INACAP, institución creada para capacitar trabajadores, es desde 1990 una máquina de hacer dinero
por Arturo Alejandro Muñoz (Chile)
7 años atrás 8 min lectura
La historia de INACAP grafica el lucro en la educación superior
Lo que hoy es una máquina de ganar plata de los sectores más duros del empresariado, vale decir, una empresa que ha sido reinventada sólo para lucrar hasta el hartazgo, fue, en su época, una pujante agencia estatal de capacitación laboral.
En 1989, la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC) presidida por Manuel Feliú, adquirió a precio irrisorio (*) la principal entidad de capacitación existente en el país. Se consumaba así, apresuradamente, uno de los últimos traspasos de empresas estatales a manos privadas, cuando la administración del gobierno militar daba los estertores finales, luego de conocerse la voluntad popular expresada en el histórico plebiscito de octubre del año anterior.
Así, el más importante centro de capacitación de trabajadores creado por el Estado de Chile pasó a formar parte del botín exigido por los empresarios agrupados en la CPC a la dictadura, como una forma de reconocimiento al apoyo indesmayable que los socios de esa confederación patronal habían entregado a Pinochet durante más de 15 años.
En un dos por tres, protegidos por la censura informativa, empresarios y militares acordaron el traspaso de INACAP (Instituto Nacional de Capacitación Profesional) a manos privadas, sin que hasta hoy se conozca el verdadero precio de la transacción… si es que hubo algún tipo de pago real.
AÑOS DE EMPRENDIMIENTO
INACAP, filial de CORFO e institución sin fines de lucro, fue creado por iniciativa del Presidente Eduardo Frei Montalva el año 1966, luego de observarse que el Departamento de Capacitación existente en el Servicio de Cooperación Técnica (SERCOTEC) era incapaz de absorber la creciente demanda de formación técnica y capacitación profesional impetradas por empresas y trabajadores.
Con una amplia visión de futuro, el gobierno de Frei Montalva recurrió a los países del viejo continente europeo, solicitándoles apoyo en infraestructura técnica y modelos de capacitación para aplicar en Chile.
Rápidamente, los primeros centros de INACAP comenzaron a ser levantados en Santiago, todos ellos bajo la supervisión de especialistas provenientes de naciones europeas. Ingleses, franceses, alemanes, italianos, suizos, belgas y daneses fueron los encargados de implementar tales centros con maquinarias donadas por sus respectivos gobiernos, a la vez que comenzaban a «capacitar a los futuros capacitadores». La contraparte chilena era CORFO, a través de su filial INACAP.
En pocos años este Instituto levantó sedes en las zonas donde se concentraba el mayor número de industrias, ya que el objetivo era llevar la capacitación al lugar mismo donde cumplían labores sus potenciales usuarios.
A comienzos de 1970, INACAP tenía presencia nacional desde Arica a Punta Arenas. Cada mes se obtenían más laureles y agradecimientos del mundo del trabajo por las acciones capacitadoras realizadas en áreas como la metalmecánica, automotriz, eléctrica, construcción, refrigeración, agrícola, pesca, hotelería, etc.
A los diversos y espléndidos centros de capacitación –envidiados incluso por las universidades tradicionales en aquellos años- se fueron agregando extensos terrenos agrícolas y forestales, así como embarcaciones destinadas a capacitar patrones de pesca, como fue el caso de dos pequeñas naves conocidas como «Huapilacuy» y «Chompalhue» (una de ellas se vio entreverada, años después, en el asunto de internación de armas a Carrizal Bajo, pero en ese entonces ya no pertenecía a INACAP).
Los técnicos del Instituto eran requeridos por países vecinos para coadyuvar en la creación de organismos similares. Incluso la ONUcontrataba a profesionales de INACAP para similares tareas en África y Centroamérica.
TIEMPOS DIFÍCILES
Al llegar los militares al gobierno, muchas filiales de CORFO se vieron obligadas a obtener financiamiento por medios propios, pues los dictámenes emitidos desde el Ministerio de Hacienda indicaban claramente que ninguna de ellas contaría con apoyo estatal.
INACAP fue una de las filiales que logró soportar el chaparrón y salió fortalecida de la crisis, pese a que todos los expertos europeos debieron abandonar el país debido a las presiones insostenibles ejercidas contra ellos por el gobierno militar.
A fines de la década de 1970, este Instituto incursionó en el sector servicios, creando el área de administración, cuyo primer centro se ubicó en su propia casa central (Avda. Chesterton esquina Las Condes). Allí surgieron múltiples carreras técnicas para mandos medios en diversas especialidades, como administración de empresas, dibujo gráfico publicitario, comercio exterior, decoración y otras. Debido al éxito obtenido, otras sedes del área fueron inauguradas en Santiago y regiones.
Sin embargo, INACAP continuaba entregando capacitación a su clientela tradicional: los trabajadores, mediante el antiguo método europeo del «aprender haciendo». Y enseñando en maquinarias tecnológicamente de punta.
Por orden de CORFO, el año 1978 la dirección ejecutiva del Instituto pasó directamente a manos militares, situación que se mantuvo hasta comienzos de 1987, cuando hace su aparición la Confederacióndela Produccióny el Comercio, con Manuel Feliú a la cabeza.
