“En el período de Patricio Aylwin se torturaba a las personas para arrancarles confesiones”
por Daniel Labbé Yáñez (Chile)
6 años atrás 6 min lectura
29 de enero de 2019
“En el período de Patricio Aylwin se torturaba a las personas para arrancarles confesiones”, sostiene el documentalista José Burgos, quien ya en 1991 había hecho públicas sus acusaciones. “Mi hijo comenzó a lanzar gritos de terror cada vez más fuertes. Y cada vez que yo reclamaba por ese abuso, recibía golpes en los riñones, piernas y espalda”, relató entonces.

“En el período de Patricio Aylwin se torturaba a las personas para arrancarles confesiones. Me imagino que lo mismo o peor le hicieron al compañero Ricardo Palma Salamanca, que fue detenido meses después de mí”. Este extracto es parte de un crudo relato que el documentalista José “Pepe” Burgos Cabezas decidió difundir el mismo día en que la Corte de Apelaciones de París rechazaba la solicitud de extradición emanada desde Chile en contra del ex miembro del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) asilado en Francia, por su supuesta participación en el asesinato del senador de la Unión Demócrata Independiente (UDI), Jaime Guzmán.
En el fallo del tribunal parisino se exponen los argumentos que se tuvieron presentes para tomar esa decisión, estableciéndose que dicha Corte “solo dispone de actos de enjuiciamiento constituidos por confesiones obtenidas bajo tortura y contraviniendo el artículo 15 de la Convención de Nueva York de 1984”. Es decir, se acogió con ello la defensa de Ricardo Palma Salamanca en cuanto a que el reconocimiento de su autoría en el crimen de Guzmán fue logrado gracias a apremios ilegítimos por parte de la policía de aquellos años de inicios de la democracia.

Una práctica que José Burgos confirma en su narración titulada Yo fui uno de los primeros detenidos y torturados por el caso Guzmán, donde detalla lo que -asegura- le ocurrió el 30 de junio de 1991, dos meses después del ataque en contra del senador UDI, cuando fue detenido junto a su hijo de 6 años mientras se dirigían a su casa.
El documentalista adjuntó a su texto colgado en la red social Facebook una imagen en la que se ve al niño Joaquín Burgos Viveros, hoy de 34 años, sostenido en una estructura metálica que le permite movilizarse. Se trata de la fotografía que la revista Punto Final publicó en la portada de su edición nº 253 de diciembre de 1991 junto al texto “A este niño inválido lo torturaron”. Allí Burgos narra en primera persona el infierno que vivió junto a su pequeño hijo y que estampó entonces en una querella por “tormento y sustracción de menores” en el 22º Juzgado del Crimen de Santiago.
“Salvajemente torturado”
José era un ex preso político. Había sido condenado anteriormente por pertenecer a una supuesta asociación ilícita y al FPMR, por lo que había pasado ya 2 años en prisión. De acuerdo a su relato, la tarde de ese 30 de junio de 1991 fue interceptado junto a Joaquín por un grupo de civiles que se movilizaban en vehículos particulares. “Me apuntaron con sus armas, me esposaron y me arrojaron dentro de un auto Datsun de color blanco, tiraron el coche de mi hijo en el portamaletas y nos llevaron detenidos”, contó entonces a Punto Final. Luego de eso señaló que los llevaron hasta el frontis de su casa, ubicada en el #2430 de la calle Jardín en el sector de El Salto, comuna de Recoleta, donde los sujetos tras echar abajo la puerta a patadas encañonaron a sus otros dos hijos, de 11 y 15 años.
Junto a su hijo Joaquín, de 6 años, fueron llevados a la Tercera Comisaría de Carabineros, donde quedaron en manos de la Dirección de Inteligencia Policial (DIPOLCAR), entre quienes pudo identificar a un uniformado de apellido Araya. “Fui torturado (…) en presencia de mi hijo inválido (…) Querían arrancarme confesiones y que delatara a compañeros”, escribió “Pepe” en el relato publicado reciententemente. “Me colgaron de los brazos en un árbol y al niño lo dejaron dentro de un calabozo oscuro”, narró ese año ’91. Y agregó: “Joaquín comenzó a lanzar gritos de terror cada vez más fuertes, sin que pudieran hacerlo callar. Y cada vez que yo reclamaba por ese abuso sin nombre, recibía golpes en los riñones, piernas y espalda junto con una andanada de insultos. Es indecible el dolor que puede sentir un padre al no poder defender a su hijo dentro de un cuartel de policía”.
Tras una jornada en manos de la DIPOLCAR, el pequeño Joaquín fue entregado a su madre, quien se hallaba también detenida pero en otro cuartel policial, mientras que José debió soportar 10 días en donde aseguró ser “salvajemente torturado”.
Producto de las vejaciones, el documentalista detalla hoy que se le provocaron serias lesiones en el pectoral izquierdo, desprendimiento de ligamentos en los hombros y muñecas tras ser colgado con las esposas puestas en una escalera adosada a un muro, y pérdida y quebradura de piezas dentales a raíz de las golpizas recibidas mientras permanecía amarrado a una escalera. Junto con ello recuerda que sufrió ahogos por el impacto de chorros de agua desde una manguera y un paro respiratorio con pérdida de conocimiento, lo que le provocó un asma crónica.
“Aún en las noches despierta con pesadillas”
“A pesar de mi inocencia en el caso Guzmán, ni siquiera disculpas me dieron”, destaca hoy el documentalista. Su hijo -quien había sufrido una parálisis cerebral en su nacimiento y que debió ser testigo obligado del martirio que padeció su padre a manos de la policía- “aún en las noches despierta con pesadillas”, afirma José.
De ahí que dice no poder “permanecer en una posición neutral” frente a la discusión generada en torno a la posibilidad de extradición del ex frentista asilado en Francia, asegurando que durante el gobierno del Presidente DC Patricio Aylwin “se torturaba a las personas para arrancarles confesiones”. “Me imagino que lo mismo o peor le hicieron al compañero Ricardo Palma Salamanca, que fue detenido meses después de mí. Yo fui uno de los primeros detenidos por el caso Guzmán”, sostiene.
“Pepe” Burgos añade a su narración que tras las jornadas de torturas fue interrogado días después por Marcelo Schilling, hoy diputado del Partido Socialista (PS), “en los sótanos de la Tercera Comisaría”. Cabe recordar que entre 1991 y 1993 Schilling se desempeñó como secretario ejecutivo de la Dirección de Seguridad Pública e Informaciones (Dispi), también conocida como “La Oficina”, organismo que estuvo encargado de desmantelar a los grupos armados en los primeros años del retorno a la democracia.
El documentalista culmina su relato señalando que el abogado que entonces patrocinó su querella por torturas y secuestro de menores “fue presionado por las cúpulas del Partido Socialista y abandonó mi caso”.
*Fuente: Politika
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