bien…"

Si los líderes del G8 se reunieran en una choza y llenaran sus tazas con agua o mate cocido, nos preguntamos, ¿cambiaría verdaderamente algo?

La gran obscenidad del capitalismo no es el despilfarro de las minorías (un rasgo irritante, pero sólo un rasgo), sino la apropiación sin freno de los recursos y riquezas que pertenecen a todos, sea en España o en el África, en Canadá o en la China, empezando por el suspiro de la más pequeña y despreciada y no contabilizada de las criaturas humanas.
11/07/08

* Fuente: Agencia Pelota de Trapo

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