La era de la comunicación
por P. José Comblin (Revista Reflexión y Liberación)
17 años atrás 16 min lectura
La telefonía se ha desarrollado de manera inimaginable en el siglo XX. Las invenciones que llevaron a la comunicación por Internet han conocido una aceleración increíble. Las máquinas más modernas que se venden en el comercio, ya son obsoletas el día que llegan al mercado, porque ya existe otra que sale de la fábrica, y la que sale de la fabrica está obsoleta porque ya están fabricando otra más desarrollada. En este momento los medios más tradicionales, como la prensa, la radio o la televisión, están en la dependencia total de la telefonía y de Internet. La profesión de periodista ha cambiado radicalmente.
Se supone que lo que provoca los conflictos es la falta de comunicación. Cada vez que apareció una nueva tecnología de comunicación, se anunció una era de paz universal: cuando se inventaron los ferrocarriles, se proclamó que los trenes establecerían la fraternidad entre los pueblos. Después se inventó el telégrafo: de nuevo pensaron que el telégrafo crearía la paz universal. Llegó la radio y se anunció lo mismo. Después vino la televisión, y ahora internet, que es la depositaria de las promesas de paz universal.
Los norte-americanos no habrían podido hacer la guerra de Irak como la hicieron, si no hubieran tenido todo el sistema de información que tenían. El que tiene las informaciones se cree invulnerable y todo poderoso. Sin embargo, a pesar de todo el sistema de información y de comunicación, sucede lo que sucedió el 11 de septiembre de 2001. Las autoridades tenían todas las informaciones, pero no les prestaron atención. La tecnología no hace que el presidente de la república preste atención a una información. La tecnología no reemplaza la acción humana con su fuerza y sus debilidades. Entre miles de millones de informaciones, la persona receptora tendrá que saber descubrir cuál es la información importante. La tecnología no le da esa información.
Mucha gente se deja engañar y cree que todo lo que dicen los medios de comunicación es verdad. Si se repite la información, le dan más crédito todavía. Si son muchos los medios de información que repiten lo mismo, entonces no hay duda. Los ingenuos no saben que todos copian la información sin verificarla.
La misma cultura se transforma en instrumento comercial. Internet ofrece millones de “sites” que reemplazan la literatura. Son redactados en forma comercial, con la intención de atraer al comprador. Presentan todo como mercancía. Todo adquiere valor cuando es propiedad privada. Lo público, lo comunitario no vale: mejor dicho, no existe, porque los medios de comunicación tienden a destruirlo.
Hay otro problema: en la medida en que se usan medios de comunicación sofisticados, aumenta la posibilidad de los servicios de inteligencia. En otros tiempos, la policía abría las cartas y captaba algunas informaciones sobre las personas. En la medida en que los medios acumulan más informaciones y en la medida en que las personas se comunican más, permiten que los servicios de inteligencia tengan un retrato más completo de todas sus actividades. Reciben miles de informaciones. Les es mucho más fácil controlar la vida de los ciudadanos. Gracias al teléfono y a Internet la policía puede tener una ficha completa de cada persona, incluso sobre las minucias de su vida, por ejemplo: todas las compras que hizo y todas las personas con las que comunicó. Gracias a Internet es fácil clasificar miles de millones de informaciones y en un segundo tener la ficha completa de toda la vida de una persona… Este sistema todavía no es perfecto, pero en EEUU ya está muy desarrollado para todos los habitantes musulmanes.
A partir de los años 60 en EEUU se privatizaron los medios de comunicación. Desde entonces, en casi todos los países, todos los medios son privatizados. Desde entonces la comercialización de la cultura se estableció como norma universal.
La privatización provocó inmediatamente una explosión de creación de empresas. Muchos creyeron que podían conquistar el mercado y sacar provecho de la posición de quién entra primero en el mercado. Apareció un inmenso mercado del saber. Muchos se lanzaron a él llenos de ilusiones. Después de pocos años la mayoría de las empresas habían quebrado. En los años 90 empezó un fuerte movimiento de concentración de las empresas. Las más fuertes compraron las más débiles y formaron conjuntos inmensos.
En febrero de 2005, la Cámara de Diputados de Brasil vota una ley que permite los transgénicos. Había habido discusiones apasionadas durante años. Al final vencieron los defensores. Pero lo interesante es que durante todos esos años y hasta la votación misma, un nombre nunca fue pronunciado: ¡Monsanto! Era un nombre tabú, sagrado, más sagrado que el nombre de Dios para los judíos. Monsanto es la empresa norte-americana que tiene toda la tecnología de los transgénicos. Y todas las patentes. Monsanto produce y vende no sólo las semillas transgénicas, sino también los herbicidas, los pesticidas, los fertilizantes… toda la cadena de producción.
Sin embargo, los pueblos comienzan a abrir los ojos y a entender que todo lo que pasa en el mundo de la comunicación no es necesidad histórica, sino resultado de decisiones políticas, entre ellas la liberalización impuesta por la OMC y la consiguiente privatización de la información y de lo que llaman «el saber». El poder de la sociedad y el poder del Estado han sido anulados casi completamente. La misión del Estado consiste en dar plena libertad. ése es el papel que le reserva la globalización imperial de la actualidad.
El autor es sacerdote e importante teólogo de la liberación, belga,, que vivió por muchos años en Brasil, formando parte del equipo de Elder Cámara. Residió en Chile durante los años 60, siendo profesor de Teología de la Universidad Católica de Santiago. Es autor de 14 libros, entre los que se destacan: "El Poder militar en América Latina"(1978); "Recuperando lo humano. Una antropología cristiana"(1990); y "El neoliberalismo, ideología dominante en el cambio de siglo, publicado en Chile por el CESOC, Ediciones ChileAmerica.
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