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Quien roba un huevo, puede robar un buey

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Este es uno de los típicos dichos que retratan la mentalidad francesa pequeño-burguesa, como si robar un huevo fuera equivalente a robar un buey, un peso, a un billón de pesos, veinte mil dólares, a treinta y cinco millones de dólares. Como los chilenos son, en su mayoría, disléxicos, más vale que olvidemos las cifras. Volviendo a los franceses, ellos son los campeones de las frases estúpidas: miren que “el hombre es un junco pensante”, “pienso, luego existo”, existo, luego pienso, como dirían los existencialistas. Pero al menos no tomaron preso a Proudhom por decir que “la propiedad es un robo”. A partir de las penurias sufridas por el protagonista de obra Los Miserables, al robar un pan impulsado por el hambre, el código francés no penaliza el robo de alimentos. Recuerdo que muchos chilenos eran unas balas para apoderarse de los víveres comestibles de los supermercados; en la casa de los Curas Obreros, donde estábamos asilados, los refugiados se despacharon, sin ninguna capacidad selectiva, vinos de cosechas del siglo XIX, tan celosamente guardados por los frailes para grandes ocasiones. Los niños del barrio de Orly, la mayoría condenados, por su educación y pobreza, a trabajos menores eran unos genios del robo ante la complacencia de sus monitores entre los cuales me encontraba.

Mi madre se llenaba los bolsillos de chocolates y, cuando era descubierta, tenía que sufrir pacientemente las arengas morales de las vendedoras, propias de este pueblo pequeño-burgués. En Chile todo es más bruto y subdesarrollado – no en vano somos herederos de la tiranía canallesca, ladrona y corrupta de Pinochet y, ahora, de sus sucesores concertacionistas. Los “azules” que cuidan los supermercados son bastante brutales, en su mayoría: “miren que detener a un niño” – hijo de la ministra Vivianne Blanlot – por haber llevado unos clavos, cuyo máximo valor es de $200 y, para más remate, se va a llegar a la estupidez de citar al niño a un Tribunal; incluso, me da miedo, pues recuerdo las veces que saqué dinero de los bolsillos de mi padre, para ver películas pornográficas, y que a los 12 años hice la “chancha”. Es seguro que si esos hechos ocurrieran en el Chile vomitivo de hoy, estaría en la cárcel, sin apelación.

Esta moral sólo es propia de los liliputienses mentales, incapaces de leer, comprender, relacionar u asociar ideas; por esta razón, los santiaguinos están aterrados ante el mapa del Transantiago, pues quieren que Zamorano los acompañe, como niños chicos, en las combinaciones que deben hacer para llegar al trabajo y, como consecuencia de este analfabetismo mental, tenemos una faramalla de justicia, que nunca ve los abusos y enriquecimiento de ricos  poderosos y siempre condena a los pobres y miserables; como diría Huibobro, “está inclinada por el queso”.
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1 Comentario

  1. El Piurano

    Quien roba un huevo, roba un buey : hace énfasis en el acto mismo del robo sobre lo robado. Muchos delincuentes reincidentes son liberados porque el monto no llega al considerado «delito».

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