Desde sus oficinas en el Banco de Concepción, Feliú nombra director ejecutivo a Carlos del Río (ex –jefe de gabinete del ministro de Relaciones Exteriores de la dictadura, Ricardo García), quien realizó- la verdad sea dicha- una excelente administración, caracterizada por el ordenamiento de las finanzas y el crecimiento tecnológico de la institución. Pero, más rápido que lento, INACAP comenzó a olvidar su clientela tradicional, privilegiando las carreras técnicas, cuyas mensualidades eran bastante elevadas.
A LUCRAR, A LUCRAR, QUE EL SISTEMA SE PUEDE TERMINAR
Por fin, a comienzos del año 1989 se produjo el comentado traspaso de INACAP a manos de la CPC, en el momento que esta confederación era a su turno copada por un nuevo grupo de empresarios pertenecientes a la más fanática y ultramontana sección del catolicismo mundial: el Opus Dei, el que obtuvo la dirección y control del organismo patronal, designando como director ejecutivo de INACAP a Sergio Silva Alcalde, empresario agroindustrial curicano de rancio abolengo y con una fortuna familiar originada en el antiguo y expoliador latifundio.
Los días del viejo INACAP terminaron. De sus históricas estructuras surgió una empresa comercial orientada a generar voluminosos ingresos mediante el expediente de ofrecer su oferta capacitadora a la formación y especialización a sectores sociales que contaban con sólida capacidad de pago mensual, a la vez que exploraba otras áreas, orientada a grupos dirigenciales de empresas y a profesionales top.
De ese modo, el inmenso esfuerzo y sacrificio realizado por profesionales y el Estado chileno, junto al apoyo magnífico de expertos europeos designados por sus respectivos gobiernos, fue obsequiado a quienes nada hicieron ni gastaron para que los trabajadores del país –y por ende, la empresa nacional- contasen con la significativa posibilidad de crecer tecnológica y económicamente.
El trabajo mancomunado de Sercotec, Corfo, técnicos, profesionales y trabajadores, que supo levantar una institución modelo, aplaudida y reconocida a nivel latinoamericano, pasó a ser un simple y pingüe negocio para aquellos empresarios que siempre habían desconfiado de la capacitación de sus cuadros laborales pero que, a la hora de sumar y restar, optaron por exigir a Pinochet la entrega casi gratuita de INACAP (y el ‘casi’ está demás, pues no pagaron un solo peso por aquel traspaso).
Una vez obtenido el botín, esos mismos empresarios abandonaron a los trabajadores dejando las vitales tareas de formación y capacitación técnicas en manos de otras instituciones (también privadas), mientras ellos dedicaban el instituto a ganar dinero mediante la oferta de especialización a sectores que, precisamente, contaron siempre con un amplio abanico de posibilidades ofrecido por el mercado.
María Olivia Mönckeberg, autora de los libros “La privatización de las universidades” (2005) y “El negocio de las Universidades en Chile” (2007), en dependencias dela Facultadde Economía y Negocios dela U.de Chile (FEN), organizada por el Centro de Estudios dela FECh(Cefech) y la Comisión de Estudios de Proyectos de Ley (CEPLE), efectuó una presentación que tituló “Quienes están detrás del lucro”. En ella dio a conocer una larga lista de significativos nombres presentes en la propiedad y dirección de algunas de las principales universidades privadas.
La lista comenzó con Herman Chadwick, hermano del ministro Secretario General de Gobierno, Andrés Chadwick y primo del Presidente Sebastián Piñera. Lo anterior, porque el actual presidente del Consejo Nacional de Televisión, preside la junta directiva dela Universidad de Las Américas (UDLA), una de las más cuestionadas en estos días a propósito del debate sobre el lucro. El vicepresidente del Consejo y rector dela UDLA es José Pedro Undurraga, del grupo Inacap-Universidad Tecnológica.
Han pasado los años y la pregunta, quemante y cáustica, continúa vigente. ¿Cuánto pagaron a Chile la CPC y el Opus Dei para quedarse con un instituto cuyo valor nominal superaba el año 1989 los ciento veinte millones de dólares?
Quizás por ello se debiese mencionar también a este Instituto en las listas de «detenidos desaparecidos», agregando un dolor nuevo a lo ya dicho: las actuales generaciones de estudiantes desconocen absolutamente que el Instituto que ellas observan hoy con el fatuo nombre de Universidad Tecnológica INACAP, fue en sus brillantes y aplaudidos inicios un exitoso centro de capacitación y formación técnica para trabajadores…algo muy distante del carácter elitista y comercial que distingue a todas las actividades de esa ultramontana y talibanesca organización de vomitiva estructura clasista y bolichera llamada Opus Dei., que en estas materias invierte con un exclusivo e indesmentible propósito: ¡¡lucrar!!
(*) La CPC ‘pagó’ a la dictadura pinochetista un precio risible, escandaloso y pueril, por agenciarse el principal Instituto de Capacitación existente en el país. El costo de la «transaca» comprometido por la asociación gremial de los ‘patroncitos’, fue efectuar algunos cursos de capacitación para trabajadores y obreros según señalara el SENCE el año 1999. No se especificó el número de esos cursos ni las áreas y especialidades que estarían involucrados en ellos. ¡¡Una estafa!! ¡¡Una burla!!. Así -como en este caso, fue como se enriquecieron muchos vivarachos y ladrones yanaconas del dictador, quienes hoy exigen al país «respeto por sus capacidades de emprendimiento y creatividad en su calidad de empreSAUrios»..
*Fuente: G80
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